El amor
Estoy amándote como el frío
corta los labios.
Arrancando la raíz
a lo más diminuto de tus ríos.
Inundándote de dagas
de saliva esperma lumbre.
Estoy rodeado de agujas
tu boca más vulnerable.
Marcando en tus costados
el itinerario de la espuma.
Así es el amor: mortal y navegable.
Versión de Alberto Ruy Sánchez
En un lugar al sur...
Es un lugar al sur, un lugar donde
la cal
amotinada desafia el mirar.
Donde viviste. Donde a veces en sueños
vives aún. El nombre empapado de agua
te escurre de la boca.
Por caminos de cabras descendías
a la playa, el mar batía
en aquellas piedras, en estas sílabas.
Los ojos se perdían ahogados
en el fulgor
del último o del primer día.
Era la perfección.
Versión de Aníbal Núñez
La lluvia cae en el polvo igual que el poema...
La lluvia cae en el polvo igual que en el poema
de Li Po. En el sur
los días tienen ojos grandes
y redondos; en el sur el trigo ondula,
sus crines danzan en el viento,
son la bandera
descamisada de mi embarcación;
en el sur la tierra huele a lino blanco,
a pan en la mesa,
el fulvo ardor de luz invade el agua,
cayendo sobre el polvo, leve, encendida.
Igual que en el poema
Versión de Aníbal Núñez
La pulsación de las sílabas
Él amaba la pulsación de las sílabas,
algunos acentos. cuarta, octava, décima.
Buscaba en ella lo que no sabía,
lo que nunca supo, o sospechara:
un sentido, la señal de la gracia, el frágil
hilo que condujese a la vida,
tan acá del deseo de vivirla.
Cuánta melancolía, cuánta incertidumbre
fue siempre la suya en lo que hacía,
allá donde el cuerpo se hace alma
o el alma se hace cuerpo- ¿cómo saberlo?
El tiempo casi nada le enseñó,
pero proseguía, insatisfecho
o inseguro, que ni eso sabía.
Entre impulsos, crispaciones, reticencias,
perseguía el ritmo de la música más suya
con el mismo empeño que lo que fuera antes
pura delicia, caricia breve. Sólo la mano
no había cambiado-siempre tan leve.
Las cigüeñas
Las cigüeñas.
Me traen el atrio,
dos casas, o tres, si fueran blancas,
la torre donde se posaban
lentas. tenía yo entonces
la edad de las moras,
el sol sobre la boca sofocaba.
¿te acuerdas? , o el peso de otra boca.
de otra razón. No sé.
Corría a pedradas
a los perros de los que tenías miedo.
y huía de ti para acariciar
en secreto
el caballito bayo que enamoraba entonces.
Versión de Aníbal Núñez
Reclinas la cara en la melancolía...
Reclinas la cara en la melancolía y ni siquiera
oyes el ruiseñor. ¿O es la totovía?
Soportas mal el aire, dividido
entre la fidelidad que debes
a la tierra de tu madre y al casi blanco
azul donde el ave se pierde.
La música, digámoslo así,
fue siempre tu herida, mas también
sobre las dunas fue la exaltación
No oigas el ruiseñor. O la totovía.
Dentro de ti es
donde toda la música es ave.
Versión de Aníbal Núñez
Un amigo es a veces el desierto...
Un amigo es a veces el desierto,
otras el agua.
Despréndete del ínfimo rumor
de agosto; no siempre
un cuerpo es el lugar de la furtiva
luz desnuda, de cargados
limoneros de pájaros
y el verano en el pelo;
en el follaje oscuro del sueño
es donde brilla
la piel mojada,
la floración difícil de la lengua.
Lo cierto es la palabra.
Versión de Aníbal Núñez
http://amediavoz.com/andrade.htm
PRIMAVERA EN OXFORD
La floración:
el cuerpo magnífico
del viento nos trae el aroma
de la floración de las lilas
en las calles más íntimas de Oxford,
coronando
de alegría a los muchachos
que huyen en bicicleta bajo la lluvia
menuda y clara,
como si la luz corriese con ellos
hacia un encuentro nupcial
conmigo o con la vida.
LLUVIA DE MARZO
La lluvia detrás de los cristales,
la lluvia de marzo,
encendida hasta los labios, danza.
Pero la maravilla
no es que la primavera llegue así
como si nada,
la maravilla son los versos
de Williams
sobre la rastrera y amarilla
flor de mostaza.
CANCIÓN DEL PASEO ALEGRE
En el invierno el viento está como dios
en todas partes: en la cabellera verde de los cometas,
en el largo y turbulento sueño de los niños,
en los ciegos fundamentos de la alegría.
Ten piedad, le digo,
sé bueno con los desamparados,
sonríe a quien vuelve tarde a casa –la boca
amarga del fermento de la tristeza.
Al igual que dios, el viento
baila indiferente sobre la arena.
FRUTOS
Higos, fresas, manzanas,
melones, melocotones, cerezas,
peras, sandías, naranjas,
oh música de mis sentidos,
pura delicia de la lengua;
déjame ahora hablar
de la fruta que me fascina,
por el sabor, por el color,
por el aroma de sus sílabas:
mandarina, mandarina.
LAS NUBES
A veces bailan en las colinas
o en los ojos de las tórtolas:
van hacia al sur, buscan
la luz fresca de las islas,
los pies diminutos de la lluvia,
el estallido del mar,
el olor juvenil de la leña
todavía verde y con resina,
el alma de las placitas,
los gorriones, el susurro del alba.
LA SÍLABA
Toda la mañana anduve en busca de una sílaba.
Poca cosa, ya sé: una vocal,
una consonante, casi nada.
Pero sólo yo sé
la falta que me hace.
Por eso la busqué tan obstinadamente.
Sólo ella podía protegerme
del frío de enero, del ardor
del verano. Una sílaba.
Una única sílaba.
La salvación.
LAS MANZANAS
Del alma sólo sé lo que sabe el cuerpo:
donde la esperanza y la gracia
aspiran al ardor
del fuego está la morada del hombre.
Ve cómo arden las manzanas
en la frágil luz del invierno.
Así debería ser una
casa: brillar en el crepúsculo
sin usura ni vileza
con la compañía de las manzanas.
Así: limpia, madura.
CANCIÓN
Viene de la música de Verlaine
la lluvia
y nadie,
ni el sol,
tiene pies tan hermosos.
En la boca
el verano, en la colina
el barco.
El aire,
en cada calle el aire,
conmigo baila.
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