Piches entre la luna y las nubes
Pasa el viento, pasan las nubes,
pasa la luna con las nubes.
Gritos de aves sollozantes rasgan el silencio:
Piches entre la luna y las nubes.
Año con año pasan,
y sus gritos llenan de tristeza el mundo
y mi vida.
¿Estaré contigo, estarás conmigo,
cuando pasen de nuevo
entre la luna y las nubes?
Primer aguacero
Anoche, toda la noche,
cayó el primer aguacero.
Por eso
alegre estaba el campo en la mañana
con su camisa blanca de todos los domingos
y el pantalón azul de la Semana Santa.
Alegre estaba el campo
de azul y de blanco.
Silbando se fue a la ciudad
con su nuevo sombrero de pita;
trascendía a hierba, a fruta y a humedad.
Como viera los árboles todos llenos de trino,
como viera las nubes todas llenas de sol,
compró para el colocho un centavo de olor
en la venta que puso mayo en el camino.
Tomado de:
http://poesiabreve-briefpoetry.com/luiscabrales.html
CAMPOSANTO RURAL
En este camposanto rural descansar quiero
para siempre,
aquí, junto a los míos.
Cubierto de altas hierbas
con nidos de palomas y conejos,
los árboles hojosos
agobiados de flores y de mieles,
los pájaros brillantes
tirando, chupando, revoloteando,
la tierra olorosa siempre tierna
como tierra de mayo,
y los lentos mugidos de las vacas
llegando a yacer sobre las tumbas de los amos.
Aquí descansar quiero,
muy cerca de los muertos de los barrios,
de mis compañeritos de vagancia,
Luis Campos, José Castro, los Lagunas,
que envejecieron y murieron,
y se vinieron aquí desde hace tiempos,
y acostados están oyendo el río,
las aguas oyendo de sus baños y sus risas,
oyendo y recordando para siempre.
Aquí
descansar quiero,
aqui junto
a los míos,
no en
polvo convirtiéndome:
en tierra
fresca y tierna de mi tierra.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/nicaragua/luis_alberto_cabrales.html
INVITACION A MIRIAM
¿Te has dado cuenta, Miriam, de que las lluvias han
llegado?
El sol rabioso del verano se enterneció de pronto,
y amanecieron charcos,
y caballitos de San Vicente y mariposas
sobre las aguas de los charcos.
Y de nuevo ese canto en la noche,
el lejano canto de las ranas en la noche,
el dulce canto de amor entre la noche.
Recuerdo, Miriam, cuando ya desfallecida,
desfallecidos los dos en la orilla del sueño,
ese canto oímos lejano,
y en la sombra caíamos, hundiéndonos, hasta el fulgor
del alba.
Ha venido el tiempo del amor, amada mía,
los más pequeños animalillos de Dios se están amando,
y tú, terca, en tu rincón, enfurruñada.
Piensa en los poetas tontos que al ruiseñor cantaron,
oye ese dulce canto de los nocturnos charcos,
ven a oírlo conmigo en el revuelto lecho.
La pobre carne busca el arrimo de otra carne.
No es bueno que el hombre esté solo, dijo el Señor
compadecido.
Y Eva, nuestra madre, y tú, vinieron a la vida.
Obedece al Señor, Miriam querida.
Tomado de:
http://poetasfamososnicaraguenses.blogspot.com/p/luis-alberto-cabrales.html
CARTA A MI MADRE
Te escribo para decirte
que tengo un nuevo conocido,
el Otoño, con la fría brisa nordeste
soplando sobre álamos y plátanos de la India
en las aceras de Madrid;
y hojas cayendo unas sobre otras amontonándose
o llevadas por el viento a media calle
o agarradas en el aire por mis manos;
hojas secas, amarillas, crujientes,
recogidas por barrenderos en la madrugada
y más tarde en un montón
quemándose
y el humo grueso subiendo
entre las ramas desnudas, blancas, húmedas,
al mediodía.
Ya es la época de Navidad.
Estamos en Diciembre,
y cómo está la casa?
Estará florecido el pastor
junto al muro negro?
No se ha secado el pozo
y el alcaraván va por el patio?
Ya has pintado -por supuesto-
el cuarto de Clarence del color crema
que aún quedaba en el tarro.
Ya habrás hecho las diligencias de la casa
para esta época
y comprado el mantel blanco para la mesa
y llenado el florero de narcisos rojos
del traspatio
y encendido el cesto de rosas eléctricas
en la noche, para Nuestro Señor,
y cubierto de cortinas el cuarto de Alberto y su esposa
esperando al nieto
por primera vez abuela
y estarás contenta con la llegada del nieto
que conocerá tu Buen Olor
que yo conocí entonces.
Y te veo en las tiendas acompañándote
como lo hacíamos siempre
rodeados de arbolitos cubiertos de luces
y el cielo negro pellizcado de estrellas
y ese olor de purísimas
olor de madroños y triquitraques quemados;
manzanas y uvas y juguetes en el Mercado San Miguel
y sus alrededores;
candelas romanas en manos de los niños
y villancicos de pastores y del Niño Jesús
en la Catedral Metropolitana
y mi luna de Nicaragua que es grande y dulce como tú.
https://lanuevaprensacr.com/julio-cabrales-el-incendio-de-su-voz/
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