lunes, 2 de septiembre de 2019

POEMAS DE RAÍSA AJMÁTOVA


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(13 de diciembre de 1928 - 29 de enero de 1992, Grozni, Rusia)



El poeta


Piensas que esto trabajo, esta vida despreocupada
Escuchar a la música algo y decirlo tuyo como si nada.
Y el ajeno scherzo juguetón meterlo en versos mañosos
Jurar que el pobre corazón gime en campos luminosos.
Y escucharle al bosque alguna cosa y a los pinos taciturnos ver
Mientras la cortina brumosa de niebla se alza por doquier.
Tomo lejos o a mi vera, sin sentir culpa a mi turno
Un poco de la vida artera y el resto al silencio nocturno.

Traducción de Rafael Alberti

Estamos tan intoxicados uno del otro


Estamos tan intoxicados uno del otro
Que de improviso podríamos naufragar,
Este paraíso incomparable
Podría convertirse en terrible afección.
Todo se ha aproximado al crimen
Dios nos ha de perdonar
A pesar de la paciencia infinita
Los caminos prohibidos se han cruzado.
Llevamos el paraíso como una cadena bendita
Miramos en él, como en un aljibe insondable,
Más profundo que los libros admirables
Que surgen de pronto y lo contienen todo.

Traducción de Jorge Bustamante García


La musa


Cuando en la noche oscura espero su llegada,
Se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?
Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
Y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
«¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas sobre el infierno?»
Y ella responde: «Yo soy aquella.»

Traducción de María Teresa León

Para muchos


Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
El reflejo de todos vuestros rostros,
Es inútil el batir del ala inútil:
Estaré con vosotros hasta el mismo final.

Y por eso me amáis ávidamente,
Con todos mis pecados y flaquezas,
Y por eso me entregasteis sin mirar
Al mejor de todos vuestros hijos,
Y por eso no me preguntasteis
Por ese hijo ni una sola vez,
Y llenásteis con el humo de alabanzas
Mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
Y que más irreversiblemente ya no se puede amar…
Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
Como la carne quiere separarse del alma,
Así deseo yo que me olvidéis vosotros.

Traducción de María Teresa León

Bondad


Que viva la bondad,

la verdadera...

No la de la paciencia sin sentido

ni la del perdonar enceguecido,

sino la del follaje que verdea,

la del camino y la tardía hoguera,

del trago de agua

y el pan bien renegrido ...

Mas que se enfade la bondad

cual cielo

bajo los truenos de una tempestad,

que se defienda la bondad, anhelo,

de la sequía,

la pasividad,

dispuesta a combatir,

alerta, en vela,

entonces vencerá

a la cruel maldad.



***



En días de fortuna o desgracia

vendré, mamá, tan sólo llámame

para llorar o festejar mi gracia:

¡de la penuria amarga sálvame!



El ciego fuego a veces me envolvía.

La vida es bella aunque parezca mala.

Como un ave herida yo gemía,

mas cada vez

alzábanme las alas.



"Herirte es fácil hoy en día, entiendo...",

me adviertes del peligro como puedes.

Pero en la tierra vivo: me defiende.

Ella y tú...

¿Quién soy yo sin ustedes?



Llegó mi hora cruel, aún la siento,

con una fiebre de cuarenta soles,

me aferraba al aire turbulento

y deliraba, a tu lado y sola.



Tú arrancaste

de las sombras grises

mi vida que ardía sin remedio,

y renací otra vez de la ceniza,

fugaz estrella,

sigo en mi medio.



Tus ojos con su pena me reflejan,

Las canas ya se asoman sin demora.

Perdóname por todo, mi alma, y deja

que bese yo tus manos salvadoras.



***



No notaste que te perdonaba,

no notaste que te abrazaba

y aguardaba siempre, sin cesar.

No entendiste desde el primer día

los latidos para ti,

alma mía ...

¿Qué te tengo ahora que explicar?



El amor es fuerte.

La indolencia

no la debe, empero,

perdonar.

Congeló el amor tu indiferencia

que exhalaba hielo

al mirar.



Déjate de ruegos

y preguntas,

de fingir desgracia, y en vano.

No te acuso de engañarme y punto:

no notaste en mi

un ser humano.



***



Yo pensé: me voy y me olvido,

esto para siempre se acabó.

¡Haz ese milagro, mente, pido!

¡Sálvame, poesía, del dolor!



Borraré a tanda de mi alma

tu imagen, aunque volverá.

No verás mí llanto, sino calma,

morderé mis labios, tanto da.



¿No noté el hechizo,

que hoy me amarga?

¿Cómo mi alma al fin liberaré,

si aún busco en las calles largas

tu imagen?

¿La encontraré?



***



¿Cómo hacer en verso tu retrato?

No podrá expresar ese intento

tu mirada, aunque captarla trato,

tu sonrisa y cada movimiento ...



Abro el anillo de mis brazos,

duele la idea que despunta:

ya verán tu rostro, triste caso,

el amigo o no, o el transeúnte.



¿Será así o de amor ya desvarío?

Para otros puede ser muy hosco,

porque ya es singular, muy mío,

sólo yo tu rostro bien conozco.



Rimaré mejor con emoción

el secreto nuestro, el más risueño:

si de hogar, pues sirve un corazón,

de mi hogar eres mi amado dueño.



¡Oh, mi canción!



Cuando

en camino

me toque la hora

de abandonar

el mundo

para siempre

y se interrumpa al fin

la voz de ahora,

pues mi canción

proseguirá la siembra.



¡Oh, mi canción,

muchachita descalza!

Cuando me vaya,

vive por las dos

y en las almas

mi imagen realza

con el amor

de un recuerdo en pos.



Mi vida fue severa,

no lo niego,

no siempre

obré muy bien,

es mi desvelo.

Canción,

lleva en tus manos

todo el fuego

de mi sincero amor,

amor al pueblo.



El maestro antiguo



Buscamos en los siglos,

como en cofres,

tiestos y rostros,

cualquier cosa de esas

y túmulos de escitas,

y sarcófagos,

y la preclara faz

de una princesa ...



¡Oh, Nefertiti,

goza de la vida!

¡Qué suerte tienen

siempre los monarcas!

Pero la gente

al escultor olvida,

que diera vida

a la arcilla parca.



Soberbia expresan

esos labios siempre

con el mentón autoritario,

ingrato,

y Nefertiti

atraviesa el tiempo:

nadie recuerda

al maestro innato.


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