Mi mundo no pasaba…
de donde mi
madre iba,
y hacía arriba tenía
la altura de mi cometa.
El camino del río…
y el lento río transparente
en cuyos remansos
- detrás pececitos y guijarros-
se dormía mi tiempo,
mientras en sus verdes riberas
mi madre envejecía…
El cerco de cinacinas
sombreador de mis siestas,
con su lluvia amarilla de diciembre
que perfumó mis veranos
y trajo mangangaes amistosos
que unían sus monótonos arrullos
a los aleteos de mansas palomitas.
La pelota azul de goma
que nunca iba muy lejos,
porque siempre andaba
entre mi perro y yo.
(¡Mi perro… ¡Regalo, regalito!
ójitos expresivos y colita ebria-
por quien tuvo noticias de la muerte
y lloré, primera vez,
a un ser querido).
El dolor era viejo entre los míos,
pero yo lo ignoraba;
porque el dolor tenía
la eterna alegría de mi madre
y su palabra tierna.
Y hasta las manos callosas de mi padre
no sé como cortaban
el pan tan suavemente
y leve hacían
aquel diario ademán
de despedida…
En mi pequeño mundo
el amor era eso.
Y lo llenaba. [4]
Mi madre
Viniendo de la huerta
en la mañana
- cesto su delantal de frescas hortalizas-
era la anunciación del buen almuerzo.
Y más temprano aun,
con dos baldes de espumosa leche,
entre cantos de gallos y luz rosada,
era ya la mujer buena
pensando en la existencia de los suyos.
Ella iniciaba la mañana
y la ponía en movimiento;
y era el despertador puntual y grato
que de algún modo
me anunciaba el día
con un trajín de vajilla
y el yis-yis de la escoba
aseando el patio. [5]
Conversé con el árbol y la hormiga
pero más con mi caballo;
acaso porque no vi en los otros
tantos signos de correspondencia
como en las orejas y los ojos
de mi zaino.
No sé de qué le hablaba.
Los temas habrían sido
las cosas familiares del camino
donde habían algunas
que los dos preferíamos:
las sombra de las acacias,
el agua de la cachimba…
^Ponía las orejas tiesas
al escuchar mi voz.
Lo mismo hacía
con el canto de algún pájaro
el bólido entre las ramas.
Hasta me parecía
que sus ojos seguían el paisaje
con un placer igual al mío. [6]
De
"Memorias" 1976
Los paraíso s que bordea ban el camino
eran hervor de hojas verdes
si los movía la brisa,
miríada de espejitos
en el aire quieto del verano.
Pero hacia abajo vertían
una sombra espesa y clara
que era cual la lluvia fresca.
Allí el viento del norte
abandonaba su fuego
y al regreso del sembrado
mis padres oreaban sus frentes
antes de entrar en la casa.
Y yo miré, muchos años,
en el fondo del ese túnel fresco y alto
grandes maizales humeando
bajo el cielo implacable. [7]
El vaso de agua
Entro en la fresca sombra de la casa
perseguido del sol que arde el camino,
un sabiá me saluda con su trino
y un olor a malvón llega y me abraza.
A darme buenos días ha venido
mi madre buena desde la cocina;
me sonríe feliz y se encamina
hacia el patio buscando lo que pido.
Luego vuelve trayendo en una mano
un vaso de agua pura que destella
bajo la luz ardiente del verano.
Y en la misma actitud que me recibe
en ese vaso ahora me da ella
la frescura profunda del aljibe. [8]
Milagro de la luz
A orillas de este río ciudadano
que entre muros de piedra se demora,
y hacia el lejano mar
soñando lleva
un cielo azul con nubes y gaviotas…
Aquí donde la luz de esta mañana
lava del puente la musgosa piedra,
abrillanta follajes y clarea
las altas torres de la gris iglesia…
el río oscuro de mi sangre siente
que el oro de la luz también lo alcanza,
y un paisaje otoñal en él se mira
cuando en la zona de mi pecho pasa.[9]
La ausente
a la
memoria de mi madre
Ahora que no estás
digo tu nombre
y es una lámpara que enciendo
en el silencio de la casa
cuando la noche entra.
Tú nombre al mediodía
sobre el mantel revive
el olor de los sencillos platos
que hacías con amor.
Tu nombre
renueva en todas partes
las huellas de tus manos
y hace surgir en las habitaciones
tu continuo trajinar
que proclamaba
aquel velar por los tuyos
y la casa.
Y a toda hora
tu nombre es necesario
para creer que estás entre nosotros
y es tiempo todavía
para la esperanza. [10]
Otoñal
San Gregorio se ahoga en la neblina
de los últimos días otoñales
(Encanecido ciego
clamando por la luz y el aire)
La bruma llena el corazón del día
y si el pájaro vuela no se sabe.
La noche con eléctricos faroles
empuja la ceniza y no la abre.
El amigo que pasa es un extraño.
Espectros son las casas y los árboles.
Y yo mismo pareceré un fantasma
que desanda la calle. [11]
El niño y la cometa
Un chiquillo de mi barrio
- asiduo gorrión de aceras-
con ingenio y como pudo
se fabricó una cometa.
En el baldío halló todo
lo que buscó para hacerla:
diarios viejos, nilón, trapos
y astillas de caña seca.
Le puso un hilo cortito
- adición de piolas viejas-
y tenía que correr
para en vuelo mantenerla.
Sudoroso y despeinado
pasaba frente a mi puerta,
con el bracito extendido
tironeando de la estrella.
Y aquella cometa era
- tan pequeña y contrahecha-
unas veces mariposa
y otras veces tijereta.
Un día la vi quebrada
caída en una cuneta.
Y una tarde que llovía
marchó el torrente con ella.
Y el chiquillo, ya olvidado
de su frágil compañera,
vio - extasiado - cómo el agua
jugaba con la cometa.
Las cometas de mi infancia
en setiembre vuelvo a verlas,
y vuela y sueña mi alma
como en las tardes aquellas.
Pero una cometa, nunca…
(viejo corazón, ¿recuerdas?)
que fue sólo mía y tuvo
una sola primavera. [12]
Mañana campesina
La mañana todavía
tiene húmeda la cara
y olor a heno de establo
y a leche de la ordeñada.
Varias golondrinas sesgan
el aire celeste y malva
lleno de píos y trinos
de ruidos, gritos y parla.
Canta la rueda del pozo
con el cántaro de agua
que al recibirlo la luz
relumbra como de plata.
El lazo vuela en el campo
entre hopas y algazara
y en el verde de la huerta
anda brillando la azada.
Un vilano dijo sí
a la brisa que pasaba
y se fue feliz con ella
hasta enredarse en los talas.
El alambrado parece
un inmenso pentagrama
donde los gorriones son
notas móviles y pardas.
Despertóse el romerillo
cubierto de telarañas
y en medio del campo es
un velero que no avanza.
El churrinche le da al árbol
una florcita encarnada
y la chimenea envía
al cielo una nube blanca. [13]
Pegasillo
Como andabas silencioso
nadie salía a mirarte
ni notaban la presencia
de tu paso por las calles.
Y cuánto. Pegaso humilde,
yo Quijote, tú caballo…
Sumiso tú, obedeciendo;
yo, sobre ti palabreando.
Mas de aquella andanza nuestra
por la redondez del pago
lo saben los macachines
las margaritas y el árbol. [14]
De otro tiempo
Mi padre hacía carbón,
mi madre lavaba ropa;
qué musical era el monte
y el agua qué rumorosa.
Con el carbón de mi padre
los pobres no tenían frío,
con el lavar de mi madre
los ricos andaban limpios.
Con oficios tan humildes
ellos tuvieron sus logros:
hacer feliz a otro pobre
y a los ricos, ostentosos.
La gente de aquellos tiempos
como mis padres pasaron…
pero entonces yo era un niño
y de allá vengo a contarlo. [15]
Cinacinas
Cinacinas de mi pago
aguerridas y longevas,
lozanas en cualquier parte,
crecidas en donde quiera.
Ariscas y desgarbadas
(mas no faltas de belleza)
a orillas del caserío
donde viven con modestia.
Cómo podría olvidarlas,
si allá en mi niñez lejana
fueron verdes mis veranos
y de amarilla fragancia.
Las recuerdan mis pupilas
enfiladas en los cercos,
aquí y allá en el camino,
solitarias en los cerros…
Imposible imaginar
nuestro paisaje sin ellas,
adonde los ojos iban
estaban fieles y quietas. [16]
Panadero
Panadero de mi pueblo
que de casa en casa vas,
con el pan recién salido
de tu horno familiar.
El sabroso pan que vendes
siempre me recordará
las roscas que hacía mi madre
bajo el frondoso parral.
Tarde a tarde nos visitas,
imposible más puntual;
si algún día no vinieras
el barrio te extrañará.
Tantas cosas se nos fueron
que son sólo historia ya,
¡qué no le falte a mi calle
el aroma de tu pan. [17]
El lago
El lago reverbera
bajo este sol de enero que fustiga y calcina.
Cual un gigante hongo
que en la orilla creciera,
un sauce soñoliento sobre el agua se inclina.
Buscando en el bochorno un poco de frescura,
algunas bestias llegan a las aguas amigas
y bebiendo con ansias la linfa que fulgura
alivian sus fatigas.
Después llega el ocaso y el lago se transforma
en azulado espejo donde todo se mira.
Bajo la noche, luego, pierde color y forma
y sólo es algo oscuro que late y que respira. [18]
El adiós de la tarde
La tarde está muriendo lentamente.
Las nubes tienen ígnea cabellera:
inmensa hoguera
ha levantado el sol en el poniente.
La pupila azul del lago
se cubre de morado terciopelo,
y desde la tierra al cielo
tiñe el aire un tinte vago.
Rumbo a la isla pasan dos
aves de largas zancas,
son tal vez las manos blancas
con que la tarde dice adiós. [19]
Domingo
Sentado aquí, mirando la ciudad
desde estos ventanales
(mientras el cigarrillo
su neblina expande
y la taza de té
levanta su olor suave)
bueno es saber
que hoy el reloj no late
porque este tiempo es mío,
que siempre habrá una tarde
donde podré sentirme
algo más que esta piel, sufrida y anhelante,
y ser, semanalmente,
un hombre que renace. [20]
A San Gregorio
Locura, vocación. empeño, ruta,
mi humilde iniciación de caballero,
pasión y amor y triunfos y derrotas,
todo tuvo lugar bajo tu cielo.
Por eso, desde aquel lejano día,
tu ilustre nombre yo grabé en mi escudo;
por puro amor, por agradecimiento,
por lírica ilusión, por hijo tuyo.
Más de una vez mi descontento viste,
cuando alguien me nombraba en algún lado
y por error o desconocimiento,
oriundo me creía de otro pago.
Por Chile, Cuba, España y Argentina,
siempre tu nombre al lado de mis versos;
nunca anduviste con ninguno tanto
ni nadie te llevó, cual yo, tan lejos.
Mi canto tiene muchas direcciones,
pero jamás olvido este camino;
registrar en mis versos tu existencia,
porque siento en mi pulso tu latido. [21]
Si un día …
Si un día, San Gregorio, me fuera de tus calles
y el suelo de otro pueblo sustentara mi planta,
cómo olvidar que en ellas
anduvo mi esperanza
y alguna vez maldije
de aburrimiento y rabia.
En ti empezó mi vida
y transcurrió mi infancia.
Aquí mi juventud
pudo agitar sus alas
y dichas y pesares los contempló tu cielo.
Cómo olvidar, entonces, si tu bondad fue tanta.
Aquí todas las cosas
dirán siempre mi nombre,
porque aquí vine al mundo
y llevo muchos años
entre luces y sombras.
Aquí todas las calles,
las casas y los árboles
me extrañarán un día…
Entre ellos anduvo
la inquietud de aquel niño….
y el ave de mis sueños
vuela y canta. [22]
Aquí
No será "en París con aguacero".
Ni en Roma ni en Madrid con sol o nieve.
En mi tierra será, con lluvia o con pampero.
En el pequeño lar que propició mi sueño
y tiene, a pesar suyo, babosas y alimañas.
Ni en Roma ni en París, mirados como en fuga…
Ni tampoco en Madrid con amigos que quiero.
Aquí, en este pueblo que pisé tenazmente
y guardará (¿por cuánto?) memoria de mis suelas.
¡Aquí!
Donde escribí mis libros. [23]
Y donde soy feliz.
Apego
Estas pequeñas cosas que a la vida nos atan
y que son nuestra historia de la felicidad….
El rinconcito tibio de nuestra humilde casa,
el libro que escribimos, las tardes junto al mar.
Cuando el vivir declina, es mayor el apego,
y parece que el irnos nos va costando más.
Quisiéramos más años para seguir gustando
de las cosas sencillas que a nuestro lado van.
Pero es inútil todo.
El afán que sentimos no nos puede salvar.
Y nos vamos un día dejando lo que amamos
y un lugar en la tarde, a la orilla del mar. [24]
Legado
Les lego este lugar donde amarán con dolor,
y un antiguo grimorio que contiene muchas claves de la vida.
Por si alguno prefiere la caballería,
le dejo mi Pegaso enfrentado al mar.
Y si otro siente inclinación por las rosas
ahí están mis rosales y el manual…
También les queda el Fuego
para que cada uno llegue con su caña
y encienda su propio hogar.
Además les confieso que el lobo existe.
Pero también el unicornio de oro,
y a él sólo se llega por el Camino de Santiago. [25]
Referencias
[4] De "Memorias" 1976
[5] De "Memorias" 1976
[6] De "Memorias" 1976
[7] De "Memorias" 1976
[8] De "Cosecha Anual" 1964
[9] De "Poemas", 1978.
[10] De "Simplemente un Hombre", 1967
[11] De "Simplemente un Hombre", 1967
[12] De "Elegías y canciones" 1980
[13] De Manojo" 1980
[14] De "Trovas de este y otro tiempo", 2001
[15] De "Trovas de este y otro tiempo", 2001
[16] De "Trovas de este y otro tiempo", 2001
[17] De "Trovas de este y otro tiempo", 2001
[18] De "Cosecha anual", 1964
[19] De "Antología", 1975
[20] De "Poemas" 1878
[21] De "Antología" 1975
[22] De Aquí" 1978
[23] De "Manojo", 1980
[24] De "Los ritos y los miedos" 1985
[25] De "Los ritos y los miedos" 1985
Tomado de:
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/marta_de_arevalo/poemas_de_san_gregorio.htm
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