Minoico antiguo
La mano deletrea en el sueño las piedras
los nombres y los ritmos del conjuro.
Y es tan clara esta voz procedente de lo opaco,
es tan simple la garganta que ella abre a lo que
pesa,
que la mano se estremece sobre las pendientes
escotadas.
Adosada a la noche, ella vacila todavía,
tantos ruidos agudos de las aguas en los dedos,
sigue una línea aún desconocida en el mundo
de punto en punto donde su tacto respira,
donde la onda de piedra desabrocha su cuerpo,
desata en el vientre la dicha de la plenitud,
ella repite la línea desconocida ya en el mundo,
en el calor del mismo estrago olvidado.
Minoico medio III
Pozos de luz de los palacios de Tilisos
pozos de sombra de las fiestas del verano
En la habitación profunda de frescor
la Piedra de la mirada en el anillo oscuro
Roto por un breve chorreo de cobre
Culebra de la fecundación, protectora de los
muertos.
Recolectores de azafrán,
Recolectores de pepitas rojas, azules y blancas
En Cnosos y en Hagia Triada
la sed de las flores bajo el peso de los muertos
curva la mano en los flancos del jarrón —
¡como brilla un instante en el vientre húmedo del
sol!
Hombres lampiños de largas melenas,
ceñidos de taparrabos, adiestrados en combates,
el arco tendido al extremo del movimiento,
cosechadores y portadores de ofrendas —
chorreo de hachas y de joyas —
damas azules y hombres de largas melenas
¿qué han visto tan incomprensible?
¿Qué era este clamor encima de sus umbrales?
año 1570
Minoico reciente I(de Hagia Triada)
Delfines, pulpos, peces
frescor de lino, de cañas, de olivos,
vibración del día en un color
gozo de una línea que se mueve todavía
y yo sueño con esta mano entre millones
de manos, sorprendida, feliz —
y no sé qué, un pigmento
que hace que el alma respire,
que vea la vida esas cosas que
vienen a mis ojos
y morirán una vez más —
Tomado de:
Piedra
Aquí los
hombres dieron un nombre a lo que ensombrece
el rostro en la indiferencia del día.
Nombre de
agua y de viento en los osarios de Algas y
de Foraminíferos.
Allí
donde el fuego al aire libre se une con el fuego que brota
hubo una señal del dios.
Fluidez
nerviosa del tejido, asperaza de una mano en
la bruma yendo a las cuestas de la fuente.
Virulencia tranquila de un orden, de un gobierno.
Ataque de
las fuerzas de la piedra allá donde se enamora de sus
capas freáticas.
Relaciones y proporciones descritas, dispersas, olvidadas —
ruido en
la ruina de su procedencia.
Postración y beso que calcinan de nuevo la tierra —
polvo de
música en el granito de las islas,
voz alta
e ininteligible del destino, lavada por la
resaca,
pánico y
cuchicheo de entrañas, cosiendo
y descosiendo nuestras vidas.
El hombre
cuando ha encontrado en la piedra las grietas y las cavidades,
las
aristas y salientes que sirven de gobierno
cuando ha
visto deshacerse el centro geométrico de
la sonrisa,
que ha
ido a reconocer en los trabajos de arcilla y
pegamento,
allá
donde la mano de dos orillas ha sellado el beso –
desnudez
mordida, exulcerada de los cuerpos,
abrillantada por millones de latidos y de gritos –
clavado
por el acorde y los números
¿por
dónde se ha escapado tu alma errante? —
———————————————————————–
Pero cuando un movimiento más vívido, el de otra
clase de
fuego
se une con el fuego visual y lo separa hasta los
ojos
cuando por las grietas mismas del ojo de fuerza se
genera
un acceso y los demuele — se escurre una mezcla
de fuego y agua que llamamos lágrimas, así en el
encuentro
del fuego surgido del ojo como de un destello, viene
un fuego
en sentido contrario, lo penetra y se apaga en el
humor,
en esa ebullición ascendente de colores de toda
clase:
deslumbramiento poco a poco absorbido por la cal[i]
—
———————————————————————–
Ídolo de mármol de Paros, rastros de rojez sobre el
pecho.
Tensiones, azares, desconcierto confiados a la muela
—
claridad que comes con el aceite y el pan,
desmembrado de su brillo, encerrado en un guijarro.
Mientras miras de ese lado de la luz
donde su extensión se recuesta en la barca
y el ojo y el mar intercambian sus aguas —
la fatiga del díos asimismo se convence
de un humilde cuidado en mella del cuerpo —
escucho los púdicos trabajos de los sonidos
crujir bajo el púrpura opaco del ropaje.
Tan riguroso es el desenlace del combate
que devuelve a sus orígenes el movimiento
y se anula el imperio de la amplitud
dejando ahí la extraña desnudez
que se excava incoercible y se perfora —
———————————————————————–
En las
canteras de Paros y de Naxos has visto
las piedras vivas secarse al sol.
Boca de
sombra contra boca de luz.
La vela
del corazón reposada en la orilla de un pecho
abierto.
El amo
aparejador las tantea del pulgar y de la uña,
conserva las francas, las llenas de bella hacha,
eligiendo
las más pesadas para los cimientos, las más duras
para el cornisamento.
Salamina,
Atenea-Afaya.
En un
bostezo, el mar, un coágulo de sangre.
Pero
cuando el día con sus potros blancos[ii] —
Polvo
gris-oro de los chillidos retumbando, cardo
de otro verano —
Una
planta llena de sollozos invade la amplitud del mar[iii]
El grano
de poros fermenta las tintas de la tarde.
Poco a
poco en intercolumnio de los pórticos
se escapa el horizonte, no escuchas más que el
desmoronamiento
ocre de los años sobre del asfalto.
«Allí,
detente. Ese lugar seco, ese desierto…»
Allí están las puertas —
Intervalo
de palpitación, sobresalto que apacigua un instante
el espacio.
Desnudos
los ligamentos de tu pesadez, desnuda la voz
aclarada
por el almiar del campo por delante —
———————————————————————–
Respiración de flauta en el peso del calcáreo.
Todo un
mundo de cosas inciertas, de claridades pardo-
grisáceas furtivas de curruca
crujido
distraído de guijarros — de los pasos agitados, en
desorden entre las medidas austeras del geómetra.
Sombra
carnal en el bosque talado de los troncos,
en el orificio húmedo de la caverna ocular
frescor,
pies desnudos del sol sobre las lozas
la más
dogmática luz desmoronada suavemente sobre la
piel o eriza, coagulada en la cabeza cuando retumban
los ruidos.
En la
colina donde vanamente contemplaste la
Proporción
donde has
tocado la inflamación de las curvas
mira la
luz intimidada, tierna y nostálgica
luz de la edad sobre el vientre erosionado —
corriente
desde los pasos en la hierba de los años —
———————————————————————–
Flautista, he errado tanto en las tierras de sombra
y no conozco tu rostro.
el tintineo líquido de las campanas del rebaño
todo ese extenso en la noche que viene sobre los
guijarros
escamas y quebrantos de una antigua memoria
desastres lejanos, partidas inminentes
porqué esas uvas ahora tan ligeras
y escucho adosado a un cielo pálido
los muertos que conocieron todos los sonidos del
aire
tantos engranajes que enmudece la transparencia
y siento en la boca los dientes rojos del alma
torbellino de danza, silbido del ala
portador
de vida y de extravíos
tú la
Regla, tú el Error,
la justa
tensión de las lágrimas
el gusto
áspero de la lengua calcinada —
———————————————————————–
Sígueme
hacia las cimas, allá, sube más, aligérate,
destrábate, sacude la pesadez que te adhiere a la
sangre. Sube más. Deshazte del fuego sombrío que te
hunde a su fondo, que te embauca con sus pétalos y
que tú
nombras veleidosamente entre luz y obscuridad, entre
comienzo y fin. Te enseñaré a perforar los
reflejos y las sombras, a sostenerte sobre la cúpula
eterna del azul. Y allí virándote hacia el vasto mar
de
de lo bello, contemplándolo, engendrarás discursos
sublimes, inspirados por un amor sin límites de la
sabiduría, alcanzarás el único conocimiento, el
conocimiento
de la belleza…
Es así
que te arrastras en la penumbra de los barrios
peligrosos. Tu palabra es un agua sorda a los
destellos
inciertos, tu alma, nodriza obscura de este conjunto
inestable de lasitudes y de fulguraciones, de
perfumes ligeros y de esencias podridas. Y tu mano
tiembla por haber tocado la hondura y lo pleno, esta
pluma
de ala en una piedra
No hay comentarios.:
Publicar un comentario