lunes, 5 de octubre de 2015

HÉCTOR ÁLVAREZ MURENA



Héctor A. Murena (Buenos Aires, 1923-1975)


Homenaje a las lenguas

                                                                  diverse lingue, orribili favelle
                                                                                                             Dante

Humos con que el hombre trazó el nombre de su estirpe,
las lenguas
llegan en su viaje por la tierra al sortilegio del sur,
se desmoronan,
descienden como reyes heridos
sobre el seno de silencio de estas playas del sur.
Olvidan sus delicias, el demente poder que les dio el amor,
las simples melodías con que fueron inmortales
y se levantaron inmensamente hasta las cúpulas de la creación
arrastran el linaje descompuesto de sus pueblos,
de su estirpe,
sobre estas largas y fragantes tierras no tocadas.

Desde reinos tan australes que quizá estén fuera del mundo
viene el silencio, con ese aire.
El silencio es el agua que los corroe, los conmina.
Esa áspera piedad de los dioses los empuja,
los prepara para alquimias incomprensibles,
y los lenguajes, como animales untados por la peste de la muerte,
se estrechan entre sí, muestran el pus,
ostentan obscenamente miembros enfermos,
se enredan en vano entre sí.

Hasta mi habitación suben en el crepúsculo
como turbias imágenes del hombre: los idiomas deformes,
el rumor de la fiesta sexual, los gemidos del tango,
el son monótono y cruel de las manos, todos los dialectos del mal,
me asedian,
y entre la triste algazara que sube
y el silencio que se cierne
yo tengo que pronunciar con pasión mi nombre,
para saberme,
y entre las dos sombras darme luz, confirmarme.

Yo, proveniente de una raza antigua como el tiempo,
que alguna vez alzó sólo el profundo zumo de la dicha en su canto,
yo, doctor ahora de amarga sabiduría,
conozco también los idiomas aciagos,
entiendo y hablo estas lenguas sin fe.
Entiendo sus cifras, frecuento sus sumidos laberintos,
oigo ofrendas y propuestas siniestramente buenas,
pronuncio también pactos manchados,
oh, pero estas voces,
estos lenguajes cuyo sordo y fatal andar no aguarda milagros
inundan en un momento con su monstruosa inocencia
los ojos, los árboles, la dulce noche,
la entraña de esta tierra y el mismo viento altivo,
todo, todo lo que mereció salvarse,
y entonces brota en mí una doctrina desolada:
invoco al silencio para que caiga con sus armas
sobre los idiomas agonizantes, sobre mi nombre,
para que caiga sobre nosotros con su orden
de una música sin pausa, piadosa, igual.

Como el humo de un mito malo
sube en la tarde vieja hasta mí
la algarabía, el espasmo de los idiomas perdidos.
Sobre ellos, sobre esas ruinas,
asentará sus alas el misterioso pájaro invisible del silencio
de cuyo pico sale la voz nueva
como de algunas muertes otra vida.


El gran poeta

Li Po
nunca escribió
ningún poema

Miraba ramos
de glicinas

Reía siempre
a veces
lloraba
también

Espejo 
de lo creado

Eso fue todo


TRABAJO CENTRAL

El instante
en que la espada
de lo posible
súbitamente
se inyecta de sol,
gira,
a segar empieza
los limbos palpitantes.
Y más allá,
cuando como diluvio
de pétalos descienden
las tibias, las fuertes
y finas,
las iridiscentes palabras
recogidas
con ambas manos
antes de que se posen
sobre la realidad
Precisamente
libre de libertad,
lento vuelo
de pájaros
visto en un espejo,
rumor aciago,
fruta absoluta,
un cadalso cubierto
de polen.
Que se entienda
esta dicha terrible
que es cualquier barco
hacia todo naufragio.

de EL DEMONIO DE LA ARMONÍA

LAMENTO DE LA ALEGRÍA

Sin sombra
debería
marchar
como la rosa
que vuela
¡Querida
osadía
nula
de ser!

CÓMO, DÓNDE

Se miran
se huelen
las flores
para recordar
la flor.
La flor.
La flor
del espíritu.
¿quién sabe
cómo
dónde?




Paisaje detrás del paisaje


La bella
copa
hipnótica.

Déjala caer
serenamente
rómpela
contra
el suelo.

Soplo
del
gran misterio
llenará
entonces
tus ojos.

Naturaleza del fin


Diálogo
somos
entre
una corza
oscura
y
el secreto
claro.

Así
el fin
nunca
en el fin
fenece.

Como un jardín abandonado


¿Por
mis amores
con el viento
del este?

Tiniebla
crece
en mi corazón.
Pero tiniebla
no es
mi corazón.

Pasa él
ella pasa
solamente
lo otro
siempre
y nunca
queda.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario