Un mar asusta menos si aprendemos su nombre
Y puede
venir un golpe de soledad,
como salir
de pronto a las traseras del mundo. Es
en un día
oscuro, complicado,
dificultosamente cotidiano,
que, al
fin, resulta llevar dentro de sí otro día más
claro,
más ligero.
En cierto
minuto se produce el rompimiento,
el soltar
amarras,
cortar
cables,
el levar
anclas una libertad, una facilidad.
Y ya estoy
solo.
(Tan indiferente que parezco alegre.)
Nadie podrá
nunca acompañarme por los ecos últimos de
mi soledad.
La soledad,
como las
movedizas ciudades de la costa,
tiene sus
muelles por donde acercarse al mar, y un
largo vacío como escamas.
Se ven
paisajes, mundos, desde la soledad;
pero duele
no saber de dónde son, cómo se llaman.
(Un mar
asusta menos si aprendemos su nombre.)
La soledad
me acerca un catalejo, me alarga la mirada,
es como una
videncia ya angustiosa, perpetua,
que me hace
presentes
los bosques
y las tardes donde nunca estaré,
el dolor de
no estar en aquel campo atardecido donde
sé que alguien deja que le crezca la sombra,
donde
alguien va a morir por un momento cuando más
bella era su larga sombra en tierra.
El dolor de
saber dónde no estamos.
Será un
mundo inhabitado
por donde
pasan barcos camino de algún mar.
Sé que al
anochecer muere un velero cada día,
una ilusión
marina que echa a volar en mí
como la
gaviota de cada crepúsculo.
Pero soy
tierra adentro, algún día lo sabré,
y voy de
plaza en plaza hasta donde mi soledad haya
de prolongarse.
En soledad
sé cosas, sé más cosas; la soledad me da
conocimiento,
pero me
quita vida,
espumas,
mundo.
Hasta que
me sorprendo con sólo una moneda o un
metal o una rueda,
cualquier
sencillo objeto invariable y opaco,
repetido en
mis manos, pesándome en los dedos,
empañado de tacto.
Le vengo
dando vueltas desde mi soledad
y me es ya
extraño como algo recogido en otra estrella.
De una
ciudad sin parentescos, desabrigado y lento,
estremecido, voy regresando a todo.
Aún traigo
en la cabeza los astros que he mirado.
Pero se va
invadiendo de mundo nuestro mundo.
Qué
lentamente -y un calor despierta- se me puebla
la vida,
se me
habita una vaga humanidad,
les vuelve la
mirada a las distancias.
Cuándo he
dejado de estar solo.
Aún traigo
en la cabeza los astros que he mirado.
Tomado de:
http://nadiesalvoelcrepusculo.blogspot.com/2016/04/un-mar-asusta-menos-si-aprendemos-su.html
OZONO
El ozono es el duende de Madrid,
es un diablo cojuelo y posmoderno.
El ozono es el duende de los niños.
Pero es bueno y es malo, eso según,
y hay señores con barba que estudian el ozono,
y hay señores muy malos que le dejan volar.
El ozono trabaja con la ayuda del sol,
al sol le hace recados convenientes,
peligrosos recados,
y te avisa con tiempo de la contaminación.
Antes no hubiera ozono, todo limpio,
eran otros los duendes de Madrid,
pero este colegial de la escuela del sol
se va siempre de clase y mata a un niño
le da un susto al alcalde,
juega con la gripe, mala chica.
Atención al ozono, niños a esconder,
a ver mayo y el viento si se llevan el duende,
y se aclara Madrid, ciudad de ozono.
En el ozono anda Gallardón.
Tomado de:
http://www.madrimasd.org/cienciaysociedad/poemas/poesia.asp?id=697
“Mortal y Rosa”
… esta corporeidad
mortal y rosa
*donde el amor
inventa su infinito *
(Pedro Salinas)*
Después de tantas lecturas
no podía aprenderte,
es más
no quería aprenderte
otra vez,
sin diluirme embebida
por la desnudez
de ese sutil lirismo
que envuelve a tu letra,
discurriendo
con mi pupila en verso
entre el gemir de sus páginas
tan eróticas de vida,
tan carnales de muerte
que me invitaron
entre la piel de tu prosa
a reinventarme
con mis cinco sentidos
en la frondosidad del amor
Y me fui meciendo
poéticamente,
por el vaivén de tus recuerdos
vivificados
en plena confesión,
desde la luz de una sonrisa
aquella sonrisa infantil
que sobrevive
como tú única verdad,
la verdad del hijo
hasta hacerme lágrima
de tu cruel ceguera
intimando,
con ese desgarro
de tu “mortal y rosa”
Tomado de:
https://comunidad.poemame.com/t/mortal-y-rosa-francisco-umbral/21655
Cuando llegue septiembre y se muera un racimo,
cuando seamos rehenes de una ciudad de cáncer,
cuando la actualidad descienda sobre mí,
como una capa de oro con cáscaras bordadas,
cuando este azul presente lo cerremos con llave
y pongamos al cielo sus cancelas.
Cuando llegue septiembre y se erija lo rojo,
cuando vuelva a la vida la tortuga/teléfono
cuando lo cotidiano ya no sea una manzana
como un animal redondo o planeta callado,
cuando esta dulce balsa atraque en el otoño.
Cuando llegue septiembre…
ALGO MÁS QUE
DERECHO
Tomado de:
LA MÁQUINA DE ESCRIBIR
Pequeña ametralladora entre mis manos,
máquina de matar con adjetivos,
máquina de escribir, arma del tiempo.
En todas las mañanas de mi vida,
la tablilla audaz de mi olivetti,
ese ferrocarril ortográfico
en el que viajo muchos kilómetros de mí mismo,
el regreso a los campos de la prosa
para librar batallas en mi lengua
con todos los que piensan, los que gritan,
con los que escriben en fieros tanques
para no decidir nada y tener miedo.
Viejo olivetti verde, azul o negro,
posado posado con letras,
en este posado, una mañana,
me encontrarás tendido, no vencido.
Libros, papeles, cosas y poemas
saldrán y saldrán de este cacharro.
Pavonado revólver de mi prosa,
su muecas son tiro de ministros,
canto de codorniz, canto de urraca,
como los que ahora pueblan el jardín.
Alegría y salud, mi vieja máquina
me da estilo, escribo
y la gente se para a verla.
Tomado de:
https://ruadaspretas.blogspot.com/2021/12/francisco-umbral-maquina-de-escrever.html
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