sábado, 21 de septiembre de 2019

POEMAS DE RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN


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(29 de marzo de 1905, Buenos Aires - 14 de agosto de 1974, Buenos Aires, Argentina)


Blues de los pequeños deshollinadores


¿Te acuerdas de los turcos vendedores de
madapolán
y de los muñecos de trapo quemados en la
noche de San Juan?

¿Te acuerdas de los pequeños deshollinadores
y de los negros candomberos
y de mí que en las tardes de lluvia
detrás de los vidrios
miraba el paisaje caído en la zanja?

¿Te acuerdas del muro del día escalado, ardido
mordido como una
fruta?

¿Te acuerdas de María Celeste?
Pues hoy María Celeste es una
prostituta.

¿Te acuerdas de la tienda fresca, violeta, rosa
y el torcido y verde farol?
¿Te acuerdas de Juan el Broncero?
Pues Juan el Broncero es hoy
un ladrón.

¿Te acuerdas de los pequeños deshollinadores
oscuros, oscuros?
Pues hoy los pequeños deshollinadores son hombres
maduros
que chillan en las cantinas,
escupen polvo en las negras fábricas
y aguardan las putas fugaces
en los baldíos y las esquinas.

Los seis hermanos rápidos dedos en el gatillo


"Los Genna, cuyo nombre suena como
un zumbido agónico…"
Fred Pasley

Los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo
—Earl Himie Weiss no pudo llevarlos a dar una vuelta—
oían cantar a Sam Samoots Amatuma ¨guantes de seda¨
—Sam Samoots qué bien cantaba guantes de seda en el alma.
En la taberna de los Cuatro 2 y "de parte de Al",
una sonrisa le regalaban en cada tiro
y para el alba del mostrador cerveza y éter
los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo.
Los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo
—muerte de orilla, ventana pronta, noche de duelo—
con la mirada le decretaban la sepultura
—aquellos tiempos de los O’Banion, de los Aiello—
Y eran los días larga aventura sobre el acero,
altos camiones, puertas cerradas y canastillos.

Alegres flores, naipes quebrados, nieve en la calle
los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo.
Los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo
sentimentales bandoneonistas de las terceras
fichas pesadas de barberías y de prisiones,
ágiles piernas en las batidas y en las ruletas,
funambulismos, magia fullera, clima de circo,
y amores fáciles en las riberas de los domingos
y cuchicheos bajo las luces de los garages
los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo.
Pero Sam Samoots murió fregándose ajo y cantando,
Al está preso, Joe Howard duerme como los niños
y ya están muertos, las manos juntas, los ojos blancos
los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo.
Sí, camaradas, y los entierros fueron suntuosos
y ángeles negros revolotearon sobre las tumbas
y ya están muertos, los ojos blancos, las manos juntas
los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo.

La calle del agujero en la media



Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.
¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazos tendidos!
-Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verduras con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento en primavera.
El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda
alegres en lo alto de una calle cualquiera.
Alegres las campanas como una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.


EL VISITANTE


                                                      “El poeta es un espía de dios.”


Cuando el invierno vele los fantasmas azules
de la niebla en el barrio
y ya sean memoria la mudanza, el entierro del gorrión,
el domingo,
y los libros se callen en las estanterías
para que vuelva sin temor el grillo
del hogar, fugitivo de un distante verano,
preguntará al olvido
dónde se oculta el espía del tiempo,
en qué relojería, en qué almanaque,
en qué caja de música
abandonada por un niño
y junto a cuál de las sutiles ventanas del crepúsculo
donde sólo hacia adentro puede asomarse uno
la saudade construye sus delicados puentes.

y desde qué clavel del aire
o qué alga marina, o qué arpa de Harpo Marx
apareciendo en un desván, de súbito,
el porvenir –que es poeta- nos mira.


ESCRITO EN UNA TRASTIENDA


En todos los puertos del mundo
descansa la noche
sobre los navíos oscuros
y reza su rosario de lunas
el viejo lobo curtido y silencioso.
Palomas de las músicas vagabundas
picotean los fanales encendidos.
Tu recuerdo ha hecho hueco en mi mano sin luz.
Ah, llegar a tu cabellera rubia como a un puerto final.

Atracan los astros
y detrás de los grandes murallones de sombras
luces multicolores se roban las miradas
y las estrellas son afónicas
como la voz de la violinista tuberculosa
cuya tos en el bar es obligatoria.
El alcohol anda en zancos y las mujeres canallas
Pasean su olor a polvo y su cansancio.
En todos los puertos del mundo
hay alguien que está esperando.
Hasta muy cerca de los navíos
salen los patios
y entran por los oídos de los marinos.
Un sabor dulce, un amargo sabor.
En todos los puertos del mundo
hay vagabundos como yo
que asoman al asombro lejano
el corazón, como un barquito en la mano.
Hay una calle, larga borrachera,
pedazos de noche dispersada
y cuando llega el alba roja y con su clarín
revuela pájaros alucinados,
en todos los puertos del mundo
hay alguien que está esperando.

La botella arrojada al mar con un mensaje


 ¿Dónde habrán ido, insólitos, a parar los mensajes

victoriosos o atroces que temblorosas manos

de mujeres perdidas o extraños pasajeros,

capitanes sin brújula y poetas malditos

lanzaron al azar de las ondas fugaces

desde islas sin nombre o viejos transatlánticos?

¿Cuál de ellos llegó a destino, y en qué forma

cambió una vida, un mito, un país, el futuro?

¿Qué cifra misteriosa jamás fue comprendida?

¡Saluden! quienes vean pasar una botella

sobre olas que agitan de pronto los delfines

desde el barco o la costa, y no pueden asirla,

como si fuera esa flor del hielo

y el gran silencio blanco, la novia de los icebergs,

la empecinada edelweiss.



Así es de fascinante ver que se nos va un sueño

en busca de quién sabe qué puerto, qué ventana

de qué otra memoria oscura o deslumbrante,

de alguien que está esperando cuando el día se muere.





   La muerte de la muñeca pintada




                  Todo el mundo está siempre tironeando de una.

                           Todos parecen querer un pedazo de una.

                                                             Marilyn Monroe.



Todos la tironeaban.

Hollywood le arrancó el pedazo más grande.

Sólo quedaba de ella el corazón

-Un Desolado Corazón-,

la lluvia pródiga de su cabellera,

la última claridad de su mirada

y una calle de infancia y abandono.



Construida en la fábrica de sueños

se rompió como un sueño

rodando en pesadilla al césped donde yacen

los gorriones caídos y el verano.



Y fue el tocante Réquiem para una Marilyn:

Las extras acunaron la muerte de la estrella

Con un terrible blues de lágrimas oscuras.


Bertolt Brecht




Agregó tipos y pasiones de hoy

a la increíble, vasta geografía de Shakespeare.

Era dos veces revolucionario:

por poeta y por militante.

Y también la verdad devino en él

como diría el lúcido Stéphane Mallarmé:

la forma popular de la belleza.

   Rimbaud




¿…Pero por qué murió allá en Marsella,

tan cerca de la luz atrevida del muelle,

la Canabiere, la sopa de pescado,

las robustas mujeres de la feria

y el viejo olor que viene de los barcos,

sin confesar dónde enterró a la poesía

-como a un pájaro loco-, en qué baldío,

en qué lámpara pura, en qué ventana,

en qué lluvia crecida con violetas?

Donde el futuro está esperando.


   Baudelaire




Fue profeta: vislumbraba el siglo

en que la acción fuera ‘hermana del sueño’

y reiventó la poesía; una manera

de recordar que el poeta es un hombre

al que a veces agobian la incomprensión, el barro,

el alquiler, la luna.

Pero él fue poeta, inmenso como un río.

Un río puro impuro

que arrastró légamo y estrellas.


   Walt Whitman




Aquí yace un buen viejo Walt.

El gran amante de la tierra.

¡No hagan caso!

Fue una fanfarronada más

del hijo inmortal de Manhattan.



El optimismo histórico




Yo sé que todo cambia,

que nada se detiene,

ni un árbol se detiene

y aun la piedra es viajera.

La soledad no existe.

Ni la muerte está sola.

Todo lo que es, es lucha.

Soy inmortal, pues paso.

¡Y aun ella se mueve!

En vano os empeñéis

En detener la Historia.

¡Sé que llegará un día!

También lo sabe el sol.



Los niños abandonados




El río está en la ciudad.

El puente está sobre el río.

Bajo el puente están los granujas.

No se ha hecho nada por ellos.

A la orilla, perros sarnosos,

tristes naranjas, agua oscura,

el cielo gris, las altas nubes,

sobre el puente pasan los carros.

Sobre el puente pasa mi féretro

un triste día, un triste día.

Los granujas se rascan, miran,

y alguien exclama: Ahí va uno.

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