lunes, 5 de junio de 2017

POEMAS DE AUGUSTO ROA BASTOS

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(13 de junio de 1917, Asunción, Paraguay - 26 de abril de 2005, Asunción, Paraguay)

La jaula de oro


En esta cárcel de mi joven vida
donde cantando estoy porque mi llanto
la blanda soledad no turbe tanto,
vivo soñando una ilusión perdida.
Es una jaula de doradas rejas
como esas que aprisionan la sonora
inquietud del ruiseñor cuando a la aurora
repite el canto de sus dulces quejas.
¡Cuántas veces también con ala herida,
en vano intento de fugarse, mi alma
en forzada quietud halló la calma...!
Sólo a mi encierro acude a darme vida,
cuando gimiendo estoy, con una mansa
caricias de sus dedos, la Esperanza.


Huída


Sobre el hierro olvidado se apagan las violetas.
Y sobre el hierro crecen los suspiros y adioses,
las huellas musicales del corazón del viento
que busca lejanías para olvidar sus bosques.
 Un cierto transparente sueña escorzos de huida.
Pero el soñar se quiebra sobre muertos sabores.
No basta que el instinto del nardo le apacigüe
la frente en que sollozan esmeraldas y adioses...
 ¿Dónde enterró su claro círculo el mediodía;
sus corolas ardientes, en qué arena, en qué noche,
si todo está en silencio: viento, flor y latido,
si todo está ya inmóvil entre las altas torres...?
 El ciervo transparente yace bajo la niebla.
Sus ojos desolados por la humedad salobre
van subiendo en los tallos del humo y de la espada
para mirar la sangre secándose en la Noche.


Camino


Donde acaba la raíz comienza el viento,
comienza el caminante su ostracismo,
rompe el terrón su tenue paroxismo
y se apaga en las manos, ceniciento.
Con labios, no con pies, ando un violento
paisaje como sombra de mí mismo
dejando un silencioso cataclismo
en cada piedra, en cada pensamiento.
Pie de jaguar y corazón de garza,
cielo enterrado a golpes de raíces
en el ala de arena que lo engarza.
Voy caminando y siento en las matrices
del tiempo arder mi ida como zarza,
y hasta en mi aliento encuentro cicatrices.


Madrigal


De paso cantó el ave,
y en su garganta de cristal el trino
con acorde argentino
tembló un instante y desmayó en el grave
silencio de la tarde que moría.
Como el canto suave
del trovador alado, la armonía
de tu voz vibró sólo un momento;
más en el alma mía
sigue vibrando el eco de su acento.

El beso de la estrella


Se ha dormido ya el mundo sobre un lecho de sombras,
y el azul es arriba como un prado que muestra
florecida en prodigio de un milagro divino
la flora rutilante de millares de estrellas.
Un vasto pentagrama es el silencio sonoro
donde escribe el Misterio, maravilloso esteta,
con claves de luceros y con signos de sombras
la vaga sinfonía de su gran voz eterna.
Ha llegado la noche, dulce amada, dejando
que el fulgor de la tarde con sus sombras se uniera.
El Universo entero es cámara suntuosa:
abajo todo sombras, arriba todo estrellas.
Solos los dos estamos con nuestro amor a solas,
reina mía, en el trono de esta noche serena;
ven más cerca que quiero poner sobre tu frente
la de versos y estrellas magnífica diadema.
Besaré yo tus rizos más suaves que el rayo
de la luna; a tu oído musitaré la trémula
melodía de amor que mi ser estremece
porque al fin en mis brazos dulcemente te duermas.
Contemplaré un instante tu faz transfigurada
y, luego, levemente, para que no lo sientas,
pondré sobre tus labios el alma, ya al partirme,
en el embrujo alado de un beso dado apenas.
Para que cuando luzca su clámide la Aurora,
le digas a su heraldo: "¡...Oh, alondra compañera,
báñame con las perlas de tu canto triunfante,
que esta noche, en mi sueòo, me ha besado una estrella...!"


LAMENTO DE LA ESPIGA DE LA TARDE


Rubio color de la espiga,
no te mueras por la tarde,
que el hombre mira sin ojos
y sin voz llora penares,
     por la tarde...

Rubio color de la espiga,
bajo la nieve del aire
no te mueras, no te mueras,
ni vuelvas color de sangre,
     por la tarde...

El arado de la muerte
ara con rejas chirriantes.
Los campos quedan en llamas
derruidas las ciudades,
     por la tarde...

Con lúgubre sonsonete
canta el labriego salvaje,
cegando luz de horizontes,
sus cantares, sus cantares,
     por la tarde...

Todos los hombres se han muerto.
A lo largo de una calle
un rubio niño en harapos
duerme abrazado a un cadáver,
     por la tarde...

Y el viento agita la espiga,
y el agua lava la sangre;
un viento loco de angustias,
un agua de soledades,
     por la tarde...

...Todos los hombres se han muerto
por la tardé...

Cuando se despierte el niño,
cuando la espiga madure,
     por la tarde...
el viento se habrá dormido
y el agua, en las soledades...,

y en el silencio, silencio,
del día que no se acabe,
granará la roja espiga
     de la tarde...

DEPRECIACIÓNAL MINUTO ILUMINADO


Aguarda un poco más. No te me escurras
por la grieta del tiempo, ni te poses
en la rama del árbol que envejece.
No te vayas minuto con el polen
de mi angustia final hecha milagro,
espera un poco a que le ponga un nombre…

Soledad sin remedio de mis horas
que en roja espuma de dolor se rompen,
y ni a mojar alcanzan mi silencio
con humedad de lágrimas salobres.
Desamparada soledad que me hace
día a día bajar hasta los hombres
a ganarme mi pan con mis dos manos,
negándome el reposo de la noche:
ese subir peldaños de trasmudos
para moler mi trigo de emociones
en los altos molinos de mis sueños.

¡Qué dura tiranía es para el pobre
la del pan que le roba sus poemas,
y le seca el tumulto de sus voces,
y le muerde la sangre con la angustia
del más grande de todos los dolores:
el no poder dejar ni una palabra
de su mensaje eterno entre los hombres!

¿No bastaron los pájaros del cielo,
los inocentes vientos labradores,
la parda tierra y el azul del aire,
a poner en tu esencia el horizonte
de esperanzada luz que no se quiebra,
limpio trigo de amor, para que tornes
a ser después el pan cuya victoria
duele tan hondo en la profunda noche?

¿Qué te costaba ser, trigo divino,
hostia de redención para los hombres?

Por eso aquí, minuto iluminado,
vilano que encintilas tornasoles,
mientras muevo la noria no te huyas,
ingrávido detente, no te poses
en la rama del árbol que envejece.

Ya que has hecho bullir dormidas voces,
agrietando mi angustia desvelada
y encendiendo mi sangre con tu polen...,
espera un poco a que sacuda el polvo
de mis manos esclavas de resortes,
y pueda al fin subir sereno y fuerte
para moler mi trigo de emociones
a los altos molinos de mis sueños.

ODA CONFIDENCIAL

A Cayo Sila Godoy
"Gentil cosa cuando la boca canta lo
que ay en el corazón y no otra cosa... "
(Antiguo)
I
"Bueno" -dijiste al aire, a tu cigarra-:
"voy a empuñar mi luz y mi camino".
Dijo tu voz, y halló que ya el destino
te brotaba en el pecho una guitarra.

Voz y niñez de nube consumida.

Tierra roja, altos montes, verdes cañaverales,
quemaron con sus zarpas tus panales
dejándote en la sangre una encendida
memoria de paisajes musicales.

II
Pienso y busco tus huellas Aquel día
del niño y su lucero,
cuando vestido en un jazmín ligero
dabas a la ilusión tu melodía.

Cavo en tu tierra roja,
muerdo el verde sonido de tus cañaverales,
miro en u río, subo la congoja
de cielo de tus hondos manantiales,
nombrote en los rumores,
y al fin te traen dulces vendavales.

Sobre veloz constelación de flores
llega tu imagen; transparente escalas
la propia enredadera de temblores
de tu guitarra traspasada de alas...

III
No puedes ocultarte porque tienes
la voz redonda y de color de cielo,
ruba llama de trigos en el pelo,
trigo de rubias llamas en las sienes,
y en la sangre un florido
trueno que enciende en tu muñeca un nido
de clamorosa lumbre y terciopelo.

Aquí, tu mano roja
sobre mis hombros, varonil hermano,
del viento hermano, claro hermano mío,

Tu guitarra me acoja,
tu música me envuelva de rocío,
me frote el alma tu guitarra roja.

Tú, el desvelado, el libre de secreto,
roja la mano, duro el esqueleto,
la carne blanca y blanca la congoja.

IV
Tu pueblo te supura
como un clavel sangriento entre los dedos,
que amuralla sus miedos
en la madera azul de tu guitarra.

Ella, la patria del clavel y el llanto
a tus venas se amarra,
lastra nocturnamente tu quebranto,
socava tus bordonas
y por fin en el canto
que en tu piedra lunar tú mismo enconas,
halla al cabo su rumbo verdadero,
ella, la dulce patria del lucero.

V
Tu historia mira un porvenir distante,
y el porvenir contempla tu pasado,
y ambos crecen de ti, del cincelado
clamor que tus muñecas de diamante
vierten de tu guitarra, de su estruendo azulado.

VI
Esto, mi compañero;
esto, no más, sobre tu nombre quiero,
quiero inscribirlo.          Quiero,
porque te quiero.

Mañana el tiempo encogerá los hombros
y sobre mis escombros
dirá de mí con voz de polvo:
                          "Un día
cayó sobre su oscuro mediodía,
cayó una piedra y era
su amistad de bandera, esto no más...".

¡Esto, no más, diría!

VII
Ayer era tu infancia;
tu olor de niño, un pueblo de corolas,
pese a tu signo oscuro.

Hoy tu presente se desborda en olas
con mil niños cantando en tu fragancia,
y otros mil y otros mil, hacia el futuro.

Tierra roja, altos montes, verdes cañaverales,
y el río tuyo henchido de panales
sobre el fosforescente valle de las guitarras
con un viento incendiado de cigarras
libres y musicales de alegría.

VIII
Fue así que ayer, una mañana, un día:

"Bueno"... dijiste al aire, camarada,
"Dame tus signos, voy a asir tu guía".
"Bueno, hijo mío" -respondió la estrella.
Y desde entonces pisa enamorada
tu guitarra dorada
la infatigable ruta de las estrellas.
(Oxford, setiembre 1945)


LA GUARANIA

A José Asunción Flores
     Así como la brisa
con leve son gimiendo entre boscaje
     sus cantares desliza,
cual si vibrar hiciera algún cordaje
     de su aliento el suspiro
en el agreste y tropical retiro,

     el acorde armonioso
de la Guarania, canto de la raza,
     con trino melodioso,
vibrando un punto fugitivo pasa
     a perderse en el viento
como desmaya el eco de un lamento.

     Esa música tiene
la inspiración de un salmo misterioso;
     y desde el fondo viene
     del pasado brumoso
trayendo los recuerdos de leyenda
por luminosa y perfumada senda.

     Es ánfora sonora
     que el infinito arcano
     de Guarán atesora.
Del gran Tupá la prodigiosa mano
lególa a un genio un día
para esparcir raudales de armonía.

     ¿No oís, acaso, en ella
quejarse inmensa de Guarán altivo,
     como en vaga querella,
el alma errante en el solar nativo,
     olvidada y sin guía
en la tiniebla de un eclipse, umbría...?

     La escucho, sí, mezclada
al fragoroso estruendo del torrente;
     al rumor de la fuente
que por tranquilo curso, plateada,
     ondea en la pradera,
el valle, el bosque y la gentil ladera;
     a la triste elegía
que en el silencio el Urutaú desgrana
     con fatal profecía
que ahuyentará la luz de la mañana,
     como el espectro obscuro
del "Pora" y del "Pombero ", a su conjuro.

     La Guarania semeja
un rielar de luna sobre el lago
     que rizado refleja
en arabescos mil; al tenue y vago
     murmullo de las aguas
de nuestro río paterno en que impelidas
     mil rápidas piraguas
por sombras, van bogando estremecidas...

     Canción que eres el alma,
alma vibrante de la estirpe ausente;
     hoy eres en la calma
del patrio suelo monumento ingente,
     sonoro y prodigioso,
en la memoria de Guarán glorioso.


1 comentario:

  1. Increíble trabajo de recopilación!!!, la labor de preservación y facilitación al acceso de materiales como estos es simplemente invaluable!!!, no solo preservamos nuestro arte, sino nuestra propia identidad

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