jueves, 21 de febrero de 2019

POEMAS DE ROBERT WALSER


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(15 de abril de 1878, Biel/Bienne, Suiza - 25 de diciembre de 1956, Herisau, Suiza)



BOCETO PARA LA CAIDA DE ÍCARO

Islitas relucientes en el mar,
fragatas de incierta procedencia,
las islas atesoran gran cultura,
así, entre las diecinueve y las veinte horas
o sea, al anochecer,
mas, no,
aún no es tan tarde pues un campesino,
uno de esos hombres laboriosos que se desloman para
reunir unas monedas,
trabaja todavía en su campo
como un héroe agrícola,
juega su juego, gana su magro dinero,
la tierra es pardo negruzca.
Un ser alado a punto está de confiarse
al aire, más tarde lo veremos
agitándose en el éter.
De maravillosa picardía
la mirada de la luna, uno se sienta
admirado sobre el templo de la naturaleza,
encima de una piedra prehistórica,
limitándose a contemplar
a un pajarillo canoro, volador, enamorado de sus trinos,
mientras sus ovejas, abandonadas a sí mismas,
pacen tranquilas en el pálido poniente
adornado de tonos rojizos.
¡Ay, dolor!, una mano
gesticula en mudo grito de ayuda desplomándose
desde lo alto,
y cómo sonríe, alegre, la bahía
con máxima afectación, por él juró
que vencería la gravedad
sobre el mar,
se casaría feliz
con la divina belleza en el azur
y se burlaría de las raíces en la tierra, mas
se convierte en excelente maestrillo en volteretas
y ahora habrá percibido
su relativa pequeñez.
No obstante, loables son los dones
del espíritu emprendedor, lo que he escrito aquí
se lo debo a un cuadro de Brueghel enraizado en mi
memoria
y al que tributé el máximo respeto
porque me pareció una espléndida pintura.
Cualquier afán
por elevarnos
sobre la vulgaridad
tiene un límite en la vida.

En la oficina


La luna desde fuera nos contempla,
y me ve a mí,
pobre criado distraído, bajo
la estrecha mirada de mi patrón,
cómo con timidez me rasco el cuello.

No, nunca conocí rayos solares
que una vida duraran,
ni los conoceré. La carencia es mi sino;
me agobia tener que rascarme el cuello
bajo la mirada de mi patrón.

Es la luna la herida de la noche,
gotas de sangre, las estrellas todas.
Como la dicha me queda muy lejos,
me he vuelto comedido;
es la luna la herida de la noche.

Más lejos


Quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé entre negros árboles,
y bajo aquellos árboles,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por verdes prados,
y junto a su verdor,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por casas pobres,
y en una de estas casas
quise quedarme quieto,
quedarme un rato largo
mirando su pobreza,
y cómo asciende al cielo
el humo de su lumbre.
Dije esto y me reí,
rió también el verde,
y el humo humeante,
y me empujaron más.


Desengaño


Un desengaño no se olvida nunca,
como es inolvidable la gracia de la dicha.
Recuerdo es la nostalgia,
porque es tan infinita,
que no se olvida nunca.


Robert Walser
Poemas. Blancanieves
Traducción: Carlos Ortega
Icaria, 1997.



HACIA ADELANTE


 Yo quería detenerme, 
me volvió a impulsar,
pasados árboles negros,
sin embargo bajo los árboles negros
yo quería parar un poquito,
me impulsó de nuevo,
pasando verdes prados,
sin embargo junto a los verdes prados
yo sólo quería parar,
me impulsó de nuevo,
pasando pobres casuchitas,
en una de esas casuchitas
yo querría parar,
observando su pobreza,
y cómo su humo
se eleva calmadamente hacia el cielo,
ahora me gustaría parar por un buen rato.
Dije esto y me reí,
el verde de los prados se rió
el humo se elevó sonriendo humosamente,
me impulsó una vez más.
                                                                                   BP

[El término que utiliza Walser para la frase-eje de este
poema es trieb, el mismo que utilizara Freud para deno-
minar a la pulsión y diferenciarla del instinto. La pulsión
como algo que empuja (drive, en inglés), impulsa, justa-
mente, como en la impulsión, la compulsión, la repetición.]


Y SE FUE

Él se quitó suavemente el sombrero y se fue,
así se dice del hombre que es caminante.
Peló a los árboles de sus hojas y se fue,
así el austero viento de otoño.
Ella repartió sus clemencias con una sonrisa
y siguió su camino real, la reina.
Noche tras noche golpeó a la puerta
y se fue, esto de un corazón roto.
A su corazón él apuntó sollozando y se fue,
así se dice del hombre malogrado.
                                                                                   RM



AL LADO

Tomo un paseo; me lleva
un poco lejos, un poco ancho
y a casa; entonces sin
sonido ni palabra, solo,
estoy al lado de mi mismo.
                                                                                   RM

CUPLÉ

Soy vergonzosamente negligente al no haber leído un
    solo tomo de Marcel Proust;
hasta este día no conozco ni el más pequeño pedacito de
    lo que este eminente hombre ha producido.

Me crucé con algunas ilustraciones de las Casas Augsburg 
    Fugger en una revista en alguna parte
y en relación con ellas me inundó el floreciente estado
   de los asuntos comerciales Germanos.

La silla de la que una chica acaba de levantarse, yo ví,
   mis amigos, prácticamente extasiado
sin ninguna otra razón que el placer que contiene en su
   inherente tendencia a prestar servicio.

En una iglesia escuché a un cantor cantar, tan indeciblemen-
   te precioso fue que siento que debo confesar
que me sentí al principio austero y puro como nieve recién
    caída, entonces de pronto
    ablandado, como si me evaneciera.

Recibí una desconcertante carta esta mañana, el autor de la
    cual estaba profundamente ofendido.
Sobre la fuerza de su contenido, que no pretendía apaciguar,
    caí rápida y profundamente dormido.

La tensión entre los deseos de la vida y la urgencia creativa
    raramente me han indispuesto;
la naturaleza y un vaso de vino en una taberna rural han sido
    suficientes para equilibrarme en mí más bien amablemente.

Tolstoi murió de este displacer: que la vida que él amó ya no
    la saboreaba;
para él, la simple tragedia, la seca comedia de un poeta-prín-
   cipe como Shakespeare rencoreaba.

Oh, la florida inmortalidad de Heinrich Heine, el hombre ha-
   bía de verdad sido tan incompletamente.
Mientras que Miss Vida Social le reprochaba, lo llamaba co-
   rrupto, con la Dama Más Allá él estaba limpio.
                                                                                             

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