EL PASTOR APASIONADO A SU AMOR
Ven a vivir conmigo y sé mi amor,
y probaremos todos los placeres
que los montes, los valles y los campos,
y las abruptas cumbres nos ofrezcan.
Allí nos sentaremos en las rocas
a observar los rebaños y pastores,
junto a un riachuelo tenue, en cuyos saltos
músicas aves cantan madrigales.
Allí te tejeré un lecho de rosas
y un sinfín de fragantes ramilletes
y te haré una corona y un vestido
todo en hojas de mirto fabricado.
Te haré un tapado con la mejor lana
que nos puedan brindar nuestras ovejas,
y hermosas zapatillas para el frío
que han de tener hebillas de oro puro.
Un cinturón de paja y tiernos brotes,
con broches de coral y tachas de ámbar:
y si tales placeres te persuaden,
ven a vivir conmigo y sé mi amor.
Argénteos platos para los manjares,
igual de hermosos que los de los dioses,
en mesa de marfil serán dispuestos
para ti y para mí, todos los días.
En primavera, los pastores jóvenes
te halagarán con cantos y con bailes;
si conmueven tu alma estas delicias,
ven a vivir conmigo y sé mi amor.
Tomado de:
https://www.zaidenwerg.com/el-pastor-apasionado-a-su-amor-christopher-marlowe-2/
¿Quién amó alguna vez sin amar a primera vista?
(Traducido
al español por Sebastián Beringheli para El Espejo Gótico)
No está en nuestro poder amar u odiar,
porque la voluntad es anulada por el destino.
La razón nadie sabe;
que sea suficiente lo que contemplamos.
Donde dos deliberan, el amor es débil:
¿Quién amó alguna vez
sin amar a primera vista?
Tomado de:
http://elespejogotico.blogspot.com/2021/07/quien-amo-alguna-vez-sin-amar-primera.html
Lamento por Jenócrates
Negra es la belleza del día más luminoso;
la dorada beldad del eterno fuego del cielo
que bailó con la gloria de las olas plateadas,
quiere ahora el combustible que inflamó sus haces:
para debilidad y repugnante desgracia de todos,
Él ata sus templos con una nube de cirros,
listo para oscurecer la tierra con una interminable noche;
Jenócrates, que le dio la luz y la vida,
y cuyos ojos emanaban fuego desde sus parrillas de marfil,
templó cada alma con vivo calor.
Hoy, por la malicia de los irritados cielos,
su celo no admite un segundo compañero,
y bosqueja el alivio de su último respiro;
todos se deslumbraron por las infernales lloviznas
[de muerte.
Ahora, los ángeles pasean por los muros del cielo,
cual centinelas que previenen a las almas inmortales,
para entretener al divino Jenócrates.
Apolo y Cintia, que con suavidad semejan
lámparas votivas en esta tierra aborrecible,
ya no brillan más, pero engalanaban los cielos
para entretener al divino Jenócrates.
Las primaveras cristalinas con su sabor iluminan
refinados ojos de mirada eterna,
como plata probada en el Paraíso
para entretener al divino Jenócrates.
Los santos querubines y serafines,
que cantan y juegan ante el Rey de Reyes,
se valen de todas
sus voces e instrumentos
para entretener al divino Jenócrates.
Y en esta dulce y curiosa armonía,
el Dios que afina esta música para nuestras almas,
sostiene su mano en la más alta majestad para entretener al
divino Jenócrates.
Dejad pues que mis pensamientos transmitan,
hasta el palacio del cielo imperial, un trance sagrado:
breve puede ser para
mí la vida
como dulces son, de Jenócrates, los días.
¡MALDICIÓN PARA QUIEN LA GUERRA INVENTÓ!
¡Maldición para quien la guerra inventó!
No supieron, ¡ah!, no supieron, los hombres sencillos,
cómo, aquellos a
quienes aporrearon a punta de cañonazos
se tambaleaban cual
trémulas hojas de álamo,
¡temiendo la fuerza de las estrepitosas explosiones [de
Boreas!
¡Muy lamentable sería
que la naturaleza no me hubiese dado erudición [y
sabiduría!
Los reyes son descargas que cada hombre dispara;
nuestra corona, el alfiler al que miles buscan
ensartarse:
por lo tanto, en política lo pienso bien
para esconderme; gracioso estratagema,
lejano de cualquier hombre tonto:
de tal manera que no deba ser conocido; o si lo soy,
que no pueden llevarse mi corona primero.
La esconderé aquí, en este simple agujero. •
“El
pastor apasionado a su amada”, que es un poema pastoril que inspiró muchas
réplicas, como “La respuesta de la ninfa al pastor” de Walter Raleigh y “El
cebo” de John Donne. •
Tomado de:
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