martes, 15 de noviembre de 2022

POEMAS DE JAAN KAPLINSKI


Escribo un poema cada día...

 

Escribo un poema cada día,

aunque no estoy seguro si estos textos

pueden ser llamados poemas.

No es difícil, especialmente ahora,

cuando es primavera en Tartu, y todo cambia su forma:

los parques, césped, ramas, capullos, y nubes

por sobre el pueblo, también el cielo y las estrellas.

Si sólo tuviera ojos suficientes, orejas y tiempo

para esta belleza que nos arrastra como un remolino

cubriendo todo con un poético vuelo de esperanzas

donde una sola cosa está asombrosamente resaltando:

el hombre imbécil esperando el colectivo

sacándose las botas de sus pies lisiados,

el bastón y gorro de lana a su lado:

el mismo gorro que tenía puesto

cuando lo viste ese día

en la misma parada a las tres de la mañana

el taxi pasó a su lado y el conductor

dijo: “el idiota se ha tomado unos tragos, otra vez “

 

 

Las ramas lilas se mecen con el viento, y las sombras...

 

Las ramas lilas se mecen con el viento, y las sombras

entran a hurtadillas por la puerta abierta del balcón,

meciéndose también. Hoy lavé las ventanas

y estuve triste por un largo tiempo: repentinamente todo

estaba tan cercano, tan claro, tan aquí y ahora,

que mi propio estar distante se vuelve más evidente,

más desolador. ¿Es real que sólo en un bosque

en el otoño tardío he encontrado amigos- carboneros y abetos?

¿Me he encontrado allí? ¿De dónde viene esta tristeza?

El sol prosigue. El viento se apacigua.

Las sombras de las ramas lilas están aún balanceándose sobre la biblioteca

antes de esfumarse.

Tomado de:

https://campodemaniobras.blogspot.com/2012/09/jaan-kaplinski-dos-poemas.html

 

 

Temo a los que le temen al vacío

Temo a Pascal, pero no a la teoría de la probabilidad

No le temo a las antigüedades romanas porque

nacieron en el espacio euclidiano al igual que nosotros

y mueren allá arriba en el espacio de Piranesi

como bajo una enorme campana medieval

donde hay suficiente espacio, pero no hay nadie no hay gente no hay Dios

solo decrépitos aparatos de tortura dormitando

en la tenue luz de un tiempo que ha sobrevivido a sí mismo

y al entrar en este lugar te encuentras una vez más con los días grises y sin fin

de tu infancia en la silenciosa ciudad bombardeada

 

 

****

 

 

Las cosas no recordaban sus nombres y yo he comenzado a olvidarlos

la memoria es como un bolsillo agujerado que no puede guardar el cambio

las palabras o las ideas y algunos en la Edad Media ya sabían esto

y algunos lo saben todavía en nuestra era de oscuridad total 

mientras almacenan lo que otros antes que ellos han cargado

y liberado en la oscuridad de entre sus avergonzadas manos

como un pájaro o un lagarto o simplemente una migaja

algo entre algo y nada entre nosotros y nuestro olvido

algo sin principio sin fin y sin significado

 

 

****

 

 

La plegaria es sólo lo que queda

cuando todo está dicho y no hay nada más que decir

Dios es lo que queda cuando todo en lo que uno puede creer

llega a su fin y no hay nada en qué creer

con heno todavía en el desván y pan sobre la mesa

bajo un paño de lino blanco

He escrito sobre todo esto antes

al igual que otros antes que yo antes que todos nosotros,

pero se acerca el día en que no habrá diferencia

entre mi decirlo todo en sólo un par de palabras

y nada en todas ellas

 

 

****

 

 

De nuevo alguien en algún lugar está hablando

sobre la generación de los sesenta,

los setenta o los ochenta.

Pero a mí no me gusta el sadismo ni el masoquismo;

no considero al viejo más sabio que el joven

o el joven más sabio que el viejo;

mi antepasado también fue Utnapishtim

que vive en la isla de Dilmun, con su fuente de la juventud;

mis hijos se mean en los pantalones y juegan en el arenero;

mi hermano es el viento del noroeste en las ramas del sauce;

mi hermana es la luz del sol bordeando una nube blanca;

yo mismo soy una ciega rana de piedra en una habitación vacía,

con una cicatriz en mi rodilla de aquella época

en que caí de mi bicicleta en una carretera cerca de Kärevere,

cuando las tierras bajas aún estaban inundadas y en los bosques de Tiksoja

florecían violetas y en las orillas de las acequias y en los matorrales

todavía había restos de nieve.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2021/08/poesia-de-estonia-jaan-kaplinski/

 

 

Casi humano

 

No me canso de mirar los árboles desnudos. Álamos,

abedules, tilos —todos los que veo

desde mi ventana—. No puedo comprender qué los hace

extraños y a un tiempo mortalmente hermosos. Debería

hacer algo con ellos, me gustaría dibujarlos,

describirlos, pero no tengo habilidad para hacerlo.

Ni siquiera puedo describir lo que siento

sentado aquí frente a la ventana mirando las ramas oscilantes

en la oscuridad que crece, algunas cornejas solitarias

en el viejo fresno, el abedul que se levanta entre la pila de los leños.

Simplemente escribo sobre ellos, intento nombrarlos:

Populus, Tilia, Betula, Ulmus, Fraxinus,

como otros nombran a sus santos o leen mantras.

Y siento cierto alivio. Quizá veo, incluso,

que estos vástagos y ramas,

este borrascoso diseño cotidiano bosquejado en negro y gris

encierra algo todavía. Como la palma de la mano.

Carácter. Destino. Futuro. Carácter del álamo.

Destino del tilo. Personalidad del abedul. Es difícil

decirlo con palabras. Probablemente no lo sea menos

sin palabras. Los mundos

de los árboles y de los hombres son muy dispares.

Sin embargo,

hay algo casi humano, casi inteligible

en esta red de ramas. Casi una escritura, un

lenguaje que yo ignoro aunque sé

que el texto escrito en él me resulta familiar,

no puede ser muy distinto de lo que leemos

en un libro, en una palma o en un rostro.

Tomado de:

http://zumo-de-poesia.blogspot.com/2018/06/casi-humano-por-jaan-kaplinski.html

 

 

****

 

El viento no sopla. El viento es el soplo.

¿Acaso hay viento que no sople, sol que no brille

río que no corra, tiempo que no fluya?

El tiempo es fluir. Aunque ignoremos

qué es lo que fluye. ¿O habrá quizá

un tiempo aguardando, detenido como un lago

que un dique retiene? ¿Existe un fuego que

no abrase, que ni siquiera humee?

¿Un fuego frío? ¿Un relámpago que aún no haya irrumpido?

Un pensamiento todavía no pensado. Una vida

aún no vivida y que tal vez perdure para siempre

un espacio vacío, un agujero negro en una seca escoba de hechicera

una ola petrificada antes de alcanzar la playa y que ahora

mira mis ojos desde la mesa

y que en el sueño golpea mi corazón.

 

 

****

 

No me canso de mirar los árboles desnudos. Álamos

abedules, tilos todos aquellos que veo

desde mi ventana. No puedo comprender qué los hace

extraños y a un tiempo mortalmente hermosos. Debería

hacer algo con ellos, me gustaría dibujarlos

describirlos, pero no tengo la capacidad para hacerlo.

Ni siquiera puedo describir lo que siento

sentado aquí frente a la ventana mirando las ramas oscilantes

en la oscuridad que crece, algunas cornejas solitarias

en el viejo fresno, el abedul que se levanta entre la pila de leños.

Escribo sobre ellos simplemente, intento nombrarlos:

Populus, Tilia, Betula, Ulmus, Fraxinus

como otros nombran a sus santos o leen mantras.

Y siento cierto alivio. Quizá veo incluso

que estos vástagos y ramas

este borrascoso diseño cotidiano bosquejado en negro y gris

encierra algo todavía. Como la palma de la mano.

Carácter. Destino. Futuro. Carácter del álamo.

Destino del tilo. Personalidad del abedul. Es difícil

decirlo en palabras. Los mundos

de los árboles y de los hombres son muy dispares. Sin embargo

hay algo casi humano, casi inteligible

en esta red de ramas. Casi una escritura, un

lenguaje que yo ignoro, aunque sé

que el texto escrito en él me resulta familiar

no puede ser muy distinto de lo que leemos

en un libro, en una palma o en un rostro.

Tomados de Poesía y poética, No.16

Traducción de Jaan Kaplinski

Universidad Iberoamericana, 1994

Tomado de:

http://enriquecarlos.blogspot.com/2018/08/dos-poemas-de-jaan-kaplinski.html

 

 

PALABRAS

líneas

estrofas

levantan el vuelo

y sus alas abigarradas suenan al batir

llega la primavera es

un pellizco de signos de puntuación

queda

en el folio blanco

,.;:¿?¡!

 

 

UNA VEZ RECIBÍ una postal de las islas Fiji

que mostraba la zafra. Entonces me di cuenta

de que lo exótico no existe. No hay diferencia

ninguna entre recoger patatas en la huerta

de Mutiku y la zafra en Viti Levu.

Todo es como es, vulgar y corriente o,

para ser más preciso, ni corriente ni extraño.

Los países lejanos y los pueblos ajenos

son apenas un sueño que se sueña con los ojos

abiertos, del que algunos no despiertan jamás.

Lo mismo es la poesía: para el ajeno

tiene algo especial, místico, festivo.

¡Oh, no!, la poesía (y el poeta) apenas

se distinguen de la zafra o de la tierra donde

crecen las patatas. La poesía es como el serrín

que produce la sierra, o las virutas blandas

y pajizas que surgen del cepillo carpintero.

La poesía es como lavarse las manos

al acostarse o como el pañuelo limpio

que mi difunta tía nunca se olvidaba

de meterme en el bolsillo cuando iba a salir.

 

 

LOS NIÑOS no están en casa, por un momento

se ausentan su miedo y sus celos inexplicables,

esa lucha incesante por reclamar la atención

de su madre. Los niños no están en casa,

vuelven a oírse otras voces, que llegan

lentas: chirridos, susurros, crujidos.

El silencio va cambiando de tono, se hace

más profundo y más sordo. Los pensamientos

abatidos sacan la cabeza de debajo del ala,

se desperezan y miran a su alrededor, como

pensando (escribe ¡qué pensamientos piensan!)

si vale la pena alzar el vuelo, emprender un

viaje e ir en pos de algo sublime y majestuoso

o bien aprovechar este silencio del tiempo

y del espacio domésticos, zambullirse en él,

dejarse llevar por el flujo de este día

invernal y nuboso y así redescubrir la ventana,

las paredes, el techo, las sombras y la luz, el

propio cuerpo y la voz de uno mismo y la mujer

y los niños ausentes en algún lugar, en la misma

ciudad, en esa misma luz de un día de invierno.

 

 

Lo inexpresable y lo que permite expresarlo

todo, equiparados a lo inexpresable, como una

concepción sustancialmente incomunicativa del

lenguaje, han convertido la última poesía de

J. Kaplinski en una fuente de ‘incomprensiones’

y al autor mismo en un cantor desértico en el

que la diferencia entre el reconocimiento y la

comprensión ha llegado a un límite crítico.

Linnar Priimägi

 

EN EL LÍMITE de la diferencia entre el reconocimiento

y la comprensión, ora a un lado, ora a otro,

se mece J. K., como una rama seca de celidonia.

Cuando escribe, lo hace desde el otro lado

de la comprensión.

Cuando cocina unas gachas,

lava la ropa o se lava la cabeza

lo hace desde este lado. Al acercarse al límite

las medidas, las distancias y los valores cambian.

Las cosas se confunden, el jabón no hace espuma,

el agua hierve a temperatura ambiente,

los helados no se derriten, la comadreja es blanca

también en verano y el arte parece tan artificial

que J.K., cuando escribe, se quiere desprender del arte,

quiere desprenderse de sí mismo –las hojas, los niños,

los libros–, todo se vuelve menos suyo; lo lejano

resulta cada vez más claro y diáfano, y lo próximo,

en cambio, se vuelve más borroso, las letras son

apenas legibles, lo más cercano se difumina

y si estiras el dedo y tanteas

el lugar del espacio donde debería estar

tu cuerpo o tu alma, no encuentras nada de ellos.

Es obvio que la poesía ha alcanzado su meta.

 

 

Kaplinski, Jaan. Nada más que Algo más (trad. Jüri Talvet y Albert Lázaro Tinaut). Zaragoza; Casa del traductor, 1999.

Tomado de:

https://hectorcastilla.wordpress.com/2013/10/23/jaan-kaplinski/

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