Pérdidas
No fue el morir: todos mueren.
No fue el morir: ya habíamos muerto antes
en los accidentes rutinarios—y nuestros comandantes
llamaron a la prensa, escribieron a nuestras casas,
y aumentó la estadística, todo por causa de nosotros.
Morimos en una página de almanaque que no era la
nuestra.
Desparramados sobre montañas a cincuenta millas de
distancia.
Cayendo de cabeza en un pajar, peleando con un amigo,
nos encendimos en las líneas que nunca vimos.
Morimos como hormigas o perritos extranjeros.
(Cuando salimos de la escuela nada había muerto que nos
hiciera comprender que podíamos morir así.)
En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones,
bombardeamos
los blancos del desierto o de la costa,
disparamos sobre los objetivos remolcados, esperamos a
ver qué tantos
nos apuntamos, y pasamos a ser relevos y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.
No fue diferente: pero si morimos
no fue por accidente sino por error
(por un error muy fácil de cometer).
Leíamos nuestras cartas y contábamos nuestros vuelos—
En bombarderos con nombres de muchachas, incendiábamos
las ciudades que aprendimos en la escuela—
Hasta que se nos acabó la vida. Nuestros cuerpos
quedaron
con los de la gente que matamos sin conocerla.
Cuando durábamos lo suficiente, nos daban medallas;
Cuando moríamos, decían, “Nuestras bajas fueron pocas”.
Dijeron “Aquí están los mapas”; quemamos las ciudades.
No fue el morir, no, no el tener que morir;
pero la noche que morí, soñé que estaba muerto,
y las ciudades me dijeron “¿Por qué estás muriendo?
Estamos conformes, si tú lo estás”. Pero ¿por qué morí
yo?
Randall Jarrell (estadunidense;
1914-1965). Versión de Ernesto Cardenal. En: 101 poemas. Antología bilingüe de
la poesía norteamericana moderna. Compilador/Editor: Salvador Novo. Editorial
Letras, México, 1965.
Tomado de:
REFUGIADOS
En el gastado tren no hay asiento vacante.
Los niños dentro de la máscara rasgada
Tendidos imperturbables en el desierto
Del destrozado compartimiento ¿Es la calma de ellos
extravagante?
Tienen caras y vidas como vos ¿Qué es lo que los poseyó
¿Para que tuvieran voluntad para unirse por esto?
La seca sangre centellea a lo largo de la mascara
Que ayer poseía
Un país más agradable que éste.
¿Lo tuvo? Toda la noche en el interior del gastado
Tren que se mueve silenciosamente, los rostros están
vacíos.
¿Alguno de ellos habrá encontrado el costo extravagante?
¿Cómo pudieron? Dieron lo que poseían
Aquí todas las bolsas de dinero están vacantes.
¿Y, además, qué podrá satisfacer estas extravagantes
¿Lagrimas y deseos del Niño?
¿Es obligatorio aceptar la anulación de su terrible
mascara
¿En los días y rostros y en las vidas que ellos
derrochan?
Qué otra cosa es sus vidas excepto un viaje a la vacía
¿Satisfacción de la muerte? Y la máscara
Que ellos vistan esta noche continuara sus derrochados
Ensayos de Muertes. Es realmente extravagante
Leer en sus caras ¿Qué los poseyó
¿Para qué no fueran involuntarios a unirse para esto?
LLAMADA DE CORREO
Las cartas siempre se evaden de las manos
Unas patinan como un destello dentro de una piedra, caen
como pájaros.
Seguramente el pasado desde los cuales las cartas se
levantan
Está esperando en el futuro ¿transcurrirá en las tumbas?
Todos los soldados han sido visitados por los fantasmas
de sus vidas.
Ellos demandan desde su calidad pagada en papel
Que establece, como el olor, una presencia.
En cartas y en sueños ellos ven el mundo.
Esperan: y el convenio de los años
En una mano vacía, en un sonido indecible-
El soldado simplemente anhela su nombre
ARTILLERO
¿Me enviaron lejos de mi gato y de mi esposa
A un doctor que contó mis dientes y me empujó
¿Hacia una línea en el llano hacia una cocina de hierro
en una tienda?
¿Les cabecee a las moscas de las escuelas?
¿Y los luchadores se enrollaron dentro del rastro como
conejos—
La sangre congelada sobre mí entablillado como una
costra
Ronqué, todo quieto y gris en la torreta
¿Hasta que las palmeras fuera del mar se volvieron rosa
con mi muerte?
¿Y los finales del mundo aquí, en la arena de una tumba
¿Con todas mis guerras encima? ¡Cuán fácil ha sido
morir!
¿Tiene mi esposa una pensión para tantos ratones?
¿Las medallas hicieron regresar mi gato a casa?
Campamento de prisioneros en un bosque prusiano
Camino al lado de los prisioneros hasta la carretera.
Peso sobre sofocado peso,
sus cuerpos, apilados como madera mojada,
yacen confinados o llagados con sangre
cerca del calcinado almacén. Nadie viene hoy
como antes
a palpar las orificaciones de sus dientes;
la oscura, ahusada, común guirnalda
es doblada para sus tumbas-especie de dolor.
La hoja viva
se aferra al plantado provechoso
pino si es capaz;
las ramas suspiran, hito en el verde, calmo,
respirante hito,
de esta muerta fila
que los planificadores disponían para ellos…
Un año enviaron aquí un millón:
aquí los hombres eran bebidos como agua,
quemados como madera.
El sebo del bien
y del mal, la estrella de esperanza del pecho
convertidos en jabón.
Pinto la estrella que corté de un pino amarillo-
y la planto
en suelo que ahora no rehúsa
a sus cotidianos judíos
su primer asilo. Pero la blanca, diminuta estrella-
esta muerta estrella blanca-
nada esconde, nada paga; el humo
la ensucia, un amarillo juego,
las agujas de la guirnalda se tiznan de ceniza,
una capa de escombro
cubre los negros bosques con la muerte
de los hombres; y un último respiro
se encrespa en la monstruosa chimenea…
Rió fuerte una y otra vez;
la estrella ríe desde su podrido sudario
de carne. ¡Oh, estrella de los hombres!
La muerte del artillero de la cúpula blindada
Desde el sueño de mi madre caí en el Estado,
y me encorvé en su vientre
hasta que mi mojada piel se heló.
A seis millas de tierra, separado
de su sueño de vida,
me desperté ante una negra barrera antiaérea
y la pesadilla de los caza.
Cuando morí me lavaron de la torreta
con una manguera.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/randall-jarrell/
La Cara
Ya no sirve, no es hermosa;
Ni siquiera joven.
No es mía.
¿Dónde está la de antes, las de antes?
Aquellas eran mías.
Así es: Tengo fotos.
No tan antiguas; la gente entonces se comportaba
De manera diferente... Cuando me encuentran dicen:
No has cambiado.
Me dan ganas de decir: no habéis mirado.
Esto le sucede a todos.
Al principio uno se hace más grande, sabe más,
Después algo empieza a ir mal.
Uno es, y dice: Yo soy;
Y uno fue... Yo he sido demasiado tiempo.
Lo sé, no se puede negar.
Pero igualmente lo dices. No.
Me señalaré a mí mismo y diré: No soy así.
Por dentro siempre soy el mismo.
Y tampoco es así.
(Traducción: J.O.)
Tomado de:
http://www.jorgeordaz.com/2007/03/un-poema-de-randall-jarrell.html
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