martes, 18 de junio de 2019

POEMA DE POEMA DE STEFAN ANTON GEORGE


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(12 de julio de 1868, Büdesheim, Alemania - 4 de diciembre de 1933, Minusio, Suiza)


PEREGRINACIONES



Vuestras antiguas imágenes duermen con los muertos.
Me falta el poder de reviviros.
Se me vedaron los verdaderos pastos;
ahora paladeo la suntuosidad plena de corrupción.

Herido por sonidos enervantes
contemplo el valle azul, cubierto de praderas.
Las garzas blancas y de color de rosa huyeron,
al lago cercano que reposa y destella como acero.

Ella avanzó majestuosa, como acompañando a los sonidos.
Su dedo se sostuvo y tensó
los cordones de seda de sus atavíos salvíficos
que de noche hiló con madejas de hierba.

¡Oh sabio juego, adivinar el través de esta envoltura!
En mis pensamientos seguíamos siendo dos,
antes de que ella, tras bejucos florecidos
se marchara lenta hacia el lago cercano.

El anticristo
Allá viene de las montañas • ¡Ahí está parado en el bosque!
Nosotros mismos lo vimos • él camina en vino
El agua y habla con los muertos

O, ¿podrías oír mi risa en la noche?
Ahora, toca mi hora • ahora el hilo se llena.
Ahora los peces fluyen hacia el hamen.

Los sabios
matan a los muertos - la gente rueda locamente • Los árboles arrancan de raíz • Las astillas de grano • El
poder para el tren del Ernen.

Ningún trabajo es el cielo que yo no te hago.
Solo falta un hairbread, y no notas el desgaste
con tus sentidos batidos.

Puedo hacerte para cualquier cosa rara y difícil.
Lo fácil • algo que es como el oro hecho de arcilla •
Cómo es la fragancia y el jugo y las especias.

Y lo que el gran profeta no se atreve:
el arte sin limpiar y sembrar y construir
fuerzas almacenadas para chupar.

El príncipe de la mandíbula extiende su riqueza.
No le falta ningún tesoro. No hay suerte que le ceda. ¡
Al fondo con el resto de los rebeldes!

Usted se regocija • encantado por la
chispa diabólica • Proverbios de lo que quedaba del antiguo principio
Y primero siente la necesidad antes del final.

Luego cuelga la lengua en el canal de secado. "Errónea
como el ganado a través del patio en llamas.
Y la trompeta suena terriblemente.

El Anticristo


Ahí viene, fuera de la montaña
Somos iguales, cambia el agua
En vino y habla con los muertos.

¿Puedes oír a mi hija en la noche?
Ahora llega mi hora. Ahora mi hilo te jala.
Ahora mis peces nadan en mi red.

La sabiduría de los muertos - el baile entre los
árboles Los árboles se arrancaron - el maíz se partió en pedazos.

El trabajo que no
escucho , solo un error de descorche, y no cuento el momento
en que castigo tus pensamientos.

Creo por ti Todo raras y difíciles
las cosas simples - una cosa como el oro del barro -
Qué dulce que huele y cómo jugosa y picante que sabe!

Y lo que el gran profeta no se atreve a hacer:
Y sin limpiar, sembrar y construir.
Chupando lo que está almacenado.

El Príncipe de alimañas extiende su imperio
Sin tesoro se carece de él - hay felicidad para él en la ternura
en el suelo con los otros emperadores!

Exultas, tu falsa falsedad deslumbra a todos.
La disipación se pega como la miel de primavera
Y primero llena la necesidad antes del final.

Entonces tu lengua se adhiere a una que está seca.
Impotentes en el ganado queman a través de su casa ...
Y el terrible sonido es trompeta.

© por el propietario. Proporcionado sin cargo para fines educativos.

HIMNOS



Al satén azul, en la tienda de acampada
lo cobijan bandadas de aúreas luna y estrellas;
Sobre un pedestal se han dispuesto, en el extremo
los vasos de malaquita y alabastro.

Tres cadenas sostienen lámpara de cobre
que de nuestras frentes pálido fulgor vela.
Nos cubren los pliegues de un ancho manto
y ¡que no nos falte un haz de mirtos!

Pronto atendemos, de la bebida, la voz de oráculo
sobre tapices hilados con suave fibra.
El muchacho, atento a cada guiño
se inclina dignamente ante el gospodar…
Entreveo, como en mágica fuente
el tiempo remoto en que aún yo era rey.


Oh, madre de mi madre, y excelentísima
¡cómo me turba la sucesión de tan severas palabras!
Tu reproche porque mi espíritu no te pertenece,
porque yo, descuidado, sin fruto lo disipé.

¿Recuerdas cuántas lanzas hendieron el aire
cuando yo en el Oriente luché por la corona,
y alabanza y reproche sonó para el temerario
que por entonces no había tomado aún la tierra?

No es debilidad lo que me aparta de vuestro trato;
he comprendido la locura de vuestro proceder.
¡Oh, déjame, ni afamado ni odiado,
libre de vagar por los caminos acotados!

y no busques alejar de mí al hermano
-¿aún en el sueño percibí tu mirada?-,
a quien encadenas ferviente a una absurda tarea,
revistiéndole con tus deseos de ropajes de esclavo.

Mira, soy frágil, como la flor del manzano
y manso como un cordero recental,
aunque yacen hierro, piedra y yesca
peligrosamente en el alma atormentada.

Desciendo por una escalera de mármol;
un cadáver decapitado en medio se agita;
allí rezuma la sangre de mi caro hermano:
yo sólo recojo, quedamente, la cola del manto púrpura.

EL SEÑOR DE LA ISLA



Cuentan los pescadores que en el Sur
sobre una isla espléndida en canela y en aceite,
y piedras preciosas que entre la arena rielan,
existió un pájaro que, posándose en la tierra
con su pico la copa de los altos árboles
podía deshojar, y cuando sus alas,
del color del jugo del caracol de Tiro,
había erguido en pesado y raso vuelo,
una obscura nube semejaba.
Si por el día en el bosque se ocultaba,
al anochecer regresaba a la orilla,
con la brisa fresca de algas y salitre
su dulce voz elevando tanto que los delfines,
amigos del canto, junto a la playa nadaban
en el mar henchido de doradas plumas y aúreos destellos.
Así había vivido, desde el primer comienzo
y sólo los náufragos le habían conocido.
Cuando un día las blancas velas
de los hombres, con propicio séquito
a la isla arribaron, la colina ascendió,
contemplando todos los queridos parajes,
extendió sus alas inmensas
y expiró entre gemidos apagados y dolientes.


LLAMAS



¿Qué haces tú que con el más alto estrépito
a nosotros, siempre distantes y extraños, nos apagas de un soplo?


Cuando apenas disponemos de un momento frente a la quietud de las llamas
una nueva boca nos empuja a los dientes de fuego.


El incendio ondulante teme a las desnudas barras,
las calientes llamaradas casi se hacen perlas.


Que nuestra fuerza en exuberante vegetación
se derrame sobre el metal y la tierra hacia una rápida muerte…


“Lo que a menudo y desde muy lejos os ha encontrado como aliento,
se nutre de los mismos y secretos elementos
que en vosotras arden” —dice el caballero de las antorchas—
“Y se consume con todas sus luces”.


LA ALFOMBRA



Aquí conviven los hombres con los animales,
extraños a la alianza que desborda los límites,
las hoces azules ornan las blancas estrellas
y se dirigen hacia la fría danza.


La desnuda línea avanza asfixiante,
toda ella es confusa e incontrolable,
y nadie adivina el enigma de los cautivos…
Pues cualquier tarde los trabajos cobrarán vida.
La lluvia cae torrencialmente sobre las ramas muertas,
sobre el estrecho espacio de la línea y el círculo
y resbala libre del pincel senil.
El último desenlace le proporciona reflexiones.
Ella no concede nada: no está destinada a la mayoría.
Horas habituales: la promiscuidad no da recompensa.
Negará a la masa la palabra
y solo permitirá lo extraordinario en la imaginación.


ELLORA*



Peregrinos que alcanzáis la cumbre.
Con las ruinas de la inútil carga,
arrojáis las flores y las flautas.
¡Ruinas de consoladoras luces!
El tono y el color os matan,
separándoos de la luz y de la voz
en el umbral de Ellora.


Elevados sobre el pedestal a través de las sombras,
cansados de brillar desde el palacio a la sala,
los mudos ojos cual anillos de rubí
se hacen triste ópalo…
Sordas oraciones sobre la lápida
llaman al silencio y a la obscuridad
en las piedras de Ellora.


Separémonos. Alejémonos de buen grado,
que la locura en nosotros encuentre descanso.
Que callen los latidos de nuestro pecho
y se apague el bullir de nuestra fiebre.


Son duros y pétreos los peldaños del Altar,
frías, marfileñas, las columnas
en los templos de Ellora.


(*) Antigua ciudad del centro de la India, donde se encuentran los restos de 35
templos budistas, brahmánicos y jainas.


LA PALABRA



Un milagro de la lejanía o del sueño
me trajo al abrigo de mi país.


Y esperé hasta que la ris Norna*
encontró el nombre en su manantial.


Después la pude asir densa y fuerte,
ahora florece y resplandece hasta la médula…


Antaño, yo emprendía el viaje
con una joya rica y delicada.


La divinidad buscó largo tiempo y me ordenó:
“No duermas aquí sobre terreno profundo”.


Mi mano huyó
y mi patria nunca ganó el”tesoro…


Y supe con tristeza de la renuncia:
ningún rumor puede reemplazar a la palabra.


(*) Diosa escandinava encargada de regir el destino individual.

Ven al parque, dicen que está muerto y a la vista

Vengan al parque, dicen que está muerto, y vean
El brillo de las orillas sonrientes más allá,
Las nubes inoxidables con azul inesperado
Difunde una luz en el camino y el estanque.
El tierno gris, la quema de color amarillo se apoderan
del abedul y del boj, suave como la brisa.
No se desvanecen las rosas que llegan tarde,
así que bésalas, reúnelas y haz una cadena.

El morado en los giros de la vid salvaje,
El último de los asteres que no olvidará,
Y lo que del vivero vivo aún perdura,
Alrededor de la visión otoñal se enrosca ligeramente.

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