La piel
¡Oh
íntimas tardes de diciembre!
Una de estas tardes, tarde roja y negra,
Sobre tu hermoso cuerpo con palideces ambarinas
Pones
tu piel - en bata.
El pelaje macizo y pesado,
El pelaje con toques sutiles,
Desdibujado con su línea sorda
Tu línea con acentos turbulentos.
Por tu carne blanca y delicada
El abrigo de pieles salvajes tuvo
Los suaves abrazos de un gato
Y las caricias de las plumas.
Mármol,
bronce, nácar,
oro de jarro
En conquista bajo el vellón,
¡Cuántos tesoros vi brillar
¡En
la cálida sombra, ardiente Jasón!...
Cansado al fin de esta gala,
A tus pies, como un monstruo domado,
Hiciste que la piel se echara,
¡Invencible
en tu desnudez!
Como un canto de guerra, el olor rojizo
Lanza su tintineo en el aire,
Mezclando sus gritos en la alcoba,
Con el hosana orgulloso de tu carne.
Renuncia (el comienzo del poema)
Te amo en la serenidad
De tu risa gorda y rubia,
Amo la gracia indiferente
De tu rica animalidad.
Amo en su frialdad sin igual
Tu corazón que no se conmueve
Y nunca se ha dignado saber
Las confesiones hechas a tu oído.
¡En
tu hermoso cuerpo todo es grandeza!
Sobre tu cuello redondo, sobre tus anchos hombros
para sostener las varas,
Tu cabeza levanta su esplendor,
Tus brazos muestran la veta del mármol,
Tus brazos en pleno abrazo;
Tu pierna en sus curvas
A la robustez del árbol.
Sobre estos nobles pilares de carne De
discreta palidez de marfil,
Tus caderas esparcen la gloria
De la firme silueta que me es querida.
Tu cabello espeso y amarillo
Como maíz en Messidor,
Parece adornar Tu frente con un pesado yelmo
dorado,
desde el cual los tronos Impasibles.
Tu garganta tiene el brillo del mar:
Tus senos forman el oleaje blanco
Donde rueda mi cabeza ardiente
Y viene a ahogar el bazo amargo.
Tú,
cuya pulpa floreciente
En salud insolente
Viene a ofrecer su golosina
a mi glotonería deslumbrada,
Te amo con una pasión
Donde el corazón no tiene contrapartida,
Y con un culto que
Ninguna idealización complica.
Amo la única materia que hay en ti:
Perfume, sonido, color,
Ritmo, forma en su flor,
¡Aquí está toda mi pasión!
[...]
Los hermosos vicios de Jane
Jane está agotada, ¡y superlativamente!
Su epidermis ambarina, que las noches asolaron,
Guarda un sutil aroma donde se exageran los
sentidos,
Donde gime morbosamente la corneta de los nervios.
Jane está agotada, ¡y superlativamente!
Su boca de aperitivo tiene extraños besos,
Bondadosos con el corazón, pero saqueadores de fósforo, ¡oh sesos!
Cuando la alcoba, al anochecer, flamea con
reflejos anaranjados
De sus cabellos retorciendo sus marañas leonadas,
Su boca de aperitivo tiene extraños besos.
Su cuerpo forma un cálido sofá acolchado...
La pereza desciende de sus ojos cansados.
Su garganta es la almohada blanca, donde
acurrucada,
El bazo viene a languidecer las caricias demasiado
vivas.
Su cuerpo forma un cálido sofá acolchado.
En su teclado de nervios con notas fuera de orden,
Llora el lamento de corazones ebrios de hastío.
Sin embargo, el hallali de los éxtasis perseguidos
Suena alegre en noches guerreras
En su teclado de nervios con notas desordenadas.
Pero su amor es dulce como el sol poniente.
Porque quién sabe entenderla, en mi Jane se esconde
Este doloroso encanto (no reconocido por los
profanos)
Del perfume que se desvanece y la flor que se desvanece,
Porque su amor es dulce como un sol poniente.
Rimas de alegría , 1881.
Tomado de:
https://www.cave-a-poemes.org/page.php?id=1203
El cáliz febrífugo
"París, ciudad donde florece la incipiente carne,
cúmulo
de provocativas gargantas,
árbol
cuyo glorioso fruto conforma
los magníficos y ostentosos senos de las bacantes.
El curvilíneo corsé enseñorea la grieta de la carne
e incita a aprehender sus gemelas bifurcaciones.
Dos ardientes montículos que ascenderías sin vergüenza,
cuerpo loado en gran estima.
A mi alrededor se cierne el calinoso oleaje
de un océano que me aterra y embriaga,
un flujo enteramente níveo que se precipita sobre mí.
La joven de tez pálida y delgada, cáliz febrífugo,
me guía por la senda de mis uñas y mis labios
a través del viático de un delgado y virginal cuerpo. "
El jarrón chino
"Dispongo en mi mesa de un jarrón
chino y con el infinito gusto
y el éxtasis de un fetiche
lo contemplaría siempre.
El sol acaricia su tersa faz
porque una láctea luminiscencia
la comprime constantemente
como la perla de un ópalo.
Sus márgenes corteses y azules
semejan una flor
de inusual belleza
que desprende extrañas y caprichosas tonalidades.
La mirada inquieta atisba entre las flores
turquesas reminiscencias
que vislumbran monstruosos sueños:
demacrados dragones e inquisitivas esfinges.
Irracionales quimeras, toscas aves
y funambulescas figuras orientales
asisten hieráticamente a estas orgías
de cinabrio y añil.
La promesa de la rosada tierra nipona
seduce con las sonoras voces cristalinas
de las torrecillas de caolín
que engalana un mágico río.
Acunado suavemente por los aromas del té,
víctima
del olvido que llueve sobre los grandes alisos
me siento preso en este novedoso Leteo
entre los juncos de amarillos mandarines.
Sí,
una maravillosa estancia
me complace en el sordo destino
de una vida a los pies del olivar chino,
extasiado por el opio y el amor. "
Tomado de:
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