lunes, 27 de enero de 2020

POEMAS DE DARIO BELLEZZA


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(5 de septiembre de 1944 - 31 de marzo de 1996, Roma, Italia)


En la luz tenue me lamo...


En la luz tenue me lamo
las heridas mortales y mi
alma-hoja ligera sale

en busca del Amo.

Quien está en la sombra sólo sabe
cuán mortal es el día
blanca estatua solar
que ya no cautiva mi
muerta mañana.


Dios se me moría en el mar...


Dios se me moría en el mar
azul, en el patín acuático donde
me había invitado a subir.

Pero fueron los celos, la normalidad
de los chicos lo que me impulsó a rehusar,
a encogerme de hombros delante
de las salidas
mordaces.

El olor del mar llenaba
los navíos y vos cantabas en los ojos,
risueña de victoria.


Tomado de:

En Calabria


Delante, inmaculadas montañas
en el sol meridiano indican
al viandante pausa y calma.
¿Pero hasta cuándo? ¿Y yo quién soy
si todavía ardo de voluptuosidad secreta
en el día terminado, mejo dicho en los días
terminados del mundo caído?

La casa es decrépita
como me gusta, pero demasiado tarde,
me digo, ha llegado, así como todo
ha llegado tarde para los humanos.
Ropa tendida en el balcón al viento
del Pollino, camas deshechas, auroras,
así se aplaca en el resentimiento
la vida que nos fue dado vivir.
Mi yo está destruido, no existe:
la realidad es un nombre congelado.


Pero no sabrás jamás por qué sonrío


Pero no sabrás jamás por qué sonrío.
Porque fui el pedante Hamlet
de la más consoladora burguesía.
Porque no he combatido al Leviatán
Estado que todo quiere engullir
en la complicada masa caótica
de su burocracia inexorable.

Ahora me nacen las uñas como a los muertos.

Vamos a robar


Vamos a robar: ¡el robo es el destino del poeta!
¡Nadie sabe realmente qué es, íntegro,
un poeta! ¿Un gran sabio o vidente?
¡Ojalá! ¡O solo un criminal! Un ladrón
de luces, de vidas clandestinas vividas
en el silencio de los días todos iguales.


Tomado de:


INVECTIVAS SEGUNDAS

I
Visión sagrada-anfetamínica con dosis enteras
de paranoia abismal cultivada en el ejercicio
impuro de la razón contra la mentirosa
realidad primera que me hizo, pariéndome
a un mundo cualquiera, ¡pero no mío!
Podría ahora describir el mundo,
ahí están los instrumentos: gatos, ligustros,
mandarinas, pero el resultado es el mismo:
entonces yo vago inmundo por el mundo, todo
pareciéndome cantarín, feamente canoro,
ficción gélida la mía, pues falta poesía,
el valor supremo al que sometí mi vida,
adolescencia perdida y sin imágenes,
aun tomando un tren para Ostia
quedando eros mental, ¡líquido seminal
entre muchachos acérrimos y muertos totales adultos
llenos de mierda y terrible rencor!
Llego pues al Battistini, anno Domini
1978, entre mar y cielo suspendido,
sin imágenes falsas y secundarias
en su fin segundo a la así llamada
realidad que no existe. Me rebelo, yo, siempre
rebelado en el hierático yo mismo
sé que he perdido la diplomática
convencional poesía, ¡y ahora arrastrándome
interno y entero a mi sistema idiota
y peregrino
trato de doblar la esquina  con la corteza
cristalina de la legibilidad manifiesta!
He perdido todos los sentimientos, el desarreglo
perteneció a quien ya no está, y
describir lo fuera-dentro es banal,
artimaña de incapaz, el lector
de textos de poesía en su idioma, corrupción
de menor aplazada cada día
en la educación experimental de un miserable
depositario de la verdad verdadera de un milenio.

APUNTES

No me enciende amor.
Ya no me encanta el dolor.
Sin piedad es mi vida.
Pasan los días y grita
el alma mía perdida.
Quizás la juventud
se logre andando.
En la noche oscura
la tempestad se escucha
lagrimeando.
Por la noche a la mesa, para morir
decidí no escribir nunca más
sino recordar viviendo
los amores de un tiempo.
¡Quien vive de recuerdos
se enamora!

*

Leo todavía a los poetas contemporáneos.
Para digerirlos, o no verlos más.
Espero todavía en el baño
o en la cocina descomponer el viejo
cuerpo, cuerpo viejo. Sería hábil
ahora en escribir versos irreprochables,
pero la muerte acucia, nada me interesa
sino su dura lección cerrada
en un lóbrego cuarto.
No quiero odiar, escribir poemas
de odio visceral. Lo que queda
es árida concurrencia, desleal
pacto con el Mal.
Así huyo de mí mismo, de ti
taimado poeta que te has vuelto
cáncer de inicuas sanciones
morales, entre denuncia impotente
e impotente odio mortal
contra o hacia quien amabas:
el canto, o la herida, los torvos
consejos, parándome quizás en la Avenida
Vittorio en busca de un bolígrafo
para apuntar versos ridículos
infames, hilvanados de ternura.
El amor son cuatro luces (ojos)
que dan vueltas y lo echo todo
a rodar.

*

Feliz de ti gorrión (impudicia me empuja
a nombrarte, en otro tiempo en verso los poetas
solitarios te habrían saludado de prisa),
feliz de ti que revoloteas en busca de manjar
en el aire frío de este invierno
romano y no piensas dichoso en tu
felicidad feliz de sueños y quimeras
inocentes y serenas. Tras los cristales
en un oscuro cuarto yo lloro
mis años desaparecidos
‒la angustia,
la angustia en el corazón atormentado
me hace daño, me mata tanto
como para morirme de dolor, y no me muero
nunca, lo grito a mis amigos
de siempre que pregonan mi diversidad
en los salones de la Capital…

*

No hay nada mejor que seguir engañándose:
estar en la cocina preparando un caldo.
Se vaciará la nevera repleta de achicoria,
tomates podridos, zanahorias y calabacines:
se esperará al huésped encerando
dando de comer al gato legañoso
que hallé en Campo dei Fiori, más bien que me ofreció
un muchacho reaparecido en el tiempo
un fulgor del recuerdo que nunca he saboreado
verdaderamente, no viviendo ya de limosna
sino modestamente, despreciando yo solo
a los ricos, huyendo cadenas de denuncias
por corrupción. Sí, no queda sino
permanecer en casa esperando el frío,
encontrando a veces a alguna poetisa
enemiga, y yendo a Porta Portese
en busca de una buena manta
de lana. El gato ronroneará
en invierno con circunspección:
está todavía enfermo, su nariz quemada
por el agua oxigenada que tomé
por ácido bórico. El triunfo verdadero
es el de la cotidianidad.

*

Huyen todos mis días
oh oscura luz de ojos hechiceros.
Huyen, se pierden, corren
tras las imágenes de una vez:
los besos, los abrazos, las turbaciones
insinceras del muchacho más querido
huyen aterrados hacia el fin
que es próximo. Sólo tú, Serpiente,
te alegras y vuelves a sacudirme como larva
que al sol se despierta y vuela lejos.

*

El sueño es una pequeña muerte
requiere emocionada paciencia

aguardarlo es esperar
en una resurrección antigua:
yo espero a la muerte
para dormir unas horas
en el calor de una cama
entrelazado con un cuerpo
infeliz y estéril, el mío:
no somos eternos
y este cadáver intrigante
pronto lo superaremos.
Tomado de:

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