viernes, 31 de enero de 2020

POEMAS DE JOSEF WEINHEBER


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(9 de marzo de 1892, Viena - 8 de abril de 1945, Kirchstetten, Austria)



SABER EN SILENCIO

Saber en silencio que partes
pronto abajo, hacia los Padres.
Arriba, en el sagrado cielo,
las nubes viajan en el viento.

Inclínate sobre la corriente,
escucha cómo callan las aguas.
¿Alguna vez, anteriormente,
amaste de un modo parecido?

El que todavía tiene tiempo, nada sabe.
¡Vida profunda! Oh, despedida,
amarga debilidad del corazón
bajo la fuerza de las flores.

¡Triste, y no poder tocarlas,
dulces, dulces formas!
¡Ah, con flores no lo aqueja
su viaje postrero!

Pardo otoño, más oscuro,
¡deja que una vez más te abrace!
Caen los frutos, quizás
el corazón se rompe más resignado.

Es difícil partir en primavera.
Pero los muertos vigilan.
Hermosa flor, no debo.
Severa madre, es que me voy...

AL HOMBRE VENIDERO

¿Puedo hablar de aquel que viene? ¿De qué modo
diré su nombre secreto? ¿Yo, un hombre
entre hombres, achacoso, siempre
junto al abismo, solitario e inerme
ante la confusión del mundo, que negro irrumpe en mí,
como en una casa abandonada un tropel de ladrones?
¿Puede hablar acaso quien tropieza, hablar
quien todavía busca? Y quien se equivoca ¿puede ponerse en el lugar
de Dios y decir: Esto quiero yo?

Sí, con el derecho del prisionero, que llora
por su libertad, conjuro la libertad,
con el llamado de la nostalgia, el sueño, y
con la queja del torturado, el lejano
ordenamiento de la bondad.
Con el derecho del que sufre, oh, el único
derecho que resiste a la noche y en otra
orilla habita, en las aguas de la pureza,
con la divina pretensión del paciente, reclamo
el otoño del tormento, el fruto
viviente y lagar de la amargura, amén.

¿Debemos morirnos de hambre? Y siempre
se le dice al hombre venidero: ¿Hay hambre?
¿Debemos morirnos de frío y estar sin refugio? Y otra vez
el suelo vacila bajo nuestros pies, se parte el techo sobre la cabeza,
y la patria, vista en sueños, ya no está, no,
en los cien nombres con que se la presenta gloriosamente.
¿Debemos morir, siempre
desaparecer y morir? ¿Y nadie
borra de nuestras señas la espantosa inscripción:
“en vano”?

Lo que sufro, lo sufrimos todos. Y por ello
hablo: el que posee el lenguaje
tiene que hablar para todos.
Si peco, entonces todos pecamos. Pero, si con la palabra
acierto, anulo y redimo en consecuencia
la pérdida. Ninguna corona me es necesaria.

Hondamente y en cualquier
pobreza hemos caído; remitidos
a lo último en nosotros: a estar de pie,
a meditar, a afirmar el resto: la pobre
dignidad del hombre.
Ni la necesidad de la falta ni el acaparamiento
del devenir son nuestro peligro:
las potencias son bondadosas
para cualquier homenaje.

Nosotros, sin embargo,
nosotros saltamos por encima del orden,
levantamos de nuevo una estatua, propia de nuestra soberbia, dividimos
en vencidos y vencedores. Pero,
aquél que ya viene, ése se inclinará.

Atroz “Señor de la tierra”, ¿quién eres?
Ved, él habla de Dios y aplasta a su prójimo,
así como aplasta la flor, y nada puede
contra la propia invención, contra
toda la maldición de la caída
que lo embriaga y aniquila.
Desvalida su osadía, desvalida
su fuga del horror, espantosa,
empero, su decisión postrera: la fuerza.

¡Que no hable de Dios o de los dioses! Ambos
no están fuera de nosotros. Ay, ¿a quién exaltan
los templos todavía, allí donde las iglesias
no alcanzan a salvar?
Uncido a su ambición, con cánticos y pompa,
a Dios o a los dioses alimenta. Por encima
de sí mismo, los fortifica, pues más
y diferente que la Creación de aquéllos,
toma la propia por divina.

¡Hombre común, a ti te canto!
Entre miseria y esplendor, indignación y sufrimiento,
volverás a ti mismo, imagen de Dios.
Descansando en ti mismo,
descansarán las cosas y te amarán,
y serás dichoso en la fuerza
de lo liberado, y servirás.

¡Ven a nosotros, hombre venidero! Con el derecho del prisionero,
que llora por su libertad, conjuro la libertad,
con el llamado de la nostalgia, el sueño, y
con la queja del torturado, el lejano
ordenamiento de la bondad.

Con el derecho del que sufre, oh, el único
derecho que resiste al poder y en otra
orilla habita, en las aguas de la pureza,
con la divina pretensión del paciente, reclamo
por el término del tormento, el fruto
viviente y lagar de la amargura, amén.
Traducción: Rodolfo E. Modern
Tomado de:

Caminos del bosque


Tantos caminos atraviesan el bosque,
tanto amor se ve cansado y ciego.
¡Oh, qué frío hace el mundo!
Siempre sopla
el mismo viento malo , la misma canción siempre suena desde el campo
y la misma rima oscura y pesada:
tantos caminos corren por el mundo -
¿Nadie conduce a casa?


hojas perennes



¡Azul bañado por el sol!
Sombra
la boca de la mujer más tranquila.

Tan profundo, tan lejos, tan lejos
de la felicidad y el remordimiento.
Como lágrimas en una tumba ... ¡

Bendita estrella oscura!
La pestaña florece fielmente
y ama y sonríe.

primavera



¿De dónde, dulce primogénito en marzo,
tomas la violencia inquebrantable
y llamas la culpa de la que resuena la tierra,
y despiertas el corazón confundido?

Y aunque todavía está llorando suavemente,
quién te enseñó la suave tormenta que constantemente agoniza
y brilla como un baile redondo que
sopla de las estrellas,

que te llevó a venir en el momento adecuado
(apenas habíamos vivido, casi no habíamos vivido) )
y la tierra está floreciendo bien y de nuevo,
mientras el corazón todavía tiembla en silencio?
Tomado de:


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