(12 de julio de 1868, Büdesheim, Alemania - 4 de diciembre de 1933, Minusio, Suiza)
PEREGRINACIONES
Vuestras
antiguas imágenes duermen con los muertos.
Me falta el
poder de reviviros.
Se me vedaron
los verdaderos pastos;
ahora paladeo
la suntuosidad plena de corrupción.
Herido por
sonidos enervantes
contemplo el
valle azul, cubierto de praderas.
Las garzas
blancas y de color de rosa huyeron,
al lago cercano
que reposa y destella como acero.
Ella avanzó
majestuosa, como acompañando a los sonidos.
Su dedo se
sostuvo y tensó
los cordones de
seda de sus atavíos salvíficos
que de noche
hiló con madejas de hierba.
¡Oh sabio
juego, adivinar el través de esta envoltura!
En mis
pensamientos seguíamos siendo dos,
antes de que
ella, tras bejucos florecidos
se marchara
lenta hacia el lago cercano.
El anticristo
Allá viene de
las montañas • ¡Ahí está parado en el bosque!
Nosotros mismos
lo vimos • él camina en vino
El agua y habla
con los muertos
O, ¿podrías oír
mi risa en la noche?
Ahora, toca mi
hora • ahora el hilo se llena.
Ahora los peces
fluyen hacia el hamen.
Los sabios
matan a los
muertos - la gente rueda locamente • Los árboles arrancan de raíz • Las
astillas de grano • El
poder para el
tren del Ernen.
Ningún trabajo
es el cielo que yo no te hago.
Solo falta un
hairbread, y no notas el desgaste
con tus
sentidos batidos.
Puedo hacerte
para cualquier cosa rara y difícil.
Lo fácil • algo
que es como el oro hecho de arcilla •
Cómo es la
fragancia y el jugo y las especias.
Y lo que el
gran profeta no se atreve:
el arte sin
limpiar y sembrar y construir
fuerzas
almacenadas para chupar.
El príncipe de
la mandíbula extiende su riqueza.
No le falta
ningún tesoro. No hay suerte que le ceda. ¡
Al fondo con el
resto de los rebeldes!
Usted se
regocija • encantado por la
chispa
diabólica • Proverbios de lo que quedaba del antiguo principio
Y primero
siente la necesidad antes del final.
Luego cuelga la
lengua en el canal de secado. "Errónea
como el ganado
a través del patio en llamas.
Y la trompeta
suena terriblemente.
El Anticristo
Ahí viene,
fuera de la montaña
Somos iguales,
cambia el agua
En vino y habla
con los muertos.
¿Puedes oír a
mi hija en la noche?
Ahora llega mi
hora. Ahora mi hilo te jala.
Ahora mis peces
nadan en mi red.
La sabiduría de
los muertos - el baile entre los
árboles Los
árboles se arrancaron - el maíz se partió en pedazos.
El trabajo que
no
escucho , solo
un error de descorche, y no cuento el momento
en que castigo
tus pensamientos.
Creo por ti
Todo raras y difíciles
las cosas
simples - una cosa como el oro del barro -
Qué dulce que
huele y cómo jugosa y picante que sabe!
Y lo que el
gran profeta no se atreve a hacer:
Y sin limpiar,
sembrar y construir.
Chupando lo que
está almacenado.
El Príncipe de
alimañas extiende su imperio
Sin tesoro se
carece de él - hay felicidad para él en la ternura
en el suelo con
los otros emperadores!
Exultas, tu
falsa falsedad deslumbra a todos.
La disipación
se pega como la miel de primavera
Y primero llena
la necesidad antes del final.
Entonces tu
lengua se adhiere a una que está seca.
Impotentes en
el ganado queman a través de su casa ...
Y el terrible
sonido es trompeta.
© por el
propietario. Proporcionado sin cargo para fines educativos.
HIMNOS
Al satén azul, en
la tienda de acampada
lo cobijan
bandadas de aúreas luna y estrellas;
Sobre un
pedestal se han dispuesto, en el extremo
los vasos de
malaquita y alabastro.
Tres cadenas
sostienen lámpara de cobre
que de nuestras
frentes pálido fulgor vela.
Nos cubren los
pliegues de un ancho manto
y ¡que no nos
falte un haz de mirtos!
Pronto
atendemos, de la bebida, la voz de oráculo
sobre tapices
hilados con suave fibra.
El muchacho,
atento a cada guiño
se inclina
dignamente ante el gospodar…
Entreveo, como
en mágica fuente
el tiempo
remoto en que aún yo era rey.
Oh, madre de mi
madre, y excelentísima
¡cómo me turba
la sucesión de tan severas palabras!
Tu reproche
porque mi espíritu no te pertenece,
porque yo,
descuidado, sin fruto lo disipé.
¿Recuerdas
cuántas lanzas hendieron el aire
cuando yo en el
Oriente luché por la corona,
y alabanza y
reproche sonó para el temerario
que por
entonces no había tomado aún la tierra?
No es debilidad
lo que me aparta de vuestro trato;
he comprendido
la locura de vuestro proceder.
¡Oh, déjame, ni
afamado ni odiado,
libre de vagar
por los caminos acotados!
y no busques
alejar de mí al hermano
-¿aún en el
sueño percibí tu mirada?-,
a quien
encadenas ferviente a una absurda tarea,
revistiéndole
con tus deseos de ropajes de esclavo.
Mira, soy
frágil, como la flor del manzano
y manso como un
cordero recental,
aunque yacen
hierro, piedra y yesca
peligrosamente
en el alma atormentada.
Desciendo por
una escalera de mármol;
un cadáver decapitado
en medio se agita;
allí rezuma la
sangre de mi caro hermano:
yo sólo recojo,
quedamente, la cola del manto púrpura.
EL SEÑOR DE LA ISLA
Cuentan los
pescadores que en el Sur
sobre una isla
espléndida en canela y en aceite,
y piedras
preciosas que entre la arena rielan,
existió un
pájaro que, posándose en la tierra
con su pico la
copa de los altos árboles
podía deshojar,
y cuando sus alas,
del color del
jugo del caracol de Tiro,
había erguido
en pesado y raso vuelo,
una obscura
nube semejaba.
Si por el día
en el bosque se ocultaba,
al anochecer
regresaba a la orilla,
con la brisa
fresca de algas y salitre
su dulce voz
elevando tanto que los delfines,
amigos del
canto, junto a la playa nadaban
en el mar
henchido de doradas plumas y aúreos destellos.
Así había
vivido, desde el primer comienzo
y sólo los
náufragos le habían conocido.
Cuando un día
las blancas velas
de los hombres,
con propicio séquito
a la isla
arribaron, la colina ascendió,
contemplando
todos los queridos parajes,
extendió sus
alas inmensas
y expiró entre
gemidos apagados y dolientes.
LLAMAS
¿Qué haces tú
que con el más alto estrépito
a nosotros,
siempre distantes y extraños, nos apagas de un soplo?
Cuando apenas
disponemos de un momento frente a la quietud de las llamas
una nueva boca
nos empuja a los dientes de fuego.
El incendio
ondulante teme a las desnudas barras,
las calientes
llamaradas casi se hacen perlas.
Que nuestra
fuerza en exuberante vegetación
se derrame
sobre el metal y la tierra hacia una rápida muerte…
“Lo que a
menudo y desde muy lejos os ha encontrado como aliento,
se nutre de los
mismos y secretos elementos
que en vosotras
arden” —dice el caballero de las antorchas—
“Y se consume
con todas sus luces”.
LA ALFOMBRA
Aquí conviven
los hombres con los animales,
extraños a la
alianza que desborda los límites,
las hoces
azules ornan las blancas estrellas
y se dirigen
hacia la fría danza.
La desnuda
línea avanza asfixiante,
toda ella es
confusa e incontrolable,
y nadie adivina
el enigma de los cautivos…
Pues cualquier
tarde los trabajos cobrarán vida.
La lluvia cae
torrencialmente sobre las ramas muertas,
sobre el
estrecho espacio de la línea y el círculo
y resbala libre
del pincel senil.
El último
desenlace le proporciona reflexiones.
Ella no concede
nada: no está destinada a la mayoría.
Horas
habituales: la promiscuidad no da recompensa.
Negará a la
masa la palabra
y solo
permitirá lo extraordinario en la imaginación.
ELLORA*
Peregrinos que
alcanzáis la cumbre.
Con las ruinas
de la inútil carga,
arrojáis las
flores y las flautas.
¡Ruinas de
consoladoras luces!
El tono y el
color os matan,
separándoos de
la luz y de la voz
en el umbral de
Ellora.
Elevados sobre
el pedestal a través de las sombras,
cansados de
brillar desde el palacio a la sala,
los mudos ojos
cual anillos de rubí
se hacen triste
ópalo…
Sordas
oraciones sobre la lápida
llaman al
silencio y a la obscuridad
en las piedras
de Ellora.
Separémonos.
Alejémonos de buen grado,
que la locura
en nosotros encuentre descanso.
Que callen los
latidos de nuestro pecho
y se apague el
bullir de nuestra fiebre.
Son duros y
pétreos los peldaños del Altar,
frías,
marfileñas, las columnas
en los templos
de Ellora.
(*) Antigua
ciudad del centro de la India, donde se encuentran los restos de 35
templos
budistas, brahmánicos y jainas.
LA PALABRA
Un milagro de
la lejanía o del sueño
me trajo al
abrigo de mi país.
Y esperé hasta
que la ris Norna*
encontró el
nombre en su manantial.
Después la pude
asir densa y fuerte,
ahora florece y
resplandece hasta la médula…
Antaño, yo
emprendía el viaje
con una joya
rica y delicada.
La divinidad
buscó largo tiempo y me ordenó:
“No duermas
aquí sobre terreno profundo”.
Mi mano huyó
y mi patria
nunca ganó el”tesoro…
Y supe con
tristeza de la renuncia:
ningún rumor
puede reemplazar a la palabra.
(*) Diosa
escandinava encargada de regir el destino individual.
Ven al parque, dicen que está muerto y a la vista
Vengan al
parque, dicen que está muerto, y vean
El brillo de
las orillas sonrientes más allá,
Las nubes
inoxidables con azul inesperado
Difunde una luz
en el camino y el estanque.
El tierno gris,
la quema de color amarillo se apoderan
del abedul y
del boj, suave como la brisa.
No se
desvanecen las rosas que llegan tarde,
así que
bésalas, reúnelas y haz una cadena.
El morado en
los giros de la vid salvaje,
El último de
los asteres que no olvidará,
Y lo que del
vivero vivo aún perdura,
Alrededor de la
visión otoñal se enrosca ligeramente.
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