miércoles, 9 de noviembre de 2022

POEMAS DE GAMALIEL CHURATA (Arturo Pablo Peralta Miranda)


VERSOS DEL ACHACHILA

 

        Aumentan de volumen las aguas en lagrimales

                                               detrás del ventisquero llameante

                                 fogata en plenitud

         lasaguascrespasdegermensebifurcanalsolsticioenanchasmarejadas

                   BERMELLÓN DE LAGOS VERPERTINOS

                   RISAS AGRIAS

                                               DE AMANECERES JOYANTES

  ¡matéria inominada!

            ¿qué relincho atrás?

          há bufado la bestia apostada al fastígio del hambre con el

                                                                  viejo colmillo carnicero

 

                                     tonada de la caverna

                                      la flecha de sílex

                                      el pellejo curtido

                                      el coito bruto por el ojo luminoso

                            ¡acrecienta!     ¡vomita!

                            tiene dulzura de zampoña

                            gorgoteo de agua creciente

                                                         ¡AY!

                   YA VUELVE EL ANIMAL DE LA FRESCA LECHUGA

 

 

 

                                      (En: revista Boletín Titikaka,

                                      Puno, marzo, 1927, n. 8, p. 35)

ELEGÍA PLEBEYA POR LA COMPAÑERA

 QUE MURIÓ IMILLA

 

            Tuvo del lampo el brillo casto,

         sus ojos dulzuras.

         Buena como flor que repta por los campos

         saturaba de amor la candidez del aire.

 

         Vino a ser panacea de almas,

         sus sonrisas agua de cristal de alboradas;

         tenían sus hijos la fuerza de la yerba

         y nobles como el Sol,

         como él se acostaron un día

         entre el arrebol de fauces herida...

 

         Despertó para mi espíritu

         cuando la pleamar sonaba a la distancia

         y mi carne la tuvo aprisionada

         para siempre con los cinco garfios

         y las siete cañas musicales del cielo.

         Pero se durmió en el Tiempo,

         ala de rosa y pétalo de nube.

 

         Amorosamente desde el cerro

         ve pasar el cortejo de quirquis

         y el llanto del pinkullo se pone azúcar

         en su mirada que tano adormeció adorando.

 

         Fue buena,

         como es bueno el pan del pobre

         y la hediondez sencilla de la cocina todos los días.

 

         Pero se fue, se fue,

         y el aire limpio para beberse,

         la pampa alhajada de lágrima,

         las canciones que escarban la tierra,

         oro y esmeralda silvestre.

 

         Nadie sabrá desde este día

         su lindo olor de salvia...

         Para cantar más largo sus querências

         todas las flautas del Ande

         se van como ella llorando.

 (De Gamaliel Churata – Antología y Valoración. Ediciones Instituto Puneño de Cultura, Lima, 1971.  P. 356-357)

Tomado de:

http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/peru/gamaliel_churuta.html

 

 

MATINAS

 

tiembla la pulpa campestre

del polen de los surcos

y de la médula del viento

           el aire pule con amor

           el cero dulce

se abraza en el rumor de los trigos maduros

perfume silvestre

danza pastoril

el árbol preñez de canto

OH ANDINO SABOR DE FRUTA

                   CANCIÓN DESVANECIDA EN ÉXTASIS

¡Cómo se astillan el pedernal y el alma

en el efluvio que amanece!

 

 

MATINAS

 

Castidad de la madrugada

en el fogón y la escarcha.

Con el potro relincha

el corazón de la montaña.

En la leche blanca

de la vaca bermeja

me bebo a sorbos la mañana.

 

Gamaliel Churata

Tomado de:

http://lasillaprestada.blogspot.com/2013/08/dos-poemas-de-gamaliel-churata.html

 

 

“Interludio Bruníldico”

 

I

 

 

 

Se elogia el nombre de la Amada 

 

Tu nombre fue un tibio cristal de madrugadas

 

Venías, hornalla, sonando, desde la garganta del arroyo.

 

Te vertiste como la leche dulce –

 

Sonrisas solares -  hasta atenuar mi gesto,

 

¡copo de nieve! ¡pluma suave! ¡trino auroral!

 

Ya confundo mi grito, atestado de voces,

 

en tu rosa mejilla, dormida en amor,

 

dulcemente engreída en mis fogatas…

 

muñeca de ojo asiático, trigueña de Inti;

 

te besamos, tierna mama, caricia de tu pulpa

 

reclinada en mi músculo…

 

¡Brunilda: sorbo tu nombre desnudo,

 

bañado en rocíos empapado en canciones!

 

 

II

 

 

 

Holocausto de todo el amor para El

 

 

 

 

 

Yo perdí mi wawa una mañana,

 

¡cuando mejor danzaban los tuqus

 

enternecidos en mi canto!

 

Le he gritado fuerte desde entonces,

 

y desde entonces mis orejas

 

están llenas de agua, están llenas de viento…

 

¿Para qué le lloras? Me dicen las imillas,

 

dándome sus senos,

 

al gozar del ñuñu

 

me he sentido como la leche, nuevo!

 

Mas otra vez yo lo reclamo,

 

hozando sangre entre las nubes,

 

al filo de la madrugada,

 

en el vientre del agua;

 

porque esta wawa que se me fue un ratito, no más, del pensamiento,

 

era un alegre tiro de mi honda,

 

la piedra de mi chujlla,

 

el dominador justiciero que floreaba!

 

¡Ya no quiero el seno de la imilla,

 

ni su pezón pintado de mieles,

 

no quiero para mí su pierna ni su brazo:

 

¡serán para mi wawa que ya viene!

 

 

 III

 

 

 

Se busca a la amada en el amor inmenso

 

 

 

 

 

La superficie del cielo arborecida;

 

la estrella del alba violenta;

 

y como si te bebieras agua de manantial,

 

un canto de ranas para tu soledad!…

 

¡tal te anuncias, animal del cerro empinado,

 

hijo de madre nevera!

 

Viajo en la tempestad… tu grito parpadea

 

virginal en la tierra, pulpa del mundo,

 

temblando en el susurro,

 

simple de cánticos, rezumador de mieles primerizas.

 

¡nadie te comprende este vuelo cenital,

 

cóndor y puma, estilo de hondura!

 

 

 

Sólo tú sabes que la axila se gloria de éter,

 

y que la garra es un camino entre dos distancias infinitas…

 

por la escalerita de la tierra abonada,

 

y con todo su jugo nos hundiremos hasta encontrar el secreto orgánico,

 

¡en el pedazo de cielo que nos chupamos de la mama!

 

 

IV

 

 

 

Los kirkis la extasían

 

 

 

 

 

Para que perdiera la esperanza,

 

tiraste tus ojos, viborilla…

 

Corro, en el viento,

 

por las vecindades de la cuesta,

 

y allí tampoco están

 

tus ojos, viborilla

 

¡Tus ojos se perdieron en los diamantes de los ríos!

 

 

V

 

 

 

Invitación a la soledad múltiple

 

 

 

 

 

Tiene este grano de tiempos comestibles

 

un sereno de cielo y una canción de tempestad.

 

Así me voy, como arrastrado, a la nube

 

con la babilla rala de una tristeza de agua llovida

 

y una suerte alegre de matinales pinqullos.

 

¿no habrá nada ahora tan triste que esté dentro?

 

¡Tanto masticamos la hierba pura y pura lágrima,

 

desde que el cielo abrió los brazos,

 

sobre esta soledad tinta de una tintura amarga!

 

Ponte mejor de modo transparente,

 

para que mejor te lleguen el sol y una canción de germen.

 

Yo- ya lo ves- quedo en transparencia,

 

y que todos vean mis canciones trenzadas en la sangre.

 

¡Qué laya de música va siendo esta tonada!

 

¿Dónde estás? Yo estoy, estando, quedo, y lejos…

 

y por más que encarno, ni la carne se come…

 

¡Crucificado!…Pero, siempre me alcanzó…

 

¡Y me doy en cada atracón de kañiwaqu,

 

una pura gana de atorarme para toser la pena!

 

 

VI

 

 

 

Liturgia de su carne virgen

 

 

 

 

 

Tímida insolación de gaviotas en el lago.

 

Adentro, el orto del sol

 

y el respiro inhollado del agua.

 

Estoy jadeante en el dintel de tus ovarios

 

y me atacan las espadas del frío.

 

¿Quién está, pues, más intenso?

 

Luego se agarran a mi piel lobos de fuego…

 

¡Oh, bestia en mí, y yo bestia en ti, soledad!

 

¡Temerario y fragante, cimbro el sexo

 

con esta sed de carne virgen!

 

 

VII

 

 

 

Exaltemos su cadáver desnudo

 

 

 

 

 

Trilla el sol en los campos.

 

Las mañanas se alegran de niñez.

 

La tierra es virgen;

 

en las parvas hay cantos

 

y en las aleluyas de la fuente…

 

Brinca la imilla kalatita:

 

¡se desnudó la muerte en sus caderas!

 

Y una noche duerme cien años,

 

pero está preñado de cielo,

 

su vientre redondo de esperanza…

 

Canto de albas, de trinos,

 

la imillita revestida de campos.

 

Las flautas en el aire tienen tonadas de virgen.

 

¡Oh, tu dulce, tu hedionda desnudez!

 

 

VIII

 

 

 

Adora el fruto de su vientre

 

El llokallo de cobres en la tarde ilumina

 

la soberbia curva de la teta,

 

alta, nutricia, magnífica, fecunda,

 

toda repleta de jugos frutales!

 

Por sus ojitos

 

amanece el pene acobardado en lo divino.

 

¡Nadie sabe la ricura de sus labios –

 

su palabra solar la entiende el alma –

 

y pronto su vagido se va sobre llamos de viento!

 

Arrullo de tu primera noche,

 

canción de tu primer mañana…

 

¿Quién te formó esquemático?

 

¿te hicieron para fórmulas?

 

¡Todo te diste luego como leche de vaca!

 

Exactamente un gruñido de bestia hubo en tu risa

 

y un atuendo de tórtolas…

 

¡He aquí el mozo erecto, arrecho, dominador del flanco!

 

 

IX

 

 

 

La cólera del Achachila

 

 

 

 

 

Me robé tu corazón, mama-kota,

 

y un día de sol reventó pajchas en mi kepi…

 

¡Cómo eran claros mi puñal y mi beso!

 

(Nunca querré callar bien dicho todo)

 

y se abrió un boquete maligno,

 

allá, ¡por donde duerme el trasero del cielo!

 

Desde entonces me baña

 

la suciedad;

 

se me atraganta la sombra,

 

¡y me ahoga!

 

¡No fue el rayo, no!

 

¡Fue la línea escalonada de los awichos!

 

¡Ellos, ellos son: todavía tienen hambre de wawas!

 

¡Todavía!

 

¡Todavía!

 

¡Así aprendí para no llorar, a llorar!

 

 

X

 

 

 

Se alaba la fascinación de su voz

 

Era tan suave el acento de su voz,

 

que después de haberse evaporado

 

todavía sonata…

 

¡Fuiste la mejor,

 

y por mejor te dieron tata!

 

Cada vez que amaneció tu risa,

 

un canto era descolgado del cielo

 

Y bien; ya estás de nuevo callando

 

tu silencio, y de nuevo se te oye perdida

 

en la estrella y la nube.

 

¡Ya no llorarás! Eres clemecia, qimensa, teofano,

 

eres sosiego del viento,

 

y colirio para la vida ausente.

 

Todo fue sólo tenerte unos minutos

 

en el sitio del gozo, junto a la carne…

 

¡Cómo será ahora!…

 

ya serán mejores el cómo y el por qué!

 

Dulce el ventarral, dulce el arrullo,

 

florecillas, florecillas,

 

como hierbas y piedras y terrón y turrón…

 

Así voy a estar, entonces…¿quieres?

 

Pero, ¿es que ya vuelves? ¿no? ¡y nosotros tira y tira

 

de ese suspiro elástico que no se arranca ni sale todamente!

 

 

XI

 

 

 

Su unidad en lo múltiple

 

Tienes la presencia eterna

 

del arenal.

 

En algo todo queda prendido,

 

pero si vienes, vas, y el atropello

 

del viento te conserva como una flor.

 

¿oyes? Desde las cumbres gritan los alkamaris.

 

Es ya tarde en el cielo.

 

Las nubes se deshilan para escribir tu voz.

 

¿qué esperas?

 

La noche abre su abdomen;

 

¡y todos quedamos prendidos

 

del intestino grueso!

 

¡Hoy hace un siglo que te espero!

 

De mi esperanza se hace agua;

 

del agua nace el berro

 

y la chijchipa matinal…

 

 

 

¡Pero todo está reseco

 

de la pura sequedad

 

del polvo!

 

 

 

¡las nubes que venían, se van!

 

¡los sankayos, marchitan!

 

¡Para qué, me digo, tanta hambrura,

 

y tanta lengua amarga,

 

y tanta dulzura borracha?

 

¡Guay, bonitos están mi lágrima

 

y este endiablado tiwanaqu!

 

Pero, ¿es que en todo te pierdes?

 

Te aproximas, te veo, te palpo… ¡y ya no estás!

 

¡Hay algo hondo que se está perdiendo cantando!

 

¡Abrázame! ¡Cada poro del tiempo es tu regazo!

 

Para eso te aproximas,

 

y dejándome cielo limpio,

 

la nube se mete en la chingana.

 

¡Te estoy besando, mi sankayo,

 

pero la misma ventolera

 

se come nuestra flor!

 

¡Guay, sólo será para cuando amanezca,

 

y tengamos calorcito rico en la saliva!

 

 

XII

 

 

 

Y finalmente, el vacío.

 

 

 

 

 

Temblorosos de trinos,

 

vienen los pichitankas…

 

Despacito se descuelgan

 

en el kañiwal lleno de besos…

 

¡Son los cantores de la solana!

 

Cuando rompen el aire a trueno,

 

hay latigazos de luz entre sus alas.

 

Cada uno viene de muy lejos…

 

Si pudiésemos apresarlos,

 

dirían, callarían lo mucho que saben de nosotros.

 

¡son un piar continuo,

 

y un hilito de agua de siempre!

 

Todos son buenos. El canto los educa;

 

y si al canto se unen las alas

 

a eso llama un pichitanka…

 

Muy de mañana se acercaron a mi alma.

 

Mi alma que está oyendo unos pasitos en el patio,

 

y unos phusiris que rompen a bombo mis montañas,

 

llegaron en bandada,

 

y cada cual se trajo un airecito de lejanía,

 

y cada cual segó la mies de mi distancia.

 

Están yendo y viniendo.

 

Salen y entran

 

de mi alma…

 

Y cada vez, afanosos, traen una dulce alegría

 

y se van barriendo una tristeza.

 

*El texto fue recuperado por José Luis Velásquez Garambel, quien lo publicó en: https://vdocuments.mx/orkopata-indigenismo-y-gamaliel-churata.html

Tomado de:

https://esteladohaciaabajo.tumblr.com/post/619190529750695936/gamaliel-churata-interludio-brun%C3%ADldico

 

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