miércoles, 10 de febrero de 2021

POEMAS DE JUAN CLEMENTE ZENEA

(24 de febrero de 1832, Bayamo /  1871, Cuba)


INTRODUCCIÓN

 

Al salir temblando Véspero

del seno azul de los mares,

viene a besarme la frente

la musa de mis romances.

Mas no penséis que en mi espíritu

se entronicen vanidades,

porque yo mismo lo he dicho:

¡mi esperanza es un cadáver!

 

Yo canto como los pájaros,

yo entonces lanzo a los aires

en la voz de la alegría

la expresión de hondos pesares.

Morirá mi acento lánguido,

y si algún eco dejare

en la atmósfera del siglo,

no podrá ofender a nadie.

 

¿Qué hallaréis en estas páginas?

Unas baladas fugaces

en que a las brisas del mundo

el alma sus flores abre;

Recuerdos de nieblas lúgubres,

melodías de los valles,

himnos del cielo en el golfo,

tristes lamentos de un sauce;

 

Que ese sol que baja pálido

tras mis montañas natales,

y ese murmullo del bosque

que vaga en ondas errantes;

¡Me anuncian, ¡ay!, el crepúsculo

de una ilusión adorable,

la noche en mi pensamiento,

y en mi corazón la tarde!

 

 

FIDELIA

 

Et dans chaque feuille qui tombe

Je vois un presage de mort.

Millevoye

 

¡Bien me acuerdo! ¡Hace diez años!

¡Y era una tarde serena!

¡Ya era joven y entusiasta,

pura, hermosa y virgen ella!

Estábamos en un bosque

sentados sobre una piedra,

mirando a orillas de un río

como temblaban las hierbas.

 

¡Yo no soy el que era entonces

corazón en primavera,

llama que sube a los cielos,

alma sin culpas ni penas!

Tú tampoco eres la misma,

no eres ya la que tú eras,

los destines han cambiado:

¡yo estoy triste y tú estás muerta!

 

La hablé al oído en secreto

y ella inclinó la cabeza,

rompió a llorar como un niño,

y yo amé por vez primera.

Nos juramos fe constante,

dulce gozo y paz eterna,

y llevar al otro mundo

un amor y una creencia.

 

Tomamos, ¡ay!, por testigos

de esta entrevista suprema,

¡unas aguas que se agotan

y unas plantas que se secan!...

¡Nubes que pasan fugaces,

auras que rápidas vuelan,

la música de las hojas,

y el perfume de las selvas!

 

No consultamos entonces

nuestra suerte venidera,

y en alas de la esperanza

lanzamos finas promesas;

no vimos que en torno nuestro

se doblegaban enfermas

sobre los débiles tallos

las flores amarillentas.

 

Y en aquel loco delirio

no presumimos siquiera

¡que yo al fin me hallara triste!

¡Que tú al fin te hallaras muerta!

Después en tropel alegre

Vinieron bailes y fuestas,

y ella expuso a un mundo vano

su hermosura y su modestia.

 

La lisonja que seduce,

y el engaño que envenena,

para borrar mi memoria

quisieron besar sus huellas;

pero su arcángel custodio

bajó a cuidar su pureza,

y protegió con sus alas

las ilusiones primeras;

 

conservó sus ricos sueños,

y para gloria más cierta

en el vaso de su alma

guardó el olor de las selvas;

guardó el recuerdo apacible

de aquella tarde serena,

¡mirra de santos consuelos,

áloe de la inocencia!...

 

Yo no tuve ángel de guarda,

Y, para colmo de penas,

desde aquel mismo momento

está en eclipse mi estrella;

que en un estrado una noche,

al grato son de la orquesta,

yo no sé por qué motivo

se enlutaron mis ideas;

 

sentí un dolor misterioso,

torné los ojos a ella,

presentí lo venidero:

¡me vi triste y la vi muerta!

Con estos temores vagos

partí a lejanas riberas,

y allá bañé mis memorias

con una lágrima acerba.

 

Juzgué su amor por el mío,

entibióse mi firmeza,

y en la duda del retorno

olvidé su imagen bella,

pero al volver a mis playas,

¿qué cosa Dios me reserva?...

¡Un duro remordimiento,

y el cadáver de Fidelia!

 

Baja Arturo al occidente

bañado en púrpura regia,

y al soplar del manso Alisio

las eolias arpas suenan;

gime el ave sobre un sauce,

perezosa y soñolienta,

se respira un fresco ambiente,

huele el campo a flores nuevas;

 

las campanas de la tarde

saludan a las tinieblas,

¡y en los brazos del reposo

se tiende naturaleza!...

¡Y tus ojos se han cerrado!

|Y llegó tu noche eterna!

¡Y he venido a acompañarte,

y ya estás bajo la tierra!...

 

¡Bien me acuerdo! Hace diez años

de aquella santa promesa,

y hoy vengo a cumplir mis votos,

¡y a verte por vez postrera!

Ya he sabido lo pasado...

Supe tu amor y tus penas,

y hay una voz que me dice

que en tu alma inmortal me llevas.

 

Mas... lo pasado fue gloria,

pero el presente, Fidelia,

el presente es un martirio,

¡yo estoy triste y tú estás muerta!

Tomado de:

http://www.los-poetas.com/m/zenea1.htm

 

A una golondrina

Mensajera peregrina

que al pie de mi bartolina

revolando alegre estás,

¿de do vienes, golondrina?

Golondrina ¿a dónde vas?

 

Has venido a esta región

en pos de flores y espumas,

y yo clamo en mi prisión

por las nieves y las brumas

del cielo del Septembrión.

 

¡Bien quisiera contemplar

lo que tú dejar quisiste;

quisiera hallarme en el mar,

ver de nuevo el Norte triste,

ser golondrina y volar!

 

Quisiera a mi hogar volver,

y allí, según mi costumbre,

sin desdichas que temer,

verme al amor de la lumbre

con mi niña y mi mujer.

 

Si el dulce bien que perdí

contigo manda un mensaje,

cuando tornes por aquí,

golondrina, sigue el viaje,

y no te acuerdes de mí.

 

Que si buscas, peregrina,

do su frente un sauce inclina,

sobre el polvo del que fue,

golondrina, golondrina,

no lo habrá donde yo esté.

 

No busques volando inquieta,

mi tumba oscura y secreta.

Golondrina ¿no lo ves?

En la tumba del poeta

no hay un sauce ni un ciprés.

 

En un álbum

Tú vas hacia una orilla

de donde triste vengo,

lo que tú buscas ahora

es ¡ay!, lo que yo dejo!

 

Tú vas a ver un alba

que baña de oro el cielo,

y yo a ver un sol mustio

que ya se está poniendo.

 

Tú vas a sembrar flores

en fértiles terrenos;

yo voy a alzar mi tienda

en áridos desiertos.

 

Vas a lanzar tu barca

sobre un océano inmenso;

vas a aplicar al labio

la copa de los sueños.

 

¡Que duerma entre las velas

la cólera del viento,

que amor rompa las ondas

al golpe de sus remos!

 

¡Que, como yo, no tengas

que suplicar al cielo;

que encuentres, ¡ay!, almíbar

donde yo hallé veneno!

 

Ausencia

Desde el instante que nubló la ausencia

el luminoso sol de tu hermosura,

está mi triste corazón enfermo,

rota mi lira y mi garganta muda.

 

¡Ay! ¡Cuántas horas al presente corren

en el imperio de la noche adusta,

sin que alumbre tu mano entre la mía

el rayo amarillento de la Luna!

 

¡Cuántas veces, Fidelia encantadora,

trémula y vacilante y sin ventura,

hablabas a mi lado enternecida

de un beso, de un suspiro y de una tumba!

 

Grato el recuerdo de tu amor constante

por mi memoria solitaria cruza,

como en las tardes por desiertas playas

la gaviota cansada y vagabunda.

 

¡Pobre de ti que en el dolor naciste

bajo el cielo poético de Cuba,

tímida como el ave de los bosques,

bella como la flor de las lagunas!

 

Jamás infiel a tu promesa un día,

mis sueños de tristeza y de ventura

cambiar pudiste mentirosa y falsa

por negro afán y puzadora duda.

 

Siempre tú fuiste igual, siempre constante;

pródiga en tu cariño y tu ternura,

cuidaste no turbar la paz de un alma

a quien la ofensa más ligera turba.

 

Lamentaciones de dolor me inspira

hender la mar de mi existencia oscura

sin que me esperes en la orilla opuesta

y a otro mundo más bello me conduzcas.

 

Dos aves detenidas en un ramo,

cantando glorias y caricias mutuas,

al áspero silbido de las balas

nos fue preciso comenzar la fuga.

 

¡Mas yo te adoro; el corazón ardiente

tu imagen guarda en su interior oculta,

y está mi pecho con tu ausencia opreso,

rota mi lira y mi garganta muda!

Tomado de:

https://www.poeticous.com/juan-clemente-zenea?locale=es

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