sábado, 7 de mayo de 2022

POEMAS DE RICARDO JAIMES FREYRE

 


LA MUERTE DEL HEROE

 

Aún se estremece y se yergue y amenaza con su espada

cubre el pecho destrozado su rojo y mellado escudo

hunde en la sombra infinita su mirada

y en sus labios expirantes cesa el canto heroico y rudo.

 

Los dos Cuervos silenciosos ven de lejos su agonía

y al guerrero las sombras alas tienden

y la noche de sus alas, a los ojos del guerrero, resplandece como el día

y hacia el pálido horizonte reposado vuelo emprenden.

 

 

SOMBRA

 

¡Oh!, ¡Cuán fría está tu mano! ¿Ríes? ¿Por qué ríes?

Chocan tus dientes. Hay algo extraño en tus ojos. Tus miradas

hieren como dagas. Me hace daño tu risa,

me aterra el frío de tu mano descarnada:

 

¡Déjame huir! Ya la noche dolorosa nos rodeó

con el pavor de sus sombras... Hay un abismo a mis plantas.

Hay un clamor en el fondo del abismo. Las tinieblas

se aglomeran en los flancos hendidos de las montañas.

 

¡Oh, esta mano no es la tuya! ¿Por qué el frío de esta mano

penetra ya hasta mis huesos? ¿Por qué brilla una guadaña

sobre mi frente...? ¿No escuchas ese vago son que llega

suave y tenue, como el eco de una música lejana?

¡Oh, cuán triste es ese ritmo que suspira en mis oídos

y conduce hasta mis ojos la amargura de mis lágrimas!

¡Oh, cuán triste es ese ritmo! Déjame llorar. ¡Oh, déjame

arrodillarme! Mis labios sabrán quizá una plegaria.

 

Tengo frío. Tengo miedo. Esas sombras que se mueven

son espectros que en el borde del abismo se entrelazan...

No me arrastres... Tengo miedo... Tengo miedo del abismo.

Déjame huir... Ya la carne de mis huesos se separa...

 

¡Oh, ese espectro que a mí viene con los brazos extendidos

y que absorbe con sus ojos mis pupilas abrasadas!

Ya mis manos están yertas, ya están secas mis pupilas

y el gemido del abismo, frío y lúgubre me llama.

 

Vamos ya. ¿Ves como empuja desprendidos eslabones

hacia el fondo de la cima la cadena de fantasmas?

Vamos ya. Llévame‚. Siento que el latido de mis venas

se acompasa con el ritmo de la música lejana;

con el ritmo dulce y triste, que se mece en las tinieblas

y armoniza con mis pesos la caricia de sus alas,

como esquife

columpiando

de las ondas.

Suavemente... Lentamente,

por el blando

fugitivas

movimiento

que se extinguen

en la playa.

va ondulando en la penumbra,

en su danza tenebrosa la cadena de fantasmas...

Vamos ya para las entrañas de la noche y el espanto...

¡Oh, el amor! ¡Oh, la alegría! ¡Oh, la dicha!

¡Oh, la esperanza!

 

 

PEREGRINA PALOMA IMAGINARIA

 

Peregrina paloma imaginaria

que enardeces los últimos amores;

alma de luz, de música y de flores

peregrina paloma imaginaria.

 

Vuele sobre la roca solitaria

que baña el mar glacial de los dolores;

haya, a tu peso, un haz de resplandores,

sobre la adusta roca solitaria...

 

Vuele sobre la roca solitaria

peregrine paloma, ala de nieve

como divina hostia, ala tan leve...

 

Como un copo de nieve; ala divina,

copo de nieve, lirio, hostia, neblina,

peregrina paloma imaginaria...

 

 

SIEMPRE

 

¡Tú no sabes cuánto sufro! ¡Tú que has puesto mis tinieblas

en mi noche, y amargura más profunda en mi dolor!

Tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida,

en mi oído la caricia dolorosa de tu voz.

 

Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso;

voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de dolor.

Como sigue el ritmo oculto de los astros el océano‚

mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz.

 

¡Oh, me llamas y me hieres! Voy a ti como un sonámbulo

con los brazos extendidos en la sombra y el dolor...

¡Tú no sabes cuánto sufro! Cómo aumenta mi martirio,

temblorosa y desolada, la caricia de tu voz.

 

¡Oh, el olvido! El fondo obscuro de la noche del olvido

donde guardan los cipreses el sepulcro del Dolor.

Yo he buscado el fondo obscuro de la noche del olvido,

y la noche se poblaba con los ecos de tu voz...

 

 

LO FUGAZ

 

La rosa temblorosa

se desprendió del tallo,

y la arrastró la brisa

sobre las aguas turbias del pantano.

 

Una onda fugitiva

le abrió su seno amargo

y estrechando a la rosa temblorosa

la deshizo en sus brazos.

 

Flotaron sobre el agua

las hojas como miembros mutilados

y confundidas con el lodo negro

negras, aún más que el lodo, se tornaron,

 

pero en las noches puras y serenas

se sentía vagar en el espacio

un leve olor de rosa

sobre las aguas turbias del pantano.

 

 

ENTRE LA FRONDA

 

Junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa

del sol, como un prodigio de viviente escultura,

nieve y rosa su cuerpo, su rostro nieve y rosa

y sobre rosa y nieve su cabellera oscura.

 

No altera una sonrisa su majestad de diosa,

ni la mancha el deseo con su mirada impura;

en el lago profundo de sus ojos reposa

su espíritu que aguarda la dicha y la amargura.

 

Sueño del mármol. Sueño del arte excelso, digno

de Escopas o de Fidias, que sorprende en un signo,

una actitud, un gesto, la suprema hermosura.

 

Y la ve destacarse, soberbia y armoniosa,

junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa

del sol, como un prodigio de viviente escultura.

 

 

Los elfos

Envuelta en sangre y polvo la jabalina,

en el tronco clavada de añosa encina,

a los vientos que pasan cede y se inclina

envuelta en sangre y polvo la jabalina.

 

Los elfos de la oscura selva vecina

buscan la venerable, sagrada encina.

Y juegan. Y a su peso cede y se inclina

envuelta en sangre y polvo la jabalina.

 

Con murmullos y gritos y carcajadas

llena la alegre tropa las enramadas,

y hay rumores de flores y hojas holladas,

y murmullos y gritos y carcajadas.

 

Se ocultan en los árboles sombras calladas,

en un rayo de luna pasan las hadas:

llena la alegre tropa las enramadas

y hay rumores de flores y hojas holladas.

 

En las aguas tranquilas de la laguna,

más que en el vasto cielo, brilla la luna;

allí duermen los albos cisnes de Iduna,

en la margen tranquila de la laguna.

 

Cesa ya la fantástica ronda importuna,

su lumbre melancólica vierte la luna;

y los elfos se acercan a la laguna

y a los albos, dormidos cisnes de Iduna.

 

Se agrupan silenciosos en el sendero,

lanza la jabalina brazo certero;

de los dormidos cisnes hiere al primero

y los elfos lo espían desde el sendero.

 

Para oír al divino canto postrero

blandieron el venablo del caballero,

y escuchan, agrupados en el sendero,

el moribundo, alado canto postrero.

Castalia Bárbara (1899)

 

 

Rusia

¡Enorme y santa Rusia, la tempestad te llama!

Ya agita tus nevados cabellos, y en tus venas

la sangre de Rucico, vieja y heroica inflama...

Desde el Neva hasta el Cáucaso con tu rugido llenas

 

las selvas milenarias, las estepas sombrías...

—Mujik, tu arado hiere; tu hoz, mujik, hiere y mata;

como la negra tierra los pechos abrirías;

tiñéranse en tus manos las hoces de escarlata...

 

—Padre Zar, ese pueblo te llama padre. Tiene

callosas las rodillas y las manos callosas;

si hasta el umbral de mármol de tu palacio viene

con manos y rodillas se arrrastrará en sus losas.

 

—Allá lejos, muy lejos, donde el sol nace, luchan,

mujik, mujik, tus hijos, desfallecen y mueren...

—Padre Zar, los esclavos tu sacra voz no escuchan

aunque las rojas lenguas del knut sus flancos hieren.

 

—Mujik, en tus entrañas el hambre ruge...

                                                     —El cielo,

señor, te dio su vida...

                               —Mujik, cuando las fieras

sienten el hambre, aguzan sus garras en hielo.

Tú... ¡que el pastor te entregue la cervatilla esperas!

 

—Padre Zar, los gusanos quieren ser hombres. Miran

de frente al sol. Te miran de frente... ¿Qué malignos

genios sus tentaciones de rebelión inspiran

cuando son de tu misma misericordia indignos?

 

—Llenas están de sangre las lúgubres prisiones,

llenos están de aullidos los hondos subterráneos...

De la vida y la muerte, tú como Dios, dispones;

¡ya saben el camino las hachas de los cráneos!

 

—Mujik, las muchedumbres que tu señor domina,

que tiemblan si al mirarlas sus ojos centellean,

van del brumoso Báltico a la apartada China

y las naciones todas a sus pies serpentean.

 

¡Ay, si de cada pecho brotara un solo grito!

¡Si un solo golpe diera cada afrentada mano,

su empuje arrancaría la mole de granito,

como el de los millones de gotas del oceano!

 

¡Enorme y santa Rusia! De tu dolor sagrado

como de un nuevo Gólgota, fe y esperanza llueve...

La hoguera que consuma los restos del pasado

saldrá de las entrañas del país de la nieve.

 

El pueblo con la planta del déspota en la nuca,

muerde la tierra esclava con sus rabiosos dientes

¡y tíñese entretanto la sociedad caduca

con el sangriento rojo de todos los ponientes!

Los sueños son vida (1917)

 

 

Los héroes

Por sanguinario ardor estremecido,

hundiendo en su corcel el acicate,

lanza el bárbaro en medio del combate

su pavoroso y lúgubre alarido.

 

Semidesnudo, sudoroso, herido,

de intenso gozo su cerebro late,

y con su escudo al enemigo abate

ya del espanto del dolor vencido.

 

Surge de pronto claridad extraña,

y el horizonte tenebroso baña

un mar de fuego de purpúreas ondas,

 

y se destacan entre lampos rojos,

los anchos pechos, los sangrientos ojos

y las hirsutas cabelleras blondas.

 

Tomado de:

https://www.poeticous.com/freyre?locale=es

 

 

Eros

 

Lluvia de azahares

sobre un rostro níveo.

Lluvia de azahares

frescos de rocío,

que dicen historias

de amores y nidos.

Lluvia de azahares

sobre un blanco lirio

y un alma que tiene

candidez de armiño.

 

Con alegres risas

Eros ha traído

una cesta llena

de rosas y mirtos,

y las dulces Gracias

-amoroso símbolo-

lluvia de azahares

para un blanco lirio.

 

 

Las hadas

 

Con sus rubias cabelleras luminosas,

en la sombra se aproximan. Son las Hadas.

A su paso los abetos de la selva,

como ofrenda tienden las crujientes ramas.

 

     Con sus rubias cabelleras luminosas

     se acercan las Hadas.

 

Bajo un árbol, en la orilla del pantano,

yace el cuerpo de la virgen. Su faz blanca,

su faz blanca, como un lirio de la selva;

dormida en sus labios la postrer plegaria.

 

     Con sus rubias cabelleras luminosas

     se acercan las Hadas.

 

A lo lejos por los claros de los bosques,

pasa huyendo tenebrosa cabalgata,

y hay ardientes resoplidos de jaurías

y sonidos broncos de trompas de caza.

 

     Con sus rubias cabelleras luminosas

     se acercan las Hadas.

 

Bajo el árbol en la orilla del pantano,

sobre el cuerpo de la virgen inclinadas,

posan, suaves como flores que se besan,

sus labios purpúreos en la frente blanca.

 

     Y en los ojos apagados de la muerta

     brilla la mirada.

 

     Con sus rubias cabelleras luminosas

     se alejan las Hadas.

 

A su paso, los abetos de la selva,

como ofrenda tienden las crujientes ramas.

 

     Con su rubia cabellera luminosa

     va la virgen blanca.

 

 

Las voces tristes

 

Por las blancas estepas

se desliza el trineo;

los lejanos aullidos de los lobos

se unen al jadeante resoplar de los perros.

 

Nieva.

Parece que el espacio se envolviera en un velo,

tachonado de lirios

por las olas del cierzo.

 

El infinito blanco...

sobre el vasto desierto

flota una vaga sensación de angustia,

de supremo abandono, de profundo y sombrío desaliento.

 

Un pino solitario

dibújase a lo lejos,

en un fondo de brumas y de nieve,

como un largo esqueleto.

 

Entre los dos sudarios

de la tierra y el cielo

avanza en el Naciente

el helado crepúsculo de invierno...

 

 

Los antepasados

 

II

Bajo la luminosa, nocturna estela

y entre la polvareda de los caminos,

en busca de Santiago de Compostela

pasan, cantando salmos, los peregrinos.

 

Mientras en la penumbra de la mezquita,

donde con sus muezines rezaba el moro,

junto al abad severo que ora y medita,

los frailes soñolientos rezan en coro.

 

A los bardos errantes piden ternezas

mujeres de ojos garzos y tez de armiño,

y oyen trovas de amores y de tristezas

en la lengua armoniosa de allende el Miño.

 

Que el habla, ruda y grave, del castellano

sólo dice combates y desafíos

y la fe del insigne mártir cristiano

que floreció entre moros o entre judíos.

 

Ocultando su gozo con gesto arisco,

de pajes y estudiantes gloriosa presa,

al compás de un sonoro rabel morisco

danza provocativa la juglaresa.

 

Y el juglar, que ha aprendido los romanceros,

cuenta, del viejo alcázar bajo los arcos,

cercado de hombres de armas y de escuderos,

la historia lamentable del conde Alarcos.

 

De pie, junto a la puerta de la abadía,

fascinando a la turba que escucha ansiosa,

mientras suspira el Ángelus y muere el día,

el preste de Berceo dice una prosa.

 

Con hilo de romances teje su historia,

sigue la vía oculta de las estrellas,

y va perdiendo todo, menos la gloria,

el rey de las Partidas y las Querellas.

 

Entre halagos, promesas y juramentos,

que entrelazan con votos de amor celeste,

en alcobas y celdas «Trotaconventos»

desliza los mensajes del Archipreste.

 

El galán nocherniego pasa embozado

frente a la negra torre que al vulgo asombra,

y al fulgor de una lámpara mira espantado

del marqués hechicero vagar la sombra.

 

Librado a los destinos y a los azares,

de espaldas a la vida, de frente al cielo,

tiende Colón sus alas sobre los mares,

como un ave gigante que emprende el vuelo.

 

 

Los cuervos

 

Sobre el himno del combate

y el clamor de los guerreros,

pasa un lento batir de alas;

se oye un lúgubre graznido,

y penetran los dos Cuervos,

los divinos, tenebrosos mensajeros,

y se posan en los hombros del Dios

y hablan a su oído.

 

 

Lustral

 

Llamé una vez a la visión y vino.

 

Y era pálida y triste, y sus pupilas

ardían como hogueras de martirios.

Y era su boca como una ave negra,

de negras alas.

En sus largos rizos

había espinas. En su frente arrugas.

Tiritaba.

Y me dijo:

-¿Me amas aún?

Sobre sus negros labios

posé los labios míos,

en sus ojos de fuego hundí mis ojos

y acaricié la zarza de sus rizos.

Y uní mi pecho al suyo, y en su frente

apoyé mi cabeza.

Y sentí frío

que me llegaba al corazón. Y el fuego

en los ojos.

Entonces

se emblanqueció mi vida como un lirio.

Tomado de:

http://amediavoz.com/jaimes.htm

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