VERSOS DEL ACHACHILA
Aumentan
de volumen las aguas en lagrimales
detrás del ventisquero llameante
fogata en plenitud
lasaguascrespasdegermensebifurcanalsolsticioenanchasmarejadas
BERMELLÓN DE LAGOS VERPERTINOS
RISAS AGRIAS
DE AMANECERES JOYANTES
¡matéria
inominada!
¿qué relincho atrás?
há
bufado la bestia apostada al fastígio del hambre con el
viejo colmillo carnicero
tonada de
la caverna
la flecha de sílex
el
pellejo curtido
el coito
bruto por el ojo luminoso
¡acrecienta! ¡vomita!
tiene dulzura de
zampoña
gorgoteo de agua
creciente
¡AY!
YA VUELVE EL ANIMAL DE LA FRESCA LECHUGA
(En:
revista Boletín Titikaka,
Puno,
marzo, 1927, n. 8, p. 35)
ELEGÍA PLEBEYA POR LA COMPAÑERA
QUE
MURIÓ IMILLA
Tuvo
del lampo el brillo casto,
sus ojos
dulzuras.
Buena
como flor que repta por los campos
saturaba
de amor la candidez del aire.
Vino a
ser panacea de almas,
sus
sonrisas agua de cristal de alboradas;
tenían
sus hijos la fuerza de la yerba
y nobles
como el Sol,
como él
se acostaron un día
entre el
arrebol de fauces herida...
Despertó
para mi espíritu
cuando la
pleamar sonaba a la distancia
y mi
carne la tuvo aprisionada
para
siempre con los cinco garfios
y las
siete cañas musicales del cielo.
Pero se
durmió en el Tiempo,
ala de
rosa y pétalo de nube.
Amorosamente desde el cerro
ve pasar
el cortejo de quirquis
y el
llanto del pinkullo se pone azúcar
en su
mirada que tano adormeció adorando.
Fue
buena,
como es
bueno el pan del pobre
y la
hediondez sencilla de la cocina todos los días.
Pero se
fue, se fue,
y el
aire limpio para beberse,
la pampa
alhajada de lágrima,
las
canciones que escarban la tierra,
oro y
esmeralda silvestre.
Nadie
sabrá desde este día
su lindo
olor de salvia...
Para
cantar más largo sus querências
todas
las flautas del Ande
se van como
ella llorando.
(De Gamaliel
Churata – Antología y Valoración. Ediciones Instituto Puneño de Cultura, Lima,
1971. P. 356-357)
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/peru/gamaliel_churuta.html
MATINAS
tiembla la pulpa campestre
del polen de los surcos
y de la médula del viento
el
aire pule con amor
el
cero dulce
se abraza en el rumor de los trigos maduros
perfume silvestre
danza pastoril
el árbol preñez de canto
OH ANDINO SABOR DE FRUTA
CANCIÓN DESVANECIDA EN ÉXTASIS
¡Cómo se astillan el pedernal y el alma
en el efluvio que amanece!
MATINAS
Castidad de la madrugada
en el fogón y la escarcha.
Con el potro relincha
el corazón de la montaña.
En la leche blanca
de la vaca bermeja
me bebo a sorbos la mañana.
Gamaliel Churata
Tomado de:
http://lasillaprestada.blogspot.com/2013/08/dos-poemas-de-gamaliel-churata.html
“Interludio Bruníldico”
I
Se elogia el nombre de la Amada
Tu nombre fue un tibio cristal de madrugadas
Venías, hornalla, sonando, desde la garganta del
arroyo.
Te vertiste como la leche dulce –
Sonrisas solares -
hasta atenuar mi gesto,
¡copo de nieve! ¡pluma suave! ¡trino auroral!
Ya confundo mi grito, atestado de voces,
en tu rosa mejilla, dormida en amor,
dulcemente engreída en mis fogatas…
muñeca de ojo asiático, trigueña de Inti;
te besamos, tierna mama, caricia de tu pulpa
reclinada en mi músculo…
¡Brunilda: sorbo tu nombre desnudo,
bañado en rocíos empapado en canciones!
II
Holocausto de todo el amor para El
Yo perdí mi wawa una mañana,
¡cuando mejor danzaban los tuqus
enternecidos en mi canto!
Le he gritado fuerte desde entonces,
y desde entonces mis orejas
están llenas de agua, están llenas de viento…
¿Para qué le lloras? Me dicen las imillas,
dándome sus senos,
al gozar del ñuñu
me he sentido como la leche, nuevo!
Mas otra vez yo lo reclamo,
hozando sangre entre las nubes,
al filo de la madrugada,
en el vientre del agua;
porque esta wawa que se me fue un ratito, no más, del
pensamiento,
era un alegre tiro de mi honda,
la piedra de mi chujlla,
el dominador justiciero que floreaba!
¡Ya no quiero el seno de la imilla,
ni su pezón pintado de mieles,
no quiero para mí su pierna ni su brazo:
¡serán para mi wawa que ya viene!
III
Se busca a la amada en el amor inmenso
La superficie del cielo arborecida;
la estrella del alba violenta;
y como si te bebieras agua de manantial,
un canto de ranas para tu soledad!…
¡tal te anuncias, animal del cerro empinado,
hijo de madre nevera!
Viajo en la tempestad… tu grito parpadea
virginal en la tierra, pulpa del mundo,
temblando en el susurro,
simple de cánticos, rezumador de mieles primerizas.
¡nadie te comprende este vuelo cenital,
cóndor y puma, estilo de hondura!
Sólo tú sabes que la axila se gloria de éter,
y que la garra es un camino entre dos distancias
infinitas…
por la escalerita de la tierra abonada,
y con todo su jugo nos hundiremos hasta encontrar el
secreto orgánico,
¡en el pedazo de cielo que nos chupamos de la mama!
IV
Los kirkis la extasían
Para que perdiera la esperanza,
tiraste tus ojos, viborilla…
Corro, en el viento,
por las vecindades de la cuesta,
y allí tampoco están
tus ojos, viborilla
¡Tus ojos se perdieron en los diamantes de los ríos!
V
Invitación a la soledad múltiple
Tiene este grano de tiempos comestibles
un sereno de cielo y una canción de tempestad.
Así me voy, como arrastrado, a la nube
con la babilla rala de una tristeza de agua llovida
y una suerte alegre de matinales pinqullos.
¿no habrá nada ahora tan triste que esté dentro?
¡Tanto masticamos la hierba pura y pura lágrima,
desde que el cielo abrió los brazos,
sobre esta soledad tinta de una tintura amarga!
Ponte mejor de modo transparente,
para que mejor te lleguen el sol y una canción de
germen.
Yo- ya lo ves- quedo en transparencia,
y que todos vean mis canciones trenzadas en la sangre.
¡Qué laya de música va siendo esta tonada!
¿Dónde estás? Yo estoy, estando, quedo, y lejos…
y por más que encarno, ni la carne se come…
¡Crucificado!…Pero, siempre me alcanzó…
¡Y me doy en cada atracón de kañiwaqu,
una pura gana de atorarme para toser la pena!
VI
Liturgia de su carne virgen
Tímida insolación de gaviotas en el lago.
Adentro, el orto del sol
y el respiro inhollado del agua.
Estoy jadeante en el dintel de tus ovarios
y me atacan las espadas del frío.
¿Quién está, pues, más intenso?
Luego se agarran a mi piel lobos de fuego…
¡Oh, bestia en mí, y yo bestia en ti, soledad!
¡Temerario y fragante, cimbro el sexo
con esta sed de carne virgen!
VII
Exaltemos su cadáver desnudo
Trilla el sol en los campos.
Las mañanas se alegran de niñez.
La tierra es virgen;
en las parvas hay cantos
y en las aleluyas de la fuente…
Brinca la imilla kalatita:
¡se desnudó la muerte en sus caderas!
Y una noche duerme cien años,
pero está preñado de cielo,
su vientre redondo de esperanza…
Canto de albas, de trinos,
la imillita revestida de campos.
Las flautas en el aire tienen tonadas de virgen.
¡Oh, tu dulce, tu hedionda desnudez!
VIII
Adora el fruto de su vientre
El llokallo de cobres en la tarde ilumina
la soberbia curva de la teta,
alta, nutricia, magnífica, fecunda,
toda repleta de jugos frutales!
Por sus ojitos
amanece el pene acobardado en lo divino.
¡Nadie sabe la ricura de sus labios –
su palabra solar la entiende el alma –
y pronto su vagido se va sobre llamos de viento!
Arrullo de tu primera noche,
canción de tu primer mañana…
¿Quién te formó esquemático?
¿te hicieron para fórmulas?
¡Todo te diste luego como leche de vaca!
Exactamente un gruñido de bestia hubo en tu risa
y un atuendo de tórtolas…
¡He aquí el mozo erecto, arrecho, dominador del flanco!
IX
La cólera del Achachila
Me robé tu corazón, mama-kota,
y un día de sol reventó pajchas en mi kepi…
¡Cómo eran claros mi puñal y mi beso!
(Nunca querré callar bien dicho todo)
y se abrió un boquete maligno,
allá, ¡por donde duerme el trasero del cielo!
Desde entonces me baña
la suciedad;
se me atraganta la sombra,
¡y me ahoga!
¡No fue el rayo, no!
¡Fue la línea escalonada de los awichos!
¡Ellos, ellos son: todavía tienen hambre de wawas!
¡Todavía!
¡Todavía!
¡Así aprendí para no llorar, a llorar!
X
Se alaba la fascinación de su voz
Era tan suave el acento de su voz,
que después de haberse evaporado
todavía sonata…
¡Fuiste la mejor,
y por mejor te dieron tata!
Cada vez que amaneció tu risa,
un canto era descolgado del cielo
Y bien; ya estás de nuevo callando
tu silencio, y de nuevo se te oye perdida
en la estrella y la nube.
¡Ya no llorarás! Eres clemecia, qimensa, teofano,
eres sosiego del viento,
y colirio para la vida ausente.
Todo fue sólo tenerte unos minutos
en el sitio del gozo, junto a la carne…
¡Cómo será ahora!…
ya serán mejores el cómo y el por qué!
Dulce el ventarral, dulce el arrullo,
florecillas, florecillas,
como hierbas y piedras y terrón y turrón…
Así voy a estar, entonces…¿quieres?
Pero, ¿es que ya vuelves? ¿no? ¡y nosotros tira y tira
de ese suspiro elástico que no se arranca ni sale
todamente!
XI
Su unidad en lo múltiple
Tienes la presencia eterna
del arenal.
En algo todo queda prendido,
pero si vienes, vas, y el atropello
del viento te conserva como una flor.
¿oyes? Desde las cumbres gritan los alkamaris.
Es ya tarde en el cielo.
Las nubes se deshilan para escribir tu voz.
¿qué esperas?
La noche abre su abdomen;
¡y todos quedamos prendidos
del intestino grueso!
¡Hoy hace un siglo que te espero!
De mi esperanza se hace agua;
del agua nace el berro
y la chijchipa matinal…
¡Pero todo está reseco
de la pura sequedad
del polvo!
¡las nubes que venían, se van!
¡los sankayos, marchitan!
¡Para qué, me digo, tanta hambrura,
y tanta lengua amarga,
y tanta dulzura borracha?
¡Guay, bonitos están mi lágrima
y este endiablado tiwanaqu!
Pero, ¿es que en todo te pierdes?
Te aproximas, te veo, te palpo… ¡y ya no estás!
¡Hay algo hondo que se está perdiendo cantando!
¡Abrázame! ¡Cada poro del tiempo es tu regazo!
Para eso te aproximas,
y dejándome cielo limpio,
la nube se mete en la chingana.
¡Te estoy besando, mi sankayo,
pero la misma ventolera
se come nuestra flor!
¡Guay, sólo será para cuando amanezca,
y tengamos calorcito rico en la saliva!
XII
Y finalmente, el vacío.
Temblorosos de trinos,
vienen los pichitankas…
Despacito se descuelgan
en el kañiwal lleno de besos…
¡Son los cantores de la solana!
Cuando rompen el aire a trueno,
hay latigazos de luz entre sus alas.
Cada uno viene de muy lejos…
Si pudiésemos apresarlos,
dirían, callarían lo mucho que saben de nosotros.
¡son un piar continuo,
y un hilito de agua de siempre!
Todos son buenos. El canto los educa;
y si al canto se unen las alas
a eso llama un pichitanka…
Muy de mañana se acercaron a mi alma.
Mi alma que está oyendo unos pasitos en el patio,
y unos phusiris que rompen a bombo mis montañas,
llegaron en bandada,
y cada cual se trajo un airecito de lejanía,
y cada cual segó la mies de mi distancia.
Están yendo y viniendo.
Salen y entran
de mi alma…
Y cada vez, afanosos, traen una dulce alegría
y se van barriendo una tristeza.
*El texto fue recuperado por José Luis Velásquez
Garambel, quien lo publicó en: https://vdocuments.mx/orkopata-indigenismo-y-gamaliel-churata.html
Tomado de:
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