jueves, 24 de diciembre de 2015

Poemas de Mihai Beniuc



Rumania 1907- 1988


Caminos     (fragmentos)


Yo vestiré de negro
de arriba abajo
mi soledad.
Igual que en el mes de agosto,
lloraré estrellas a montones.
Altivo dolor mío,
da tu voz, desde ahora, a las fuentes del canto,
hondamente encerradas en mi alma
como en el corazón de una montaña.
Que el cuerno de la muerte resuene nuevamente
a través de mis versos.
Os deshojáis así, os deshojáis,
últimos sueños míos,
en la magnificencia del otoño.



Con mis pasos ansiosos de caminos,
devano el ovillo de la distancia.
El decir "a lo lejos" me es tan caro
como una mujer.
Para mí el horizonte mueve velos de nubes,
y las cimas de las montañas me sonríen
con sus dientes de nieve.
Los bosques acarician mis mejillas
con sus dedos de ramas.
Y la onda espumosa de los ríos,
igual que un perro amigo,
mueve a mis pies la cola,
ladrando alegremente.
Mi corazón celebra, campana de la boda,
la gran fiesta del Siglo
cuando el alba despliega banderolas
de llamas y de sangre.
La savia sube, rica, por los tallos,
nuncio de una gloriosa primavera.

En el fértil y rico
terreno de mi alma,
he trasplantado
el árbol no terreno del amor entre los hombres,
y en un inmenso abrazo
rindo el espíritu y grito:
¡Vida, vida!



¡Oh, vosotros, los siglos, montones de ruinas!,
¿he de esperar aún el tiempo venidero,
pavo real de púrpura en lo alto de la casa,
cuando todo va a hervir, se va a quemar
y, flotando carteles y banderas,
va a transformar en lava las masas victoriosas?

Yo vestiré de negro
de arriba abajo
mi soledad.
Igual que el mes de agosto,
lloraré estrellas a montones.
Altivo dolor mío,
da tu voz, desde ahora, a las fuentes del canto,
hondamente encerradas en mi alma
como en el corazón de una montaña.
Que el cuerno de la muerte nuevamente resuene
a través de mis versos.
¡Volad, volad
en la magnificencia del otoño,
volad, sueños dorados
de las primaveras que se avecinan!

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966


 


 


Canción de amor


Ven, canción de amor,
desde el corazón de los elementos
sobre el ala de la tormenta
con el aullido de la tempestad,
ven desde los abismos de la noche,
a caballo sobre los torbellinos
con el hervor de las aguas profundas,
que te llevan los pastores del aire
en tropeles de estrellas
ladradas por el trueno.
Ven, torbellino de fantasmas,
carro de nubes
fustigado por el relámpago
roto sobre el espinazo
de las tinieblas.
Ven, toro del crepúsculo
rasgado por el diente de la luna,
hoz surgida de las encías del celo.
Ven,
conmoción de la aurora
con la aureola del sol sobre la cabeza,
despierta
al nenúfar del lago,
la tórtola en el nido,
la voz de la fábrica en su pecho de metal,
el niño en los brazos del sueño,
desliga a los borrachos de las heces del vino,
las enamoradas de los enlazamientos de la carne,
las abejas
del calor del panal.
Ven sobre mil senderos,
nieves fundidas,
lluvias mezcladas de sol,
hierbas invasoras, esplendor de los campos,
hojas caídas,
racimos vendimiados, aplastados en el lagar,
balbuceo del mosto en los toneles,
y cristalízate de un golpe
en tres palabras
murmuradas por el hombre al oído de la amada,
envueltas en el beso,
apenas comprendidas,
frágiles y cálidas:
Estoy cerca de ti.

1966
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
 





De la sombra


Un día, por encima de los años, mi cuerpo
abandonará penas, alegrías,
la sed de ser, el sueño y los ensueños,
y despojándome de todo igual que la serpiente
de su vieja piel,
me deslizaré entre la hierba de los grandes silencios
fantasma de sátiro difunto,
y desde la insondable sombra veré la vida,
ella -con mozas gráciles y labios jóvenes,
y yo- con una copa destrozada en la mano.
Mis canciones, sonoras caracolas,
sin mí se quedarán en el ribazo,
amarillas, azules, rojas, blancas,
las finas espirales agudas hacia arriba.
En algunas, quizás,
los cangrejos de blandas espaldas
se acurrucarán
dejando sus tijeras cortadoras afuera,
temiendo a las estrellas de mar.
Otras, sin embargo,
los niños, dando saltos en la arena,
las alzarán al sol, resplandecientes,
y tal vez
sobre una,
alguna niña
apoyará el oído
para escuchar el son profundo de lo eterno,
en tanto que el ardiente ímpetu del futuro,
de una orilla a la otra,
sobre los continentes,
tejerá sus canciones nuevas sobre las ondas.
¡Ay! Y yo no estaré allí
y de los agujeros de mis órbitas
se escurrirán grandes granos de oscuridad.
Pero las caracolas rojas, gualdas, azules,
que los niños harán danzar al sol,
brillarán más hermosas,
y una muchacha encantará su oído
con la sonora caracola
oyendo el porvenir.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
 




 


En mi sangre


Nada más tengo que decir,
que vengan otros, si así quieren,
a pescar en esta agua turbia.
Yo he vuelto las espaldas al poniente.

Como una peonía de corola arrancada,
miro el árbol gigante con asombro:
Veo un hombre pender de cada rama.
Yo no hubiera querido -¡no!- combatir aquí.
Vosotros, insaciables de las guerras,
¡venid, gustad sus frutos!

Sobre el mapa, el Espíritu del Mal está inclinado,
mordido en las entrañas de una sed insaciable
de espacio y sangre joven.
"¡Venid!", aúlla, oscura, la boca del abismo.

Nada más tengo que decir.
Hierven charcos de agua corrompida,
a cada paso yace alguno,
alguno del levante o del poniente.

¡Oh, hermanos míos, en mi sangre
llora la historia de mi tiempo!

1942
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
 





La guerra


Están los que juegan con su propia cabeza,
como una pelota única,
lanzada al alto,
contra la tierra,
atrapada en la mano,
golpeada con el pie,
pero no mas que una sola pelota.

Otros juegan con las cabezas ajenas,
con muchas cabezas a la vez, con todas.
Las agarran al vuelo, las tiran al aire
diestramente, sin que caiga ninguna,
tan bien que el horizonte se llena de cabezas
y el cenit
y los puntos cardinales.

1966
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966


 



 


La huida


Ten cuidado, no pierdas un instante,
el más terrible perseguidor
de ti eres tú mismo.
Huye, huye, huye de ti, huye con todas tus fuerzas
porque nada puede haber más terrible
que sentir que nos agarramos nosotros mismos, furiosos,
por los hombros, por la cintura.
¡Detente! ¿A dónde vas? Porque tú has robado
y derrochado sobre todos los caminos
todas las monedas del amor, del orgullo.
¡Responde! ¡No huyas! Aturdido
te miras en tus propios ojos como en un espejo.
Quisieras mentir, pero ninguna mentira
es posible ante tu propio yo
cuando en verdad yo ignoro si hay alguna ventaja para ella en tales circunstancias
y para el que la dice, para aquel que la escucha,
aunque fuese mejor comprendida que en otro momento.
¿O conoces quizás otra salida? Párate, de pronto,
porque tu yo te adelanta
a fuerza de correr a tus talones,
y vuélvete de prisa y da marcha atrás.

1966
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966



Canción para los caballos



Os vais ya desde hora
Por la última vez por el camino,
De cuatro en fondo
Sin jaez, sin el peso de las cargas,
Como soñando, no creyendo
Que aún así es posible.

Hasta al matadero queda un trozo más de camino
Y podéis decir la historia de cada uno,
La historia de cada uno de vosotros
Con látigo y malas palabras por el fango,
Con paja sucia, con heno, con mazorcas,
Sin que nadie escuchase vuestro secreto dolor
O que os diera cuanta avena habéis querido
¡Pobres caballos aldeanos! I

Desde ahora el arado, el coche,
El acarreo, el arar,

Los cencerros, la traba, el freno,
O todo cuanto os doliera o diese gusto
No será más
Por la eternidad.
Se ha terminado, la cuenta.

Vuestras pieles flacas
Muestran debajo las costillas.
La carne que casi toda os chupó el trabajo,
Las lluvias, los caminos,
Y se hizo comidas y dinero
Año tras año.

Solamente vuestros ojos grandes como la ciruela
Se han guardado la luz, la beuna luz
Que copia los maizales, los graneros,
Las casas de la aldea,
Que veis por última vez.

El tractor de la granja
Permanence muy cerca
De los montones de maíz recién cosechado.
Si os ofreciera algunas mazorcas
Para hacer el camino,
Ahora que os marcháis
Con rumba a la ciudad,
Dejando atrás los senderos familiares,
El cercado de la aldea.
Pero él no comprende vuestro relincho.

El viento os acaricia y esparce
Vuestras crines,
Los árboles de otoño os invitan a frutas,
Pero vosostros vais a que os conviertan
En suelas, correas y conservas.
Desde una ventana un niño les sonrie.
Las nubes del hoizonte os despiden
Haciendo sus corvetas.


En mi siglo (traducion de Un Vallekano en Rumania)



Hemos pasado ya una epoca, me parece,
porque no hay mas boyardos en los campos
y ni el oro ni la ciudadelas, señores,
no son solo desiertos para los pobres.

Con tulnic y gaitas hemos domado a las fieras
hemos dejado que los otros
se diviertan, mientras trabajaban duro
las hoces y los martillos.

Hoy quizas seamos en la bandera roja
un punto entre millones de gotas vino
o quizas una ola rompiendo como en un asalto
en grandes turbinas hidroelectricas
con el ruido de romper eslabones y cadenas
y espumeando desde arriba 


Bandera en el horizonte (traduccion de Un Vallekano en Rumania)



Los que pudieron llegaron por la bandera
era suficientemente roja para ser vista
y algunos se pararon ante el umbral
presos de su propia impotencia

Yo sigo caminando, pero cuando ya no pueda,
andar adelante en la vida tempentuosa
la brillante bandera la lanzare al horizonte
como el hermoso sol rojo sobre el mar
en las mañanas claras, brilla
en las extensiones verdes plateadas
 .


Estrella roja (traduccion de Un vallekano en Rumania)



Se chocan las nebulosas
los sistemas solares, las estrellas,
los astros se apagan y devienen
materia muerta
y resucitan despues como una supernova,
los atomos murmuran..

Las esferas cantan,
y millones de años luz atraviesan,
o vienen, ¡Quien sabe!
Limitado por el infinito
esta el hombre, en el cabo de Buena Esperanza.
Nombra las estrellas sin numero
mide la lejania sin fin
y corre con su pensamiento,
a veces delante, otras detras,
construyendo efimeras verdades y grandes sueños
sobre incertidumbres cada dia mas grandes.
El sueño esta lejos.
Como las rojas estrellas inmensas,
que son miles de veces
mas fuertes que nuestro sol
en cuanto a su luz, en cuanto a su calor.
La libertad es una estrella roja
y el hombre la observa, soñador,
a traves de su telescopio.
 

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