A mí mismo en mis memorias
Fluye, fluye, nube gris,
se abre la flor de la peonía,
nada te une ya a esta tierra,
nada te une ya a este cielo.
Delira en la canícula el jardín,
un gato da bostezos en el porche.
Caminas por la calle de los tilos
en flor, de qué ciudad, lo ignoras,
en qué país, no lo recuerdas.
Brillan livianos los estorninos,
la noche se aproxima suavemente,
juegan al escondite los capullos de las rosas.
Eres tan sólo un sueño, una imagen,
sólo un anhelo eres.
Cuando te vayas, como las nubes,
se teñirá de bronce tu recuerdo.
Y rondarás los ríos
y las sombras de los árboles,
pero naufragarás en la tierra, en la tierra, en la tierra.
Versión
de Elzbieta Bortkiewicz
Autorretrato
Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir
se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en
medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas.
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor,
los tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo
captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos.
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.
Versión
de Elzbieta Bortkiewicz
Canción del emigrado
En ciudades ajenas venimos al mundo
y las llamamos patria, mas breve es
el tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres.
Caminamos de este a oeste, ante nosotros rueda
el gran aro del sol
ardiente, a través del cual, como en el circo,
salta ágilmente un león domado. En ciudades extrañas
contemplamos las obras de viejos maestros
y, sin asombro, en añejos cuadros vemos
nuestros propios rostros. Habíamos existido
antes, e incluso conocíamos el sufrimiento,
nos faltaban tan sólo las palabras. En la iglesia
ortodoxa de París los últimos rusos blancos,
encanecidos, rezan a Dios, varios lustros
más joven que ellos y, como ellos,
impotente. En ciudades ajenas
permaneceremos, como los árboles, como las piedras.
Versión
de Elzbieta Bortkiewicz
Tomado de:
http://amediavoz.com/zagajewski.htm
En ningún lugar
Fue un día
en ningún lugar
al volver del entierro de mi
padre,
un día entre continentes, iba perdido por las calles
de Hyde Park escuchando retazos de voces americanas,
no pertenecía a ningún lugar, era libre,
pero si eso era la libertad, pensé, preferiría
ser cautivo de un buen rey, de un cálido emperador;
las hojas fluían a contracorriente del rojizo otoño,
el viento bostezaba como un perro cazador,
la cajera en el colmado, en ningún lugar
(le intrigaba mi acento), me preguntó de dónde era,
pero lo había olvidado, tenía ganas de hablarle
de la muerte de padre, pero pensé: ya soy
demasiado viejo para ser huérfano; vivía
en Hyde Park, en ningún lugar,
Donde la diversión viene a morir
como decían no sin envidia los estudiantes de otras
universidades,
era un lunes sin carácter, cobarde,
sin forma, un día sin inspiración, en ningún lugar, ni
siquiera el penar
había adoptado una forma radical, tenía la sensación
de que el mismo Chopin en un día como ése se limitaría,
en el mejor de los casos, a dar clases
a estudiantes aristocráticas, acaudaladas;
de repente me acordé de lo que había escrito de él
gottfried Benn, dermatólogo berlinés,
en uno de mis poemas preferidos:
«Cuando delacroix anunció su teoría,
él se quedó preocupado porque no podía
justificar sus nocturnos»,
estos versos, irónicos y tiernos a la vez,
siempre me colmaron de una felicidad
casi tan grande como la música de Chopin.
Una cosa sí sabía: tampoco hace falta justificar
la noche, ni el dolor, en ningún lugar.
(versión
de Xavier Farré)
UN POEMA CHINO
Leo un poema chino
escrito hace mil años.
El autor habla de la lluvia
que cae toda la noche
sobre el techo de bambú de la barca,
y de la paz que finalmente
anidó en su corazón.
¿Será casualidad que vuelva a ser
noviembre, haya niebla
y una puesta de sol plomiza?
¿Será por azar
que otra vez alguien viva?
Los poetas dan mucha importancia
a los éxitos y a los premios,
pero otoño tras otoño los árboles
orgullosos van deshojándose
y si algo queda es el murmullo
delicado de la lluvia
en los poemas que no son
ni alegres ni tristes.
Tan sólo la pureza es invisible
y el atardecer, cuando luz y sombra
se olvidan de nosotros un momento,
ocupados en barajar secretos.
Lienzo
De pie, callado ante el cuadro sombrío,
ante el lienzo que hubiera podido tornarse
abrigo, camisa, bandera,
pero en cosmos se había convertido.
Permanecí en silencio,
colmado de encanto y rebelión, pensando
en el arte de pintar y el arte de vivir,
en tantos días fríos y vacíos,
en los momentos de impotencia
de mi imaginación,
que como el corazón de la campana
vive tan sólo en el balanceo,
golpeando lo que ama
y amando lo que golpea,
y pensé que este lienzo
también hubiera podido ser mortaja.
(versión
de Elzbieta Bortkiewicz)
Tomado de:
https://www.vallejoandcompany.com/en-ningun-lugar-5-poemas-de-adam-zagajewski/
Amistades imposibles
Por ejemplo, con alguien que se ha ido,
que solo existe en el papel amarillento de las cartas.
O en largos paseos a pie cerca del agua,
cuya corriente arrastra en lo profundo
las tazas de porcelana y las conversaciones
sobre filosofía con un estudiante temeroso
o con el cartero.
Con un transeúnte de mirada altiva
que nunca llegarás a conocer.
Amistad con el mundo, cada vez más impecable
(si no fuera por el hedor acre de la sangre).
Con el anciano que saboreaba su café
en Saint Lazare, cuyo aspecto
te recordó de pronto a otra persona.
Rostros que pasaban sin cesar como relámpagos
en los trenes locales.
Y felices rostros de viajeros que tal vez
se dirigían a un baile esplendoroso
o a presenciar algún degollamiento.
Y amistad contigo mismo,
pues después de todo no posees
[ni la más
remota idea de quién eres.
El viejo Marx *
Trato de imaginar su último invierno,
en un Londres húmedo y glacial,
recibiendo los bruscos besos de la nieve
en las calles desiertas, las aguas turbias del Támesis,
las putas temblorosas de frío que encendían
[fogatas en el parque.
Los inmensos trenes que en algún lugar
[cruzaban la noche resoplando.
Los trabajadores que en el bar hablaron con tanta rapidez
que él no pudo entender ni una palabra.
Quizás Europa era más rica entonces y estaba en paz,
pero aún los belgas imponían tormentos en el Congo.
¿Y Rusia? ¿Y su tiranía? ¿Y Siberia?
Pasó noches enteras contemplando las ventanas cerradas.
No era capaz de concentrarse, volvió a leer viejos
escritos,
releyó al joven Marx durante días enteros,
y admiró en secreto a aquel autor tan ambicioso.
Todavía sentía cierta fe en su fantástica visión,
pero había instantes en que la duda lo invadía
y pensaba que quizás lo único
que él había entregado al mundo
era una nueva forma de desesperanza;
entonces cerraba los ojos para ver solamente
la penumbra rojiza de sus párpados.
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* Zagajewski compuso dos versiones de este poema. Esta
lleva en el título un número 2 entre paréntesis.
Old Marx (2)
I try to envision his last winter,
London, cold and damp, the snow’s curt kisses
on empty streets, the Thames’s black water,
chilled prostitutes lit bonfires in the park.
Vast locomotives sobbed somewhere in the night.
The workers spoke so quickly in the pub
that he couldn’t catch a single word.
Perhaps Europe was richer and at peace,
but the Belgians still tormented the Congo.
And Russia? Its tyranny? Siberia?
He spent evenings staring at the shutters.
He couldn’t concentrate, rewrote old work,
reread young Marx for days on end,
and secretly admired that ambitious author.
He still had faith in his fantastic vision,
but in moments of doubt
he worried that he’d given the world
just a new version of despair;
then he close his eyes and see nothing
but the scarlet darkness of his lids.
Víspera de Año Nuevo, 2004
Te has quedado en casa, y sigues escuchando
las grabaciones de Billie Holiday,
que canta y canta sin cesar,
con su melancolía y su voz adormilada.
Cuentas las horas que te faltan
para que llegue la medianoche.
¿Por qué los muertos cantan apaciblemente,
pero los vivos no podemos librarnos del pavor?
Tomado de:
https://www.insularismagazine.com/esp/reinaldo-garcia-ramos-tres-poemas-de-adam-zagajewski
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