sábado, 3 de junio de 2017

POEMAS DE JOSEP CARNER

Resultado de imagen para JOSEP CARNER
(9 de febrero de 1884, Barcelona, España - 4 de junio de 1970, Región de Bruselas-Capital, Bélgica)


TRES CHICAS


Pasan tres chicas, todas de blanco,
bajo una lluvia de sol batiente,
manos enlazadas, mejillas rosadas
y cabelleras volante al viento.
Desconocidas ya de sus madres,
van deseosas quien sabe donde;
parece que estrenen el gozo de la hierba
y que rehagan el corazón del mundo.
Oh nueva gloria, bien todos memoria!
Ojos que llampeguen y boca ardiente,
manos enlazadas, mejillas rosadas
y cabelleras volando al viento!

LA ruidosos


Al vuelta de la primavera
que cosas no hacen ruido!
El viento por las hojas nuevas,
la nueva esperanza en el pecho.
Yo sé una gentil criada
que nunca tiene el corazón mal:
le dicen la ruidosa
por el canto y por el estallido.
- ChaCha - le dice su padre -,
quien río no tiene la cordura cumplido.
- ChaCha - le dice su madre -,
no cabe muchacho tan osado.
- ChaCha - hace la vecindad -,
tenemos la cabeza consentido. -
La chica en la ventana
y se pone encima del antepecho;
esconde su cara
en un clavero florido.
Entonces hace una vocecita
al igual que un pájaro herido:
- venga lo que yo quisiera,
de días o de noche;
como una sombra el seguiría;
mon paso no fuera sentido.

FIDELIDAD


Me hubiera salvo la mirada una espada al rojo vivo
yo reconocería aún, pueblo mío,
tas casas, por el olor del incienso la de Dios
y la del molinero por un olor a menta,
y por el olor del pan sabría cuál es
casa de cada uno de los tres panaderos,
y todo oliendo la lavanda que se tuerce sobre la brasa:
- Es la casa de Po - diría -, de veinte años ha enfermo -,
el olor del chamusquina traicionaría la casa
del veterinario.
Si un filtro me hubiera tomado mi recuerdo,
venido aquí que fuera, extraviado, de noche,
cada calle me haría su grito:
- yo soy la plaza vieja donde todo el pueblo danza,
- yo soy la de las bochas, tan llena de ruido,
- yo soy la esquina
donde, roja del ponente, vino la enamorada,
- yo la calle del lavadero, - yo la calle del mercado,
- yo aquel de la taberna, tan negro y desaliñado,
- yo soy el camino real, de tanta de petición:
eras pequeño, pequeño, tu padre cada fiesta,
metiéndote en un serón del asno, con corazón suave,
hacia la viña te llevaba por curvas de paz.
Si la malaventura me hubiera quitado el cordura
en las ciudades relucientes de gran alevosía,
me rodearías el alma, sin chasquido ni regaño,
y ta dulzura m'acompassaria.
Se sentirían voces de chicas en el puente;
el mirlo cantaría ras de la paz nocturna.
Caería de mis ojos la angustiada chispa
y el rumor de hojas me volvería el sueño.
Frente a cada término, frente a cada espona
yo sentiría un tel de olvido que me abandona;
cada mata, cada roca de mi camino
tú resucitar una rutina antigua en mí.
Y cerca del arroyo que se desliza entre helechos,
viéndote por las comas, guarnecido de pradera y trigo,
me levantaría, desnudo de mis quimeras,
y sonreiría de mi daño pasado.

DESOLACIÓN


Como decirnos más hermano y hermana
si hemos hecho, juntos, nuestro duelo?
¿Cómo hablaremos de la fontana,
si hasta la hierba está muerto al vuelta?
¿Por qué en bajando de las eroles
seuríem borde los tamarindos?
¿Por qué nunca más cosechar violas
ahora que los corazones se han hecho esquivos?
¿Por qué veremos el día todavía
-la estorbo ardiente, el enojo sonor-
si cuando se levante el alba clara
nos encontraremos sin el amor?

DOS AMANTES


Había dos amantes junto al mar en pena.
Venía otoño para sierras fosquejants.
El viento hizo un silbido saltando por la cresta;
con hojarasca y polvo envolvió los amantes.
En imploración levantaron las manos;
un glaciar látigo los afrontó la espalda;
de polvareda se encontraron la boca llena,
despojos sobre el cuerpo a estilo de mendicantes.
Y centellea sus ojos de una ira extraña.
Quizá los maldijeron la mar y la montaña.
Ojalá que la muerte o el olvido los entierran!
En un fuerzas de caminos estallaron en reprobado,
y la noche sin estrellas engulló sus fantasmas.
Para lugares sin nombre no se vieron nunca más.

AMOR Finat


Hoy el corazón no pena ni SOMICA:
del mundo apenas ha conservado mención.
De la palabra sólo me llega la música,
del árbol sólo veo el movimiento.
Y en cerrando los párpados un poco,
tal vez, a nuevas curas atento,
pudiera entender como el pájaro se explica
o qué quiere el agua con tanto ruido de plata.
Ahora en receso me encuentro del siroco:
de enojo y fiebre, ampollas y fuego,
olas en desazón, ahogo del día.
Hoy tengo el sentido embelesado:
amor finado es el más dulce olvido;
tormenta a lo lejos se vuelve melodía.

CANCIÓN DEL GOZO perentorios


Ves el camino sin caminando
y un horizonte distante;
remar en una nube te propones.
Llibera't del encanto.
Cambiar que pronto se deshoja
las rosas.
Mira a tu alrededor, que huye al instante.
La luz y el tierno amante
dicen amor, y tú no te atreves
levantarte radiante.
Cambiar que pronto se deshoja
las rosas.
El viento, pasando, se lleva mi canto,
el río se va llorando;
y hasta la hierba donde te descansas
te hace, capcinejant:
-Ve que pronto se deshoja
las rosas.
Suspiros ni muro de diamante
ya nunca detendrán
el río del tiempo, sin esclusas,
que corre triunfante
marchitando las vidas y deshojando
las rosas.

CANCIÓN DE LA INSTANCIA AMOROSA


Ahora es el tiempo y la hora benfactora,
ahora es la noche, para morir y amargo.
¿Quién tendrá nunca fianza ni prenda
del día siguiente?
Veremos quizás la ilusión deshecha;
quizá el afán de esta noche de verano
como una flor en una mano distraída
caiga en el río.
A medianoche, los penitentes feroces,
son, doce veces, de triste sangre remojo.
Doce besos quieren contar los relojes
sobre tus ojos.
¿Quién sabe si hacia la anhelando bandera
me llamarán trompetas matinales?
¿O si el chorro de tu melena
tienta la hoz?
Ahora es el tiempo, a punto de maravilla.
La estrella nos dice que hagamos la vía conjunto.
Ahora es el tiempo que usted todavía hermosa.
Ahora es el tiempo.

NOVEDAD EN LA NOCHE


Oh dulce noche, en nuestra ayuda venida!
Todo el mundo se diría incorporal.
La señal de las cosas se demudado:
es más sutil la brisa, el árbol más alto.
Puebla el espacio una invisible raza
y la luna nos gobierna el espíritu.
Comenta con un eco nuestra pasa
el suelo que hemos apenas percutido.
En todo cambia las lecciones sabidas
la hora ligera del amor que viene.
Tenemos miradas y voces desconocidas:
tú y yo somos nuevos, y nuestro beso también.

UNA DONCELLA


No sabes todavía qué mañana te espera
y tumbas al ayer, ya sabes ya,
tés hombros de nieve, sin otro peso
que la sombra de tu cabellera.
Como, parado de un lago en la ribera,
el viento no lo quiere por ningún afán dañado,
tampoco quiero que, demasiado temprano Oprea,
tu cuerpo languidezca en la gerdor primera.
Así la sorda conspiración
de amor y muerte no se quiera abatir aún
sobre tu día ardiente y piquera;
y que, en topando la senectud avara,
en el recuerdo yo pueda ver todavía
tos ojos, encanto de un mundo sin dolor.

FIN


Viene el fin de toda cosa:
desgraciado lo que se teme.
La copla se la lleva
una especie de gemido,
la mirada, un punto de oscuridad,
el beso, un poco de frío;
la mirada, un punto de oscuridad
y el amor, un hilo de viento.


LLUEVE


Todas las brujas de este mundo perdido
son en el cielo bretón, que desvía;
el agua Bruny, ansiosas, el picudo
sombrero de cloquerets de Normandía.
París regala deplorablemente;
se niega Niza de aiguarells en Doina.
Miles de escalofríos de un momento
puños Sena, Garona, Rin y Ródano.
El agua pudre los callejones enfermos;
gárgola por ciento picos las catedrales.
La lluvia en todas partes, soslayando a,
ve solamente alguna mano que se mueve
rozando un cristal de ventana. llueve
en todas las estaciones de Francia.


DÍA DE postrimerías


Luz ante mí, tempestad en mi última
y dioses informes cabalgando por el cielo.
Un torbellino las ramas exaspera
y caen hojas de color de miel.
El espacio se tuerce en fluctuante risco;
un rayo enfermo se migra de recelo.
Son mar y menos espuma y polvareda,
Hoyos y grutas desolado bramido.
El río se vuelve fiebre, el viento rencor,
el vivo de plata de una nube blanco hace angustia
y salta todo el desmelenado azar,
y en su frenética agonía,
desde una cima acosado, adioses envía
intermitentes el cremallot solar.

SI HAY QUE AÚN TE VEA


Si hay que aún te vea, mi lugar y fe primera,
que sea un día de otoño y cordura de estrellas,
y el labrador, hecho sombra, haya dejado atrás
la llanura bien escrita de versos paralelos.
Y en el arropa la tarde, que alguna ve muy pura
desgrane la tonada que mi cuna oyó
antes de que sin términos y sin añadidura
no niegue mes párpados la noche de donde salí.

Al caer la tarde


Es tarde, los caminos ya no me tempten.-
Y os sé, del vergel dentro del recinto,
caídos, pisados ​​en la niebla,
oh días, oh hojas, oh flores!
Mes pasos se vuelven furtivas
como de un indeciso extranjero.
Suspiran espectros de dalias
en medio del oscuramente llorón.
A lo lejos nada un sonido de campanas
que une los vivientes a los caídos.
Se esparce la noche invencible,
Mar de islas que son soledades.
Y me llaman la lámpara en la mesa
y algún revoloteando pensamiento,
la vieja silla dañada
y una hoja de papel descontento.

SI ME HUELGA ...


Viviré, si me huelga encar de vivir,
superviviente de un canto remoto.
Viviré con la ceja corrugada
contra las iras, contra el lodo.
Viviré rampante me como un juez,
sólo mirando, sin decir palabra,
como la pared en su sotol,
como una piedra en su hoyo.

BÉLGICA


Si fueran mi hado las tierras extranjeras,
me gustaría hacerme viejo en un país
donde se filtrara la luz, gris y amarilla, en sonrisa,
y hubiera praderas con ojos de agua y con aceras
guarnecidas de espinos, de olmos y de perales;
vivir quieto, no más señalado,
en una nación de buenas gentes juntas,
como corazón borde corazón ciudad borde ciudad,
y carreras y farolas avanzando por las praderas.
Y cielo y nube, dóciles o crueles,
quedarían cautivos en canales de agua trémula,
toda deseo de reflejar las estrellas.
Me gustaría hacerme viejo en una
ciudad con unos soldados no muy en serio,
donde todo el mundo entenderá de música y pinturas
o del bello árbol japonés cuando saca la flor,
donde el niño y el obrero no hicieran más tristeza,
donde vierais unos entrante de casa aquilotats
de pipas, de palabras y de hospitalidades,
con flores ardientes, magnífica sorpresa,
hasta en los días más escarchados.
Y a menudo, junto a un portal de iglesia,
habría, coloreado, un mercado de renombre,
con botín del mar, con presente de la tierra,
con mucho de todo para todos.
Una ciudad donde vagaría
de ver, por amor de la melancolía
o por deseo de novedad tintineante,
casas antiguas con un parque donde anidan sombras
y muchas casas nuevas con jardincillos delante.
Se encontraría sabios de muchas maneras;
y cien paraguas eminentes
harían -ay, badats- oficiales hileras
en la inauguración de los monumentos.
Y de pronto, al borde de largas avenidas,
estarían las hayas, las manchas de los estanques
para el amor, la alegría, la soledad y los lamentos.
De mucho, desierto, con mucho, ayuno,
viviría en medio de los demás, un poco en cada uno.
pero nadie
no se podría temer en haciendo su vía.
Hom, por azar, un viejo jardín conocería,
bien a resguardo, de manantial claro,
con peces de oro que hacen más alegría.
De mí dirían niños con muelles en la mano:
- Es el señor de cada día.


BODAS


Ahora que s'esparraquen las glicinas
bajo el beso mirón de los zánganos,
y me Primm con orgullo las rosas finas,
y el saúco florece por los regueros,
Su con el amigo la dulce apalabrada
que ya, gravemente, le ha concedido el cielo;
marido hace poco, en el tejado
ve gente adornada como detrás un velo.
Rostros amigos que le acompañan ahora
son sólo sombras que la mirada confunde.
La tierna mano dulcísima y avara
el cielo te acerca, si te desprende del mundo.


monseñor ENFERMA


Qué veneno extraña, señora, emmaleïa
su cuerpo, qué aire batió el rosal florido,
que vaya descarriada entre la luz, de día,
y sueldo como centinela monótona, de noche?
Anteriormente permanecéis lejana, cuando en cuando con daga impía
vos os feriu con cada palabra que habéis oído:
os parece cada ruido de un traidor que espía ...
De un trago pudierais beber cad'hora de desazón!
Ah, yo os encuentre un'ombra como lluvia fina y fresca,
jarabes de confianza más dulces que un panal,
cojín de desmemoria, que hiciera la testa leve!
¿Está enferma, está enferma, señora;
y como arreconant a, mi pánico os adora.
Sus ojos son dos halcones entre la nieve.


EL MÁS VIEJO DEL PUEBLO


Ningún viento no mueve la hebra de una esperanza,
de cada nube sólo cae desazón,
el destino s'enfondeix en desgracia,
tal vez la noche será cien años la noche.
El fat, sin embargo, no merma la impaciencia
por lo que tanto he querido y bendito
si mi debilidad dice que ya se acerca
el adiós del cuerpo y el espíritu.
Quizás ya demasiados días he contado
y en un recodo desconocido me espera
finales. Pueda yo caer, incanviat,
haciendo honor, por vía rectos,
con ojos húmedos y corazón enamorado,
a un jirón, otrora bandera.

PUERTA DE HOSTAL 


El gran resuelve de la desierta vía
mis ojos cierra. Mientras un hombre
pica la grava y es la vida su
que está picante. Festeja la doncella
bajo una parra toda empolseïda:
acucia con su engaño el vuelco de la hora.
En veo uno durmiendo, con un serón
debajo de la cabeza: una catxutxa esconde
el sueño profundo que ya sa diada acorta.
Gente temporal! Yo, el hombre de la ciudad,
de diferente accionado y habla,
pruebo, parado, el tedio, el único filtro
para alargar nuestra vida inútil.


Juego de tennis


Por la hierba del prado caminabas,
y volaba tu brazo adolescente;
y por la red de la raqueta alzada
se filtraba la luz del sol poniente.

La paz dominical, desanimada,
tu rostro angelical y aquel veloz
y serio juego todo lo embrujaban.
Te veía, borrosa, hija de un párroco

reformado. Cogías rosas cerca
del convento; los cuentos, te gustaban,
la cal de las paredes y los niños.

Yo, oficial en Singapur, volvía.
Alto, ruborizado, saludaba...
Pasaban olorosos carros de heno.

Versión de José Corredor-Matheos
"Ocho siglos de poesía catalana", Editorial Alianza



La afanada


Oh, mujer que andas sólo por atajos,
veredas que parecen secretos campesinos;
oh, nunca deseada a plena luz del día;
tu labor, qué afanosa; de luto es tu vestido.

Bordeas, recatada, los surcos campesinos.
El aire es denso. Ningún rumor produce la alborada.
Si la alondra tardase, tu corazón se ahogaría.
Pero no vuelves la vista para contemplar el vuelo.

Pasas, ligera, cuando el camino lo permite.
¿Vas -tu única diversión- hacia la ermita vieja
-tres horas de camino-, a ver a algún sobrino enfermo?

Amada nunca fuiste, ni adolescente o libre.
Si inclinas la cabeza, de alegría o tristeza,
el rostro te ilumina la luz del delantal.

Versión de José Corredor-Matheos
"Ocho siglos de poesía catalana", Editorial Alianza



Muerte de la ardilla


Caía la tarde, ya más dorada que azul. 
En el horcajo de un espino, por el sendero 
que conduce al pinar, una ardilla 
se acurrucaba en forma de espiral, 
la cola cargada a la espalda; 
su cabeza se amodorraba; toda ella pena, 
su pata meneaba una ramilla. 

Con sólo una triste mecha de pelo, 
bruna la piel, surcada, deseaba morir; 
nada ve ya, empañado queda 
el verde camino de hojas donde triscó; 
en su postrer, desfallecido instinto, siente 
cerrarse el estío, detenerse la vida, 
el miedo que huye para nunca más volver. 

Por la hierba me fui de puntillas. 
Rondaban las abejas los brezos. 
Hacia la ciudad surcada por golondrinas, 
un sauco estaba todo lleno de tordos. 
Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio, 
en mi sombra, a mi lado, vi cómo 
me vencía el grave pensamiento. 

Versión de José Batlló
"Ocho siglos de poesía catalana", Editorial Alianza


Salmo de la cautividad

Cada mirada nuestra está empañada; 
cada palabra, esclava. 
Nuestras vidas abate cada día 
quien, por odio a la paz, nos unce al yugo. 

¡Oh Dios, que con castigos nos adviertes. 
Que el son de nuestro llanto dulce te suene. 
Tus siervos aman estas piedras suyas, 
se compadecen de su triste polvo. 

Da a nuestros días savia de esperanza; 
cruel es todo poder si tu mirada huye; 
que te obedezca siempre quien a ti se confía: 
destruido será quien se creía a salvo de tu enojo. 

Tú, que aventajando en piedad a los jueces, 
salvas con la mirada al condenado, 
levanta los despojos de lo que un día fuimos, 
danos alguna prenda de tu benignidad. 

Dura el tiempo de prueba una jornada; 
tu castigo, una noche. 
Nunca será perpetuamente removida 
la tierra que has creado. 

Que se oiga nuestra voz, que hoy nos ahoga, 
en cántico inmortal. 
Salva, bajo columnas renacientes, 
nuestro solar paterno. 

Que el oro de tu asoleo 
consuele los barrancos y corone la cima 
cuando tu aliento nos retires 
y en tierra nos conviertas de la que un día vinimos.




1 comentario:

  1. La traducción al español no está cuidada, pero me gusta CARNER; así que agradezco la publicación. ☺️

    ResponderBorrar