lunes, 6 de enero de 2020

POEMAS DE JOHN RUSKIN


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(Londres, Inglaterra, 8 de febrero de 1819-Brantwood, Cumbria, Inglaterra, 20 de enero de 1900)

Noche


Desmayados por la campana caen los ecos espantosos,
que rechinan dentro de la torre gris de la catedral;
No permitas que entre por el portal alto, para que
el extraño espíritu de la hora sin luna
deba dar vida a esas personas pálidas, que
yacen en sus nichos inquietos, dos y dos,
cada uno con su cabeza sobre una almohada de piedra reposada,
y sus manos levantadas , y sus párpados cerrados.

De muchos oriel deshilachados, como para burlarse,
su pálido y grave ceño de piedra
teñida de hiedra, viene la risa incongruente, y se deleita gritando:
arriba, un solitario marco
abierto de par en par al viento nocturno,
Admite su frío, así que mortal, pero tan amable
En la ceja febril y el ojo ardiente
de uno, cuya hora nocturna pasa sin dormir.

¡Cámaras melancólicas! Podría evitar
la oscuridad de tu silencio, con tanto miedo,
como lugares donde se ha cometido un asesinato lento,
¡Cuántos espíritus nobles han muerto aquí,
marchitándose en anhelos de aspirar
roídos por la burlona esperanza devorada por su propio fuego!
Creo que la tumba debe sentir un lecho más frío
para los espíritus como estos, que para los muertos comunes.

La última sonrisa -
Se sentó junto a mí ayer
con los labios y los ojos, así que blandamente sonriendo,
Tan lleno de alma, de la vida, de la luz,
con tanta dulzura mi corazón lorn seductora
que casi me había hecho homosexuales
casi había encantado la idea de distancia
(que, como el viento del desierto envenenado,
vino enfermo y pesado sobre mi mente)
Ese recuerdo pronto sería mío,
y ella ya no sonreiría para mí.
Tomado de:

Confía en Tu amor

Confía en tu Amor: si ella está orgullosa, ¿no es dulce?
Confía en tu Amor: si ella es muda, ¿no es pura?
Poner tu alma llena en sus manos, bajo a sus pies;
Fallo, Sol y Aliento!-todavía, por tu paz, Ella perdurará.

Tomado de:

https://www.translatetheweb.com/?from=en&to=es&ref=SERP&dl=es&rr=UC&a=https%3a%2f%2finternetpoem.com%2fjohn-ruskin%2f

 

«Las colinas de Carrara»

En medio de un valle de hojas florecientes
donde la vid alarga su raíz sinuosa
y abultada se abate la gavilla otoñal
y los olivos derraman su atezado fruto,
y vientos leves, y aguas nunca mudas,
hacen de jóvenes ramas y guijarros límpidos
un laúd universal.
Y aves vivaces, por el oscuro soto de mirto,
perforan con breves notas, y un plumaje bañado de rocío,
el silencio y la sombra de las sosegadas avenidas.

II

Lejos en la profundidad de cielos sin voz
donde calmas y frías se esparcen las estrellas,
se alzan los cerros de la pálida Carrara.
No hay ruido ni tormenta, ni rudo torbellino,
que puedan quebrar su serenidad de mármol solitario;
los relámpagos carmesí en torno de sus cimas
podrán sostener sus fogosas disputas:
ni escuchan ni responden; su venturoso descanso
no lo adornan cogollos, ni verdes pastos, ni el aliento
de cosa moviente alguna altera su atmósfera de muerte.

III

Pero más abajo, en un sueño plegado,
se extienden borrosas formas de vida celestial
de pálidos ceños y ojos vagos, sumidos
en una dulce paz de sombra somnolienta,
cuyos miembros retorcidos, ataviados de roca,
descienden como olas blancas sobre el humano pensamiento,
manifestado en sueños intranquilos;
en sus secretos hogares de deseada duermevela,
se elevan inmortales, hijos del día,
brillando con divinas formas en la tierra, y en su ruina.

IV

Sí, donde los brotes tienen su origen más brillante,
donde ampliamente reluce un florecer de oro,
allí se desliza la serpiente y se afana el gusano
y negra la tierra se extiende por debajo.
¡Ah! no pretendas conocer el alma de los hombres;
que visten con aparentes sonrisas sus baldíos parajes;
las palabras que se toman a broma el infortunio
despiertan no con menos ligereza, pese al corazón roto,
al corazón burlón, que apenas se atreve confesar
incluso para sí, la fuerza de su propia amargura.
Ni juzgues que aquellos de frías palabras,
los de frentes oscuras, los de corazón de acero,
con la fuerza acostada, furtiva, solapada,
de pensamientos que ocultan y punzadas que sienten,
necesiten de una cavilación en respuesta para romper su sello,
¿quién puede saber qué olas batirán el mar callado,
bajo el pobre llamamiento
desde costas lejanas, de un viento que no sientes?
Qué sonidos se despertarán dentro de la caracola,
sensible al encanto de quien sabe tocarla.

Traducción de Andrés Catalán



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