EL HOMBRE DESPIERTA
El hombre despierta sembrando la esperanza de la semilla
asesinada
cuajando en un grito.
La luz escapa de sus manos.
El arroyo de la lavadora lanza su carcajada estruendosa
enjuagando en los árboles
apretando la tierra
poseyéndola
dejando la semilla interna en las raíces;
inyectando su animosa juventud
desenterrando el amor enterrado
todos los silencios apretados en las calles de mi patria
arrasadas por el hambre
asaltadas por ladrones
conducidas hacia los bancos en fragmentos
donde pedazos de mierda disfrazados
acaparan los lirios y el pan.
Hombre de mi patria
errante
viajero
vértebras fatigadas de las Antillas
aquí doy mi mano para que sirva de puente
entre nuestros llantos
para que descanses la cabeza
pon el corazón sobre las llagas
y escuches en silencio
cómo amanece
cómo graznan los pájaros
cómo el río de canta la lavanda
luchando
abriendo un surco
para verter nuestra sangre
y tal vez,
quién sabe, nuestras vidas.
Hombre de cada calle
del alba
altísimos montones de fracasados
estatua de mi patria
esculpida desde las hondas raíces de la noche.
Toma mi mano
y escucharemos juntos
cómo el río de lavanda despierta para cantar
y los gritos entrecortados anuncian la luz.
***
NOS REFUGIAMOS
Nos refugiamos en la sombra de la palabra herida que
brota de tu llaga como savia curativa.
Hicimos de nosotros mismos esta vida mutilada
y aprendimos a mover la tierra
buscando las raíces del amor.
La tarde llegó lentamente.
Mientras las cigarras preludian la noche que se avecina,
diminutas estrellas se apagan en la hierba
iluminando tu llegada.
Sólo los corazones que se aferran a la tierra
se levantan sobre el silencio,
se nutren del cansancio
y hablan siguiendo el viento
de vuestra vida que llega.
Por las calles vagó nuestra mirada perdida.
Algún corazón tembloroso nos intuyó,
huimos de la vida que nos ofrecían
esas manos y ojos y palabras
sin dejar huellas.
Los hilanderos de seda nocturnos oscurecen nuestros
recuerdos;
no quieren nada más de nosotros que nuestras voces:
Hombre, aquí está tu rastro.
Mujer, aquí está el espejo que posee tu rostro.
Valiente joven, pobre niña,
no dejaste vida en esta tierra.
No importa,
me declaro tu hijo
y en tu nombre levantaré mi voz
y en mi nombre guardarás el silencio
prolongaré tu grito y tu mirada
no serás olvidado,
porque en tu nombre yo seré Estaré llorando,
sonriendo
hasta que mi sangre fluya de la palabra herida
que adoptará tu nombre.
Nos refugiamos en las sombras distraídas de los árboles
y desde ellos
corremos hacia esta vida mutilada,
removimos la tierra
y encontramos las raíces del amor
arraigadas profundamente en el corazón de nuestros
muertos.
Traducido
del español por Ariel Francisco
Tomado de:
VI
Que los hambrientos comprendan que la vida les pertenece
Que el callado plañidor de las calles,
edifique con lo que nunca sus manos han tocado.
Que el viento socave al armazón del llanto.
Es preciso que el silencio deje de secundar nuestra voz.
Que las sombras depongan su hostil armadura ante la vida.
Precisamos de hombres tristes para hablar del hombre,
de mendigos trotamundos para combatir la bota
Que los hombres de la tierra derriben los templos,
lancen corazones derribados a los dioses que predican
la muerte.
Pródiga la muerte que mata al que fecunda.
Pródigo el cañaveral que se alza devorándonos.
Pródiga la fiebre que nos consume,
a pesar de las raíces y de las hojas amargas.
Se han congregado. los plañideros para abordar el día.
Cuál será el lugar que sus brazos ofrezcan,
¿Cuál el camino que a recorrer invitan?
Qué preciado tesoro inventar con sus mentes afiebradas
para que yo,
sencillo mediador de palabras
adivine un silencio más largo que toda la sordera del
(mundo?
Tengo miedo.
Tanto y tanto golpeado
Tanto y tanto caído.
Muchos creyeron en la posibilidad de la muerte.
Otros en la posibilidad del arribo.
Milenarias voces fatigadas levantaban un clamor.
Toda la genealogía de la tristeza combatía por la pureza.
Muchos antes de nosotros empujaron la barca,
otros después de nosotros continuarán empujándola.
No hemos sido los primeros,
no serenos los últimos ciertamente,
Pero somos 10 que del hombre no ha cesado de ser.
Los niños apretujaban su inabordable tristeza.
Sus rostros domeñaban los corceles,
mas la máquina arremetía
¿Cómo reconquistar la vida para el hombre?
¿En qué lugar del corazón dar forma a la venganza?
¿En qué rincón deshabitado recomponer la alegría?
Toda la prole de los callejones,
toda la gente de la periferia,
toda la adolescencia de la tierra concurría al encuentro
(con la vida.
y un olor a pureza machacada abundaba en el viento.
No ha habido tregua,
toda la prole acarició la sangre en los rostros amigos
(que apetecían la
vida.
Crecieron de pronto los niños de la patria.
Sus miradas se han hecho inexpresivas,
parecen continuamente azorados o ciegos.
Han comenzado a ver y a oir y a sentir,
ya saben que hay abundancia de dones,
que hay estrellas a la altura de sus cabecitas para guiar
al
(hombre,
que hay techos de dureza, manos, hombres y mujeres
(y aun niños de
dureza.
Han crecido ya los últimos testigos de estos días
y la tierra tarda en prodigarse.
Las niñas también han crecido.
El sexo las acosa con fiebres,
sus vientres acumularon ventarrones.
Ahora hay collares en sus cuellos
y en sus ojos noche,
temblores en sus senos
y en sus ovarios muerte.
Volvió el hombre a su morada
con la antigua sensación de muerte en los labios.
Nada ha permanecido tanto como el llanto.
Hemos sido testigos del esfuerzo de unos brazos,
del hombre que mordiera el pavimento gritando la
(palabra
redentora.
*De su libro Permanencia del Llanto.
Tomado de:
https://sociedad-depoetas.blogspot.com/2018/06/un-poema-de-jacques-viau-renaud.html
NADA PERMANECE TANTO COMO EL LLANTO
I
¿En qué preciso momento se separo la vida de nosotros,
en qué lugar,
en qué recodo del camino?
¿En cuál de nuestras travesías se detuvo el amor
para decimos adiós?
Nada ha sido tan duro como permanecer de rodillas.
Nada ha dolido tanto a nuestro corazón
como colgar de nuestros labios la palabra amargura.
¿Por qué anduvimos este trecho desprovistos de abrigo?
¿En cuál de nuestras manos se detuvo el viento
para romper nuestras venas
y saborear nuestra sangre?
Caminar... ¿Hacia dónde?
¿Con qué motivo?
Andar con el corazón atado,
llagadas las espaldas donde la noche se acumula,
¿para qué?, ¿hacia dónde?,
¿Qué ha sido de nosotros?
Hemos recorrido largos caminos.
Hemos sembrado nuestra angustia
en el lugar más profundo de nuestro corazón.
¡Nos duele la misericordia de algunos hombres!
Conquistar nuevos continentes, ¿quién lo pretende?
Amar nuevos rostros, ¿quién lo desea?
Todo ha sido arrastrado por las rigolas.
No supimos dialogar con el viento y partir,
sentarnos sobre los árboles intuyendo próxima la partida.
Nos depositamos sobre nuestra sangre
sin acordamos de que en otros corazones el mismo líquido
ardía
o se derramaba combatido y combatiendo.
¿Qué silencios nos quedan por recorrer?
¿Qué senderos aguardan nuestro paso?
Cualquier camino nos inspira la misma angustia,
el mismo temor por la vida.
Nos mutilamos al recogemos en nosotros,
nos hicimos menos humanidad.
Y ahora,
solos,
combatidos,
comprendemos que el hombre que somos
es porque otros han sido.
II
Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
Basta con apretar un botón
y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia.
Ni es necesario argüir que desprecia al amo.
Basta con proclamar -ceñuda la frente-
que comprometía la existencia de veinte siglos.
Veinte siglos,
dos mil años de combatida pureza,
dos mil años de sonrisas clandestinas,
dos mil años de hartura para los príncipes.
Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.
La noche,
los rincones,
no,
nada de eso sirve ya.
Plazoletas y anchas calles se prestan bulliciosas.
No cuenta el asesinato con los pacientes,
No cuenta el príncipe con los sumisos.
Todos han olvidado que el hombre es aún capaz de cólera.
Las llamas se extinguen sin haber consumido el odio.
El día irredento ha postergado la resurrección del hombre.
Y los otros,
Aquellos que presencian la matanza sentenciando:
"Locos, habéis tocado a la puerta de la muerte
y ella se quedó en vosotros!"
Esos
Solo saben predecir la muerte,
No han aprendido a combatirla.
No han aprendido a cobijar la tierra en el corazón
Ni a ganar la patria para el hombre.
Y el sumido, ¿qué hace?
¿Dónde deposita su silencio?
¿En qué lugar del corazón teje la venganza?
Nadie lo sabe.
Todos le han olvidado.
Se ha dictaminado que su morada sea la sombra,
que el pan deshabitado sea su alimento,
que el pico le prepare el lecho
y la pala le cubra el corazón.
¿Qué es el hombre combatido?
Nadie lo recuerda.
Lo visten los trapos.
Lo arrojaron en la parte trasera de la casa
y allí
con los residuos
un guiñapo se amontona.
Las llamas se extinguen.
Se arrinconan los hombres en una sola sombra,
en un solo silencio,
en un solo vocablo,
en un llanto solo
y cuando todo sea uno,
uno el llanto y el vocablo uno
no habrá paz sobre la tierra.
¿No habrá paz?
Y aquellos que dictaminaron el destino del hombre,
los que jamás contaron con los sumisos,
amasarán con sangre su propia podredumbre.
¡No habrá paz!
¡Llanto para quebrar el llanto,
muerte para matar la muerte!
Tomado de:
http://www.cielonaranja.com/viau.htm
***
Estoy tratando de hablaros de mi patria,
desde aquí,
desde mi guarida salina,
desde Santo Domingo,
quizás os hable de ambas:
son dos terrones complementarios,
puntos cardinales de mi tristeza
caídos de la rosa de los vientos
como amantes cuyos abrazos se rompieran.
Mi patria
es una tierra elevada
de dilatados herbazales y doradas mazorcas que cruzan los
mares y se van muy lejos
mientras los hombres del monte y la llanura se dilatan
hambrientos.
Allí he nacido,
de allí partí atado a la sangre
solo, después de los años,
descubrí en mi pecho la mancha roja;
entonces aprendí a leer en las hojas,
a hablar con la tierra
y a callar cuando ella reconstruía la historia
de los muchos muertos que la sustentan,
de la sangre que alimentó sus frutas,
del llanto que sostuvo la precocidad de sus montes.
Mucho tiempo ha transcurrido desde que partí,
nada ha cambiado:
siguen los mismos montes pelados,
la misma vegetación de vegetales y girasoles,
de cafetales oscuros y pastizales estrellados.
Solo el hambre ha crecido,
ya no hay lugar en los cementerios
ni en los ojos llanto
ni en mi isla patrias.
Tomado de:
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