viernes, 23 de febrero de 2024

POEMAS DE JACQUES DARRAS


Posición del poema

está sentado

tiene las rodillas plegadas

ve el mundo

ve flores de trébol blanco

ve un techo de tejas rojas

ve un trozo de cielo gris

no ve el mundo

él solo es el mundo

puede cambiar de sitio

puede levantarse

podría alejarse de su mesa

iría a la cocina

entre los cuchillos metálicos

entre los tenedores acerados

entre las cacerolas hirviendo

se cortaría una rebanada de mundo

mordería en el mundo con apetito

aquí ve el mundo con los dedos

cuenta el mundo sobre un teclado

escribe una partitura

la partitura se llama el mundo

es una partitura en sol menor

en cielo mayor en tejas sostenidas

en trébol blanco

en rodillas plegadas

las teclas del teclado son negras

no tecleéis las teclas por favor

el poema está sentado

el poema se está escribiendo

se prohíbe hablar al poema

 

 

«las hojas que caen lo hacen al lado del otoño rojizo que las mira caer…»

JD

 

Arqueología del agua

Preludio

 

el agua es lo inaccesible de la tierra

el agua es el movimiento mismo de la tierra

es un cielo que se desplaza

es una trenza de lluvias viajeras

la tierra se baña en el agua

la tierra es una bañista totalmente desnuda

la tierra se refleja

el agua es un sol líquido

el agua no brilla

el agua es la transparencia de la tierra

la tierra en el agua se aclara

el agua es donde se hace visible la transparencia

la inmovilidad de la vida se coagula

el hombre es un jalón para el agua

el hombre es un pez inmóvil que contempla como pasan las

escamas del agua

el agua pesca al hombre

el agua arroja al hombre a la orilla

la línea del agua devuelve al hombre a la orilla

no es ni siquiera un cebo para el agua

con el hombre solo se consigue una fritura mediocre

el agua deja al hombre para el fuego

la tierra es un pequeño infierno para el hombre

el agua no prende

el agua no se propaga

 

el agua avanza

el avance del hombre regula el avance del agua

avanza a vapor

avanzar a vapor de agua

lo que avanza en el avance no es el hombre

lo que avanza en el avance del agua no es el agua

el hombre avanza con su movimiento

el movimiento borra el avance

el avance del hombre es inmóvil

el agua se desplaza

el agua es el desplazamiento

el agua corre dentro de la boca

el agua corre hasta la desembocadura

la geografía es un cuerpo ahogado

la geografía es un cuerpo sumergido

la geografía es un cuerpo diseminado en miles de bocas

la tierra es un cuerpo

la tierra habla

la tierra es parlanchina

la tierra dice que las fuentes balbucean

la tierra dice que las fuentes son la infancia de un río

el rio no tiene edad

el agua es la que no tiene edad

no existe una arqueología del agua

no existen sedimentos líquidos

el agua deposita la tierra

el agua acarrea la historia de la tierra

el agua se libera del paso de la historia

la historia del agua se hace aluvial

el agua se marca por su conversión en arcilla

 

el agua recubre sus crecidas

el agua no envejece

el agua es la juventud de la tierra

el agua es el alma de la tierra

las bocas exhalan el agua

el agua sube al cielo

el agua vuelve a bajar en lluvias

las lluvias se trenzan

el cielo resbala por la pendiente de la tierra

el cielo resbala líquido en el sentido de la tierra

el hombre se acuesta cerca del agua

el hombre se mide con la juventud del agua

el hombre mide su medida con su medición del avance del agua

se refleja en el agua

se refleja en la reflexión de la tierra

se refleja en la transparencia de la tierra

el agua es un pliegue

el agua es un plegamiento invisible

el agua es pliegue en el sentido de la longitud de la tierra

el agua es el pliegue de la tierra cuando se despliega

el agua es el pliegue del tiempo cuando se evade

el agua es el pliegue de los días cuando se expande

el hombre ocupa el pliegue del agua

el hombre ocupa el pliegue del despliegue de la tierra

el hombre ocupa el pliegue de la transparencia

ya no hay más que un solo río

ya no hay más que la sencillez del pliegue del agua.

 

 

De: Arqueología del Agua

Antología 1988-2001 – Edición bilingüe

Edición, versión y notas de Miguel Veyrat.

Editorial Libros del Aire – Colección: Jardín Cerrado 2011©

ISBN: 978-84-938154-8-6

Jacques Darras

 

Versión de Miguel Veyrat

Tomado de:

https://trianarts.com/jacques-darras-posicion-del-poema/#sthash.hFcR2uyN.dpbs

 

 

Carta a Elena (1)

 

La belleza es la realidad.

Lo inverso ya no es seguro.

La belleza no es reversible.

Ella es el tema absoluto.

Sólo nos tolera a ti o a mí.

Que somos sus servidores.

Sometiéndonos a nosotros mismos.

La belleza nos libera.

La belleza del amor es más

hermosa que la muerte.

La belleza del amor nos libera de la muerte.

*

Hace un instante estabas ante mí.

Tengo tu imagen ante mis ojos.

Cuando la convoco viene dócilmente.

No eres pasivamente pasiva.

Estás desnuda, eres la realidad.

Más allá de ti no hay nada.

Me lo susurro en voz baja.

Eres la oración unida a la adoración.

*

No hay otra religión.

No hay más vínculo que el de tus brazos.

Tus manos se posan en mis hombros.

Me mides con tus ojos risueños.

Que ríen desde sí mismos.

Tu boca está seria, tu boca se acerca.

Tomas mi boca, me das la tuya.

No hay otra religión del intercambio que el amor.

Las religiones son amor desnaturalizado.

Las religiones son una imitación del amor.

*

Coloco en mi frase tu desnudez.

Mira cómo tiembla, no puede ubicarse.

Tiembla la totalidad del mobiliario de mi frase.

Ya no hay pronombres que aguanten.

Se han alejado y nuestros cuerpos los borran.

Ya no eres tú, ya no soy yo.

Necesitaremos una gramática gigante.

Acoplaremos la frase de otra manera.

*

Mi frase habla sola.

Escucha, no dice gran cosa.

Resulta muy pobre de nombres, en sustantivos.

Es muy rica de entonación.

Es muy rica de entonación.

No, no lo entiendes, no puedes entenderlo.

La entonación es música.

Yo canto una musiquilla de desnudez.

*

Do la sol la, es inútil.

No resulta balbucear el solfeo.

Es una música que empieza en la respiración.

Es un lenguaje secreto un canturreo.

No, tampoco es eso.

Es una música de antes de las palabras.

Es una música de pequeñas y breves palabras.

Que se alargan, que se acortan.

Los suspiros se enuncian al tiempo que las notas.

Tampoco lleva pentagrama.

La música no se escribe se dice.

*

Para el ojo de la memoria es más fácil.

La seda del pincel acaricia y no se equivoca.

Coloca las sombras donde están las sombras.

Acoge la luz en los colores lisos.

El ojo junto al tacto son dos memorias unidas.

*

El ojo junto a la mano son el relieve de la memoria.

Te veo, te toco, me hago tu pintor.

Imagen y realidad están contiguas, las aproximo.

La belleza es la realidad más cercana a su imagen.

La belleza es el amor de la imagen por la realidad.

Se necesita delicadeza en el tocar, el ver.

Se necesita decisión en la belleza, cercanía.

 

Jacques Darras (Bernay-en-Ponthieu, Somme, 1939), Arqueología del agua (Antología 1988-2001), Libros del Aire, Madrid, 2011

Traducción de Miguel Veyrat

Tomado de:

https://campodemaniobras.blogspot.com/2012/02/jacques-darras-carta-elena.html?m=0

 

 

León Spilliaert [1] contesta a sus críticos

Desde que descubrí el Mar del Norte hago que represente un papel retrospectivo.

Lo insinúo por doquier.

 

Lo hago deslizarse silencioso por mis recuerdos.

 

Lo hago penetrar muy lejos dentro de las tierras del continente.

 

Me paseo permanentemente por la playa.

 

¿Me ven en la calle?

 

Soy yo, caminando por una acera parisiense, de Lille o de Bruselas, avanzando de frente como lo hacen los paseantes naturales, urbanista soñador que da la impresión de mirar ante sí mismo, de saber a dónde va.

 

Es verdad, sé dónde voy.

 

Lo que no ven sin embargo, cómo podrían verlo, es que, en el momento exacto en que me dispongo a cruzarme con ustedes, no les saludaré, con perdón, no reconozco a nadie, soy distraído tengo siempre los ojos en la lejanía, en el mismo segundo de nuestro encuentro, seré seguido por el mar.

 

El mar me sigue, me acompaña, sí.

 

No pongan esos ojos.

 

Escúchenme, no me miren.

 

Escúchenme.

 

En plena multitud ciudadana, a mediodía, camina el mar detrás de mí.

 

A veces se me adelanta.

 

Me supera, con una ola un poco más fuerte.

 

Apenas visible, la ola avanza, se aplana, se evapora.

 

Ligero chisporroteo.

 

Noto que me rodea, que me envuelve,

 

En plena ciudad.

 

Podrían ustedes, podríamos bañarnos todos en el mismo elemento.

 

Con la condición de haber realizado el esfuerzo más difícil, empezar volviendo al lugar de dónde venimos.

 

Todos venimos del agua.

 

Una ola nos lleva, se nos lleva, en un rompimiento más o menos inmediato.

 

Más o menos concentrado en sí mismo.

 

Nuestra vida nuestro caminar son desarrollo de un movimiento sobre uno mismo.

 

Déjense llevar en su camino por el agua que está detrás de ustedes.

 

Dejen que los adelante.

 

Dejen que represente hasta el final su movimiento acuático.

 

Dejen que los envuelva en alta mar.

 

Oh paradoja.

 

Es la pequeñísima Bélgica la que me dio ese sentido del mar adentro.

 

De vecindad con la alta mar.

 

Ese sentido de desbordamiento inmediato.

 

Yo, en el marco, camino.

 

Me veo que, me ven que.

 

Estoy caminando.

 

En mi mirada se nota mi decisión.

 

¿Qué es lo que lleva mi mirada?

 

Mi cuerpo.

 

¿Y mi cuerpo?

 

El movimiento, la onda de movimiento que se crea con mis pies.

 

¿No es acaso una imagen súbita, un cambio de pie, como el que hacen los deportistas los poetas?

 

¡Por supuesto, una fingida imagen poética!

 

¡Naturalmente, un fallo del espíritu en el espacio!

 

Mejor materializarla, alargarla en el sentido de su extensión, a ella.

 

A la ola de la marcha, hela aquí a mis pies, por cierto.

 

Mírenla cómo sobrepasa al menos en un punto la punta de mi zapato.

 

Las imágenes marinas siempre desbordan un poco.

 

Se extienden, no pueden abstenerse de progresar.

 

El mar no tiene frenos.

 

La luna, quizá.

 

A mí me gustan las lunas líquidas.

 

Luego avanzo por la calle como por la orilla de una playa.

 

En Ostende, Knokke o de Panne.

 

¿Cómo se llama mi zapatero de olas? me preguntan.

 

¿Dónde podemos encontrar la misma marca?

 

Capto muy bien la sal de la ironía.

 

Déjenme darles su nombre, se llama Spilliaert.

 

León Spilliaert.

 

León es un nombre que da un poco de risa, ya lo sé.

 

Por qué no vemos ya el león en León, porque los leones ya no están de moda, no lo sé.

 

Melenas de león melenas de olas, en las imágenes también hay modas.

 

Hay asociaciones que ya no se pueden hacer.

 

La animalidad de la naturaleza continúa el artificio.

 

Hay que adaptar al paso de la moda el arte de caminar.

 

¡Vean cómo tomé precauciones para salir del mar inmediatamente!

 

Nada fácil tener buena facha ¿verdad?

 

Nada evidente colocar al Mar del Norte, y menos aún a Bélgica, en el poema.

 

¿Atrevido, no?

 

Críticos de crines criterios arrastrándose por tierra ¿resulta o no moderno en vuestras playas?

 

Ellos: Vuestro Mar del Norte se remonta al menos a 1908, nos parece un poco superado descalzado.

 

Yo: El mar es una arruga sin arruga, las rocas se erosionan, el mar no envejece.

 

Ellos: ¡Resulta glacial un Spilliaert, si me baño en él, me pillo un catarro, brrr!

 

Yo: Recordad el <<Retour du Bain Volver del Baño>>, con sus siete hombrecillos desnudos corriendo a calentarse sobre la arena mientras gesticulan con los brazos, ese de ahí arriba, a la izquierda, soy yo.

 

Ellos: ¿Qué edad tenía?

 

Yo: No había nacido aún, hay que creerme bajo palabra.

 

Ellos: ¿Quiere usted inventar una nueva forma de arte?

 

Yo: Sí, como marchamos hacia al mar la marcha de la palabra, los elementos sólo están ahí para acompañarnos, apoyarnos, ponernos a prueba.

 

Ellos: Ostende no ha aguantado mucho desde principios de siglo.

 

Yo: Desde La Maya hasta La Haya, una sola línea de partición, el mar la arena. Aquellos que saben instintivamente que una playa sube, que este y oeste están a cada lado de una larga perpendicular Norte Sur y que el horizonte es vertical, esos calzan el mismo número que Spilliaert.

 

[1] Pintor belga (1881-1946) que nació y vivió en Ostende como Ensor.  Pintaba visiones nocturnas, playas desiertas, diques, plazas, llenas de soledad y melancolía con una técnica que mezcla el guache, acuarela, tinta de china, lápices de colores, pastel…Adicto a los círculos literarios simbolistas de su país, Hellens, Verhaeren, Maeterlink fueron sus amigos.  Pictóricamente le influyeron Munch, Knopff y Degouve de Nuncques.

 

 

El país al final de mi jardín

 

Un país siempre es más que la suma de sus habitantes.

 

Un país es siempre la suma de sus sueños.

 

De sus habitantes mas sus sueños.

 

Permanentemente más allá de sí mismo, tras el horizonte.

 

No existe una aritmética nacional, existe la aritmética aproximativa.

 

Que ya está inventada. Se llama <<literatura>>.

 

Los himnos nacionales son la literatura en harapos.

 

Se busca una bandera y se enjuga con ella una lágrima en el ojo.

 

En Bélgica, todo el mundo usa el mismo pañuelo negro amarillo y rojo.

 

Combina muy bien.

 

Yo detesto los himnos nacionales pero lloro al escucharlos.

 

Me detesto por llorar al escucharlos.

 

Me detesto por ser belga cuando sueño con Bélgica despierto.

 

Afortunadamente, no soy belga.

 

Por eso me sueno con mi pañuelo individual a grandes cuadros.

 

Un pañuelo que se agita, más o menos sucio porque ya está usado, puede servir como señal de paz.

 

¿Por qué me sucede soñar tanto con Bélgica?

 

Porque soy francés, mi sueño de Bélgica resulta ser lo inmediato de mi sueño más cercano.

 

Bélgica empieza, empezaba al final de mi jardín.

 

Soñé mucho tiempo con el jardín de enfrente, el del fondo, el de más allá del horizonte.

 

Cuando niño, el Norte me atraía.

 

El catastro de mi pueblo estaba dispuesto de tal modo que la parte norte quedaba mucho más espectacularmente en declive, cubierta de bosques y sotillos.

 

En el Norte, había un molino de piedra a caballo sobre dos catastros.

 

Al Norte de mi catastro, la tierra formaba vallejos y hoces que las liebres tomaban con las orejas gachas, para no alertar a los cazadores de otoño.

 

Yo amaba un Norte liebre, Norte color de otoño, Norte perdigón.

 

Bélgica, mi otoño permanente, habitual.

 

Nada hay de nostálgico en todo esto.

 

No, hay espino blanco en los campos, en primavera, aquí como en cualquier parte.

 

El verano se nota sobre la arena entre De Panne Knokke-le-Zout como en cualquier otra parte.

 

Ahumado, surcado por baches de agua reflejando las nubes, un mar verde y aceitoso hacia adentro.

 

Si yo fuera un belga de las playas, hubiese soñado sin duda con los acantilados de Dover, del Kent.

 

Habitamos en la geografía, y la parte de la geografía que no habitamos de verdad, la soñamos.

 

Criaturas de espacios abiertos, sobre todo los niños, tataranietos ellos de cazadores de la imaginación liebre.

 

Nuestro país, la entera suma de nuestras escapadas por la imaginación, la suma de las veces que hemos huido perseguidos por los plomos de la realidad.

 

Regreso una vez más a la carrera, depurada y abstracta, como ensoñada en sí misma a medida que avanza.

 

Hablaré pues como soñador de la realidad.

 

La incomprensible gloria nacional está hecha del sueño de los demás acerca de ella.

 

Existen invasiones múltiples multiseculares que sin hacer ruido, de modo invisible, sirven para inflar nuevamente los sueños nacionales de unos sobre otros.

 

Para ese tipo de invasiones sólo conozco un himno, el poema.

 

El poema caminado, el poema hablado, el poema soñado.

 

Hay toda clase de nacionalidades poéticas que no han sido aún repertoriadas.

 

Casi siempre son nacionalidades prestadas.

 

Entramos en un mundo de nacionalidades prestadas, provisionales, clandestinas.

 

Los veteranos aduaneros se crispan y vuelven al servicio activo, acechan el paso de la liebre,

 

arma y lágrima al hombro.

 

Aduaneros de otoño, que no ven pasar sino un sueño, sino un color rojizo, que no ven pasar nada, que disparan al azar, a ojo de buen cubero.

 

¿Qué tipo de zurrón para la liebre poética?

 

Ninguno, llevan todas unas redes demasiado amplias para retener el otoño.

 

Me cruzo con mi heterónimo, heterónomo liebre belga.

 

Lleva una bandera francesa en su mirada, el envés de la mía.

 

¡Una bandera primaveral, la hierba francesa es mucho más tricolor!

 

Nos ignoramos orgullosamente.

 

He podido ver de refilón su carné de identidad, su pasaporte, se llama Henri Michaux la liebre en cuestión.

 

Es una liebre de Namur a la que su catastro molestaba enormemente.

 

Conozco muy bien la iglesia de San Juan de Namur.

 

Me gusta Namur como curiosidad, pero no estoy muy seguro de que pudiera vivir allí, Namur es una ciudad perfecta para abrir la imaginación.

 

Allí todos los hoteles se llaman Charles Baudelaire, y al entrar se vuelve uno afásico.

 

Te dan una habitación sin preguntarte nada.

 

Habitación con escenas pastoriles Luis XVI en la bóveda, pues uno es afásico pero no sexualmente inerte.

 

Afasia de lo alto solamente, recordad, no de los bajos.

 

Cruzar una frontera es caer inmediatamente en la sexualidad.

 

¿Deseáis una buena sexualidad del Norte con alfombra de lana, ducha forestal o bañera multiposicional?

 

Charles eligió el Mosa por bañera, como buen esteta, y el señor Turner durmió con su caballo en esta misma habitación.

 

Bélgica ¿Una cuadra?

 

Una cuadra pictórica, gallinero real, granja con estiércol estercolero en posición automáticamente graciosa.

 

¡Tenemos purín surrealista corriente en todos los pisos, ya voy, ya voy!

 

¿Qué pasa aquí, pero qué está sucediendo?

 

Iba a ahogarme en mi sueño, estoy desnudo en el agua caliente, hay una mujer desnuda a mi lado sumergida en la misma agua, yo le acaricio el extremo del seno derecho con la palma derecha, su pezón se yergue, coloca su brazo en torno a mi cuello.

 

¡Aajjj! Cuánto me gusta el otoño en Bélgica.

Tomado de:

https://logotejnikimetafrasi.wordpress.com/2013/07/14/miguel-veyrat-traduce-a-jacques-darras-i/

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