DESCRIPCIÓN DE UN VIAJE
Buscaba lo
puramente desnudo.
Llegué a
Senegambia-
pero la tela
de algodón había llegado antes que yo
a rayas, de
lunares y estampada
como falsas
pieles de serpiente amarillas.
Negras desnudas solo las había en los burdeles.
Pero una tarde una pobre aguadora estaba desnuda
mirando el río.
Allí pasaba el agua desnuda
y la luna desnuda luchaba con las ropas de las nubes.
Allí me cantó la mujer muy tarde por la noche
su terrible y desnuda canción.
Y había un gramófono afónico que cantaba
un estúpido cuplé erótico
para todo el polen que arrastran los vientos alisios
en la punta más extrema del Cabo Verde.
El bosque y el mar tienen idiomas diferentes.
Yo aprendí los dos.
Existían las mitades divididas que aunque cortadas de un
trozo y separadas
No tenían suficientes heridas.
Esto pasa con el mar y el bosque.
El mar me enseñó una unidad
El bosque otra.
De los hombres rara vez aprendí algo tan sabio
como la unidad del mar y la unidad del bosque, separadas.
Tomado de:
https://antoncastro.blogia.com/2009/042902-harry-martinson-dos-poemas-del-autor-sueco.php
Poder Terrenal
El poder no necesita símbolos. Es omnívoro.
Ahí radica su poder. Su fuerza combativa radica
en que al igual que los gigantes o los malvados de entre
los dioses
se apodera violentamente de cualquier cosa
y combate empleando trozos desprendidos del caos:
rocas informes,
corrientes que solamente fluyen,
mares que ondean gratuitamente ante manos gigantescas.
El poder no necesita más que utilizar la realidad
tal como es, tal como se presenta,
con su fuerza de confusión, de desorden,
así como el torrente es agua desconcertada
así como el crisol es hierro desconcertado.
El poder también atrae en remolinos los frutos de la
paciencia y los frutos de la investigación
El que de esta manera sea contradictorio no le incomoda.
Considera a la lógica como su esclava
y a la verdad como una de sus esclavas.
Al final coge los antiguos símbolos
como trofeos para adornar el sombrero. Por capricho.
Sin ninguna necesidad.
Y el mundo sigue rodando.
La realidad continúa su camino.
El omnívoro continúa su camino.
Poema estelar
Recuerdo que una vez el resplandor de la luna estuvo aquí
trabajando de plateador.
Aquí estaba el sol con una peineta de oro en su cabellera.
Pero lo más inmenso era la noche con su cola de luz estelar
grandiosamente arremolinada en torno a la visión de los
fantasmas
envolviendo todos los horizontes para protegerlos.
Una tarde en un sendero de un bosque de abetos
camino de las casas de torreones ayelmados
encontró la hija del astrónomo
la hermosa Deneb
en la hierba
el probable peine de plata
con el que el príncipe de la Torre había peinado una vez el
cabello de Berenice.
Tomado de:
http://www.davidzuker.com/wikilydia/2012/05/04/harry-martinson-poemas/
«La mejor solución»
La resignación se encarga de arreglar casi todo:
poco a poco se forma una suave costumbre del dolor.
Eso acontece sin protestas y sin vivas.
Uno se esfuerza hacia arriba
y se acostumbra hacia abajo.
No son las revoluciones, sino las resignaciones
las que han permitido al hombre que viva,
si es que en realidad ha vivido.
Nadie, sin embargo, ha sobrevivido.
Es posible arreglar las jubilaciones,
pero las resignaciones se arreglan sin nadie.
Alivian poco a poco y sin cesar todas las instituciones
de las obligaciones y de las opiniones.
Y el ocaso, sonríe.
«Albatros»
Como mensajero del hambre y del amor
saliste
del estrecho de las boyas de campana.
Con célere y rumoroso aleteo
atravesaste nadando el monzón.
Todo para gritar tu tempestuosa hambre
ante el acantilado pajarero de Comia
—que surge manchado de apareamientos
oteando desde las nieblas al oeste de Falkland—
Y para encontrar
a una vieja ave amada de Kamchatka.
Después de días de espera llegó
tempestuosa, lluviosa
saliendo de un viento aullante del este.
Y vosotras, aves de tormenta:
una vez muerto el júbilo del apareamiento
os zambullisteis tristes gritando hambrientas
de nuevo en las nieblas que envuelven el mundo.
Albatros y aves de fragatas,
hijos extraviados de las tempestades de Dios.
«Gaviota muerta»
Nunca más atravesará
mi hambriento pico
la calma de la niebla.
Nunca más me meceré ansiosa de grasa de foca
en la ola que juega en la luz del sol;
ya no me deleitaré
—en la escarpada escollera—
con el hígado del gran bacalao —
nunca, — oh, nunca.
Pero en la niebla vive mi grito extraviado.
Tú lo has oído, pescador,
y el sonido de una boya ondulante,
el solapado oleaje
te extravió en el mar.
Nunca más chirriarán ansiosos tus escálamos allí fuera.
—Silenciosa es la noche—
¡Vive, oh, grito mío solitario!
Tomado de:
https://trianarts.com/?s=Martinson#sthash.ygPmgTQm.bt1NHWsc.dpbs
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