LLAMARON A MI CORAZÓN
A mi corazón llamaron:
corrí a abrir con vida y alma.
Veo en la puerta a mi Amor
con una cruz que me espanta.
-Pasad, si os place, Señor,
pasad, que ésta es vuestra casa;
si sólo una choza es,
haced de ella vuestro alcázar.
Y, haciendo mi noche día,
Jesús entró en mi morada;
pero al entrar en mi pecho
dejó la cruz en mi espalda.
Versión de L. Guarner
SUM VERMIS
Non vivificatur nisi prius
moriatur ( 1° Cor., 15, 36).
E carcere ad oethere.
Dant vincula pennas.
Miradme aquí, Señor, a vuestras plantas,
de todo bien desnudo, enfermo y pobre,
de mi nada perdido en el abismo.
Vil gusano de tierra, por un rato
be venido a arrastrarme a la ceniza.
Mi cuna fue un grano de polvo
y otro grano será mi sepultura.
Quisiera ser algo para ofreceros,
pero Vos me queréis pequeño e inútil
y desnudo de gloria y de prestigio.
Haced de mí lo que queráis, hoja seca
de las que el viento lleva, gota de agua
de las que el sol, sobre la hierba, seca,
o si queréis, motivo de escarnio.
Yo no soy nada, mas mi nada es vuestra;
vuestra es, Señor, y os ama y os quiere.
Haced de mí lo que queráis; no soy digno
de andar a vuestros pies; cual árbol estéril,
arrancadme de raíz de la tierra;
devastadme, abatidme, aniquiladme.
Venid a mí, congojas del martirio,
venid. Oh cruces, mi oro y mi fortuna,
ornad mi frente, engalanad mis brazos.
Venid, laurel y palmas del Calvario,
si hoy ásperas me sois, pronto me será
a vuestra sombra dulce sentarme.
Espina del dolor, ven a punzarme;
corre a abrigarme con tu manto, oh injuria;
calumnia, a mi alrededor lodo apila,
miseria, ven para llevarme a rastras.
Versión de José Batlló
Tomado de:
http://sonferrer.com/poetas/verdaguer.htm
A orillas del mar
Snbir me place al alto promontorio
Que el piélago domina,
A meditar mientras el sol radiante
Desde el zenit declina.
A la luz de esa antorcha miro el cielo,
Y cubierto de espuma
El dilatado mar; grandeza tanta
Mi pequeñez abruma.
Hablo, y escucho á las galanas ondas,
Y en mágico espejismo
Gozóme en festejar muertos ensueños
Que evoco del abismo.
¡Cuántos castillos levanté en la playa!
Derribólos el viento
Con sus torres y cúpulas altivas
De oro, y cristal, y argento.
Blanca como un sirio
Blanca como un cirio,
pura como un lirio,
la Virgen divina
al templo camina,
llevando en sus brazos cual rayo de luz
al niño Jesús.
Cuando Simeón
ve a Cristo en Sión
le toma y le mira,
y canta y suspira.
María: ¡qué espada de pena y dolor
herirá tu amor!
La Virgen María,
después de aquel día,
miraba a Jesús,
entre dos ladrones, clavado en la cruz.
Tomado de:
https://www.buscapalabra.com/poetas.html?nombre=Jacinto%20Verdaguer
Don jaime en san jerónimo
Por ver bien a Cataluña,
Jaime primero de Aragón
sube al pico de San Jerónimo
a la salida del sol:
¡qué pedestal para la estatua!
¡Para el gigante, qué mirador!
Las águilas que anidaban
en la cumbre la hacen sitio;
sólo el cielo miraban ellas,
él mira a la tierra también;
¡qué grande y hermosa le parece,
amada de su corazón!
En su cielo tiene pájaros y ángeles,
en sus campos flores y verdor,
en sus cuadrillas la alegría,
en sus familias, amor,
guerreros en sus murallas,
veleros en sus puertos,
naves de paz y de guerra
ansiosas de emprender el vuelo.
Las olas besan sus plantas,
la estrella besa su frente
bajo un cielo de alas inmensas
que es su real pabellón.
En su trono de montañas
tiene el Pirineo por refugio,
por almohada verdes bosques,
por alfombra prados de flores
por donde juegan y se deslizan
torrentes y arroyuelos,
como por un campo de esmeraldas
anguilas de plata y oro.
Del Llobregat ve las orillas,
las vegas del Besos
que conoce por las arboledas
como las rosas por el olor.
Las villas a su alrededor
parecen rebaños de corderos
que, abrevando al atardecer,
aguardan la luz del nuevo día.
Llena le habla de Lérida
que el granero de Roma fue;
Albiol, de Tarragona,
tan antigua como el mundo;
Puigmal, de las dos Cerdañas,
como dos canastos de flores;
Montseny, de Vic y Gerona;
Albera, del Rosellón;
Cardona, de sus salinas;
Urgel, de sus mieses de oro;
Montjulc, de Barcelona,
a la que ama por encima de todo.
Mirando a Cataluña
se siente tomado el corazón.
«¿Qué puedo hacer por mi amada?»
se repite lleno de amor,
«si del cielo desea una estrella,
desde aquí se la alcanzo yo».
«No desea una estrella del cielo»,
le responde una dulce voz,
«la más bella que existía
le fue colocada en la frente.
Devolvedle a dos hermanas
que tomó el moro traidor,
una yendo a coger perlas
junto al mar de Montgó,
la otra nadando entre cisnes
cerca de donde volaba el buitre».
Volvió los ojos hacia Mallorca,
como un palomo la divisó,
nadando entre cielo yagua,
vestida con un rayo de sol;
a Valencia no la avistó,
mas sí los alcores
que del huerto de la sultana
son muralla y mirador.
Desenvaina la espada
y levanta el trueno de su voz:
«¿Hermanas de Cataluña
y aún llevan el yugo?
Rey moro que las tomaste,
a mis rodillas quiero verte.»
Si los moros lo avistasen,
las dejarían por miedo,
como dejaron a Cataluña
cuando, de Otger entre los leones,
Rolando les lanzó una maza
desde la cumbre del Canigó.
Cuando vuelve los ojos a la sierra,
busca a quien le respondió:
en la ermita más alta
tiene la Virgen un altar de oro,
nadie hay en la capilla
y ella tiene el labio abierto.
Poniendo a sus pies la espada,
cae en tierra de rodillas:
«A rescatar las cautivas,
María, conducidme vos:
A mi pecho daréis coraje,
a mi brazo, fuerza y brío,
y si al subir a la sierra
me llamaban rey hermoso,
cuando vuelva a visitaros
¡me llamarán el Conquistador!»
Versión de
José Batlló
Tomado de:
http://www.poesiaspoemas.com/jacinto-verdaguer/don-jaime-en-san-jeronimo
A Mi Dios
Confitebor tibi in cithara, Deus,
Deus meus (Salmo XLII)
Por derramarme sobre la frente rosadas perlas
se mecen el pino y el madroño,
por mí trinan tórtolas y mirlos,
mas yo canto por vos.
Por vos que el canto pusisteis en mis labios,
la cítara en mis dedos,
y en mi vacío corazón la dulce fe de los abuelos
que el espíritu ensancha.
Llenarémelo de amor para dároslo,
lo veréis entero aquí;
harémelo huerto florecido para coronaros;
¿queréis más de mí?
¿Queréis que con vuestra Cruz haga la guerra,
la guerra del amor?
¿Que descalzo recorra toda la tierra,
buscándoos amadores?
¿Queréis gota a gota la sangre de mis venas?
¡A chorros os la daré!
¿Mis miembros uno a uno, más entretelas?
¡Todo yo me lo arrancaré!
Mis pensamientos, afectos y memoria
quitádmelos si queréis;
¿queréis que renuncie hasta a la Gloria?
¡Señor, no me la deis!
Mas, ay, no queráis tanto, dulcísimo Jesús;
de quien os ha sido traidor ,
cual un amable hijo amadisimo,
quered tan sólo el amor .
Quered que ensaye aquí los trinos
del ave del paraíso,
para hacéroslos luego más regalados
con sistro de oro feliz.
Quered que deje las mundanas rosas
por las de eterno aroma,
que ponga los pies sobre todas las cosas,
y a Vos sobre mi corazón.
Al Rey del cielo que a todos nos invita,
¿quién el corazón le negará?
A un Dios que ama con ese amor sin medida,
¿quién no lo querrá?
¡Quién fuese aire de abril, del llano y de la sierra
para juntaros el incienso!
¡Quién fuese torrente, para inundar la tierra
con vuestro amor inmenso!
Oh, si se pudiese en vuestro fuego arder,
no se diluiría tanto,
ni serían las grandezas polvo y ceniza
que el aire va aventando.
A vuestro aliento que omnipotente la lleva
latiría como un corazón,
ahriendo del vuestro a cada poco la puerta
sus latidos de amor.
Su dulce perfume, al subir a las nubes,
deshecho llovería como miel,
y el morir tan sólo sería volar
de un cielo a otro cielo.
Mas, ay, la tierra al canto de vuestra gloria
aún no se despierta, no;
pero cantemos; el idilio que aquí moría
ya halla en el cielo resonancia.
La cigarra en verano, ¡pobre cigarra!,
se afana cantando,
y yerta y colgada en los romeros de un ala
suele en invierno brillar.
Así, al ver alguien mi fosa cavada
no lejos de mi cuna,
dirá: «¡Pobre cigarra enamorada,
murió cantando al Sol!»
Versión de José Batlló
El Hundimiento
Entre rayos y olas destrozados hervían
de Calpe los jirones, que arrastraban detrás
los esquinados bloques que al cóncavo salían
a ver la luz del cielo que no vieron jamás.
Ante el fragor del caos se abisman nuevamente
sobre el sillar que siempre les sirvió de sostén
y en el antro siniestro de aquella mar rugiente,
truenan y se estremecen con hórrido vaivén.
La que tálamo fuera de Hespérides hermosas,
se hunde y sus picachos ruedan al valladar;
y exhala tristes ayes y voces angustiosas
cual hembra que, en mal parto, la vida va a dejar.
Al monte abren sepulcro las llanuras rajadas
lanzando resoplidos terribles al crujir;
ya no caen ciudades ni torres almenadas;
de un mundo en la agonía mortal es el gemir.
El Minhocao enorme que duerme en sus entrañas
al ver que así las rajan, ardiendo de furor,
sale entre los escombros de pueblos y montañas
y los monstruos marinos se ocultan con pavor.
Mas otros, el abismo escupe entre las rocas
que en el árbol que cruje tenían su nidal;
ogros y basiliscos de ennegrecidas bocas
y enormes sierpes boas de erizado dorsal.
Cual dique que se rompe, la tempestad revienta
en rayos fulgurantes y sierpes carmesí
y al paso de las olas que Atlántida sustenta,
sus raíces profundas arranca tras de sí.
Sobre su cuerpo danzan las iras del Eterno;
su frente y pecho aplastan la furias de Satán,
mientras hacia el abismo, los genios del Averno
cual gnomos contrahechos, la empujan con afán.
Y encima de los montes cual toros sin barrera,
el mar Mediterráneo las olas ve en la lid,
que con enormes rocas chocan en su carrera
y a empellones las tiran sin decirles: «Huid».
Del torbellino en alas pelea el mar helado
con islas, continentes y hielos en montón,
que en lajas los arroja del uno al otro lado
seguido por las naves, las fieras y el ciclón.
A lo lejos, la Atlántida en su tálamo echada,
con la voz de poniente responde al ronco mar;
y para abrir la presa de su sierra encrestada,
enormes moles de agua le arroja sin parar.
El muro de peñascos cae con estruendo
como a las duras hachas el roble secular;
y ruedan las almenas a su fragor tremendo
mientras se desmorona su asiento circular.
Se aterra; y sus escombros en alas de las Furias,
las olas levantiscas reciben en montón,
rellenando los llanos que hollaron mil centurias
y arrancando los montes que respetó el ciclón.
Chocaron; con sus aguas, sus aguas se juntaron
y al fragor de los rayos y del trueno al bramar,
con eternal abrazo la su amistad sellaron
entre flotantes selvas e islotes sin formar.
Cuando Dios rompa el mundo, así entre sus despojos
se verá al sol rodando cual despeñado alud,
buscando a tientas, ciego, sus resplandores rojos
y a la Parca a los muertos llamando en su ataúd.
Mas la voz del arcángel domina los rugidos
y le envía más furias, rayos y tempestad.
«¡Cerrad con ella polos del Norte y Sur unidos!,
¡fieras, a dentelladas su cuerpo destrozad!»
Y con el raudo azote de su rojiza espada
las hostiga, iracundo, chispeando al rasgar
y el reino derruido y la aldea incendiada
juntan sus fieras voces a las del ronco mar.
Versión de Ots y Lleó
Tomado de:
https://www.poemasde.net/el-hundimiento-jacinto-verdaguer/
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