miércoles, 8 de junio de 2022

POEMAS DE JACQUES VIAU RENAUD

 



EL HOMBRE DESPIERTA

 

El hombre despierta sembrando la esperanza de la semilla asesinada

cuajando en un grito.

La luz escapa de sus manos.

El arroyo de la lavadora lanza su carcajada estruendosa

enjuagando en los árboles

apretando la tierra

poseyéndola

dejando la semilla interna en las raíces;

inyectando su animosa juventud

desenterrando el amor enterrado

todos los silencios apretados en las calles de mi patria

arrasadas por el hambre

asaltadas por ladrones

conducidas hacia los bancos en fragmentos

donde pedazos de mierda disfrazados

acaparan los lirios y el pan.

 

Hombre de mi patria

errante

viajero

vértebras fatigadas de las Antillas

aquí doy mi mano para que sirva de puente

entre nuestros llantos

para que descanses la cabeza

pon el corazón sobre las llagas

y escuches en silencio

cómo amanece

cómo graznan los pájaros

cómo el río de canta la lavanda

luchando

abriendo un surco

para verter nuestra sangre

y tal vez,

quién sabe, nuestras vidas.

Hombre de cada calle

del alba

altísimos montones de fracasados

​​estatua de mi patria

esculpida desde las hondas raíces de la noche.

Toma mi mano

y escucharemos juntos

cómo el río de lavanda despierta para cantar

y los gritos entrecortados anuncian la luz.

 

***

NOS REFUGIAMOS

 

Nos refugiamos en la sombra de la palabra herida que

brota de tu llaga como savia curativa.

Hicimos de nosotros mismos esta vida mutilada

y aprendimos a mover la tierra

buscando las raíces del amor.

La tarde llegó lentamente.

Mientras las cigarras preludian la noche que se avecina,

diminutas estrellas se apagan en la hierba

iluminando tu llegada.

Sólo los corazones que se aferran a la tierra

se levantan sobre el silencio,

se nutren del cansancio

y hablan siguiendo el viento

de vuestra vida que llega.

Por las calles vagó nuestra mirada perdida.

Algún corazón tembloroso nos intuyó,

huimos de la vida que nos ofrecían

esas manos y ojos y palabras

sin dejar huellas.

Los hilanderos de seda nocturnos oscurecen nuestros recuerdos;

no quieren nada más de nosotros que nuestras voces:

Hombre, aquí está tu rastro.

Mujer, aquí está el espejo que posee tu rostro.

Valiente joven, pobre niña,

no dejaste vida en esta tierra.

No importa,

me declaro tu hijo

y en tu nombre levantaré mi voz

y en mi nombre guardarás el silencio

prolongaré tu grito y tu mirada

no serás olvidado,

porque en tu nombre yo seré Estaré llorando,

sonriendo

hasta que mi sangre fluya de la palabra herida

que adoptará tu nombre.

Nos refugiamos en las sombras distraídas de los árboles

y desde ellos

corremos hacia esta vida mutilada,

removimos la tierra

y encontramos las raíces del amor

arraigadas profundamente en el corazón de nuestros muertos.

 

Traducido del español por Ariel Francisco

Tomado de:

https://www.asymptotejournal.com/blog/2020/08/11/translation-tuesday-two-poems-by-jacques-viau-renaud/

 

 

VI

 

Que los hambrientos comprendan que la vida les pertenece

Que el callado plañidor de las calles,

edifique con lo que nunca sus manos han tocado.

Que el viento socave al armazón del llanto.

Es preciso que el silencio deje de secundar nuestra voz.

Que las sombras depongan su hostil armadura ante la vida.

Precisamos de hombres tristes para hablar del hombre,

de mendigos trotamundos para combatir la bota

Que los hombres de la tierra derriben los templos,

lancen corazones derribados a los dioses que predican

la muerte.

Pródiga la muerte que mata al que fecunda.

Pródigo el cañaveral que se alza devorándonos.

Pródiga la fiebre que nos consume,

a pesar de las raíces y de las hojas amargas.

Se han congregado. los plañideros para abordar el día.

Cuál será el lugar que sus brazos ofrezcan,

¿Cuál el camino que a recorrer invitan?

Qué preciado tesoro inventar con sus mentes afiebradas

para que yo,

sencillo mediador de palabras

adivine un silencio más largo que toda la sordera del

    (mundo?

Tengo miedo.

Tanto y tanto golpeado

Tanto y tanto caído.

Muchos creyeron en la posibilidad de la muerte.

Otros en la posibilidad del arribo.

Milenarias voces fatigadas levantaban un clamor.

Toda la genealogía de la tristeza combatía por la pureza.

Muchos antes de nosotros empujaron la barca,

otros después de nosotros continuarán empujándola.

No hemos sido los primeros,

no serenos los últimos ciertamente,

Pero somos 10 que del hombre no ha cesado de ser.

Los niños apretujaban su inabordable tristeza.

Sus rostros domeñaban los corceles,

mas la máquina arremetía

¿Cómo reconquistar la vida para el hombre?

¿En qué lugar del corazón dar forma a la venganza?

¿En qué rincón deshabitado recomponer la alegría?

Toda la prole de los callejones,

toda la gente de la periferia,

toda la adolescencia de la tierra concurría al encuentro

  (con la vida.

y un olor a pureza machacada abundaba en el viento.

No ha habido tregua,

toda la prole acarició la sangre en los rostros amigos

  (que apetecían la vida.

Crecieron de pronto los niños de la patria.

Sus miradas se han hecho inexpresivas,

parecen continuamente azorados o ciegos.

Han comenzado a ver y a oir y a sentir,

ya saben que hay abundancia de dones,

que hay estrellas a la altura de sus cabecitas para guiar al

   (hombre,

que hay techos de dureza, manos, hombres y mujeres

   (y aun niños de dureza.

Han crecido ya los últimos testigos de estos días

y la tierra tarda en prodigarse.

Las niñas también han crecido.

El sexo las acosa con fiebres,

sus vientres acumularon ventarrones.

Ahora hay collares en sus cuellos

y en sus ojos noche,

temblores en sus senos

y en sus ovarios muerte.

Volvió el hombre a su morada

con la antigua sensación de muerte en los labios.

Nada ha permanecido tanto como el llanto.

Hemos sido testigos del esfuerzo de unos brazos,

del hombre que mordiera el pavimento gritando la

  (palabra redentora.

 

*De su libro Permanencia del Llanto.

Tomado de:

https://sociedad-depoetas.blogspot.com/2018/06/un-poema-de-jacques-viau-renaud.html

 

 

NADA PERMANECE TANTO COMO EL LLANTO

 

I

 

 

¿En qué preciso momento se separo la vida de nosotros,

en qué lugar,

en qué recodo del camino?

¿En cuál de nuestras travesías se detuvo el amor

para decimos adiós?

Nada ha sido tan duro como permanecer de rodillas.

Nada ha dolido tanto a nuestro corazón

como colgar de nuestros labios la palabra amargura.

¿Por qué anduvimos este trecho desprovistos de abrigo?

¿En cuál de nuestras manos se detuvo el viento

para romper nuestras venas

y saborear nuestra sangre?

Caminar... ¿Hacia dónde?

¿Con qué motivo?

Andar con el corazón atado,

llagadas las espaldas donde la noche se acumula,

¿para qué?, ¿hacia dónde?,

¿Qué ha sido de nosotros?

Hemos recorrido largos caminos.

Hemos sembrado nuestra angustia

en el lugar más profundo de nuestro corazón.

¡Nos duele la misericordia de algunos hombres!

Conquistar nuevos continentes, ¿quién lo pretende?

Amar nuevos rostros, ¿quién lo desea?

Todo ha sido arrastrado por las rigolas.

No supimos dialogar con el viento y partir,

sentarnos sobre los árboles intuyendo próxima la partida.

Nos depositamos sobre nuestra sangre

sin acordamos de que en otros corazones el mismo líquido ardía

o se derramaba combatido y combatiendo.

¿Qué silencios nos quedan por recorrer?

¿Qué senderos aguardan nuestro paso?

Cualquier camino nos inspira la misma angustia,

el mismo temor por la vida.

Nos mutilamos al recogemos en nosotros,

nos hicimos menos humanidad.

Y ahora,

solos,

combatidos,

comprendemos que el hombre que somos

es porque otros han sido.

 

 

II

 

 

Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.

Basta con apretar un botón

y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia.

Ni es necesario argüir que desprecia al amo.

Basta con proclamar -ceñuda la frente-

que comprometía la existencia de veinte siglos.

Veinte siglos,

dos mil años de combatida pureza,

dos mil años de sonrisas clandestinas,

dos mil años de hartura para los príncipes.

Ya no es necesario atar al hombre para matarlo.

La noche,

los rincones,

no,

nada de eso sirve ya.

Plazoletas y anchas calles se prestan bulliciosas.

No cuenta el asesinato con los pacientes,

No cuenta el príncipe con los sumisos.

Todos han olvidado que el hombre es aún capaz de cólera.

Las llamas se extinguen sin haber consumido el odio.

El día irredento ha postergado la resurrección del hombre.

Y los otros,

Aquellos que presencian la matanza sentenciando:

"Locos, habéis tocado a la puerta de la muerte

y ella se quedó en vosotros!"

Esos

Solo saben predecir la muerte,

No han aprendido a combatirla.

No han aprendido a cobijar la tierra en el corazón

Ni a ganar la patria para el hombre.

Y el sumido, ¿qué hace?

¿Dónde deposita su silencio?

¿En qué lugar del corazón teje la venganza?

Nadie lo sabe.

Todos le han olvidado.

Se ha dictaminado que su morada sea la sombra,

que el pan deshabitado sea su alimento,

que el pico le prepare el lecho

y la pala le cubra el corazón.

¿Qué es el hombre combatido?

Nadie lo recuerda.

Lo visten los trapos.

Lo arrojaron en la parte trasera de la casa

y allí

con los residuos

un guiñapo se amontona.

Las llamas se extinguen.

Se arrinconan los hombres en una sola sombra,

en un solo silencio,

en un solo vocablo,

en un llanto solo

y cuando todo sea uno,

uno el llanto y el vocablo uno

no habrá paz sobre la tierra.

¿No habrá paz?

Y aquellos que dictaminaron el destino del hombre,

los que jamás contaron con los sumisos,

amasarán con sangre su propia podredumbre.

¡No habrá paz!

¡Llanto para quebrar el llanto,

muerte para matar la muerte!

Tomado de:

http://www.cielonaranja.com/viau.htm

 

***

Estoy tratando de hablaros de mi patria,

 

desde aquí­,

 

desde mi guarida salina,

 

desde Santo Domingo,

 

quizás os hable de ambas:

 

son dos terrones complementarios,

 

puntos cardinales de mi tristeza

 

caí­dos de la rosa de los vientos

 

como amantes cuyos abrazos se rompieran.

 

          

 

Mi patria

 

es una tierra elevada

 

de dilatados herbazales y doradas mazorcas que cruzan los mares y se van muy lejos

 

mientras los hombres del monte y la llanura se dilatan hambrientos.

 

Allí­ he nacido,

 

de allí­ partí­ atado a la sangre

 

solo, después de los años,

 

descubrí­ en mi pecho la mancha roja;

 

entonces aprendí­ a leer en las hojas,

 

a hablar con la tierra

 

y a callar cuando ella reconstruí­a la historia

 

de los muchos muertos que la sustentan,

 

de la sangre que alimentó sus frutas,

 

del llanto que sostuvo la precocidad de sus montes.

 

Mucho tiempo ha transcurrido desde que partí­,

 

nada ha cambiado:

 

siguen los mismos montes pelados,

 

la misma vegetación de vegetales y girasoles,

 

de cafetales oscuros y pastizales estrellados.

 

Solo el hambre ha crecido,

 

ya no hay lugar en los cementerios

 

ni en los ojos llanto

 

ni en mi isla patrias.

Tomado de:

https://profedelengua.blogia.com/2010/011402--nada-permanece-tanto-como-el-llanto-de-jacques-viau-renaud.php

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