miércoles, 20 de febrero de 2019

POEMAS DE MIGUEL LABORDETA

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(16 de julio de 1921, Zaragoza, España - 1 de agosto de 1969, Zaragoza, España)

Letanía del imperfecto

        
Sed antigua abrasa mi corazón de lentitudes.
En música y llanto mi ubre roída de pastor.
Tumbas de aguas y sueño,
soledad, nube, mar.
Doncellas en flor, cementerio de estrellas,
cuadrúpedos hambrientos de paloma y de espiga,
en náusea y en fuga de amargos pobladores oscuros,
mineros desertores de la luz insaciable.
Cráteres de lluvia. Volcanes de tristeza y de hueso,
despojos de pupilas y hechizos desgajados.
«Me gustas como una muerte dulce...»
Arrebatado. Sido. Aurora y espanto de mí mismo.
Viejos valses con calavera de violín
en la cintura de capullo con sol ciego de ti.
«Pero me iré...
debo irme... pues el jardín no es leopardo aún
y tu caricia una onda vaga tan sola
en los suelos secretos del atardecer...»
Canes misteriosos devoran mi perdón.
Mi distancia se pierde en las columnas de tu abril jovencito.
Cero. Vorágine. Desistimiento.
Nueva generación de hormigas dulces cada agosto.
Viento y otoños por los puentes romanos derruidos.
Golpeo a puñetazos besos de miel y desesperanza
en pavesas radiantes de futuras abejas.
Veintisiete años agonizantes
sonríen largamente a lo lejos.
Buceo. Soles y órbitas indagando los cubos del olvido.
El misterio. Eso siempre.
El misterio a las doce en punto del día
y en su centro de asfalto
yo
impertérrito.

MATINAL

     Cuando los besos
saben a mojadas pálidas
de ojos oscuros de pájaro enlazado
con nacimientos de montañas
tras duro trance que agoniza
en las escafandras de barro
de las sumisas embarazadas sin nariz.

     Cuando entre cristales descuajados
rompecabezas de cuadrumanos
henchidos de infancias terminales
surge Osiris el profesor estelar
abriendo de par en par
los costados de los jóvenes alumnos de la madrugada
cortando con navajas de afeitar
los dulces párpados cerrados
caminantes sin tregua
por sollozos de los niños de pecho.

     Cuando en las ventanas de las casas
los sueños incestuosos dejan paso
a las modestas sustracciones de los sueldos
y el diluvio de las duchas
quema los secretos homicidas
de los desayunantes
mientras los indefensos ascensores
inician su agobiante jornada
de puñetazos y periódicos
entre aullidos roncos
de la tenue hierba alzada
de las alambradas de la noche
y corruptas mariposas sin piedad
arrastran por los asfaltos fosforescentes
las miradas confusas de los homosexuales.

     Cuando las mujeres se trasladan sin horror
a la máscara audaz de los espejos
esperando juzgar la calavera por su rictus
y el hombre es un pánico abstracto
que busca entre muchedumbre de ojeras
el puro cumplimiento
ya marchito
de arcanas profecías desterradas
en la fiebre de armonía
que en el corazón de las ateas hormigas
yace vinculado con el mágico rumor
de las charcas podridas
donde serán hermosas ciudades aun sin nombre.

     Entonces hermano mío
un nuevo día
otro día
se posa sobre el mundo
y en el eje imaginario del mundo
los muertos cantan su maravilla perecedera.

De Obras completas (Ediciones Javalambre. Zaragoza, 1972)



Antepasados huéspedes

Todos los caminos
han conducido a mí.
El idilio de las abuelas
y las lluvias sobre los estanques
en las lejanas mañanas perezosas.
Las indiferentes ruecas
de pasadas primaveras marchitas
y el viento entre colinas
golpeando el atardecer.
Las anchas fauces olvidadas
exhaustas ya de tierra madre
desorbitadas total
exangües de silencio y espera.
Aquel que preguntó
el otro que no fue bien amado
ese que rudamente habló a Dios
y todos estos que en legión
más cercana y antigua
sorbieron la humilde gota misteriosa
que nos es ofrecida
por incumplidos cauces de promesa y de sangre.
Estáis allí
atónitos huéspedes
de cada primavera
en desvanecimiento convertidos ya
absorbidos en el puro eco
sin respuesta de mis manos
contemplando el mundo
y los enamorados de abril.
¡Ah hermanos…
hermanos míos en la muerte…!
Sagrados emigrantes hacia la orilla de los Cielos
sobre mi corazón resbaláis hondamente
como los ciervos moribundos al caer en la nieve.
Millones de días como éste
sin sentido reposan en ceniza
y mis sueños sonríen quedamente
deslizados por vuestros ríos secos.
Los pinceles del sol han esponjado tierra
y de vuestra savia una sabiduría extraña
su zumo ha cimentado
para nuevas mañanas con cuello de muchacha
y flores de gacela.
Habéis conducido a mí…
mas yo soy el que canta
yo sólo… sí… yo sólo…
que contengo un otoño bajo mis suelas rotas
de vagabundo dios de las bodegas.
Han desaparecido las nubes
y diviso las primeras estrellas
de los rojos equinoccios de marzo.

Ateo

Dame
minuto perdido
tu sentido entero.
Dame
nube olvidada
tu hermosa tristeza sin arraigo.
Dame
Vida mía única
tu imposible verdad.
Dame
mi soledad
tu repleta cosecha de renuncias.
Dame
muerte mía
tu relámpago de abrasado total.
Y tu -electrón terrible,
y tu -velocidad de la luz,
y tu -vértigo de distancias,
y tu -infinitud de guarismos
:y tu -secreto goce germinal de las pequeñas larvas que bucean hacia el sol,
y tu -lindo caballito de cartón de mis sueños de niño destripador,
dadme en seguro trance
vuestro centro inexorable
de palpitar dulcísimo;
entregadme en éxtasis deslumbrado
el devenir ciego de tanta primavera tronchada.
A ver si así
solo y con todo
compongo de mi sed indecible
el tremendo suceder de la Totalidad.
Confesión del inicuo
Este momento mío
lo soñaré asesinado ya.
Estos pájaros rojos de hambre
que maman de mis sienes por ti
un claro volcán de medianoche
los engendré cuando los niños
pasábamos lista ante el temible
profesor del Otoño.
Aquella criatura que será lluvia
la nutro con mis actuales combates.
Un tiempo denso de soles y de muertos
recorre la impávida gruta de mis ríos
hacia tu hermoso corazón de mendigo.
Confieso una furtiva confidencia
con esos náufragos que aman las estrellas,
con esa gota amarga de las minas
que secretamente aspira a una muerte profunda.
Pero nada poseeremos.
Toda piel se hará nube,
todo beso beberá de la arcilla
rojiza de los futuros marzos
y ésta mi pupila milagrosa
se envolverá en la remota túnica
de sus destrucciones.
De amanecida mis mastines silban
los funestos presagios de la sed
lentamente en deriva
hacia las palpitantes brasas
de los difuntos relojes de arena.
Mas dejadme
olvido de la certeza,
esperadme, mi dulce amor,
en la cita oceánica de mi tumba.
A las veintiuna y quince
hoy veintitrés de marzo
de cierto punto perdido
del continuo finito.


Destino

Lo sabéis amigos
no volveremos más.
La virtud de la lluvia
se aniquila en los soles
y el viento entre las flores
se sumerge en la sangre de los toros.
Sólo los viejos vagabundos al morir
pueden saber quizá
el secreto de la hora derramada
y el porqué de la mujer húmeda en estío.
Pero nosotros no. No podemos volver.
Es imposible calavera mariposa
el tiempo entre la niebla seducido.
Somos nosotros mismos
el ritmo pereciente
y nuestro gesto
la invisible caracola de la muerte
primavera pura aniquilada
en incesantes mundos destruidos.
Nada más. Tan sólo eso.
Un levantar baldío de los brazos
para recoger el mar que se nos huye
pletórico de ahogados y de olvidos.
Un lamento también
y un querer crear agujeros
en el agua mansa de los recién nacidos.
Mientras os alejáis
cantando juventudes
yo permanezco aquí
mudo y atónito
como un muerto inmortal
soñando vida inmensa
y una antigua e inconcebible libertad.
No volveremos más.
Es cierto amigos.
Atardece.
La estatua el árbol la hormiga
y esta pena mía tan hermosa
se confunden en la mente ignorada de las manos.
35 segundos han pasado en mi reloj de Pulsera.


Ofertorio

(Número cero)
Sin ti. Sin ti. Hora inviolable.
Inescrutable sollozo.
Fuga sagrada de lo que invado y destruyo.
Mis piernas de tristeza golpean las estrellas.
Navíos secretos de habitantes desnucados
hunden odio amargo, sediento
de dislocadas primaveras ciegas,
donde se yergue el titán enano de la Vida
vencido inmenso mar
de donde surgen albas implacables
como una mano tierna.
Ciñéndome en la furiosa danza
de este sangriento olvido,
de este pozo espeso de agonía
en cuyo fondo muere amanecer
un despertar hermoso
en antigua sonrisa de las Madres.
Tu brisa dorada de muchachas
me explica la lección conmovida
Con el sublime ejemplo .
del pequeño escarabajo de los cementerios.
¡Conducta que no admite discordias!
Pero yo rompo feroz todos tus espejos
y con mis navajas de fósforo
rasgo de punta a punta tu vientre de mentiras.
Los Cielos se me derraman podridos límites.
Hambrientos de corazón postrado
me interrogan -acuchillan- piden limosna a ratos amorosos,
tras años-luz de insomnio,
donde los termómetros azules
se convierten en sueño sin tormenta,
aglomero a todos los innumerables muertos humanos
ya galope tendido de tigres desbocados
los conduzco hacia el fin de los mapas solares
para pedirte cuentas
por nuestra inconsolable voz acuchillada.




Canción de otoño


                           He de caminar
y aún no sé
                          el nombre de la noche
                          he de amar
y aún no sé
                          el enigma de tus besos
                          he de vivir
y aún no sé
                          si la aventura
tiene un pretexto voraz
                          o es una rosa lastimada
he de morir sin duda
                          y aún no sé
si la llama fugitiva
                          se apaga adormecida para
                                                   siempre
u otra senda otro ensueño
de luz
                          nos lleva de la mano
hacia delante
                          más allá de este viento
                                                   vacío.

“Sonámbulo Siniestro Y Solitario”


sonámbulo siniestro y solitario
a través de una larga noche sin consuelo
van y vienen y van
los sucesos las olas los peces de tu alma

quién te dará su alivio
atormentada senectud en vilo?
quién
adónde
eres tú mismo?
llorabas al nacer
sentiste el frío del espacio
invisible el tiempo de los lémures
los terrestres soportes
imaginarios dones de tristeza
de combate de ardor
de muerte en suma
pero te irás un día
en un momento y qué?
qué has hecho?
vivir y eso qué es?
qué pretendes ser
en el universo y pico
del instante profundo
y sin memoria?
todo pasa y esto calma
volveremos quizá
quién sabe si hasta luego
quién sabe si hasta dónde
son las cenizas horas de tu llanto al nacer
pero al partir sonríe quedamente
en la penumbra querida criatura
despreciable y pequeña
podía haber sido
tenías que haber sido quizá
abrazo para siempre
jamás
en el olvido
hasta otra aurora

“Matáos”

Mataos,
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna.
Si vuestra rabia es fuego que devora al cielo
y en vuestras almohadas crecen las pistolas:
destruios, aniquilaos, ensangrentad
con ojos desgarrados los acumulados cementerios
que bajo la luna de tantas cosas callan,
pero dejad tranquilo al campesino
que cante en la mañana
el azul nutritivo de los soles.
Invadid con vuestro traqueteo
los talleres, los navíos, las universidades,
las oficinas espectrales donde tanta gente languidece,
triturad toda rosa hallada; al noble pensativo,
preparad las bombas de fósforo y las nupcias del agua con la muerte
que han de aplastar a las dulces muchachas paseantes,
en esta misma hora que sonríe
por una desconocida ciudad de provincias,
pero dejad tranquilo al joven estudiante
que lleva en su corazón un estímulo secreto.
Inundad los periódicos, las radios, los cines, las tribunas
de entelequias, estructuras incompatibles,
pero dejad tranquilo al obrero que fumando un pitillo
ríe con los amigos en aquel bar de la esquina.
Asesinaos si así lo deseáis,
exterminaos vosotros: los teorizantes de ambas cercas
que jamás asiríais un fusil de bravura,
pero dejad tranquilo a ese hombre tan bueno y tan vulgar
que con su mujer pasea en los económicos atardeceres.
Aplastaos, pero, vosotros,
los inquisitoriales azuzadores de la matanza,
los implacables dogmáticos de estrechez mentecata,
los monstruosos depositarios de la enorme Gran Estafa,
los opulentos energúmenos que en alza favorable de cotizaciones
preparáis la trituración de los sueños modestos
bajo un hacha de martirios inútiles.
Pisotead mi sepulcro también,
os lo permito, si así lo deseáis inclusive y todo,
aventad mis cenizas gratuitamente
si consideráis que mi voz de la calle no se acomoda a vuestros fines suculentos,
pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna,
al campesino que nos suda la harina y el aceite,
al joven estudiante con su llave de oro,
al obrero en su ocio ganado fumándose un pitillo,
y al hombre gris que coge los tranvías
con su gabán roído a las seis de la tarde.
Esperan otra cosa.
Los parieron sus madres para vivir con todos,
y entre todos aspiran a vivir, tan sólo ésto,
y de ellos ha de crecer, si surge,
una raza de hombres con puñales de amor inverosímil,
hacia otras aventuras más hermosas.

ESCRIBO PARA NO MORIRME DE PENA

Escribo para no morirme de pena
para no ahogarme en esta sed de asesinar
que cubre las horribles tardes onanistas
de los afanosos alojos de los cines.
Daría mi sed y mi apellido
por un beso tan solo…
pero sólo hay saliva bajo el ardiente
pluscuamperfecto de lo humano.
Me daría por un dios dulce
que me hiciera agonizar en la luz
pero el jinete negro de mis sueños
me invita a la feroz destrucción
de la forma sangrienta de los sepulcros.
Por no entregarme a él, tan verdadero… escribo, hablo,
me devoro en mi propia locura de ser hombre.
De la época de Viento idílico y Transeúnte central, 1949-50.

POETA

¡Cuánto soñar en vano
farsas de soledad inédita…!
¡Cuánta tarde llamada de tristeza
abrasa el fondo de los ojos erectos
donde se yerguen perpetuamente
las infancias asesinadas,
de tanta primavera lejana.
¡Qué sed
mi dios!
¡Qué sed de veraz compañía!
De la época de Viento idílico y Transeúnte central, 1949-50.


LA VOZ DEL POETA

En lo alto del Faro,
viendo ir y venir
a las pobres gentes en sus navegaciones de un día.
En lo alto del Faro,
contemplando el abismo de las criaturas y el vértigo de los astros.
En lo alto del Faro,
escuchando llegar a los rostros futuros
y oyendo en lo hondo de las aguas las voces de los muertos.
En lo alto del Faro,
amando,
sabiendo que el amor es un fracaso,
y cantando,
sabiendo que su canto no ha de ser comprendido.
Vestirse, alimentarse,
ganarse el pan de cada día,
discutir de las cosas banales,
endomingarse como cada cual
y hacer el amor a una dulce estudiante,
como cualquier empleado de Banca.
Y sin embargo,
velar largamente en duelo,
oír en los silencios el ritmo pavoroso de los tiempos,
acariciar la marea de las edades inmensas,
rompiéndose en quejidos y maravillosas melodías
contra el humilde corazón infortunado
en lo alto del Faro.
En lo alto del Faro,
mientras todos se emborrachan en los festines,
o corroen su envidia en las duras jornadas de trabajo,
o acaso buscan sus puñales secretos
para degollar al niño desconsolado que ellos fueron,
la mirada rauda de visiones
persigue el rumbo, en intemperie desconsolada y altiva
de los navíos futuros.
Y preguntar a la sangre el porqué del olvido
e indagar las primaveras que nacen del sollozo terrestre
y la melancolía que hila el atardecer solitario de los cielos.
Acariciándolo todo, destruyéndolo todo,
hundiendo su cabeza de espada en el pasmo del Ser
sabiendo de antemano que nada es la respuesta.
En lo alto del Faro.
La voz del poeta..
Incansable holocausto.
Punto y aparte, 1967.


ESCUCHA JOVEN POETA INADVERTIDO…

Escucha joven poeta inadvertido
escribe para todos
es decir para nadie
no lo olvides
del pueblo vienes
y el pueblo es tu raíz
en consecuencia
no hagas caso del pueblo
vuelve sagrado cuanto toques
natural
cuanto toques sagrado
vuélvelo natural
es decir
haz lo que te dé la gana
quema estas advertencias por favor
es mi consejo póstumo.
Autopía, 1972.

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