El sonido sordo y cauteloso del fruto...
El sonido sordo y cauteloso del fruto
Que cae del árbol,
En medio de una incesante melodía
Del profundo silencio del bosque...
1908
Versión de Jorge Bustamante García
En el corazón del siglo soy un ser confuso...
En el corazón del siglo soy un ser confuso
Y el tiempo aleja cada vez más el objetivo
Y el fresno cansado del bordón
Y el miserable verdín del cobre.
14 de diciembre de 1936
Versión
de Jorge Bustamante García
Hay turpiales en los bosques, y una única medida...
Hay turpiales en los bosques, y una única medida
En la permanencia de las voces y en los versos melodiosos.
Pero sólo una vez al año en la naturaleza sucede
El desborde de lo estable, como en la métrica de Hornero.
Este día ha abierto sus puertas a la pausa:
Desde la mañana hay quietud y largos y difíciles momentos
El ganado pasta, mientras la pereza divina
Extrae de la caña de la riqueza de sus notas.
1914
Versión
de Jorge Bustamante García
La concha
Tal vez no me necesites,
Noche; de la vorágine mundial
Yo fui lanzado a tu orilla
Como una concha sin perlas.
Indiferente, tú espumas las olas
Y cantas tercamente,
Pero llegará el día en que amarás
La inútil mentira de la concha.
Tú te acuestas a su lado en la arena,
Te vistes con su casulla
Y con ella construyes una gran campana
Irrompible entre las olas.
Y a las paredes de la frágil concha,
Como a la casa del corazón vacío,
Las llenarás con murmullos de espuma,
Con viento, bruma y lluvia...
1911
Versión de Jorge Bustamante García
La tristeza inexpresiva...
La tristeza inexpresiva
Abrió sus dos ojos enormes,
El florero al despertar
Del cristal arrojó las flores.
Todo el cuarto se invadió
De una lánguida -¡dulce medicina!
Este reino tan pequeño
Tanto sueño ha devorado.
Un poco de vino rojo,
-Otro poco de sol de mayo-
Y rompiendo un delgado bizcocho
La blancura de dedos finos.
1909
Versión
de Jorge Bustamante García
Leer sólo libros infantiles...
Leer sólo libros infantiles,
Acariciar sólo pensamientos incautos,
Disipar todo lo que huela a solemne,
Sublevarse contra la honda tristeza.
Yo estoy mortalmente cansado de la vida,
No admito nada de ella,
Pero aún así amo esta pobre tierra
Porque no conozco otra.
De niño, en un jardín remoto, solía mecerme
Sobre un columpio de madera sencilla,
Y recuerdo los altos y oscuros abetos
En medio del delirio brumoso.
1908
Versión
de Jorge Bustamante García
¿Qué calle es ésta?...
¿Qué calle es ésta?
La calle Mandelstam.
Qué apellido más espantoso:
Si no lo aireas
Suena curvo y no recto.
Poco en él es lineal
Más bien de carácter sombrío
Y es por eso que esta calle
O, mejor, este foso
Lleva el nombre
De ese tal Mandelstam.
Abril de 1935
Voronezh
Versión
de Jorge Bustamante García
¿Qué puedo hacer con este cuerpo mío irrepetible...
¿Qué puedo hacer con este cuerpo mío irrepetible,
que me ha sido dado?
¿A quién, dime, debo agradecer,
por la apacible alegría de respirar y vivir?
Yo soy el jardinero y soy la flor,
En la mazmorra del mundo no estoy solo.
En la eternidad del cristal ya se ha esparcido
Mi aliento y mi calor.
En él está impreso un signo,
Irreconocible hasta hace poco tiempo.
Ojalá la bruma se diluya en los instantes
Para que no borre el signo amado.
1909
Versión
de Jorge Bustamante García
Regresa pronto a mí...
Regresa pronto a mí
Sin ti me asalta el miedo
Nunca antes como ahora
Tan profunda yo te sentí.
Todo cuanto yo quiero
Lo veo en realidad.
Ya no siento celos
Sin embargo, te llamo.
1920
Versión
de Jorge Bustamante García
Tu rostro...
Tu rostro
Es lo más tierno entre lo tierno,
Tu mano
Es lo más blanco entre lo blanco,
Estás lejos
De todo mundo
Y todo es inevitablemente tuyo.
Inevitable
Es tu tristeza
Y la calidez
De los dedos de tus manos,
Y el sonido apacible
De tus palabras
Joviales,
Y la lejanía
De tus ojos.
1909
Versión
de Jorge Bustamante García
Yo he regresado a mi ciudad, que conozco...
Yo he regresado a mi ciudad, que conozco
hasta las
lágrimas,
Hasta las venas, hasta las inflamadas glándulas
de los niños.
Tu regresaste también, así que bébete
aprisa
El aceite de los faros fluviales
de Leningrado.
Reconoce pronto el pequeño día decembrino,
Cuando la yema se mezcla a la brea
funesta.
Petersburgo, todavía no quiero morir.
Tú tienes mis números telefónicos.
Petersburgo, yo aún tengo las direcciones
En las que podré hallar las voces de los muertos.
Vivo en la escalera falsa, y en la sien
Me golpea profunda una campanilla agitada.
Y toda la noche, sin descanso, espero la visita anhelada
Moviendo los grilletes de las puertas.
Versión de Jorge Bustamante García
Tomado de:
http://amediavoz.com/mandelstam.htm
CUADERNOS DE VORÓNESH (1935-1937)
XXIX
Yo estoy en el corazón del siglo.
El camino no es claro,
la meta con el tiempo está distante:
y del báculo el fresno fatigado,
y la herrumbre del bronce mendicante.
(1936).
XLVI
Aún no te has muerto. Aún no estás solo,
mientras que con la amiga miseranda
gozas de la grandeza de los llanos,
de la niebla, del frío, de la nevada.
En lujosa pobreza y en potente miseria
vive tranquilo y sin cuidado.
benditos sean los días y las noches
y la faena de dulce voz sin pecado.
Desdichado aquel a quien asusta
cual su sombra un ladrido y el viento dobla,
y deplorable aquel que, medio muerto,
a una sombra pide limosna.
(1937)
XLVII
Estoy solo y le miro a la helada a la cara:
no va ella a ningún sitio ni vengo yo de parte alguna,
y se plancha, se pliega sin arrugas
todo el milagro que alienta en la llanura.
Y parpadea el sol en una miseria almidonada.
Su parpadeo es tranquilo y alegre.
Hectáreas de bosque, casi como aquellas… Y cruje
En los ojos la nieve como un pan limpio, inocente
(1937)
Tomado de:
https://cesurauia.wordpress.com/2014/02/17/osip-mandelstam-seleccion-de-poemas/
El decembrista
—¡Que el senado pagano sea testigo!—
¡Estos hechos no mueren!
Encendió la pipa y se abrochó la blusa.
Al lado juegan al ajedrez.
Trocó su sueño ambicioso por una cabaña
en los sórdidos confines de Siberia
y una pipa adornada en su boca mordaz,
que clamó la verdad en el mundo de la pena.
Chapotearon por vez primera las barcas germana
Europa lloraba cautiva,
y las negras cuadrigas se encrespaban
en las vueltas triunfales.
En los vasos flambeaba a menudo el ponche azul.
Y con el gran rumor del samovar
en voz muy baja hablaba la amiga renana,
guitarra amante de la libertad.
—¡Aún suscita vivas voces
la dulce libertad del ciudadano!
Pero los ciegos cielos no quieren sacrificios:
son más seguros el trabajo y la constancia.
Todo se ha enredado, y no hay nadie a quien decir
que el frío poco a poco invade todo.
Todo se ha enredado, y es dulce repetir:
Rusia, Leteo, Lorelei.
1917
Tristia
Estudié la ciencia de la despedida
en las calvas quejas de la noche.
Rumian los bueyes y la espera se alarga,
la última hora de las vigilias de la ciudad.
Sigo el rito de esta noche del gallo,
cuando, tras llevar una penosa carga,
los ojos llorosos miraron a lo lejos,
y lágrimas de mujer se mezclaron con el canto de
las musas.
¿Quién puede saber al oír la palabra «despedida»
qué separación nos aguarda?
¿Qué nos anuncia el canto del gallo
cuando la llama arde en la Acrópolis?
Y en la aurora de una nueva vida,
cuando en el zaguán perezosamente rumia el buey,
¿por qué el gallo, heraldo de la nueva vida,
en la muralla de la ciudad agita sus alas?
Y yo amo el hilo de la costumbre,
se desliza la canoa, susurra el huso.
Mira: a nuestro encuentro, como pluma de cisne
vuela ya, descalza, Delia.
¡Oh, mísera trama de nuestra vida,
donde es tan pobre el lenguaje de la alegría!
Todo pasó antes, todo se repetirá de nuevo.
Y sólo nos es dulce el instante del
reconocimiento.
Que así sea: una figura transparente
yace inmaculada en el plato,
como la piel tersa de una ardilla.
Una muchacha, inclinada hacia la cera, la
contempla.
No nos toca adivinar la suerte del Erebo.
Para las mujeres es cera lo que para los hombres
es cobre.
A nosotros sólo en las batallas nos habla el
destino,
y a ellas, les es dado morir leyendo el futuro.
1918
En los pétreos contrafuertes del Pireo...
En los pétreos contrafuertes del Pireo
formaron las Musas el primer corro,
para que, como abejas, los líricos ciegos
miel de Jonia nos regalaran.
Y de la burilada frente de la doncella
un frío sublime descendió
para revelar a los biznietos lejanos
las dulces tumbas del archipiélago.
Se apresura la primavera a pisar los prados de Hélade.
Calzó Safo sus mejores sandalias,
y a martillazos las cigarras cincelan,
como canta la canción, una sortija.
Un recio carpintero hizo la casa,
para la boda degollaron todos los gallos.
Y la lenta tortuga-lira
a duras penas, sin dedos, se arrastra,
al sol de Epiro se tumba
y sigilosamente su dorado vientre calienta.
¿Quién la acariciará?
¿Quién la hará dormir?
En sueños espera a Terprandro,
presintiendo acaso el asalto de sus secos dedos.
De la fría fuente abreva la encina,
la hierba desnuda rumorea,
y para deleite de las avispas exhala la pulmonaria.
Dónde estáis, islas sagradas,
donde no se come pan partido,
y sólo hay miel, vino y leche,
donde la ruidosa labor no aflige al cielo,
y la rueda suavemente gira.
1919
Hacia la tierra vacía, cojeando sin querer...
I
Hacia la tierra
vacía, cojeando sin querer,
con desigual y dulce paso
ella camina, adelantándose apenas
a su rápida amiga y al joven que le lleva un año.
La arrastra la libertad oprimida
del defecto que la anima.
Y parece que una clara sospecha
no quiere detenerse a su paso.
Esta temprana primavera
es para nosotros madre
de un cuerpo muerto.
Y todo va a comenzar eternamente.
II
Hay mujeres que nacieron en una húmeda tierra.
Cada uno de sus pasos es un sollozo sonoro,
y su vocación, acompañar a los muertos
y ser las primeras en saludar a los que resucitan.
Pedirles caricias es un crimen
y separarse de ellas, imposible.
Hoy ángel y mañana gusano en una tumba
y pasado mañana sólo un contorno difuso.
Lo que fue un paso se hace inaccesible.
Las flores son inmortales. El cielo, denso.
Y el futuro, sólo una promesa.
4 de mayo de 1937
Traducción de Jesús García Gabaldón
(De Tristia y otros poemas, 1998).
Tomado de:
https://el-placard.blogspot.com/2010/12/poemas-de-osip-mandelstam.html
«Poema»
(sin título)
Vivimos insensibles, al suelo bajo nuestros pies,
Nuestras voces a diez pasos no se oyen.
Pero cuando a medias a hablar nos atrevemos
Al montañés del Kremlin siempre mencionamos.
Sus dedos gordos parecen grasientos gusanos,
Como pesas certeras las palabras de su boca caen.
Aletea la risa bajo sus bigotes de cucaracha
Y relucen brillantes las cañas de sus botas.
Una chusma de jefes de cuellos flacos lo rodea,
infrahombres con los que él se divierte y juega.
Uno silba, otro maúlla, otro gime,
Sólo él parlotea y dictamina.
Forja ukase tras ukase como herraduras
A uno en la ingle golpea, a otro en la frente, en el ojo,
en la ceja,
Y cada ejecución es un bendito don
Que regocija el ancho pecho del Osseta.
Tomado de:
https://trianarts.com/osip-mandelstam-poema-sin-titulo/#sthash.h6kU97V5.dpbs
EPIGRAMA CONTRA STALIN
Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,
nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.
La más breve de las pláticas
gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.
Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos,
y sus palabras como pesados martillos, certeras.
Sus bigotes de cucaracha parecen reír
y relumbran las cañas de sus botas.
Entre una chusma de caciques de cuello extrafino
él juega con los favores de estas cuasipersonas.
Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;
sólo él campea tonante y los tutea.
Como herraduras forja un decreto tras otro:
A uno al bajo vientre, al otro en la frente, al tercero en
la ceja,
[al cuarto en el ojo.
Toda ejecución es para él un festejo
que alegra su amplio pecho de oseta.
Noviembre de 1933
Tomado de:
https://letraslibres.com/revista-mexico/sobre-un-poema-de-osip-mandelstam/
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