lunes, 18 de febrero de 2019

POEMAS DE ELIZABETH AZCONA CRANWELL


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(10 de marzo de 1933, Buenos Aires, Argentina - 2 de diciembre de 2004, Buenos Aires, Argentina)

NOSTALGIA



Hay un día en que las cosas son un hondo precipicio
conozco el rostro húmedo y las manos que nunca me abandonan
la noche que se abre
como un pueblo de alondras disperso en la tormenta.

Yo he escuchado a mi amor desde lejos en una lengua extraña
mientras la nostalgia murmuraba sus frases de curiosa hechicera
ella alargaba sus caricias en las ventanas del insomnio
como una huésped cuya mano asolaba el relámpago.

Porque ella no era el día
y tampoco era el ángel sediento de palabras
mi propia voz la nombra como a una desterrada
desabrigada madre, de pechos dulcemente vacíos.

Más allá de la noche donde se enciende la ternura
más allá de la calle donde el viento deshace la forma de los pasos
sé que hay un país nuevo, cansado de las sombras.

Una música fija
un tiempo de colores intensos como dioses desnudos.
Pero mi corazón sigue clavado para siempre en los sitios imposibles.

SI EL ESPACIO ES DISTANCIA



Quizá porque era invierno entonces
con persistencia de hojas concluidas
invierno no elegido
apenas un lugar para partir el vino
y entender esa zona baldía
entre el vértigo y toda permanencia.

Cualquier forma de hablar nos fue lejana
porque siempre ignoré tu despertar
caído desde un sueño mutable
tu despertar tan nuevo en la memoria
como es nuevo el amar
y otro el murmullo de la nieve
ahora que otra vez es invierno
en un pronto país desconocido
y hemos quedado a espaldas del amor.

Quizá porque mis manos son de muro
y me apartan de ti
manos libres que nunca quisieron apresarte
acaso aquel furor huyó
por la pared de vidrio entre mis dedos.



PERMANENCIA 


El cielo es curvo y cierto de humedad 
cielo de confesiones incumplidas. 

Es en vano llenar de gestos nuevos los huecos de la tarde, 
adorar cada día un reflejo distinto, andar cazando vida muy lejos de la orilla del corazón. 

Mi soledad saqueada por amigos sonrientes ahoga por momentos su eterno descubrir. Y de mí triunfa siempre la nostalgia, esa ardiente insegura. 

Esto eres tú todavía, todavía tu intento insostenible, 
todavía tu rostro, la gran dulzura desesperada. 

El amor envejece y tu voz precipita el desasosegado atardecer. 

En el colmo del tiempo volveré a dedicarme a tu mirada. 

El amor rozará muchas veces el borde de las noches. 

No te destruirá. 


ESTO QUE SUBE Y TOCA TU PALABRA


Es un hablar de nieve
que sube y toca tu palabra.
Se dobla el otro extremo del espacio
de donde el verano compromete
la ciudad en que habitas.
Alejada por la tierra implacable
tu cara es el azar de mi memoria.
Centellan los pájaros servidores del frío
y obedezco a los cóncavos designios
que le anuncian con colores helados en las ramas.
Voz de sol en destierro
manos que denominan cosas
entre huellas y pines solitarios.  
Yo sé mejor de lejos tu nombre de flor cruda
jugada en la inocencia.
Rotan su luz opuesta los solsticios
y hay un cambio secreto que le nace al lenguaje
agazapado en un rincón del mundo.
Qué punto del espacio
enlaza como un encuentro grave
¿tú dir y mi ausencia?
Algo curre en un sitio del alma
que desconoce sus predilecciones.
Levanto una mirada de fiesta prohibida
limada de una pérdida.
Ya no descubro rosas, las invento
de las sopladas voces de oscuridad y exilio.
Nunca se empieza a amar sin una chispa
de error en la mirada.
La distancia es a veces
mi mudo espacio de reconocimientos.


DONDE CAMBIA LA LUZ


vagabundo:  
Tuviste vino y sombras bajo un puente de frío
reparacion de monedas de pan en tus memorias
(para lograr el fuego, hay que saber los ritos del amor).
Ahora piensas tú infancia
y la noche hace frutas de hielo con tus lágrimas sucias.
Loco:
Era loco y callaba.
En el querido agrario, ni ver, ni oír.
Yo descubrí el idioma de los pájaros que se encrespaba jubiloso
cuando el sol lo una mano le besaban la piel, enamorados.
campana:
Yo caeré
(encierrame con tu palabra)
en el escuchar las voces de la luz
(hayblame con tu silencio)
de cantar en la caída
(sitiame con tu gesto)
sea ​​tu mano como el sol a la tierra.

DONDE CAMBIAR LA LUZ 



vagabundo:
Tuviste vino y sombras bajo un puente de frío
reparte monedas de pan en tus memorias
(para conseguir el fuego, es necesario conocer los ritos del amor).
Ahora recuerdes tu infancia
y la noche hace frutas de hielo con tus lágrimas solitarias.
loco:
Era loco y callaba.
No quería gustar, ni ver, ni oír.
Descubrí el idioma de los pájaros que se elevaba con júbilo
cuando el sol o una mano le besaban la piel, enamorados.
Sina:
caerá
(me aprisiona con tu palabra)
no escuchar las voces de la luz
(me habla con tu silencio)
de cantar en la caída
(me rodea con tu gesto)
sea ​​tu mano como el sol a la tierra.

EL ESCRIBA DE MIRADA FIJA 

 
La memoria se obstina
           aunque los siglos laja despojado
            de su respiración, su poder natural.
La memoria se obstina en los huesos, la piel,
            el poeta perplejo ante un libro cerrado
            y en el caso de las mujeres.
Hay palabras mordidas en los labios que no dicen
            y él marcha abriendo las tinieblas
            con un báculo en pos de algunas frases viejas
            desnudas de color y adornadas sin embargo por la fe.  
En cuanto pasa, vulve a cerrar la catedral de ustedes
            de las figuras con sus brillantes tonos
            y harapos de liturgia.

Y hay allí cosas que existen para el testigo forastero
            para que siga modulando frases
            y quiera atar rarezas y excelencias,
            lujosas vestiduras de palabras
            a los ropajes secos del concepto.
Y la memoria, ya sin cadenas, le ilumina el rodar de las
            sombras.
El agua se alimenta del pez, el pez bebe del agua que
            lo ampara
            y las bestias respiran el aire de donde crecen
            de los frutos de la tierra, matan para
            vivir
            y gozan bajo el sol en la luz primera
            del sexto día.
Habla el poeta de la excelencia de las flores y la rareza
            del corazón
            pregunta por un manojo tenso de células y
            Venas
            por una zona libre de donde se cante a los
            cuatro elementos:
            agua y aire, que nos permiten respirar y nos
            sacian la sed
            cuando el fuego le marca su existencia a la
            Tierra.  
Y que él no sea entonces mendigo solo de la eternidad
            campana el escriba de mirada fija tocado
            por su asombro
            por las sentencias vivas ante las cosas muertas.
Cumple el escriba su mandato
            con el silencio abierto
            sólo para las penitencias de la luz.  

Traducciones: Ana Maria Ramiro  

tomado de : ZUN Á I - Diario de Poesía y debates

A UN POETA

El amigo del amor reparte actos
agita su bandera encendiendo jirones en los candiles
claros,
se dice, se proclama primer habitador del misterio del
mundo.

El acaricia mujeres como largos vasos de alcoholes
oscuros,
conjura ríos que anticipan un mar cálidamente
posible,
antiguos bosques ácidos que terminan de día,
casas color de lluvia y de tabaco.

Y mis ojos lo niegan y lo invitan a los gestos primeros,
mi tiempo le esperanza la voz, le enloquece las manos
y yo aprendo a saludar su avidez
a conocer por fin al dios menor que adora en su lecho.
BALADA DEL SUBSUELO
Ya diluvió la vida muchas veces
la piel como ceniza de otro mundo
insolencia de lluvia que enmudece más lejos
que la avidez terrestre.
Y los blues tan nocturnos
en los atardeceres de Chicago
si un domingo desierto te amenazan
los rascacielos de soledad y ruina?
El lago se ponía como gris
para conversaciones en que nada es la nada
donde nada resiste este andar afiebrado
por Wallace Street, el market y las noches.

La voz negra, mendiga, que transforma en
sustancia de olvido
el saxo solo de la calle East River
y en Harlem hay quien trueca su color y su miedo
por una borrachera de marino
violácea como junio.

Por qué la madrugada se decide en el sur
y hay un tono de sur en la mirada
si el azul es color
apenas porque el gris le fue distante?

Si, Vietnam, sí raza perseguida
con el no suplicante al fondo de la voz
sí alineación de barro clausurada
por la avidez alerta y el acecho.
Cuando el alma y la tierra se equivocan
repetimos preguntas en un codo del río
- la luz es como un río si se muere temprano-

¿Cuál es tu reino, tu día, tu poema
como un acre rocío de palabras?
Oh desterrada, te has perdido en el filo de tu oficio
sobre la niebla baja en la mirada de tu amante.

¿Qué es esta visión de fuego
que pulveriza a un ángel en terrazas de plomo
si Sutton Place bosteza su cobre luminoso?

Es el viento asesino
las mariposas como estrellas muertas
en aquel parabrisas que vuela hacia Vermont
son un error del sol en añicos suspensos
y Vietnam y Vietnam en la sombra,
opacidad de polvo, centella subterránea.
Pero soy yo, mi vida y esta llama minúscula de amor
confiada a cierto hablar de permanencia.

Todas las cosas tiemblan cuando aprenden el ritmo
de la luz
un pájaro ha temblado
sus sueños se han vuelto peligrosos
de tanto invierno nuevo.
Mi amante con sus ojos que recuerdan el Caspio
me habla de cosas como el sol, las lilas
una calle se duerme innominada
en su idioma de azul extranjería.
Las mariposas duermen en el viaje a Vermont
tal vez alguna supo que una flor le era única
y que al tocarla estaba el infinito.
Hay una sola piel que duele entre fuego y resina
se sigue la liturgia del jazz en pasos extraviados
que juntan Market Street, el baldío y el cielo
y esa venta del alma por una bocanada de calor
caprichoso.

Y ya hemos madurado
sabemos de la mesa solitaria aunque el amor tan nuevo
se rebele
decir que allá en Vietnam las noches tienen espalda
de neblina

decir, ah si, decir que el aullido guarda color de tierra
en sus orígenes
decirse forastero con colores de pozo en el silencio
y saber que la tierra nos resguarda con un poco de
noche.

Después, nos beberemos cada uno el amor que nos toca
alguna flor quizá nos acompañe
la tierra nos dirá que ya es bastante
algunas noches juntos para llevarse a cuestas por
la herida.

-Pero Vietnam y Wall Street y el tiempo que nos une
y el único destino fantasma entre dos culpas-
No hablar de mariposas en un vidrio cualquiera
vale más la pisada perdida que un pájaro de invierno
en la ventana
que un combate de brasas en el atontado corazón.

Tu amante te ha traído su amor desde tan lejos
más lejos que Vietnam y que los muertos nuevos
en la sombra.
El cielo imaginado en leña vieja como el color de
infancia
no es más que este vacío cruzado por estrellas
psicodélicas
y este fuego que incendia sus raíces
sin una noche para sus designios.

Canta el color del aire respirado entre lisérgico y
abedules
ansioso por los dioses de otros mundos.

Nuestra unión, tan pequeña como el sol en la tarde
nuestro nombre extranjero en el fierro tan crudo
que dibujan los pájaros.
¿Es verdad que en Vietnam los cielos truenan otro
nombre en cenizas
es verdad que los niños lavan su sol en barro y en
gritos sin destino?

Mi amor sonríe sobre Broadway Street
y piensa en la montaña que amamos y en la risa.
El tiempo no se acerca al espacio
Vietnam aparte, tempestad y silencio.
Otro dolor nos cuenta la oscuridad caída
desde su cielo ajeno.
Los ojos del mar Caspio son la verdad ausente
y allí baja la niebla con su viaje desnudo.

El salmo del subsuelo disemina las voces
la mutación refleja de las cosas del mundo
yo sé que estoy aquí, que me pierdo, que amo.

CANTO SECRETO O RENDICIÓN DE ELECTRA

Padre:
fatiga ya este oficio asaltante de cenizas
custodio de tinieblas
porque el amor es cosa de este mundo
y el duelo es demasiado largo.
Mi espasmo sofocado
reverencia la estrella de la tarde
pero nadie descifra sus anuncios de fuego.
La tierra es lo que es y el agua lo que dura
el aire y todo eso que te aleja
sin que nadie me traiga
la imperiosa sustancia de tu cuerpo.

Armo un sagaz olvido para lo invulnerable
soy lugar de la tierra que padece las aguas
donde un viejo naufragio resplandece
esclavizando a fuego de memoria
envenenando el aire donde otros
te respiran la muerte con holgura.

La palabra de amor
me asedia desde adentro
nadie mide su altura impenetrable.

Pero las leyes del retorno
tan sólo a mí me fueron reveladas.
El templo era una llama
partia un humo largo de las hojas
se inmolaba algún claro anima lleno de bosque.

¿Qué escondía la luz
con qué gesto de augurio se crispaban las cosas?
La curva del oráculo
vaticinó las señas del apego más hondo
aquel amor sin pactos
que me nombró la ausente de esta tierra.

�No busques a lo lejos, mujer, quien te posea
el designio es amar lo más cercano
un océano próximo que te ceda el secreto de sus
aguas�.

Juicio de la memoria
confabula tenaz que mutiló ni amor por lo distante.
Nunca fui ajena de mi propio origen
porque hacia allí es más líquida la noche
y el abrazo que acecho tiene la forma de mi vida.

Estoy cavada en tu silencio, en tu vieja sonrisa
en el tiempo de las quietas arenas
de gravísimos besos sin custodia
el mundo se olvidaba la gracia en las historias de tu voz
tu reino destellaba en los cirios y las caras mutables
y toda mi fiesta niña danzaba en el haz de tu risa.

Si alguna vez, siquiera, otro me hubiese sometido
como el oro o el vino mi beso lograría
reír o condenar.

Pero el peso del sino que bajó hasta mi alma
tiñó de tus raíces los frutos ásperos de mi corazón
y tanto imperó en mí tu costumbre cercana
que sólo fui un rehén de mi belleza.

Dónde estás, dónde hallarte
en la región secreta que el mundo no maldice?
Agonicé mil veces la pregunta
pero esta vez enmudeció el oráculo.
No hay piedad, no hay respuesta
para un amor desnudo que se oculta
no hay concilio para los asesinos de la realidad
aunque el pecado asista por mandato secreto
y sea blanco y bello como una brusca espada.

De qué he de ser culpable
por qué no rompe el mundo
su irreverencia por mi amor de sola?

Acato mi designo de vengarte
nada me importa el crimen ni la sangre
acepto ser el arma, tejer tu nueva ley
establecer el tema de tu muerte.

Me rindo a la venganza
he de ser de la culpa como soy del amor.

Así conoceré el lugar sacrificial, el filo que me acusa
¿será tal la condena que me libre de amarte?

La pregunta se ahueca en un acre murmullo
el mundo es una triste palabra sin respuesta.


CITA

La amazona de arcoiris y muerte se hundió de amor
en el lago sombrío.
Cada noche sin luna, su caballo remonta una viudez
de estrellas
para beber del agua que la abriga.

DE LA ERA DE PISCIS A LA ERA DE ACUARIO

A Héctor Hugo Coda


El mundo hizo girar sus vandálicas huestes y no
entendimos los desplazamientos. Una sordidez
quedó fuera de nuestro medio y nuestro hablar.

Y sin embargo: oye cómo el canto te agita. Oye
como la novedad del siglo te cambia aire tras aire
y te respira con las intermitencias del vacío. ¿Qué
guardas para tu memoria? Quieres sacar a flote
tu nueva permanencia para entender los ruidos
y mudanzas del cielo.

Ahora sí ¿qué noche vendrá desde los astros? Ya se
han puesto de acuerdo los nombres de la nada.
¿Y cuándo tu camino se enredó en las raíces?
¿Quién lentifica las transmutaciones de esta materia
indómita, de este secreto ser que se quiere
nombrarle, nominado después de cualquier cambio?

También tu nombre se agita por permanecer, por
ser hablado, por escucharse. Tu nombre va a
decirse entre cambios de oxígeno y de piel. Tus
ojos quieren la llama perdurable aún con la visión
de campos arrasados: los poseen, intentan
apropiárselos aunque los miren devastarse.

Has estado solo cierto tiempo frente a tu condición de
ser que va a morir. Has preguntado cosas a los
naipes, te has vuelto a los planetas pretendiendo
tocarlos con tu inventado personaje. Colgada de
tu cuello luce tu hoja de ruta, el nombre de tus
convidados ebrios por tu vino de imán y tus
costumbres. Ya sabes la palabra que dividió los
pueblos y las razas para encontrar aquello disputado
entre poder y guerra. Su afán de componerse
un lugar dadivoso, de abundancia y calor.

Tristes negociaciones de frac y de vuelos suntuarios.
Hoy ceden su lenguaje armado por señales.
Ausentes componedores de la tierra, altos justificantes
de las desgracias de los otros. �El mal es necesario�
-dicen en transportes de alcohol y apremio
mediador. Ya se ha pactado con la vida, navegan
seres el espacio azul. Se ha pactado con líquidos
sangrientos que sólo se doblegan a quien vende
o sucumbe.

Si trajimos de algún sitio perdido todo este nuevo
preguntar, si aceptamos que todo absurdo trae
una pequeña llama para alumbrar esta conducta
inextricable, si sostenemos que el amor es poco,
poca la luz, estallaremos en órbitas gigantes para
representarnos el dolor de vivir.

Vivir porque hay un sol que en el diario saludo se
vuelve lumbre, porque la noche abriga y el
páramo seduce en su incontaminada claridad.

Si es que habitamos nuestro propio destierro, si
halláramos un haz de soledad, una pequeña celda
de dulzura y apenas un reflejo de vela para el
coloquio audaz con cada uno de los momentos
que dejamos. Si demoramos pensando en otro
tiempo y en brasas alejadas que saben nuestra
voz, porque nos conocieron cuando aún no
podíamos hablar, en una infancia que se asomaba
al mundo para prometerle más grandeza.

Rezaremos el nombre de los padres y el nombre de
los padres de los padres. Y todos esos padres que
aguardaron para que el sol pudiera celebrarse. Y
si se pierde el nombre ya es tan poco. Y si se
pierde esa ración de amor que no perdurará, que
volverá a la tierra en la gota de lluvia, en el
agua del charco cuando la lluvia cesa.

¿Dónde has caído, ser? ¿En qué zona del siglo que
no te reconoce y te exige tu miedo y tu holocausto?

Fuera del tiempo llueven las palabras; la moda las
reclama para sí. Se buscan claves entre las
sinonimias del pasado, nombres de emperadores
que nuestra adolescencia recreó. Caen los
bosques desde los cuentos de la infancia, los
palacios de arcilla y de durazno, inventados un
estío marino.

La juventud persiste sin piedad. Su aliento martillea
el amor y todo lo presiente la madurez iluminada,
la vejez improbable que no despertará a otro
sol, o a la sabiduría.

¿Quién puede asir una sustancia móvil, como ésta de
los días que nos rozan? ¿Quién puede con la
voluntad del nombre y el poder de la voz? ¿Quién
puede, en fin, hacer de los sucesos la esencia poseída
de una existencia móvil como la estrella
peregrina que al mismo tiempo brilla y enmudece?

Encontrar la conciencia es tarea demente. Un afán
de gigante que se dobla de amor por tocar lo
pequeño. En el mundo seremos. Fuertes como
una llama, variables como el viento de octubre,
tristes como la lluvia, sedientos como el pan del
verano. Y solos al final, con la certeza del lugar
puro donde perece la palabra.

Con azules molinos combatidos por las enunciaciones
de la tierra, con el viento a los pies y los
rezos de sal como amuletos, por la alondra que
dijo la mañana aunque ignorara el lila de sus
tonos, por quien adivinó su corazón, sin conocer
su bárbaro destino: antes que las repeticiones
de la historia oigamos los sonidos del espacio.

Nos hablaron de trigos mercenados, creemos en Homero
y la Biblia, en la sabiduría de lo oculto, en
el candor que niega el indagar, en algunos poetas,
en cierta música ordenada que nos resguarda
del delirio.

Astro tras astro, exploraremos nuestras caras
y nuestras mínimas esperas.
En uno será el sol, la tormenta de verse
la condición de generarse solo y necesario
como un hombre primero frente al mundo.

DE LO MUTABLE

A Mina Gondler

Fuego hecho de candor, de pérdidas, de pesarle a la
noche del dolor, de ser pura desnudez entre
sobresaltos y caricias.

Es aquí la caída. Esto que se oye como lenguaje solo,
como única distancia.

Cortina que no deja mirar, que no deja decir, que
no deja creer que este fuego es reflejo, sustancia
inverosímil.

Algo arde también en aquel universo castigado donde
nada le pasa a nuestros gestos. Como un rojo
tabaco arde la rica hoguera sus luces de otro
mundo.

Y golpeo la lluvia, el silencio, el lamento.

Soy un fervor desprotegido que trata con el sol.
Conozco los sucesos del mar y el idioma que ocurre
entre sus aguas. Puedo vender el día de mi cuerpo
al sexo misterioso. Se me paga con una luz
precaria medida por el tiempo.

Elijo mis recuerdos al nivel de la gracia. Pasa si Dios
asiste y es memoria.

El fuego me supone y pretendo donarlo entre los
rostros huecos que preguntan cómo se puede dar
si no se tiene.
Es que este fuego ya no se propaga, se ha gastado a sí
mismo de tanto serse fuego. Y hay ese no saber,
la sombra que inmuniza.

Ya no puedo decirme, decirme es un amor que no
existe, una voz que es silencio, pero en llamas.
tomado de : http://www.letrasargentinas.com.ar/Poemas.asp?autor=2419




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