LA MUERTE DEL HEROE
Aún se
estremece y se yergue y amenaza con su espada
cubre el pecho
destrozado su rojo y mellado escudo
hunde en la
sombra infinita su mirada
y en sus labios
expirantes cesa el canto heroico y rudo.
Los dos Cuervos
silenciosos ven de lejos su agonía
y al guerrero
las sombras alas tienden
y la noche de
sus alas, a los ojos del guerrero, resplandece como el día
y hacia el
pálido horizonte reposado vuelo emprenden.
SOMBRA
¡Oh!, ¡Cuán
fría está tu mano! ¿Ríes? ¿Por qué ríes?
Chocan tus
dientes. Hay algo extraño en tus ojos. Tus miradas
hieren como
dagas. Me hace daño tu risa,
me aterra el
frío de tu mano descarnada:
¡Déjame huir!
Ya la noche dolorosa nos rodeó
con el pavor de
sus sombras... Hay un abismo a mis plantas.
Hay un clamor
en el fondo del abismo. Las tinieblas
se aglomeran en
los flancos hendidos de las montañas.
¡Oh, esta mano
no es la tuya! ¿Por qué el frío de esta mano
penetra ya
hasta mis huesos? ¿Por qué brilla una guadaña
sobre mi frente...?
¿No escuchas ese vago son que llega
suave y tenue,
como el eco de una música lejana?
¡Oh, cuán
triste es ese ritmo que suspira en mis oídos
y conduce hasta
mis ojos la amargura de mis lágrimas!
¡Oh, cuán
triste es ese ritmo! Déjame llorar. ¡Oh, déjame
arrodillarme!
Mis labios sabrán quizá una plegaria.
Tengo frío.
Tengo miedo. Esas sombras que se mueven
son espectros
que en el borde del abismo se entrelazan...
No me
arrastres... Tengo miedo... Tengo miedo del abismo.
Déjame huir...
Ya la carne de mis huesos se separa...
¡Oh, ese
espectro que a mí viene con los brazos extendidos
y que absorbe
con sus ojos mis pupilas abrasadas!
Ya mis manos
están yertas, ya están secas mis pupilas
y el gemido del
abismo, frío y lúgubre me llama.
Vamos ya. ¿Ves
como empuja desprendidos eslabones
hacia el fondo
de la cima la cadena de fantasmas?
Vamos ya.
Llévame‚. Siento que el latido de mis venas
se acompasa con
el ritmo de la música lejana;
con el ritmo
dulce y triste, que se mece en las tinieblas
y armoniza con
mis pesos la caricia de sus alas,
como esquife
columpiando
de las ondas.
Suavemente...
Lentamente,
por el blando
fugitivas
movimiento
que se
extinguen
en la playa.
va ondulando en
la penumbra,
en su danza
tenebrosa la cadena de fantasmas...
Vamos ya para las
entrañas de la noche y el espanto...
¡Oh, el amor!
¡Oh, la alegría! ¡Oh, la dicha!
¡Oh, la
esperanza!
PEREGRINA PALOMA IMAGINARIA
Peregrina
paloma imaginaria
que enardeces
los últimos amores;
alma de luz, de
música y de flores
peregrina
paloma imaginaria.
Vuele sobre la
roca solitaria
que baña el mar
glacial de los dolores;
haya, a tu
peso, un haz de resplandores,
sobre la adusta
roca solitaria...
Vuele sobre la
roca solitaria
peregrine
paloma, ala de nieve
como divina
hostia, ala tan leve...
Como un copo de
nieve; ala divina,
copo de nieve,
lirio, hostia, neblina,
peregrina
paloma imaginaria...
SIEMPRE
¡Tú no sabes
cuánto sufro! ¡Tú que has puesto mis tinieblas
en mi noche, y
amargura más profunda en mi dolor!
Tú has dejado,
como el hierro que se deja en una herida,
en mi oído la
caricia dolorosa de tu voz.
Palpitante como
un beso; voluptuosa como un beso;
voz que halaga
y que se queja; voz de ensueño y de dolor.
Como sigue el
ritmo oculto de los astros el océano‚
mi ser todo
sigue el ritmo misterioso de tu voz.
¡Oh, me llamas
y me hieres! Voy a ti como un sonámbulo
con los brazos
extendidos en la sombra y el dolor...
¡Tú no sabes
cuánto sufro! Cómo aumenta mi martirio,
temblorosa y
desolada, la caricia de tu voz.
¡Oh, el olvido!
El fondo obscuro de la noche del olvido
donde guardan
los cipreses el sepulcro del Dolor.
Yo he buscado
el fondo obscuro de la noche del olvido,
y la noche se
poblaba con los ecos de tu voz...
LO FUGAZ
La rosa
temblorosa
se desprendió
del tallo,
y la arrastró
la brisa
sobre las aguas
turbias del pantano.
Una onda
fugitiva
le abrió su
seno amargo
y estrechando a
la rosa temblorosa
la deshizo en
sus brazos.
Flotaron sobre
el agua
las hojas como
miembros mutilados
y confundidas
con el lodo negro
negras, aún más
que el lodo, se tornaron,
pero en las
noches puras y serenas
se sentía vagar
en el espacio
un leve olor de
rosa
sobre las aguas
turbias del pantano.
ENTRE LA FRONDA
Junto a la
clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como
un prodigio de viviente escultura,
nieve y rosa su
cuerpo, su rostro nieve y rosa
y sobre rosa y
nieve su cabellera oscura.
No altera una
sonrisa su majestad de diosa,
ni la mancha el
deseo con su mirada impura;
en el lago
profundo de sus ojos reposa
su espíritu que
aguarda la dicha y la amargura.
Sueño del
mármol. Sueño del arte excelso, digno
de Escopas o de
Fidias, que sorprende en un signo,
una actitud, un
gesto, la suprema hermosura.
Y la ve
destacarse, soberbia y armoniosa,
junto a la
clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un
prodigio de viviente escultura.
Los elfos
Envuelta en
sangre y polvo la jabalina,
en el tronco
clavada de añosa encina,
a los vientos
que pasan cede y se inclina
envuelta en
sangre y polvo la jabalina.
Los elfos de la
oscura selva vecina
buscan la venerable,
sagrada encina.
Y juegan. Y a
su peso cede y se inclina
envuelta en
sangre y polvo la jabalina.
Con murmullos y
gritos y carcajadas
llena la alegre
tropa las enramadas,
y hay rumores
de flores y hojas holladas,
y murmullos y
gritos y carcajadas.
Se ocultan en
los árboles sombras calladas,
en un rayo de
luna pasan las hadas:
llena la alegre
tropa las enramadas
y hay rumores
de flores y hojas holladas.
En las aguas
tranquilas de la laguna,
más que en el
vasto cielo, brilla la luna;
allí duermen
los albos cisnes de Iduna,
en la margen
tranquila de la laguna.
Cesa ya la
fantástica ronda importuna,
su lumbre
melancólica vierte la luna;
y los elfos se
acercan a la laguna
y a los albos,
dormidos cisnes de Iduna.
Se agrupan
silenciosos en el sendero,
lanza la
jabalina brazo certero;
de los dormidos
cisnes hiere al primero
y los elfos lo
espían desde el sendero.
Para oír al
divino canto postrero
blandieron el
venablo del caballero,
y escuchan,
agrupados en el sendero,
el moribundo,
alado canto postrero.
Castalia
Bárbara (1899)
Rusia
¡Enorme y santa
Rusia, la tempestad te llama!
Ya agita tus
nevados cabellos, y en tus venas
la sangre de
Rucico, vieja y heroica inflama...
Desde el Neva
hasta el Cáucaso con tu rugido llenas
las selvas milenarias,
las estepas sombrías...
—Mujik, tu
arado hiere; tu hoz, mujik, hiere y mata;
como la negra
tierra los pechos abrirías;
tiñéranse en
tus manos las hoces de escarlata...
—Padre Zar, ese
pueblo te llama padre. Tiene
callosas las
rodillas y las manos callosas;
si hasta el
umbral de mármol de tu palacio viene
con manos y
rodillas se arrrastrará en sus losas.
—Allá lejos,
muy lejos, donde el sol nace, luchan,
mujik, mujik,
tus hijos, desfallecen y mueren...
—Padre Zar, los
esclavos tu sacra voz no escuchan
aunque las
rojas lenguas del knut sus flancos hieren.
—Mujik, en tus
entrañas el hambre ruge...
—El cielo,
señor, te dio
su vida...
—Mujik, cuando
las fieras
sienten el
hambre, aguzan sus garras en hielo.
Tú... ¡que el
pastor te entregue la cervatilla esperas!
—Padre Zar, los
gusanos quieren ser hombres. Miran
de frente al
sol. Te miran de frente... ¿Qué malignos
genios sus
tentaciones de rebelión inspiran
cuando son de
tu misma misericordia indignos?
—Llenas están
de sangre las lúgubres prisiones,
llenos están de
aullidos los hondos subterráneos...
De la vida y la
muerte, tú como Dios, dispones;
¡ya saben el
camino las hachas de los cráneos!
—Mujik, las muchedumbres
que tu señor domina,
que tiemblan si
al mirarlas sus ojos centellean,
van del brumoso
Báltico a la apartada China
y las naciones
todas a sus pies serpentean.
¡Ay, si de cada
pecho brotara un solo grito!
¡Si un solo
golpe diera cada afrentada mano,
su empuje
arrancaría la mole de granito,
como el de los
millones de gotas del oceano!
¡Enorme y santa
Rusia! De tu dolor sagrado
como de un
nuevo Gólgota, fe y esperanza llueve...
La hoguera que
consuma los restos del pasado
saldrá de las
entrañas del país de la nieve.
El pueblo con
la planta del déspota en la nuca,
muerde la
tierra esclava con sus rabiosos dientes
¡y tíñese
entretanto la sociedad caduca
con el
sangriento rojo de todos los ponientes!
Los sueños son
vida (1917)
Los héroes
Por sanguinario
ardor estremecido,
hundiendo en su
corcel el acicate,
lanza el
bárbaro en medio del combate
su pavoroso y
lúgubre alarido.
Semidesnudo,
sudoroso, herido,
de intenso gozo
su cerebro late,
y con su escudo
al enemigo abate
ya del espanto
del dolor vencido.
Surge de pronto
claridad extraña,
y el horizonte
tenebroso baña
un mar de fuego
de purpúreas ondas,
y se destacan
entre lampos rojos,
los anchos
pechos, los sangrientos ojos
y las hirsutas
cabelleras blondas.
Tomado de:
https://www.poeticous.com/freyre?locale=es
Eros
Lluvia de
azahares
sobre un rostro
níveo.
Lluvia de
azahares
frescos de
rocío,
que dicen
historias
de amores y
nidos.
Lluvia de
azahares
sobre un blanco
lirio
y un alma que
tiene
candidez de
armiño.
Con alegres
risas
Eros ha traído
una cesta llena
de rosas y
mirtos,
y las dulces
Gracias
-amoroso
símbolo-
lluvia de
azahares
para un blanco
lirio.
Las hadas
Con sus rubias
cabelleras luminosas,
en la sombra se
aproximan. Son las Hadas.
A su paso los
abetos de la selva,
como ofrenda
tienden las crujientes ramas.
Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.
Bajo un árbol,
en la orilla del pantano,
yace el cuerpo
de la virgen. Su faz blanca,
su faz blanca,
como un lirio de la selva;
dormida en sus
labios la postrer plegaria.
Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.
A lo lejos por
los claros de los bosques,
pasa huyendo
tenebrosa cabalgata,
y hay ardientes
resoplidos de jaurías
y sonidos
broncos de trompas de caza.
Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.
Bajo el árbol
en la orilla del pantano,
sobre el cuerpo
de la virgen inclinadas,
posan, suaves
como flores que se besan,
sus labios
purpúreos en la frente blanca.
Y en los ojos apagados de la muerta
brilla la mirada.
Con sus rubias cabelleras luminosas
se alejan las Hadas.
A su paso, los
abetos de la selva,
como ofrenda
tienden las crujientes ramas.
Con su rubia cabellera luminosa
va la virgen blanca.
Las voces tristes
Por las blancas
estepas
se desliza el
trineo;
los lejanos
aullidos de los lobos
se unen al
jadeante resoplar de los perros.
Nieva.
Parece que el
espacio se envolviera en un velo,
tachonado de
lirios
por las olas
del cierzo.
El infinito
blanco...
sobre el vasto
desierto
flota una vaga
sensación de angustia,
de supremo
abandono, de profundo y sombrío desaliento.
Un pino
solitario
dibújase a lo
lejos,
en un fondo de
brumas y de nieve,
como un largo
esqueleto.
Entre los dos
sudarios
de la tierra y
el cielo
avanza en el
Naciente
el helado
crepúsculo de invierno...
Los antepasados
II
Bajo la
luminosa, nocturna estela
y entre la
polvareda de los caminos,
en busca de
Santiago de Compostela
pasan, cantando
salmos, los peregrinos.
Mientras en la
penumbra de la mezquita,
donde con sus
muezines rezaba el moro,
junto al abad
severo que ora y medita,
los frailes
soñolientos rezan en coro.
A los bardos
errantes piden ternezas
mujeres de ojos
garzos y tez de armiño,
y oyen trovas
de amores y de tristezas
en la lengua
armoniosa de allende el Miño.
Que el habla,
ruda y grave, del castellano
sólo dice
combates y desafíos
y la fe del
insigne mártir cristiano
que floreció
entre moros o entre judíos.
Ocultando su
gozo con gesto arisco,
de pajes y
estudiantes gloriosa presa,
al compás de un
sonoro rabel morisco
danza
provocativa la juglaresa.
Y el juglar,
que ha aprendido los romanceros,
cuenta, del
viejo alcázar bajo los arcos,
cercado de
hombres de armas y de escuderos,
la historia
lamentable del conde Alarcos.
De pie, junto a
la puerta de la abadía,
fascinando a la
turba que escucha ansiosa,
mientras
suspira el Ángelus y muere el día,
el preste de
Berceo dice una prosa.
Con hilo de
romances teje su historia,
sigue la vía
oculta de las estrellas,
y va perdiendo
todo, menos la gloria,
el rey de las
Partidas y las Querellas.
Entre halagos,
promesas y juramentos,
que entrelazan
con votos de amor celeste,
en alcobas y
celdas «Trotaconventos»
desliza los
mensajes del Archipreste.
El galán
nocherniego pasa embozado
frente a la
negra torre que al vulgo asombra,
y al fulgor de
una lámpara mira espantado
del marqués
hechicero vagar la sombra.
Librado a los
destinos y a los azares,
de espaldas a
la vida, de frente al cielo,
tiende Colón
sus alas sobre los mares,
como un ave
gigante que emprende el vuelo.
Los cuervos
Sobre el himno
del combate
y el clamor de
los guerreros,
pasa un lento
batir de alas;
se oye un
lúgubre graznido,
y penetran los
dos Cuervos,
los divinos,
tenebrosos mensajeros,
y se posan en
los hombros del Dios
y hablan a su
oído.
Lustral
Llamé una vez a
la visión y vino.
Y era pálida y
triste, y sus pupilas
ardían como
hogueras de martirios.
Y era su boca
como una ave negra,
de negras alas.
En sus largos
rizos
había espinas.
En su frente arrugas.
Tiritaba.
Y me dijo:
-¿Me amas aún?
Sobre sus
negros labios
posé los labios
míos,
en sus ojos de
fuego hundí mis ojos
y acaricié la
zarza de sus rizos.
Y uní mi pecho
al suyo, y en su frente
apoyé mi
cabeza.
Y sentí frío
que me llegaba
al corazón. Y el fuego
en los ojos.
Entonces
se emblanqueció
mi vida como un lirio.
Tomado de:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario