martes, 8 de diciembre de 2015

POEMAS DE HENRY LUQUE MUÑOZ

Henry Luque Muñoz
Bogotá 1944-2005


VE, HUELE EL MISTERIO


Ve, huele el misterio,
Acaricia la noche con tus manos,
Ve, trágate la luz,
Abraza al camaleón y a la hormiga,
Escucha el discurso del grillo,
Ve, lava las heridas del hermano,
Muerde las crines de tu yegua,
Porque vas a morir
Y ya abrazaste infierno y paraíso.

AL BLANCO


Con una palabra
se puede matar.

Aunque haya en contra
toda clase de armas.

Aunque se tenga enfrente toda la pólvora.

Basta con dispararla en el momento justo,
lanzársela a la cabeza del enemigo.

O dejársela para que la recuerde.


PÁGINA DE INFANCIA


A la ciudad se marcharon mis padres
y quedé huérfano por un instante
bajo el techo espolvoreado de estrellas.
No había pasado por mis ojos el tiempo,
en la cara me caía el llanto del naranjo
y la negrura hacía temblar mis rodillas.
Érase un pueblo perdido
donde nadie se encontraba a sí mismo,
érase una muchedumbre de hormigas
con los talones encallecidos,
érase una tribu de magnolias coronadas de fiebre.
Mi soledad se abría paso entre las gallinas
y los potrancos asustados por el paso de los cometas.
La cabeza cubierta con un sombrero de telarañas,
en la mano el sartal
que juntaba los recuerdos del día.

De largo pasaba mi soledad
dejando una caricia en la lisura de la niebla.
Y entonces la araña
escribía con sus patas una carta,
la mariposa cosía
la panza herida de los caimanes.
Mi soledad pasaba de largo, mi anónima soledad
esperanzada en un puñado de susurros.


GOBI


En el desierto de Gobi,
alrededor del moridero de los dragones,
fue hallado el esqueleto de un bisonte
con la testa hacia el cielo
y su sombra engordada por una llaga vastísima.

Aunque su hembra yacía
bajo la piel de furtivos peñascos,
le llegaba el olor de su babosa pelambre.
Fecundó la semilla
que nutrió a generaciones.
De la aterrada materia de su sueño
brotó el roble de tez rocosa
que no doblan ni los tifones milenarios.

En noches en que la luna
cambia de destino,
el muerto bisonte bufa con estruendo,
encabritado
por el resplandor de nostalgias primitivas.

Carta al diablo


Ella debe ir como una sonámbula... 
Vinicius de MoraesTe escribo a tu mansión de tinieblas 
para contarte lo mucho que sufro sin ella. 
Por consejo de tu azufrado pensamiento 
la busqué y la hice mía 
en un lecho, no de jazmines 
sino de estrellas reventadas. 

-Hasta los símbolos del cielo fueron cómplices, 
azules cómplices de esa locura-. 

Tú que hiciste florecer en mi mano 
una rosa ensangrentada 
para que la pusiera por donde cruza su huella, 
sabrás cómo devolvérmela, 
pues ella se ha ido 
y cuando partió ni siquiera miró hacia atrás 
para ver cómo me convertía en estatua de ceniza. 

Cierra con tu asombroso tenedor 
los párpados de los que pasan por su lado. 
Que nadie la contemple 
como no sean los ojos, 
los terribles ojos de mi ausencia. 

Haz que cuando se enfrente a los espejos 
no vea su rostro sino el mío; 
pon una lágrima de fuego en su mirada 
para que sienta una gota del mar de lava que me azota. 
Pero no la dejes sufrir, Señor: 
si tropieza en el camino 
tiéndele tu invisible capa roja 
para que caiga no en el infierno del desvelo 
sino abrasada en mi delirio. 
Hechízala metiendo en su bolso un ruiseñor 
que en cada pluma lleve grabado 
el verso mío para su corazón escrito. 
Entra en puntas de pie a los pasillos de su sueño, 
píntale los muros del color de mi zozobra, 
y si escapa, 
muéstrale mi cabeza cercenada 
en un plato de olvido. 

Viértele en el jugo del amanecer 
tus imponderables sales maléficas, 
de tal modo que odie para siempre 
el sabor de su lejanía. 

Señor: ella debe estar leyendo ahora 
un libro para vaciarme de su pensamiento, 
arráncaselo de sus uñas con tu satánica suavidad; 
haz que el silencio 
le susurre mi nombre a su oído 
y que su saliva le recuerde mis besos. 

Pues sin amparo y sin estrella me refugié en su lengua, 
su desquiciada lengua 
en la que escribí con sangre. 
Ella habrá roto mi fotografía en mil pedazos, 
reúnelos, Señor, 
y arma una luna que se asome a su quebranto. 

En ella germinan ligeros decaimientos, 
es entonces cuando tu aliento de abismo 
puede alcanzar las cumbres: 
que si hay candela en su garganta, 
sienta que una ráfaga de abandono 
sube desde el corazón 
a poner explosiones de tos en su vida; 
que si un vértigo atraviesa sus entrañas 
sienta que es el huérfano 
que esconden mis desvelos. 

Yo sé que tardíamente concilia el sueño, 
transfórmame en la luz de su lámpara, 
en el agua que pasa por su cuerpo 
cuando se levanta. 
Y deja que apoye mi desamparo 
en el filo de sus dientes, 
que yo sea las palabras 
que entran y salen por su boca. 

Señor de las Tinieblas: déjala orar, 
déjala que se hinque de rodillas 
bajo el cielo, 
no la martirices en ese instante 
furtivamente pecaminoso, 
pues nuestro amor es tan grande 
que desde la eternidad vendrán los bienaventurados 
a aprender cómo se ama con loca ceguera 
en este infierno de ausencia. 


URBE


Cada noche soy llevado
a la morgue vuelto leña.

Allí me clasifican,
me dibujan una sonrisa.

Y a la mañana
me echan a andar por la ciudad.

  HISTORIA NACIONAL


Me alejé de casa
y alguien cambió los cimientos por víboras,
aguas negras crecieron
en vez de la orquídea anaranjada,
escorpiones selectos fueron traídos
por el Mandamás
para engalanar el balcón parlante,
el moho arrugó el mármol de las estatuas
y la rata trepadora fue coronada reina.

Así le ocurre a quien largamente
se alejó del origen.



 HISTORIA NACIONAL


Me alejé de casa
y alguien cambió los cimientos por víboras,
aguas negras crecieron
en vez de la orquídea anaranjada,
escorpiones selectos fueron traídos
por el Mandamás
para engalanar el balcón parlante,
el moho arrugó el mármol de las estatuas
y la rata trepadora fue coronada reina.

Así le ocurre a quien largamente
se alejó del origen.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario