Himno de la ciudad
No sólo en yermo llano,
Ni allá en selvoso apartamiento esquivo,
El pensamiento humano
Puede a Dios contemplar presente y vivo;
Ni sólo oye su acento
Donde la onda retumba y silba el viento.
También aquí presente
Yo te adoro ¡Señor!, aquí te miro,
Donde bulle la gente
Con vasta resonancia y vario giro
Entre muros, do ufana
Puso su sello audaz la industria humana.
Tu luz, vertida a mares
Del combo cielo, la ciudad inunda,
Penetra los hogares,
Espacio lleno de aire nos circunda;
Por ti el mar sus tributos
Nos da, y las costas sus preñados frutos.
Goza vital aliento
Tanto agrupado ser, y a ti lo debe;
Y el sordo movimiento
De inmensa multitud que habla y se mueve,
Tu alto poder proclama
Cual tormenta que zumba o mar que brama.
Y a la hora del descanso,
Cual duerme la alta mar, cesa el tumulto;
Y aquel silencio manso,
Obra tuya también, te ofrece culto;
Tú, soberano dueño,
De la inerte ciudad guardas el sueño.
La voz del otoño
Murmurando a la contina
Sopla alada ventolina,
Y retostadas y rojas
Cual copos de luz, las hojas
Remolina.
Ya mustia campiña rasa,
Ya el árbol que el sol abrasa
Roza en blando movimiento;
Doquier de otoño el aliento
Corre y pasa.
Sobre el musgoso arroyuelo
Susurra, y saluda, al vuelo,
La última desierta flor
Que lánguida y sin color
Mira al cielo.
Y a rapaces bullidores
Llega, y besos voladores
Les da en ojos y mejillas,
Y deja atrás sus cuadrillas
Y clamores.
Y a lago y selva remota
Va triscando, y alborota
El más recóndito nido,
Do entre peñas escondido
Raudal brota.
Ni en la granja se guarece
Que alegre ninfa embellece,
Ni en concavidad repuesta;
Huye, y la cima traspuesta,
Desparece.
Di, ¿no te causa pesar,
Nunca haber de reposar,
Blanda brisa, ni en laderas
De los montes, ni en riberas
¿De la mar?
Perenne inquietud te asiste,
Para agitarte naciste,
Sin cesar, de Oriente a Ocaso;
Aura que detiene el paso,
Ya no existe.
Pienso que, dejando lloras,
Mil formas encantadoras
Que, doquiera que resbalas,
Con tus levísimas alas
Mal desfloras.
Tomado:
https://www.isliada.org/poetas/william-cullen-bryant/
Thanatopsis
A quien en el amor a
la naturaleza se comunica
con sus formas visibles, ella le habla
una lengua diversa; para sus horas más alegres
Ella tiene una voz de alegría, y una sonrisa
y una elocuencia de belleza, y se desliza
en sus meditaciones más oscuras, con una tierna
y sanadora simpatía, que roba
Su agudeza, antes de que él se dé cuenta. Cuando los
pensamientos
de la última hora amarga vengan como una plaga
sobre tu espíritu, y las imágenes tristes
de la severa agonía, el sudario y el manto,
y las tinieblas sin aliento y la casa estrecha,
te hagan estremecer y enfermar de corazón; -
Ve, bajo el cielo abierto, y enumera
las enseñanzas de la naturaleza, mientras que de todos los
alrededores de la
Tierra y sus aguas, y las profundidades del aire,
llega una voz quieta, aún unos días, y tú
El sol que todo lo contempla no verá más
En todo su curso; ni aún en la tierra fría,
donde tu pálida figura fue puesta, con muchas lágrimas,
ni en el abrazo del océano, existirá
tu imagen. La Tierra, que te alimentó, reclamará
Tu crecimiento, para ser resuelto a la tierra nuevamente,
Y, perdido todo rastro humano, entregando
Tu ser individual, irás
Para mezclarte para siempre con los elementos,
Para ser hermano de la roca insensible.
Y al perezoso terrón, que el rudo pretendiente
Vuelve con su parte y pisa. El roble
echará sus raíces al exterior y perforará tu molde.
Sin embargo, no
te retirarás solo a tu lugar de descanso eterno, ni podrías
desear a
Sillón más magnífico. Te acostarás
con los patriarcas del mundo infantil, con los reyes,
los poderosos de la tierra, los sabios, los buenos, las
bellas formas y los viejos videntes de las épocas pasadas,
todo en un solo sepulcro poderoso. Las colinas,
de nervaduras rocosas y antiguas como el sol, los valles se
extienden en pensativa quietud entre ellos;
Los bosques venerables, ríos que se mueven
en majestuosidad, y arroyos quejumbrosos
que hacen verdes los prados; y, derramado por todos
lados, el gris y melancólico desperdicio del Viejo Océano,
no
son sino las solemnes decoraciones
de la gran tumba del hombre. El sol dorado,
los planetas, toda la hueste infinita del cielo,
están brillando en las tristes moradas de la muerte, a
través del quieto lapso de las edades. Todos los pasos del
globo son un puñado para las tribus
que duermen en su seno. Toma las alas
de la mañana, perfora el desierto de Barcan,
o piérdete en los bosques continuos
donde rueda el Oregón y no oye ningún sonido, salvo el
suyo. azotes, pero los muertos están allí:
y millones en esas soledades, desde
que comenzó la primera fuga de los años, los han puesto
en su último sueño; los muertos reinan allí solos.
Entonces
descansarás, y ¿qué pasa si te apartas
en silencio de los vivos y ningún amigo
toma nota de tu partida? Todo lo que respire
Compartirá tu destino. Los alegres se reirán
cuando tú te hayas ido, la solemne prole del cuidado
prosigue con paso lento, y cada uno, como antes, perseguirá
a
su fantasma favorito; sin embargo, todos estos dejarán
su alegría y sus ocupaciones, y vendrán
y harán su lecho contigo. Mientras la larga cola
de las edades se desliza, los hijos de los hombres,
la juventud en la verde primavera de la vida, y el que va
en la fuerza de los años, matrona y doncella,
el niño mudo y el hombre canoso,
uno por uno. uno sea reunido a tu lado,
por aquellos que a su vez los seguirán.
Vive para que cuando
tu llamado venga a unirte a
la innumerable caravana, que se traslada
a ese reino misterioso, donde cada uno tomará
Su cámara en los silenciosos pasillos de la muerte,
No vayas, como el esclavo de cantera en la noche,
Azotado a su calabozo. , pero, sostenido y aliviado
por una confianza inquebrantable, acércate a tu tumba,
como quien se envuelve con las cortinas de su lecho
y se acuesta en sueños placenteros.
Tomado de:
https://hmong.es/wiki/Thanatopsis
EL SOL DE MAYO
El sol de mayo envuelve en esplendores
Prado y selva, de nuevo floreciente;
Mas la que a honrar venía estos verdores
Con sonrisa aún más pura y más fulgente,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
En larga copia blancas flores bellas
Asoman del camino en las orillas;
La que con mano que envidiaban ellas,
Cogiendo iba y juntando florecillas,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
Los pájaros al aura brillad ora
Esparcen sus concentos matutinos;
La que con voz más dulce y más canora
Convidome tal vez a oír sus trinos,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.
La música del año que amanece,
La florida estación me causa enojos;
Mi espíritu se anubla y entristece,
Las lágrimas asoman a mis ojos;
Que ella ¡ay de mí! reposa
Bajo la helada losa.
HIMNO DE LA CIUDAD
No sólo en yermo llano,
Ni allá en selvoso apartamiento esquivo,
El pensamiento humano
Puede a Dios contemplar presente y vivo;
Ni sólo oye su acento
Donde la onda retumba y silba el viento.
También aquí presente
Yo te adoro ¡Señor!, aquí te miro,
Donde bulle la gente
Con vasta resonancia y vario giro
Entre muros, do ufana
Puso su sello audaz la industria humana.
Tu luz, vertida a mares
Del combo cielo, la ciudad inunda,
Penetra los hogares,
Espacio lleno de aire nos circunda;
Por ti el mar sus tributos
Nos da, y las costas sus preñados frutos.
Goza vital aliento
Tanto agrupado ser, y a ti lo debe;
Y el sordo movimiento
De inmensa multitud que habla y se mueve,
Tu alto poder proclama
Cual tormenta que zumba o mar que brama.
Y a la hora del descanso,
Cual duerme la alta mar, cesa el tumulto;
Y aquel silencio manso,
Obra tuya también, te ofrece culto;
Tú, soberano dueño,
De la inerte ciudad guardas el sueño.
JUNIO (fragmento)
Allí, tras las largas, largas horas de verano
la luz dorada debería yacer
y espesas hierbas nuevas y ramas floridas
alzarse en el esplendor de su hermosura.
La oropéndola, hacer su nido y cantar
su cuento de amor, cerca de mi celda;
la mariposa que vaga
debería hallar reposo, y se oriría
a la abeja ajetreada y al colibrí.
¿Y qué si alegres gritos al mediodía,
que llegan desde el pueblo,
o canciones de doncellas, bajo la luna,
se mezclan con la risa de las hadas?
¿Y qué si en la luz crepuscular
los novios prometidos caminan junto
al monumento levantado en mi honor?
Me gustaría que en este lugar hermoso
no se vieran ni oyeran cosas tan tristes.
Lo sé, sé que no habría de ver
el glorioso espectáculo de la estación,
sé que sus rayos no brillarían para mí
ni fluiría ya su música silvestre;
pero si, alrededor de mi lugar de reposo,
los amigos que amo acuden a llorar
quizá no tengan prisa en irse.
Suaves melodías y canciones, y luz, y flores,
los harían detenerse junto a mi tumba.
Deberían llevar en sus corazones
el recuerdo de lo que ya pasó,
y hablar de aquel que ya no puede
compartir la dicha de este paisaje;
cuya parte en el fasto que llena
el circuito de las colinas en verano
es... que su tumba es verde;
y cómo se alegrarían sus corazones
si su voz sonara hoy de nuevo.
Versión de Edgardo Dobry y Andrés Ehrenhaus
LA VOZ DEL OTOÑO
Murmurando a la contina
Sopla alada ventolina,
Y retostadas y rojas
Cual copos de luz, las hojas
Remolina.
Ya mustia campiña rasa,
Ya el árbol que el sol abrasa
Roza en blando movimiento;
Doquier de otoño el aliento
Corre y pasa.
Sobre el musgoso arroyuelo
Susurra, y saluda, al vuelo,
La última desierta flor
Que lánguida y sin color
Mira al cielo.
Y a rapaces bullidores
Llega, y besos voladores
Les da en ojos y mejillas,
Y deja atrás sus cuadrillas
Y clamores.
Y a lago y selva remota
Va triscando, y alborota
El más recóndito nido,
Do entre peñas escondido
Raudal brota.
Ni en la granja se guarece
Que alegre ninfa embellece,
Ni en concavidad repuesta;
Huye, y la cima traspuesta,
Desparece.
Di, ¿no te causa pesar,
Nunca haber de reposar,
Blanda brisa, ni en laderas
De los montes, ni en riberas
¿De la mar?
Perenne inquietud te asiste,
Para agitarte naciste,
Sin cesar, de Oriente a Ocaso;
Aura que detiene el paso,
Ya no existe.
Pienso que, dejando lloras,
Mil formas encantadoras
Que, doquiera que resbalas,
Con tus levísimas alas
Mal desfloras.
Tomado de:
https://www.airesdelibertad.com/t46079-william-cullen-bryant-1794-1794
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