Soneto 33
Más
de una vez he visto, la luz de la mañana,
acariciar
las cumbres con ojo soberano,
besar
su labio de oro el verdor de los campos,
dorando
los arroyos con celestial alquimia.
Y permitir cubrir a las más ruines nubes, 5
con
velo de tristeza, su rostro celestial,
y
ocultar a este mundo su desolada cara,
marchando
sin ser visto, deforme, hacia el ocaso.
De igual forma brilló, mi rostro una
mañana,
con
triunfal lucidez, sobre mi tierna frente. 10
Mas
¡ay! que fue de mí, solamente una hora,
la
región de las nubes, lo escondió de mi vista.
Sin embargo, por esto, no desdeña él mi
amor,
que
la luz de la mente, se vela como el sol.
Soneto 34
¿Por
qué me prometiste, un día tan hermoso,
haciéndome
viajar a cuerpo sin mi manto,
dejando
que las nubes, crucen por mi camino
y
en su podrido humo, ocultar tu valía?
No vale que tú, rompas, entre las negras
nubes, 5
para
secar la lluvia de mi abatido rostro,
pues
nadie puede hablar, de bálsamo o remedio,
que
cierre las heridas sin curar la desgracia.
Ni puede tu vergüenza, dar cuerpo a mi
dolor,
aunque
tú, te arrepientas, llevo las de perder, 10
que
el dolor del que ofende, es un débil alivio,
para
él que lleva el peso de la mayor ofensa.
Pero son como perlas, mis lágrimas de amor
y
al caer me redimen de tus malas acciones.
Soneto 35
No
te conduelas más, por todo lo que has hecho.
La
rosa tiene espinas. Fango las claras fuentes.
Nubes
y eclipses ciegan a la Luna y al Sol
y
en el botón más tierno mora un puerco gusano.
Todos los hombres yerran y yo también lo
hago, 5
excusando
tu ofensa con cien comparaciones,
dañándome
a mí mismo, para salvar tu error,
disculpando
tus faltas, más de lo que mereces.
A tu sensual error, le doy mi beneplácito,
-y
tú mismo rival se torna en tu abogado- 10
y
actuó contra mí, por defender mi causa.
Tal
batalla civil hay entre amor y odio,
que necesariamente, me implica, siendo
cómplice,
de
aquel dulce ladrón, que agriamente me roba.
Soneto 36
Déjame
confesar, que somos diferentes,
si
bien nuestros amores, no pueden dividirse.
Yo
he de llevar las manchas, que conmigo quedaron,
sin
tu ayuda, pues debo, acarrearlas solo.
En nuestros dos amores, sólo existe respeto,
5
si
bien en nuestras vidas, un pero las separa,
el
cual, aún no alternando, la causa del amor,
le
roba dulce horas, al gozo de mi afecto.
No podré abiertamente, reconocerte nunca,
a
menos que mi culpa, te haga sentir vergüenza. 10
Ni
tú, en público afecto, honrarme libremente
a
menos que tú pierdas, el honor de tu nombre.
Mas ruego no lo hagas, que te amo a tal
extremo,
que
por pertenecerme es mío tu buen nombre.
Soneto 37
Como
un padre caduco, que sólo se deleita,
viendo
a su activo hijo, usar su juventud,
así
yo, derrotado, por la mala fortuna,
tomo
todo mi alivio de tu honradez y mérito.
Si nacencia o riqueza, o riqueza y saber 5
o
todas estas cosas o algunas cosas más,
con
toda rectitud, en ti están coronadas,
a
tan bellos tesoros, me aferro con mi amor.
Así, no soy tan pobre, lisiado y
despreciado,
sabiendo
que esta sombra me ofrece tal sustancia, 10
que
vivo en tu abundancia, feliz y satisfecho,
viviendo
de una parte, tan sólo de tu gloria.
Mira que es lo mejor: Lo mejor para ti,
y
si este en mi deseo, ¡soy diez veces feliz!
Soneto 38
¿Cómo
puede mi Musa, tratar de inventar algo,
mientras
que tú me alientas y esparces en mis versos,
tu
exquisito argumento, demasiado excelente,
para
que algún papel, vulgar, te lo repita?
¡Oh! Date tú las gracias, si algo de lo que
es mío, 5
por
digno de tu vista se ofrece a la lectura.
¿Quién
sería tan necio, que de ti no escribiera,
cuando
eres tú quien da la luz de la invención?
Sé la décima Musa, diez veces más valiosa,
que
las antiguas nueve, que invocan los poetas 10
y
al juglar que te llama, déjalo producir
los
versos inmortales, que al tiempo sobrevivan.
Mas si mi tenue Musa, agrada en ese tiempo,
sea
mía la pena y tuya la alabanza.
Soneto 39
¿Cómo
puedo ser digno, cuando canto tu mérito,
si
eres la mejor parte de lo que existe en mí?
¿Qué
pueden ofrecerme, mis propias alabanzas?
¿Qué
hago cuando te alabo, sino alabarme yo?
Por lo menos, por esto, vivamos separados 5
y
nuestro dulce amor, pierda el nombre de único
y
al estar separados, pueda intentar yo darte,
lo
que tú, solamente, justamente mereces.
¡Oh, ausencia! ¡Qué tormento serías, si la
amarga
inacción
no me diera, la dulce aprobación, 10
de
entretener el tiempo con razones de amor,
que
dulcemente engañan, las horas y la mente.
Porque enseñas a hacer, pareja de uno solo,
alabando
en presente al que se encuentra lejos.
Soneto 40
Toma
todo mi amor, mi amor, ¡tómalos todos!
¿Entonces
qué tendrás, que antes no tuvieras?
Amor,
no existe amor, que llames verdadero,
como
mi amor que es tuyo, antes de tanto exceso.
Luego, si por amor, tú mi amor recibiste, 5
no
he de culparte el uso, que hagas de mi cariño,
repróchate,
no obstante, si a ti mismo te engañas,
con
el vago deleite de aquello que rehúsas.
Te perdono tu robo, dulce y gentil ladrón,
aunque
el hurto se lleve, toda mi carestía, 10
porque
el Amor bien sabe, que es un mayor dolor,
soportar
mal de amor, que la injuria del odio.
Lasciva gracia en quién, el mal parece el
bien.
Mátame
con despechos, pero sin ser rivales.
Tomado de:
Soneto LXXX
Cuando escribo de ti, cómo
desmayo:
pues sé que uno mejor usa tu
nombre
y en tu elogio usa todos sus
recursos
y ata mi lengua, hablando de tu
fama.
Pues tu valor inmenso, cual el
mar,
acoge humildes velas y
orgullosas;
mi osada barca, menos que la
suya,
comparece obstinada ante tu
piélago.
A flote me vendrá tu leve auxilio
mientras él surca la piel de tus
abismos;
o, náufrago, soy un bote sin
valor,
y él de arboladura jactanciosa.
Así que si él prospera yo me
hundo,
lo malo es que mi ruina fue mi
amor.
Soneto CXXX
Los ojos de ella junto al sol son
nada,
el coral es más rojo que sus
labios.
Blanca es la nieve; mas su pecho,
oscuro;
si el pelo de hebras es, negras
las suyas.
He visto rosas de Damasco:
blancas,
y rojas, pero nunca en sus
mejillas;
y en algunos perfumes hay más
goce
que el aliento que emana de mi
amada.
Me gusta oírla hablar, mas
reconozco
que más hermoso son tiene la
música.
Que jamás vi andar a una diosa,
es cierto:
mi amada al caminar pisa la
tierra;
y aún pienso que vale más mi amor
que aquellas a que engañan con
metáforas.
Soneto XXI
No me sucede a mí lo que al poeta
que pintada beldad le mueve al
verso
y dice que adorno es del
firmamento
y todo lo bello a su bella imita,
y en audaces imágenes la iguala
a sol y luna y gemas de los
mares,
a las flores de abril y los
prodigios
que el vasto cielo encierra bajo
el orbe.
Que fiel en el amor, fielmente
escriba:
y así, sabed, mi amor es tan
hermoso
como cualquier nacido, mas no
brilla
tanto como las lámparas del
cielo.
Que digan más los charlatanes
vanos:
yo no pregonaré lo que no vendo.
Tomado de:
https://www.danieljrodriguez.es/biblioteca/cuatro-poemas-de-william-shakespeare/
CUANDO INFELIZ, POSTRADO POR EL HOMBRE...
Cuando, infeliz, postrado por el
hombre y la suerte,
en mi triste destierro lloro a
solas conmigo,
y agito al sordo cielo mi grito
vano y fuerte,
y, volviendo a mirarme, mi
destino maldigo,
y sueño ser como otro más rico en
esperanza,
tener su mismo aspecto, gozar sus
compañías,
y envidio el arte de éste, del
otro la pujanza,
hastiado aún de aquello que me
daba alegrías;
si en estos pensamientos mi
desprecio me espanta,
pienso en ti felizmente, y
entonces mi consuelo
como una alondra a orillas del
día se levanta
del mundo oscuro, y canta a las
puertas del cielo.
Tal riqueza me ofreces, dulce
amor recordado,
que desdeño cambiar con los reyes
mi estado.
MI AMOR ES UNA FIEBRE QUE INCESANTE...
Mi amor es una fiebre que
incesante
ansía lo que su virus alimenta,
porque en mi mal mi gusto se
apacienta
y es por sí enfermo el apetito
amante.
Ya, viendo mi doctor (la
vigilante
razón) que no haga del caso ni
cuenta,
me abandonó, y el ánima sedienta
corre a su abismo, aunque lo ve
adelante.
Salvación para mí, ni la hay ni
la quiero:
todo yo soy locura, inquietud,
ira;
loco en cuanto imagino y
vocifero,
y víctima infeliz de una mentira
te juré honrada y franca; y mi
amor tierno
¿qué halló en ti? Noche oscura,
negro infierno.
EL SOLILOQUIO DE HAMLET
¡Ser, o no ser, es la cuestión! -
¿Qué debe
más dignamente optar el alma
noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y
afrontándolo
desaparecer con ellas?
Morir, dormir, no despertar más
nunca,
poder decir todo acabó; en un
sueño
sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil
quebrantos
que heredó nuestra carne, ¡quién
no ansiara
concluir así!
¡Morir... quedar dormidos...
¡Dormir... tal vez soñar! - ¡Ay!
allí hay algo
que detiene al mejor. Cuando del
mundo
no percibamos ni un rumor, ¡qué
sueños
vendrán en ese sueño de la
muerte!
Eso es, eso es lo que hace el
infortunio
planta de larga vida. ¿Quién
querría
sufrir del tiempo el implacable
azote,
del fuerte la injusticia, del
soberbio
el áspero desdén, las amarguras
del amor despreciado, las demoras
de la ley, del empleado la
insolencia,
la hostilidad que los mezquinos
juran
al mérito pacífico, pudiendo
de tanto mal librarse él mismo,
alzando
una punta de acero? ¿quién
querría
seguir cargando en la cansada
vida
su fardo abrumador?...
Pero hay espanto
¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que todavía
está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todos nos decide
a soportar los males que sabemos
más bien que ir a buscar lo que
ignoramos.
Así, ¡oh conciencia!, de nosotros
todos
haces unos cobardes, y la
ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa
mirada
torcieron rumbo, y sin acción
murieron.
Tomado de:

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