En mi sangre
Nada más tengo que decir,
que vengan otros, si así quieren,
a pescar en esta agua turbia.
Yo he vuelto las espaldas al poniente.
Como una peonía de corola arrancada,
miro el árbol gigante con asombro:
Veo un hombre pender de cada rama.
Yo no hubiera querido -¡no!- combatir aquí.
Vosotros, insaciables de las guerras,
¡venid, gustad sus frutos!
Sobre el mapa, el Espíritu del Mal está inclinado,
mordido en las entrañas de una sed insaciable
de espacio y sangre joven.
"¡Venid!", aúlla, oscura, la boca del abismo.
Nada más tengo que decir.
Hierven charcos de agua corrompida,
a cada paso yace alguno,
alguno del levante o del poniente.
¡Oh, hermanos míos, en mi sangre
llora la historia de mi tiempo!
1942
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
La guerra
Están los que juegan con su propia cabeza,
como una pelota única,
lanzada al alto,
contra la tierra,
atrapada en la mano,
golpeada con el pie,
pero no mas que una sola pelota.
Otros juegan con las cabezas ajenas,
con muchas cabezas a la vez, con todas.
Las agarran al vuelo, las tiran al aire
diestramente, sin que caiga ninguna,
tan bien que el horizonte se llena de cabezas
y el cenit
y los puntos cardinales.
1966
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
La huida
Ten cuidado, no pierdas un instante,
el más terrible perseguidor
de ti eres tú mismo.
Huye, huye, huye de ti, huye con todas tus fuerzas
porque nada puede haber más terrible
que sentir que nos agarramos nosotros mismos, furiosos,
por los hombros, por la cintura.
¡Detente! ¿A dónde vas? Porque tú has robado
y derrochado sobre todos los caminos
todas las monedas del amor, del orgullo.
¡Responde! ¡No huyas! Aturdido
te miras en tus propios ojos como en un espejo.
Quisieras mentir, pero ninguna mentira
es posible ante tu propio yo
cuando en verdad yo ignoro si hay alguna ventaja para
ella en tales circunstancias
y para el que la dice, para aquel que la escucha,
aunque fuese mejor comprendida que en otro momento.
¿O conoces quizás otra salida? Párate, de pronto,
porque tu yo te adelanta
a fuerza de correr a tus talones,
y vuélvete de prisa y da marcha atrás.
1966
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
La naturaleza habla
Cuando lloras, soy prado cuajado de rocío,
cuando tú ríes, soy la más feliz cascada,
a la noche, yo soy para ti luna nueva,
soy viñedo, en otoño, de sazonado fruto.
Si tú llamas, respondo lo mismo que la gruta
con una voz en ondas repetidas;
de cuanto tú me dices no olvido una palabra,
hasta cuando parezco a veces estar muda.
Cuando tu boca está cargada de amargura,
sobre tu labio exprimo el dulzor de las flores;
cuando tu corazón es un carbón,
yo pongo en tu deseo los diamantes
que cortan el cristal de las tinieblas
que te cercan y hacen levantar
una llama en las cimas de la nieve,
para que al subir veas y oigas cómo se calla
la eternidad velando tu camino
cuando estás explorando el universo.
Yo soy la cuna de tu infancia y soy
la urna de la hora de la angustia,
esa última que queda
cuando del hoy te pasas al mañana.
Sé tú el vuelo que sube de la arcilla,
sé tú la antorcha que en sí misma arde,
sé tú canto e impulso hasta el final,
sé tú el alba sin desfallecimiento
que escoge en su crepúsculo los nuevos
ojos que miran ante sí guardando,
sé tú venablo de estrellada punta
que va el amor llevando por el mundo.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
La sombra de Hiroshima
Grabada en los peldaños hay la sombra de un hombre.
Estampada en la piedra estará para siempre.
Ha sido inscrita allí por los dueños del átomo.
Como cuando a la muerte un perro aúlla,
así el recuerdo ladra entre los muros,
aúlla hacia una torre negra, triste y quemada.
El hombre ya está muerto, pero la sombra grita:
¿En dónde está mi hombre? ¿ Quién lo ha matado?
Las ruinas se callan, un alambre se enreda
en un cerezo que entreabrió sus flores.
Quiere la primavera, con las piernas quebradas,
lanzarse impetuosa fuera de los escombros,
¡Hiroshima! ¡Quemados, bellos senos
de mujer, en el centro de las llamas, sangrantes!
Tus niños están huérfanos. La sombra grita: "¿
Dónde
están los despiadados que llevando
antorchas cegadoras descendieron
y destruyeron cunas, libros, palas y padres?"
¡Hiroshima! La sombra de un hombre está grabada
sobre una roca, y siempre estará ya en la piedra.
Crece la hoja, luego cae del árbol,
solamente la sombra no puede separarse.
Queda. No se acostumbra a esta ausencia de un hombre
entre los calcinados escombros de las ruinas.
"¿Eres mi hombre, dime?", les pregunta
a todos los que pasan a su lado.
Y ensombrecidos todos le responden:
"No sé, mi pobre sombra, no soy yo... "
Y la sombra contempla, mira siempre
a todo aquel que pasa cerca de ella...
Pasan los transeúntes con su sombra,
unos veloces, otros lentamente.
Queda, sola, la sombra, sin premura.
Miradla, ya sin hombre que la lleve al trabajo.
¡De todos estos seres no hay ninguno
que bajo el sol camine sin su sombra!
La sombra, centinela, está en su puesto,
para siempre jamás está velando
a fin de que no vuelva lo pasado,
de que jamás estalle la tormenta,
de que la llama nuclear no queme
la flor de nuestra humana primavera.
1956
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
Las llaves
He llegado a ser tu caja de caudales,
tu caja de secretas cerraduras,
y me has llenado de años,
moneda a moneda.
Ábreme, tiempo,
toma tus años,
todos,
o al menos algunos,
los últimos,
algunas decenas.
Yo te ofrezco a cambio
la plata de mis sienes,
las ricas pinturas
sobre los muros de mi alma,
mis sufrimientos
petrificados como en Pompeya,
bajo la lava, bajo las cenizas ardientes
de mi corazón,
las estatuas de mármol
-recuerdos de mujeres amadas-.
Yo te hago el don
de Castalia,
de mis lágrimas no lloradas,
y de todo,
a cambio de algunas docenas de años
que tú me has confiado,
y yo te ruego
de rodillas
que me los tomes de nuevo...
¿Por qué este silencio?
Parece como si no escuchases nada,
ni siquiera me miras...
En definitiva, esos años son los tuyos,
no los quiero;
tú me conoces, no soy un usurero,
no me gustan las riquezas.
¿Odié a los ricos
por ser yo
tan rico....
Abre,
vuelve a tomar los años,
vete, no te pido ningún alquiler,
aunque los haya alojado
en mi carne...
Tiempo, ¿estarás sordo?
¿Ya no comprendes el rumano?
No finjas, yo tengo bastante
con ser el depositario
de los centavos
de los años...
¿Pensaste que no los iba
a contar?
Pues bien, no. Al principio,
cuando todo me parecía
una burla, sí;
hoy estoy harto,
tus años pesan cada vez más,
su metal es cada día más sombrío,
su canto dentado hiere,
el águila tiene el aire de una fiera,
con cabeza de muerto.
No quiero nada más.
Me pongo de rodillas,
beso los bordes de tu eternidad,
me humillo ante ti:
no me abandones,
vuelve a tomar tus años,
no me hagas levantar la voz,
escúchame,
¡ábreme!
¡ Ah, miserable,
has perdido las llaves!
1966
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
Tapiz
Los tapices de mis recuerdos están hechos
de lágrimas, de estrellas y de sangre.
Yo los tejí, bordándoles a través de los tiempos
ramajes con retoños de flores y de espinas,
y entre las hojas, en calientes nidos,
eduqué ruiseñores y tuve nuevos cantos.
Mis raíces tomaron, como garras, la arcilla
y al final busqué a tientas en lo desconocido
salpicado de astros y busqué
con paso alado entre las tempestades.
Yo soy como una arena de fósiles, de conchas,
de indescifrables y olvidadas páginas,
un cementerio de tumbadas piedras
con los nombres grabados en idioma extranjero.
Yo soy la queja que se esparce al viento
cuando la piedra pesa ya sobre el ataúd.
Soy el montón informe de vasijas quebradas
allí donde habitaron los más antiguos hombres.
Soy la gruta manchada por imágenes
que retratan la fauna de otro tiempo.
Con crueldad mis abuelos abatieron las bestias
trazando con los sueños y la sangre un camino
que del fondo del tiempo marcha hacia no sé dónde,
pero que sin embargo debe desembocar
en el claro de un bosque donde haga calor siempre...
Pero el rastro es muy largo y viene de muy lejos.
y parece que el claro, de pronto, está y no está,
sobre la boca abierta de una roca escarpada.
Hemos robado al sol el fuego y su secreto,
que se torna en pesada carga para nosotros
lo mismo que un peñasco suspenso en el camino
del muchacho y la joven que en sí llevan
tentadores placeres en la carne
igual que en los toneles reposan las soleras.
¿Aplastará la roca la vida y en los campos
floridos dejaremos que persista la niebla?
¿La geometría de las nuevas fábricas
consentiremos luego que se hunda
sobre los mismos que la construyeron?
La fe, con sus encantos incansables, trabaja
el llano de la duda. Hemos mandado ya
cohetes a la altura que se embriagan
con los espacios cósmicos y han ido a buscar nuevas
pruebas de que la vida ya no tiene poniente
para el hombre impulsado a vencer combatiendo.
Aquellos que en tu rostro han escupido,
se tragarán la afrenta. Fuiste dado
a innumerables hombres, te ofreciste
por su felicidad y por tu gloria,
¡tú, agudo acero, tú, mi flor suave!
Los tapices de tantos recuerdos has sembrado
de resedas, haciéndolos florecer para mí.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
Tú gritas
Tú gritas hacia el hombre que se esconde en ti,
él no vuelve la cabeza.
Tú le agarras por el hombro,
él sigue hacia adelante.
Tú vienes a su encuentro por caminos disimulados,
sus ojos te miran ciegos.
¿Adónde va el hombre en mí escondido?
No responde, pero sigue hacia adelante,
por un camino sin camino,
a paso igual,
a paso rápido
y coge con su mano
alguna estrella caída de tus párpados,
que traga sin masticar
y sigue hacia adelante.
Tú le pones un obstáculo,
tropieza pero no se detiene.
Tú le cavas un foso en su camino,
sin mirarlo alarga el paso
y sigue más lejos.
Tú haces rodar piedras sobre él
desde tu cima rocosa y calva.
El cae, se levanta
y continúa andando.
Tú le dejas partir solo
y lo miras alejarse
hasta perderse de vista.
Pero siempre tú oyes el ruido de sus pasos
seguro, infatigable
en la cadencia de tu corazón.
Tú corres detrás de él
sin alcanzarle.
Tú no oyes más que sus pasos, nada más que sus pasos
trotando dentro de ti a través de la noche.
¿Dónde estás, hombre mío?
Espérame, yo te sigo.
Tengo miedo, detente,
no puedo dejarte solo,
iré donde tú vayas,
no importa adónde,
no importa cuánto tiempo.
Hasta si no es a ninguna parte,
hasta si es para siempre.
Quiero ayudarte,
en tus ojos ciegos
encenderé las llamas de mis miradas,
a tus oídos pasaré mi oído,
acostumbrado a oír la tormenta a través de los
silencios.
Y yo te cantaré
canciones de embriaguez y de amor,
canciones viejas,
las más nuevas canciones
para expulsar tu tedio
a través de tu viaje sin fin.
Espérame, no me dejes en estos parajes,
llévame contigo.
¿Se detuvo?
Yo posé la mano sobre mi corazón,
apenas si latía.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ediciones Era, S.A. 1966
Tomado de:
http://amediavoz.com/beniuc.htm
En mi siglo (traducion de Un Vallekano en Rumania)
Hemos pasado ya una epoca, me parece,
porque no hay mas boyardos en los campos
y ni el oro ni la ciudadelas, señores,
no son solo desiertos para los pobres.
Con tulnic y gaitas hemos domado a las fieras
hemos dejado que los otros
se diviertan, mientras trabajaban duro
las hoces y los martillos.
Hoy quizas seamos en la bandera roja
un punto entre millones de gotas vino
o quizas una ola rompiendo como en un asalto
en grandes turbinas hidroelectricas
con el ruido de romper eslabones y cadenas
y espumeando desde arriba
Bandera en el horizonte (traduccion de Un Vallekano en Rumania)
Los que pudieron llegaron por la bandera
era suficientemente roja para ser vista
y algunos se pararon ante el umbral
presos de su propia impotencia
Yo sigo caminando, pero cuando ya no pueda,
andar adelante en la vida tempentuosa
la brillante bandera la lanzare al horizonte
como el hermoso sol rojo sobre el mar en las mañanas
claras,
brilla en las extensiones verdes plateadas .
Estrella roja (traduccion de Un vallekano en Rumania)
Se chocan las nebulosas
los sistemas solares,
las estrellas,
los astros se apagan y devienen
materia muerta
y resucitan despues como una supernova,
los átomos murmuran..
Las esferas cantan,
y millones de años luz atraviesan,
o vienen, ¡Quien sabe!
Limitado por el infinito
esta el hombre, en el cabo de Buena Esperanza.
Nombra las estrellas sin numero
mide la lejania sin fin
y corre con su pensamiento,
a veces delante, otras detras,
construyendo efimeras verdades y grandes sueños
sobre incertidumbres cada dia mas grandes.
El sueño esta lejos.
Como las rojas estrellas inmensas,
que son miles de veces
mas fuertes que nuestro sol
en cuanto a su luz, en cuanto a su calor.
La libertad es una estrella roja
y el hombre la observa, soñador,
a traves de su telescopio.
Tomado de:
http://espina-roja.blogspot.com/2011/04/mihai-beniuc-poeta-socialista.html
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