Mariposas
Y en los vasos empañados un gusto distante como en frío
crisol del alba. Qué afán incurable de hojas secas en
las
luces, ahí arriba,
de antifaces marcados con polen y ceniza
de otra lumbre. Del susurro a las pausas, toda la noche
un quehacer inacabable —jirones cobrizos, zozobra rumbo
a
las grandes lluvias
siempre posibles.
Dijera el día
en qué cortezas o sinsabores,
en qué ciudades hindúes devoradas hace siglos por la
selva
son a las alas oscuras clemencia los derroches del sol
egoísta, y al rumor
medida cierta este lance de espadas que empieza.
(Notuelles)
Duda
Mercurial,
suma de alboradas en la frecuentación del silencio,
ciervo cercado de rigor y bruma
y de esa envidia que al caer la noche,
mientras se oyen todavía los niños afuera,
se pone en la garganta —el pájaro vuela en círculos,
desciende,
y al llegar tiende las garras anhelantes—, desde
cualquier
retorno,
desde quién sabe qué amistad.
Porque creerlo es fácil, sí,
aun en estas fechas que a veces huelen como el agua de
flores que se tiran, como el agua
del manglar, fría en lo hondo y que se pudre sin prisa.
Feliz
lenguaje
y la paciencia de la lluvia en los cristales, esta
certeza de
climas y de floras
o la figura hermosa de muchacha huesuda sacudiendo sus
sandalias en la playa.
Hueledenoche
Terrestre la noche abierta en tantos lagos redondos
(comparten sin saberlo las cosas del cielo)
y ahora también, de pronto,
en esa flor de las afueras,
esa flor hecha casi de aire,
aroma sólo y que tal vez no existe
—o es la vocal más honda, ya silencio; es un monarca
débil
recorriendo a tientas
la quietud de su reino amenazado
—carencias del idioma y erosiones despacio,
escándalo del sueño cuando el pezón despierta en la
punta
de la lengua bajo su túnica de pétalo marchito.
Ante las fronteras pernocta el mar y por su piel salada
discurren ciertos signos,
dédalos de algas pardas.
Cosas son de lo oscuro.
(Turtle Island, 1974)
Siesta
O salir sin hacer ruido al golpe del día, a palpar la
humedad
que vive en los muros, detrás de trepadoras y tallos
volubles,
quemarse pies y manos con barandales blancos y baldosas
muy secas,
mirar desde abajo una ventana de hotel igual a tantas
mientras en este minuto dejado solo la brisa reacia
sigue
vuelta hacia el mar
—y por este mar se va hasta Borneo—,
ni las velas respiran y llegan despacio al puerto
las supersticiones de la tarde.
Dejar aquí
en trance vegetal el cargamento de géneros y frutos
empedernidos, sargazo de sal y penumbra, los talones
fríos,
entre ese olor a pintura nueva en los rincones
y a cedro inmortal en el armario —prosodia que el sol
desconoce. Y ahora
apartar despacio de la piel el oído
con un sonar de espuma en la ribera.
Por las terrazas desiertas, infinitivos clavados como
insectos
pacíficos.
Duermevela
Y ante el foro negro de la bahía y su círculo de
constelaciones obedientes
cuánto rumor en una vasta ausencia de palmeras (y está
el
sitio opaco de la ravenala),
el vaivén y su gemido en el cuero acre de barcas sin
luces,
una larga retórica en pilas y estrídulos
—las cosas incesantes
al pie de la ventana. No lloverá esta vez,
ni el viento trazará sobre el flanco del agua sus
renglones
huidizos,
mas será una ley de licores pausados en todas las
frondas,
gutación y ligamaza en las estancias abiertas,
como la ofrenda que fermenta en el templo a oscuras.
Por el hilo de araña del descenso
llega otra vez a la almohada el perfil seguro.
Sentimental
Mientras en el telar caliente de la lluvia se labra un
manto
de barro para el mundo
y de las azoteas a lo negro, allá abajo, escurren castos
vocativos (mañana
habrá hojas y mangos por el suelo, en el camino;
agua oculta en lugares que nadie descubre —tibia ya—
hasta muy entrado el día)
—en la cercanía malva de unos labios esa fragancia de
Damasco quemada por Tamerlán, y dura aquel barrio de
nombres
positivistas —y lo es el nombre mismo
con que vuelves los ojos de almendra oscura
y levantas las cejas tú conmigo:
—Navegar es necesario.
Tomado de:
Secreto
Ponderan mi memoria de cosas variadas
(—Tiene usted una memoria felicísima,
me dijo a mis diecisiete un viejo químico),
pero el secreto que sólo yo conozco
es que más y mejor recuerdo todo
lo que atañe a cierto olfato y cierto tacto
(no hablo de zonas erógenas pues son el cuerpo entero),
y que estos rastros mnémicos
me asaltan a mano armada en mil circunstancias.
De pronto mi órgano de Jakobson, mis manos y lo demás
despiertan, desvergonzados y simultáneos,
ante la estantigua de las ausencias,
quienes, por si fuera poco, cargan a la espalda
sentimientos, palabras, preguntas sin respuesta o
respondidas,
más toda la tramoya necesaria
para seguir existiendo sin perder lo existido
que siempre concluyó de igual manera,
pero dejando todos los detalles tragicómicos.
Huellas dactilares, indicios de ADN,
parafernalia caduca, pero ello,
lo puedo asegurar, no tiene gracia ninguna.
Sintomatología
Esto va de mal en peor.
Hace unas horas te encontré en una pieza de Scriabin
que, por tanto, en adelante será tuya.
En mi poblacho habrá esta noche una luz
y en adelante continuarán siendo más, bien lo sé:
son las metástasis que sin querer desparrama tu
existencia.
No sólo por el andar se denunció la diosa.
Es ello, estoy seguro.
Tomado de:
https://hombreaproximativo.wordpress.com/2016/09/07/tres-poemas-ineditos-de-gerardo-deniz/
S’agapóo
Te me mueres de seria, cual chiquilla,
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, evitando algún desleal beso,
te acaricié el cariz de una orejilla,
donde una chispa de oro en seda brilla;
mas desde aquel dulcísimo suceso,
la aurícula, de escrúpulo y de peso
rojea y se enfurruña, la muy pilla.
Flor: di a Miguel Hernández que he olvidado
sus tercetos, con íntimo decoro
(supones) y te apartas de mi lado
a sestear en la Mezquita Azul
de Estambul, mientras yo mi culpa ignoro
—ay, corola del Cruzeiro do Sul.
Qué importa cómo seas si eres tú.
Palinodia del rojo
No cantes ésa, rojo, porque ya no se estila.
Sólo algunas pazguatas piden perdón por ti,
pero la mayoría te reciben serenas
y hacen bien. Saben oscuramente
que, si bien a unas cuantas das algún dolor,
en desquite haces a muchas más ardientes [confidencia
de dos]
y pones una fascinadora inflexión
en los deleitosos alientos femeninos.
Jáctate mejor, rojo, de que fue el doppleriano
batocrómico corrimiento de las líneas espectrales
en conjunto hacia ti
lo primero que reveló la expansión del universo
(lo cual no es una cuestión de poca monta).
Piensa también, oh rojo, que si en ruso tu nombre
se funde con lo bello
(lo cual no es, por supuesto, lo que cree gente babosa)
es por algo —dímelo a mí, que vehemente acuso todavía
a la que siempre de rojo iba vestida
y cuyos ojos, oscuros teobromos deseados,
aún llevo en mis entrañas dibujados.
Para no ser prolijos, en fin, oh rojo contempla a tu
poeta
confiando en que lo ayudes en su triangulación
de la topografía divinal de un blanquísimo Chaco,
ruega por nosotros los rojos y los verdes,
así como por algún Rangoni malhadado.
Tomado de:
https://luvina.com.mx/foros/index.php?option=com_content&task=view&id=1799
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