(13 de diciembre de 1928 - 29 de enero de 1992, Grozni, Rusia)
El poeta
Piensas
que esto trabajo, esta vida despreocupada
Escuchar
a la música algo y decirlo tuyo como si nada.
Y
el ajeno scherzo juguetón meterlo en versos mañosos
Jurar
que el pobre corazón gime en campos luminosos.
Y
escucharle al bosque alguna cosa y a los pinos taciturnos ver
Mientras
la cortina brumosa de niebla se alza por doquier.
Tomo
lejos o a mi vera, sin sentir culpa a mi turno
Un
poco de la vida artera y el resto al silencio nocturno.
Traducción
de Rafael Alberti
Estamos tan intoxicados uno del otro
Estamos
tan intoxicados uno del otro
Que
de improviso podríamos naufragar,
Este
paraíso incomparable
Podría
convertirse en terrible afección.
Todo
se ha aproximado al crimen
Dios
nos ha de perdonar
A
pesar de la paciencia infinita
Los
caminos prohibidos se han cruzado.
Llevamos
el paraíso como una cadena bendita
Miramos
en él, como en un aljibe insondable,
Más
profundo que los libros admirables
Que
surgen de pronto y lo contienen todo.
Traducción
de Jorge Bustamante García
La musa
Cuando
en la noche oscura espero su llegada,
Se
me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué
valen los honores, la libertad incluso,
cuando
ella acude presta y toca el caramillo?
Mira,
¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
Y
se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
«¿Has
sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?»
Y
ella responde: «Yo soy aquella.»
Traducción
de María Teresa León
Para muchos
Soy
vuestra voz, calor de vuestro aliento,
El
reflejo de todos vuestros rostros,
Es
inútil el batir del ala inútil:
Estaré
con vosotros hasta el mismo final.
Y
por eso me amáis ávidamente,
Con
todos mis pecados y flaquezas,
Y
por eso me entregasteis sin mirar
Al
mejor de todos vuestros hijos,
Y
por eso no me preguntasteis
Por
ese hijo ni una sola vez,
Y
llenásteis con el humo de alabanzas
Mi
casa ya vacía para siempre.
Y
dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
Y
que más irreversiblemente ya no se puede amar…
Como
la sombra quiere separarse del cuerpo,
Como
la carne quiere separarse del alma,
Así
deseo yo que me olvidéis vosotros.
Traducción
de María Teresa León
Bondad
Que
viva la bondad,
la
verdadera...
No
la de la paciencia sin sentido
ni
la del perdonar enceguecido,
sino
la del follaje que verdea,
la
del camino y la tardía hoguera,
del
trago de agua
y
el pan bien renegrido ...
Mas
que se enfade la bondad
cual
cielo
bajo
los truenos de una tempestad,
que
se defienda la bondad, anhelo,
de
la sequía,
la
pasividad,
dispuesta
a combatir,
alerta,
en vela,
entonces
vencerá
a
la cruel maldad.
***
En
días de fortuna o desgracia
vendré,
mamá, tan sólo llámame
para
llorar o festejar mi gracia:
¡de
la penuria amarga sálvame!
El
ciego fuego a veces me envolvía.
La
vida es bella aunque parezca mala.
Como
un ave herida yo gemía,
mas
cada vez
alzábanme
las alas.
"Herirte
es fácil hoy en día, entiendo...",
me
adviertes del peligro como puedes.
Pero
en la tierra vivo: me defiende.
Ella
y tú...
¿Quién
soy yo sin ustedes?
Llegó
mi hora cruel, aún la siento,
con
una fiebre de cuarenta soles,
me
aferraba al aire turbulento
y
deliraba, a tu lado y sola.
Tú
arrancaste
de
las sombras grises
mi
vida que ardía sin remedio,
y
renací otra vez de la ceniza,
fugaz
estrella,
sigo
en mi medio.
Tus
ojos con su pena me reflejan,
Las
canas ya se asoman sin demora.
Perdóname
por todo, mi alma, y deja
que
bese yo tus manos salvadoras.
***
No
notaste que te perdonaba,
no
notaste que te abrazaba
y
aguardaba siempre, sin cesar.
No
entendiste desde el primer día
los
latidos para ti,
alma
mía ...
¿Qué
te tengo ahora que explicar?
El
amor es fuerte.
La
indolencia
no
la debe, empero,
perdonar.
Congeló
el amor tu indiferencia
que
exhalaba hielo
al
mirar.
Déjate
de ruegos
y
preguntas,
de
fingir desgracia, y en vano.
No
te acuso de engañarme y punto:
no
notaste en mi
un
ser humano.
***
Yo
pensé: me voy y me olvido,
esto
para siempre se acabó.
¡Haz
ese milagro, mente, pido!
¡Sálvame,
poesía, del dolor!
Borraré
a tanda de mi alma
tu
imagen, aunque volverá.
No
verás mí llanto, sino calma,
morderé
mis labios, tanto da.
¿No
noté el hechizo,
que
hoy me amarga?
¿Cómo
mi alma al fin liberaré,
si
aún busco en las calles largas
tu
imagen?
¿La
encontraré?
***
¿Cómo
hacer en verso tu retrato?
No
podrá expresar ese intento
tu
mirada, aunque captarla trato,
tu
sonrisa y cada movimiento ...
Abro
el anillo de mis brazos,
duele
la idea que despunta:
ya
verán tu rostro, triste caso,
el
amigo o no, o el transeúnte.
¿Será
así o de amor ya desvarío?
Para
otros puede ser muy hosco,
porque
ya es singular, muy mío,
sólo
yo tu rostro bien conozco.
Rimaré
mejor con emoción
el
secreto nuestro, el más risueño:
si
de hogar, pues sirve un corazón,
de
mi hogar eres mi amado dueño.
¡Oh,
mi canción!
Cuando
en
camino
me
toque la hora
de
abandonar
el
mundo
para
siempre
y
se interrumpa al fin
la
voz de ahora,
pues
mi canción
proseguirá
la siembra.
¡Oh,
mi canción,
muchachita
descalza!
Cuando
me vaya,
vive
por las dos
y
en las almas
mi
imagen realza
con
el amor
de
un recuerdo en pos.
Mi
vida fue severa,
no
lo niego,
no
siempre
obré
muy bien,
es
mi desvelo.
Canción,
lleva
en tus manos
todo
el fuego
de
mi sincero amor,
amor
al pueblo.
El
maestro antiguo
Buscamos
en los siglos,
como
en cofres,
tiestos
y rostros,
cualquier
cosa de esas
y
túmulos de escitas,
y
sarcófagos,
y
la preclara faz
de
una princesa ...
¡Oh,
Nefertiti,
goza
de la vida!
¡Qué
suerte tienen
siempre
los monarcas!
Pero
la gente
al
escultor olvida,
que
diera vida
a
la arcilla parca.
Soberbia
expresan
esos
labios siempre
con
el mentón autoritario,
ingrato,
y
Nefertiti
atraviesa
el tiempo:
nadie
recuerda
al
maestro innato.
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