VOCALES
A negro, E blanco, I rojo,
U verde, O azul: vocales
algún día diré vuestro
nacer latente:
negro corsé velludo de
moscas deslumbrantes,
A, al zumbar en tomo a
atroces pestilencias,
calas de umbría; E, candor
de pabellones
y naves, hielo altivo,
reyes blancos, umbelas
que tiemblan. I, escupida
sangre, risa de ira
en labio bello, en labio
ebrio de penitencia;
U, ciclos, vibraciones
divinas, verdes mares,
paz de pastos sembrados de
animales, de surcos
que la alquimia ha grabado
en las frentes que estudian.
O, Clarín sobrehumano
preñado de estridencias
extrañas y silencios que
cruzan Mundos y Ángeles:
O, Omega, fulgor violeta
de Sus Ojos.
EL SUEÑO DEL ESCOLAR
Era la primavera, y
Orbilio languidecía en Roma, enfermo, inmóvil:
entonces, las armas de un
profesor sin compasión iniciaron una tregua:
los golpes ya no sonaban
en mis oídos
y la tralla ya no cruzaba
mis miembros con permanente dolor.
Aproveché la ocasión:
olvidando, me fui a las campiñas alegres.
Lejos de los estudios y de
las preocupaciones
, una apacible alegría
hizo renacer mi fatigada mente.
Con el pecho hinchado por
un desconocido y delicioso contento,
olvidé las lecciones
tediosas y los discursos tristes del maestro;
disfrutaba al mirar los
campos a lo lejos y los alegres milagros de la tierra primaveral.
Cuando era niño, sólo
buscaba los paseos ociosos por el campo:
sentimientos más amplios
cabían ahora en mi pequeño pecho;
no sé qué espíritu divino
le daba alas a mis sentidos exaltados;
mudos de admiración, mis
ojos contemplaban el espectáculo;
en mi pecho nacía el amor
por los cálidos campos:
como antaño el anillo de
hierro que al amante de Magnesia atrae,
con una fuerza secreta,
atándolo sin ruido gracias a invisibles ganchos.
Mientras, con los miembros
rotos por mis largos vagabundeos,
me recostaba en las verdes
orillas de un río,
adormecido por su suave
susurro, llevado por mi pereza
y acunado por el concierto
delos pájaros y el hálito del aura,
por el valle aéreo
llegaron unas palomas,
blanca bandada que traía
en sus picos guirnaldas de flores cogidas por Venus,
bien perfumadas, en los
huertos de Chipre.
Su enjambre, al volar
despacioso, llegó al césped donde yo descansaba, tendido,
y batiendo sus alas a mi
alrededor, me rodearon la cabeza,
liándome las manos, con
una corona de follaje
y, tras coronar mis sienes
con ramos de mirto aromado, me alzaron, por los aires,
cual levísimo fardo…
Su bandada me llevó por
las altas nubes, adormecido bajo una fronda de rosas;
el viento acariciaba con
su aliento mi lecho acunado suavemente.
Y en cuanto las palomas
llegaron a su morada natal, al pie de una alta montaña,
y se alzaron con un vuelo
rápido hasta sus nichos suspendidos,
me dejaron allí, despierto
ya, abandonándome.
¡Oh dulce nido de
pájaros!…
Una luz restallante de
blancura, en tomo a mis hombros,
me viste todo el cuerpo
con sus rayos purísimos:
luz en nada parecida a la
penumbrosa luz que, mezclada con sombras,
oscurece nuestras miradas.
Su origen celeste nada
tiene en común con la luz de la tierra.
Y una divinidad me sopla
en el pecho un algo celeste y desconocido,
que corre por mí como un
río.
Y las palomas volvieron
trayendo en su pico una corona de laurel trenzada
semejante a la de Apolo
cuando pulsa con los dedos las cuerdas;
y cuando con ella me
ciñeron la frente,
el cielo se abrió y, ante
mis ojos atónitos, volando sobre una nube áurea,
el mismo Febo apareció,
ofreciéndome con su mano el plectro armonioso,
Y escribió sobre mi cabeza
con llama celeste estas palabras:
«SERAS POETA» …
Al oírlo, por mis miembros
resbala un calor extraordinario, del mismo modo que, en su
puro y luciente cristal,
el sol enardece con sus rayos la límpida fuente.
Entonces, también las
palomas abandonan su forma anterior:
el coro de las Musas
aparece, y suenan suaves melodías;
me levantan con sus
blandos brazos,
proclamando por tres veces
el presagio y ciñéndome tres veces de laureles.
De VERSOS ESCOLARES –
Poemas en latín
MUERTOS DEL 92
Franceses de Mil
ochocientos setenta,
bonapartistas,
republicanos, acordaros
de vuestros padres de Mil
setecientos
noventa Y DOS, ETC.
PAUL CASSAGNAC.
-Le Pay
Muertos del Noventa y dos
y del Noventa y tres,
que, pálidos del beso que
da la libertad,
tranquilos, destrozasteis
con los zuecos el yugo
que pesa sobre el alma y
la frente del mundo;
Hombres extasiados,
grandes en la tormenta,
vosotros, cuyo amor brincó
envuelto en harapos,
soldados que la Muerte
sembró, Amante noble,
para regenerarlos, por los
antiguos surcos;
cuya sangre lavó la
grandeza ensuciada.
Muertos allá en Valmy, en
Fleuru, en Italia,
millón de Cristos,
Muertos, de ojos dulces y oscuros;
dormid con la República,
mientras nosotros vamos
doblados bajo reyes como
bajo una tralla.
-Pues son los Cassagnac
los que ahora os recuerdan
EL DURMIENTE DEL VALLE
Es un claro del bosque
donde canta un río
Cuelgan alocadamente de
las hierbas harapos
De plata; donde el sol de
la altiva montaña
Luce: es un pequeño valle
espumoso de luz.
Un soldado, joven,
boquiabierto, cabeza desnuda
La nuca bañada en el
frescor azul,
Duerme; está tumbado en la
hierba, bajo el cielo,
Pálido en su verde lecho
donde llueve la luz.
Los pies en los gladiolos,
duerme. Sonriendo como
sonreiría un niño enfermo,
se echa un sueño:
Naturaleza, mécelo
cálidamente: tiene frío.
Ya no le estremecen los
perfumes;
Duerme en el sol, la mano
sobre el pecho,
Tranquilo. Tiene dos
agujeros rojos en el costado derecho.
Traducción Claire Deloupy De Poesía y otros
textos
EL BARCO EBRIO
Cuando yo descendía los
ríos impasibles,
De pronto me sentí libre
de sirgadores;
Los habían cazado pieles
rojas horribles
Y clavado desnudos en
postes de colores.
A mis tripulaciones
siempre fui indiferente,
Con mis trigos flamencos o
mi algodón inglés.
Cuando todo el mundo cesó
con esa gente,
Los ríos me dejaron en
libertad después.
Entre los movimientos de
mareas bizarras,
¡Yo, en invierno, más
sordo que un cerebro de infante,
¡Corrí! Y las penínsulas
que soltaron amarras
No padecieron nunca un
caos más triunfante.
La tempestad bendijo mis
auroras marítimas.
¡Más liviano que un corcho
dancé sobre las olas
Que se llaman eternas
portadoras de víctimas,
¡Sin añorar el ojo tonto
de las farolas!
Más dulce que a los niños
las manzanas primeras,
El agua verde entró en mi
casco de pino
Y dispersó el timón y lavó
mis maderas
De vómitos y manchas
azuladas de vino.
Y desde aquel entonces me
bañé en el Poema
Lactescente del Mar, por
astros penetrado;
Tragué el azur verdoso
donde, absorto en su tema
Flota y a veces baja
pensativo un ahogado.
Donde tiñen de pronto el
azul que delira
En ritmos lentos bajo el
diurno esplendor,
Más fuertes que el
alcohol, más vastos que la lira,
Al fermentar, los rojos
amargos del amor.
Los cielos en relámpagos
he mirado estallar
Y también las resacas, las
trombas, las corrientes:
La noche, el Alba
hirviente como un palomar,
¡Y vi lo que creyeron ver
algunos vivientes!
Vi el sol bajo tiznado de
místicos horrores
Iluminar con coágulos
enormes y violetas
Parecidos, en viejos
dramas, a los actores,
A las olas que huían con
sus fiebres secretas.
Soñé la noche verde con
nieves infinitas
Que besaban los ojos de un
mar que se levanta
En la circulación de
savias inauditas,
¡Y el azul amarillo del
fósforo que canta!
Seguí meses enteros, como
las vaquerías
Histéricas, la ola hacia
escollos apáticos
Sin pensar que los pies
ígneos de las Marías
Pueden tirar de los
Océanos asmáticos.
¡He topado, sabéis,
increíbles Floridas
Donde asomaban ojos de
panteras con pieles
¡De hombres! Arcoiris
tirando como bridas,
En cielos submarinos, de
verdosos tropeles.
¡Vi fermentar pantanos
enormes, como trampas
¡Donde se pudre en medio
del junco el Leviatán!
Vi deslizarse el agua por
misteriosas rampas
Y vi los horizontes que
hacia el abismo van.
¡Soles de plata, cielos de
brasas encendidas,
Glaciares, varaduras en
los golfos traidores
Donde boas gigantes por
las chinches comidas
¡Se caen de los árboles
entre negros olores!
¡Ah, mostrar a los niños
esas criaturas vivas,
¡Esos peces de oro, esos
peces cantantes!
Espumas de colores
mecieron mis derivas
Y vientos inefables me
alaron por instantes.
A veces, mártir harto de
polos y ecuadores,
El sollozo del mar calmaba
mi rolido
Y subía hacia mí sus
prodigiosas flores,
Y yo era una mujer, de
rodillas caído…
Isla casi, meciendo las
disputas eternas
Y el estiércol de rápidas
aves de ojos dorados,
Yo navegaba cuando, por
entre mis cuadernas,
Caminando hacia atrás
bajaban los ahogados.
O bien, barco perdido en
bahías apáticas
Que hacia el éter sin
pájaros arrastró el huracán,
Yo a quien los Monitores y
las naves anseáticas
El casco ebrio de agua
nunca reflotarán;
Libre, ardiente, trepado
por las brumas violetas,
Yo que al igual que un
muro hendí el cielo del sur,
Que llevo, dulce grato a
los buenos poetas,
Sarpullidos de sol y
gargajos de azur;
Que corría, manchado de
lúnulas eléctricas,
Tabla loca escoltada por
negros hipocampos,
Cuando el verano hundía
con trompadas frenéticas
El cielo ultramarino en
los adientes campos:
Yo que temblé al sentir en
otras latitudes
El cielo del Behemont y
los Maelströms inquietos,
Hilandero sin fin de
azuladas quietudes,
¡Hoy añoro la Europa de
antiguos parapetos!
Vi siderales
archipiélagos, e islas
Con cielos delirantes
libres al remador:
º—¿Duermes en esas noches
sin fondo, allí te aíslas,
¿Millón de aves de oro, oh
futuro vigor? —
¡Tanto lloré! Las albas
son siempre melancólicas,
Toda luna es atroz y todo
sol amargo:
El acre amor me hinchó de
torpezas alcohólicas.
¡Oh, que mi quilla
estalle! ¡Y yo siga de largo!
Si algún agua de Europa
deseo es esa charca
Oscura y fría donde hacia
el rojo poniente,
En cuclillas un niño
triste suelta una barca
Tan frágil como una mariposa
reciente.
Olas, no puedo ya,
lánguidas compañeras,
Seguir a los airosos
cargueros de algodones,
Ni pasar a través de
orgullosas banderas
Ni afrontar los horribles
ojos de los pontones.
SOY EL SANTO
Soy el santo, rezando
sobre la terraza,
-como los animales
pacíficos pacen hasta el mar de Palestina
Soy el sabio del sillón
oscuro.
Las ramas y la lluvia se
tiran sobre el ventanal de la biblioteca.
Soy el peatón de la
carretera a través de los bosques enanos;
el rumor de las esclusas
cubre mis pasos.
Veo largamente la
melancólica colada de oro del poniente.
Sería el niño abandonado
sobre el muelle que se fue a alta mar,
el pequeño lacayo,
siguiendo la alameda y cuya frente toca el cielo.
Ásperos son los senderos.
Los montículos se llenan
de flores.
El aire está inmóvil.
¡Qué lejos están los
pájaros y las fuentes!
Sólo puede ser el final
del mundo, avanzando.
De
"Iluminaciones"
Traducción Claire Deloupy
GUERRA
De niño, ciertos cielos
afinaron mi óptica: todos los caracteres matizaron mi fisonomía. Los Fenómenos
se conmovieron. — Hoy, la inflexión eterna de los momentos y el infinito de las
matemáticas me impulsan por ese mundo en que padezco todos los acontecimientos
civiles, respetado po la infancia extraña y los afectos enormes. — Sueño con
una guerra, de derecho o de fuerza, de muy imprevista lógica. Es tan simple
como una frase musical
Traduccción de Cintio –Vitier
DEMOCRACIA
«La bandera avanza hacia
el paisaje inmundo, y nuestra jerga ahoga el tambor.
«En los centros
alimentaremos la prostitución más cínica. Masacraremos las revueltas lógicas.
«¡En los países de
pimienta y destemplanza! —al servicio de las más monstruosas explotaciones
industriales o militares.
«Adiós aquí, no importa
dónde. Reclutas de buena voluntad, nuestra filosofía será feroz; ignorantes
para la ciencia, taimados para el bienestar; que reviente el mundo que avanza.
Ésta es la verdadera marcha. Adelante ¡en camino!»
De: «Iluminaciones», 1874
Traducción de: Mauro Armiño
SALDO
¡En venta lo que los judíos
no han vendido, lo que ni la nobleza ni el crimen han probado, lo que ignoran
el amor maldito y la probidad infernal de las masas! Lo que ni el tiempo ni la
ciencia necesitan re-conocer: ¡Las Voces reconstituidas; el despertar fraterno
de todas las energías corales y orquestales y sus aplicaciones instantáneas; ¡la
ocasión, única, de liberar nuestros sentidos! ¡En venta los Cuerpos sin precio,
fuera de toda raza, de todo mundo, de todo sexo, de toda descendencia! ¡Las
riquezas brotando a cada paso! ¡Saldo de diamantes sin control! ¡En venta la
anarquía para las masas; la satisfacción irreprimible para los aficionados
superiores; la muerte atroz para los fieles y los amantes! ¡En venta las
habitaciones y las migraciones, de-portes, magias y confort perfectos, y el
ruido, el movimiento y el porvenir que hacen! En venta las aplicaciones de
cálculo y los saltos inauditos de armonía. Los hallazgos y los términos
insospechados, posesión inmediata. Impulso insensato e infinito hacia los
esplendores invisibles, hacia las delicias insensibles, — y sus secretos,
enloquecedores para cada vicio — y su alegría aterradora para la multitud. En
venta los cuerpos, las voces, la inmensa opulencia indiscutible, lo que no se venderá
jamás. ¡Los vendedores no están finalizando el saldo! ¡Los viajantes no tienen
que devolver su comisión en seguida!
Traduccción Cintio Vitier
SENSACIÓN
En los atardeceres azules
de verano iré por los senderos,
picoteado por el trigo, a
pisar la hierba menuda:
soñador, sentiré su
frescura bajo mis pies.
Dejaré que el viento bañe
mi cabeza desnuda.
No hablaré ni pensaré
nada,
pero el amor infinito
ascenderá en mi alma,
e iré lejos, muy lejos,
igual que un bohemio,
por la Naturaleza, feliz
como junto a una mujer.
De " Poesías y otros
textos"
Traducción Claire Deloupy
Tomado de:
https://poesiamaspoesia.com/41-poesia-mas-poesia-arthur-rimbaud/
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