Rusia 1891-1938
Tal vez no me necesites,
Noche; de la vorágine mundial
Yo fui lanzado a tu orilla
Como una concha sin perlas.
Indiferente, tú espumas las olas
Y cantas tercamente,
Pero llegará el día en que amarás
La inútil mentira de la concha.
Tú te acuestas a su lado en la arena,
Te vistes con su casulla
Y con ella construyes una gran campana
Irrompible entre las olas.
Y a las paredes de la frágil concha,
Como a la casa del corazón vacío,
Las llenarás con murmullos de espuma,
Con viento, bruma y lluvia...
Sin creer en el milagro de la resurrección...
Sin creer en el milagro de la resurrección
paseábamos nosotros por el camposanto.
—¿Sabes? Esta tierra me trae recuerdos
de aquellas colinas
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donde se despeña Rusia
sobre un mar negro y sordo.
Por las pendientes del monasterio
se extiende un ancho prado.
Yo nunca quise ir al sur
desde las afueras de Vladímir.
Pero quedarse en este lugar sombrío
y piadoso, perdido en medio del bosque,
con esa monja tenebrosa,
significaba la desgracia.
Beso este codo bronceado
y una parte de la cérea frente.
Lo sé: se quedó pálida
bajo el mechón dorado
de los cabellos morenos.
Beso la muñeca, que aún conserva
la marca del brazalete.
El tórrido verano de Táuride
obra tales milagros.
Cuando te bronceaste
y al pobre Jesús fuiste a visitar,
besándolo continuamente,
estabas ya orgullosa en Moscú.
Sólo nos queda un nombre:
un sonido milagroso, por mucho tiempo.
Acepta, pues, esta arena
que con mis palmas ahora vierto en tus manos.
1916
Esta noche es irremediable...
Esta noche es irremediable.
Pero en vuestra casa aún hay luz.
A las puertas de Jerusalem
salió un sol negro.
El sol amarillo es más terrible,
–duerme, mi niño, duerme–,
en un luminoso templo los judíos
dieron sepultura a mi madre.
Sin la bendición divina,
excluidos del sacerdocio,
en un luminoso templo los judíos
oficiaron una misa por la difunta.
y sobre mi madre resonaron
las voces de los hijos de Israel.
Me desperté en la cuna,
alumbrado por un sol negro.
1916
Solominka
1
Cuando no duermes, Solominka, en tu
inmenso tálamo
y aguardas, insomne, que, alta y grave
una pesadez tranquila —que puede ser triste—
descienda desde el techo a tus leves ojos.
Pajita sonora, brizna de paja seca,
bebiste la muerte y te hiciste más tierna,
al quebrar la dulce pajita inerte.
No, Salomé, no, sino una brizna de paja.
En las horas de insomnio los objetos pesan más
y aparentan ser menos: así es el silencio.
Refulgen en el espejo las almohadas, llenas de
blancura,
y en un torbellino se refleja la cama.
No, no es Solominka de solemne satén,
en la inmensa alcoba, sobre el negro Neva.
Doce meses cantan la hora fatal,
en el aire vaga un pálido hielo azul.
Diciembre exhala solemne su hálito,
como si en la habitación fluyera el pesado Neva.
No, no es Solominka, sino Ligeia, una lenta
muerte.
Os enseñé palabras dichosas.
2
Os enseñé palabras dichosas:
Lenore, Solominka, Ligeia, Serafita.
En la inmensa alcoba, el pesado Neva
y sangre azul que mana del granito.
El solemne diciembre refulge sobre el Neva.
Los doce meses cantan la hora fatal.
No, no es Solominka de solemne satén
quien siente un lento y fatigoso sosiego.
En mi sangre vive la Ligeia de diciembre,
cuyo amor solemne reposa en el sarcófago.
y esa Solominka, puede ser Salomé,
muerta de pena, ya no volverá.
El oído afinado dirige la vela sensitiva...
El oído afinado dirige la vela sensitiva,
La mirada dilatada se despobla
Y un coro enmudecido de pájaros nocturnos
Atraviesa el silencio.
Yo soy tan pobre como la naturaleza
Y tan simple como el firmamento,
Y mi libertad es tan quimérica
Como el canto de los pájaros nocturnos.
Yo veo al mes inanimado
Y al cielo más muerto que el lienzo;
Y acepto del vacío
¡Su mundo enfermo y extraño!
La mirada dilatada se despobla
Y un coro enmudecido de pájaros nocturnos
Atraviesa el silencio.
Yo soy tan pobre como la naturaleza
Y tan simple como el firmamento,
Y mi libertad es tan quimérica
Como el canto de los pájaros nocturnos.
Yo veo al mes inanimado
Y al cielo más muerto que el lienzo;
Y acepto del vacío
¡Su mundo enfermo y extraño!
1910
Versión de Jorge Bustamante García
El sonido sordo y cauteloso del fruto...
El sonido sordo y cauteloso del fruto
Que cae del árbol,
En medio de una incesante melodía
Del profundo silencio del bosque...
Que cae del árbol,
En medio de una incesante melodía
Del profundo silencio del bosque...
1908
Versión de Jorge Bustamante García
En el corazón del siglo soy un ser confuso...
En el corazón del siglo soy un ser confuso
Y el tiempo aleja cada vez más el objetivo
Y el fresno cansado del bordón
Y el miserable verdín del cobre.
Y el tiempo aleja cada vez más el objetivo
Y el fresno cansado del bordón
Y el miserable verdín del cobre.
14 de diciembre de 1936
Versión de Jorge Bustamante García
Hay turpiales en los bosques, y una única medida...
Hay turpiales en los bosques, y una única medida
En la permanencia de las voces y en los versos melodiosos.
Pero sólo una vez al año en la naturaleza sucede
El desborde de lo estable, como en la métrica de Hornero.
Este día ha abierto sus puertas a la pausa:
Desde la mañana hay quietud y largos y difíciles momentos
El ganado pasta, mientras la pereza divina
Extrae de la caña de la riqueza de sus notas.
En la permanencia de las voces y en los versos melodiosos.
Pero sólo una vez al año en la naturaleza sucede
El desborde de lo estable, como en la métrica de Hornero.
Este día ha abierto sus puertas a la pausa:
Desde la mañana hay quietud y largos y difíciles momentos
El ganado pasta, mientras la pereza divina
Extrae de la caña de la riqueza de sus notas.
1914
Versión de Jorge Bustamante García
La concha
Tal vez no me necesites,
Noche; de la vorágine mundial
Yo fui lanzado a tu orilla
Como una concha sin perlas.
Indiferente, tú espumas las olas
Y cantas tercamente,
Pero llegará el día en que amarás
La inútil mentira de la concha.
Tú te acuestas a su lado en la arena,
Te vistes con su casulla
Y con ella construyes una gran campana
Irrompible entre las olas.
Y a las paredes de la frágil concha,
Como a la casa del corazón vacío,
Las llenarás con murmullos de espuma,
Con viento, bruma y lluvia...
1911
Versión de Jorge Bustamante García
La tristeza inexpresiva...
La tristeza inexpresiva
Abrió sus dos ojos enormes,
El florero al despertar
Del cristal arrojó las flores.
Todo el cuarto se invadió
De una lánguida -¡dulce medicina!
Este reino tan pequeño
Tanto sueño ha devorado.
Un poco de vino rojo,
-Otro poco de sol de mayo-
Y rompiendo un delgado bizcocho
La blancura de dedos finos.
Abrió sus dos ojos enormes,
El florero al despertar
Del cristal arrojó las flores.
Todo el cuarto se invadió
De una lánguida -¡dulce medicina!
Este reino tan pequeño
Tanto sueño ha devorado.
Un poco de vino rojo,
-Otro poco de sol de mayo-
Y rompiendo un delgado bizcocho
La blancura de dedos finos.
1909
Versión de Jorge Bustamante García
Leer sólo libros infantiles...
Leer sólo libros infantiles,
Acariciar sólo pensamientos incautos,
Disipar todo lo que huela a solemne,
Sublevarse contra la honda tristeza.
Yo estoy mortalmente cansado de la vida,
No admito nada de ella,
Pero aún así amo esta pobre tierra
Porque no conozco otra.
De niño, en un jardín remoto, solía mecerme
Sobre un columpio de madera sencilla,
Y recuerdo los altos y oscuros abetos
En medio del delirio brumoso.
1908
Acariciar sólo pensamientos incautos,
Disipar todo lo que huela a solemne,
Sublevarse contra la honda tristeza.
Yo estoy mortalmente cansado de la vida,
No admito nada de ella,
Pero aún así amo esta pobre tierra
Porque no conozco otra.
De niño, en un jardín remoto, solía mecerme
Sobre un columpio de madera sencilla,
Y recuerdo los altos y oscuros abetos
En medio del delirio brumoso.
1908
Versión de Jorge Bustamante García
¿Qué calle es ésta?...
¿Qué calle es ésta?
La calle Mandelstam.
Qué apellido más espantoso:
Si no lo aireas
Suena curvo y no recto.
Poco en él es lineal
Más bien de carácter sombrío
Y es por eso que esta calle
O, mejor, este foso
Lleva el nombre
De ese tal Mandelstam.
La calle Mandelstam.
Qué apellido más espantoso:
Si no lo aireas
Suena curvo y no recto.
Poco en él es lineal
Más bien de carácter sombrío
Y es por eso que esta calle
O, mejor, este foso
Lleva el nombre
De ese tal Mandelstam.
Abril de 1935 Voronezh
Versión de Jorge Bustamante García
¿Qué puedo hacer con este cuerpo mío irrepetible...
¿Qué puedo hacer con este cuerpo mío irrepetible,
que me ha sido dado?
¿A quién, dime, debo agradecer,
por la apacible alegría de respirar y vivir?
Yo soy el jardinero y soy la flor,
En la mazmorra del mundo no estoy solo.
En la eternidad del cristal ya se ha esparcido
Mi aliento y mi calor.
En él está impreso un signo,
Irreconocible hasta hace poco tiempo.
Ojalá la bruma se diluya en los instantes
Para que no borre el signo amado.
que me ha sido dado?
¿A quién, dime, debo agradecer,
por la apacible alegría de respirar y vivir?
Yo soy el jardinero y soy la flor,
En la mazmorra del mundo no estoy solo.
En la eternidad del cristal ya se ha esparcido
Mi aliento y mi calor.
En él está impreso un signo,
Irreconocible hasta hace poco tiempo.
Ojalá la bruma se diluya en los instantes
Para que no borre el signo amado.
1909
Versión de Jorge Bustamante García
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