Hay un morir
No me lleves a sombras de la muerte
Adonde se hará sombra mi vida,
Donde sólo se vive el haber sido.
No quiero el vivir del recuerdo.
Dame otros días como éstos de la vida.
Oh no tan pronto hagas
De mí un ausente
Y el ausente de mí.
¡Que no te lleves mi Hoy!
Quisiera estarme todavía en mí.
Hay un morir si de unos ojos
Se voltea la mirada de amor
Y queda sólo el mirar del vivir.
Es el mirar de sombras de la Muerte.
No es Muerte la libadora de mejillas,
Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.
Elena bellamuerte
No eres, Muerte, quien
por nombre de misterio
pueda a mi mente hacer pálida
cual a los cuerpos haces. ¡Si he visto
posar en ti sin sombra el mirar de una niña!
De aquella que te llamó a su partida
y partiendo sin ti, contigo me dejó
sin temer por mí. Quiso decirme
la que por ahínco de amor se hizo engañosa:
«Mírala bien a la llamada y dejada; la Muerte.
Obra de ella no llevo en mí alguna
ni enójela,
su cetro en mí no ha usado,
su paso no me sigue,
ni llevó su palor ni de sus ropas hilos
sino luz de mi primer día,
y las a1zadas vestes
que madre midió en primavera
y en estío ya son cortas;
ni asido a mí llevo dolor
pues ¡mírame! que antes es gozo de niña
que al seguro y ternura
de mirada de madre juega
y por extremar juego y de amor certeza
—ved que así hago contigo, y lo digo a tus lágrimas
a su ojos se oculta.
Segura
de su susto curar con pronta vuelta».
¡Si he visto cómo echaste
la caída de tu vuelo, tan fío,
a posarse al corazón de la amorosa!
Y cuál lo alzaste al pronto.
de tanta dulzura en cortesía
porque amor la regía,
porque amor defendía
de muerte allí.
¡Oh! Elena, ¡oh! niña
por haber más amor ida,
mi primer conocerte fue tardío
y como sólo de todo amor se aman
quienes jugaron antes de amar
y antes de hora de amor se miraron niños
—Y esto sabías: este grave saber
tu ardiente alma guardaba;
grave pensar de amor todo conoce—
así en ternísimo
invento de pasión quisiste esta partida
porque en tan honda hora
mi mente torpe de varón niña te viera.
Fue tu partir así suave triunfando
como se aquieta ola que vuelve
de la ribera al sena vasto
en tu frente un fin de ola se durmió
por caricia y como en fantasía
de serte compañía
y de mostrar que allí
Ausencia o Sueño pero no muerte había;
que no busca un morir
almohada en otra muerte.
Pero sí sueño en sueño;
niño se aduerme en madre.
Y te dormiste en Inocente victoria.
¿Te dormiste? Palabras no lo dicen.
Fue sólo un dulce querer dormir,
fue sólo un dulce querer partir
pero un ardiente querer atarse
pero un ardiente querer atarme.
¿Dónde te busco alma afanosa
alma ganosa, buscadora alma?
Por donde vaya mi seguimiento
alma sin cansancio seguidora
mi palabra te alcance.
La que se fue entendida
cuál ninguna, entendida en su irse
y su retorno.
Y sí así no es, es porque es mucho más.
Y si así no es, ¡no cortes Hombre mi palabra!
Criatura de poría de amor
que al Tiempo destejió.
Que llamó a sí su primer día
se hizo obedecida a su porfía;
y se envolvió la frente
y embebió su cabeza
y prendió a sus cabellos
la luz de su primer sagrado Día
dócil al sagrado capricho
de hora última de mujer
en el terrenal ejercicio.
Y me decía
su sonreír en hora tan oscura:
“Déjame jugar, sonreír. Es un instante
en que tu ser se azore.
Llevóme de partida tu comprender
me. Voyme entendida,
torpeza de amor de hombre ya no será de ti”.
Niña y maestra de muerte
fingida en santo juego de un único, ardiente destino.
Fingimiento enloquecedor
que por Palabra tuvo
el torrente de las lágrimas corriendo.
Cual cae en seriedad y grave pulsa
pecho de doncella turbado
por cercanía de amor
y pénese en valentía y pensamiento
de la prueba fortísima,
quedó aquél para sólo quien
fue entendida, oculta y mostrárase de nuevo,
la amorosa.
Yo sabía muerte pero aquel partir no.
Muerte es beldad y me quedó aprendida
por juego de niña que a sonreída muerte
echó la cabeza inventora
por ingenios de amor mucho luchada.
¡Oh qué juego de niña quisiste!
Niña del fingido morir
—con más lágrimas visto que el más cierto.
Tanta lucha sudorosa hizo la abrumadora cabeza
cuando la echaste a dormir tu “muerte”
en la almohada
—del Despertar Mañana—
ojos y almas tan dueños del mañana
que sin amargarse en lágrimas
todo lloro movieron.
Tanta certeza en el ser de una niña florecida
secos tuvo sus ojos: todo en torno lloraba—.
Oh niña del Despertar Mañana
‘que en luz de su primer día se hizo oculta
con sumisión de Luz, Tiempo y Muerte
en enamorada diligencia
de servir al sacro fingimiento
del más Hondo capricho en levísimo juego,
de último humano querer de la ya hoy no humana.
Muerte es Beldad
pero muerte entusiasta,
partir sin muerte en luz de un primer día
es Divinidad
Grave y gracioso artificio
de muerte sonreída.
¡Oh cuál juego de niña
lograste Elena, niña vencedora!
Arriba de Dios fingidora
en hora ultima de mujer.
Mi ser perdido en cortesía
de gallardía tanta,
de alma a todo amor alzada.
¿Cuándo será que a todo amor alzado
servido su vivir,
copa de muerte a su vivir servida,
prueba otra vez, la eterna vez del alma,
el mirar de quien hoy sólo el ser de la Espera tiene
cual sólo el ser de un Esperado tengo?
Cuando nuestro dolor fíngese ajeno
Voz de un dolor se alzó del camino y visitó la noche,
Trance gimiente por una boca hablaba.
Eran las sombras dondequiera. Mis manos
Apartándolas para mis pasos
Heridos de la impaciencia y el tropiezo
Buscando aquel pedido de persona dolida.
Grito que ensombreció la sombra
Volvió a enfriar el pulsar de mi vida.
Y tropezando con el alma y el paso
No de mi pena, de ajena pena,
Creí afligirme, cuando hallé sangrando
Mi corazón, por mí clamando,
¿Qué desterrado de mi pecho habría?
Porque solo el recuerdo su latido daba
Y solo en el recuerdo mi dolor estaba
Y así desde el camino me llamaba
Y apenas cerca me sintió, acogiose
A mi pecho triunfante como enojado dueño,
Y al instante se dio a clavarme aquel latido;
El latir de su lloro del dolor del recuerdo.
Y hoy desterrarlo de nuevo ya no quiero.
Que ese dolor es el dolor que quiero.
Es ella,
Y soy tan solo ese dolor, soy ella,
Soy su ausencia, soy lo que está solo de ella;
Mi corazón mejor que yo lo ordena.
Tomado de:
https://www.lacoladerata.co/destacados/macedonio-fernandez-poemas/
LA MUERTE NO ES LA NADA
La Muerte no es la Nada, sino que nada es.
El Nacer no es la Vida, sino que nada es.
Equivócase, por terrenal, el Corazón si te llora
pues en nuestra mente estás, y estuviste antes de sernos visto
En nuestra mente todo lo que eres, está
pues nunca estuviste sino en nuestra mente
y nuestra mente es la única que jamás existió.
Amarte, pues, debemos, pues que vives
y no Dolerte, pues no cabe perderte.
LA TARDE
Ahora ya la tarde del día victorioso
el pensativo paso hacia el ocaso lleva.
Su rubia cabellera roza el celeste velo,
su blanco pie en las aguas del mar penetra apenas.
La forma delicada, allá entre mar y cielo
resbala y, por instantes, detenerse parece.
Alza u dedo a los labios, mira en torno suspensa,
luego el paso recobra, y el confín palidece.
Del cielo y de la tierra despréndese, creciente
la invasión silenciosa de las sombras tras ella...
Cuando de amor transida, la Tierra ante mí tiéndese
dormida en el recuerdo del beso de la Siesta.
Desde mi pié partiendo, desborda el horizonte
el ser inmenso y claro del Mar incontrastable.
Un alentar tranquilo levante y estremece
el cendal de su seno sin límites medable.
¡Abrumadora imagen de una dicha perenne
su inmensidad se mece respirando dormida!
El verde fondo móvil chispea, penetrando
de luz que alegre ríe, en cristalinos pliegues.
Deteneos; miradle. su seno transparente
una mirada clara os devuelve; y responde
dentro de vos, el eco de aquel Dolor, que eterno
persiste en las cenizas del turbio humano seno.
Entre tanto la tarde su fatal paso apura
hacia la hoguera ardiente por donde el sol partiera.
Llega y se postra; inclina la adorable cabeza;
en sus cabellos de oro, breve reflejo tiembla.
Su contorno amoroso, colúmbrase en las lindes
del fantástico incendio de las luces postreras,
arrójase y perece en el Ocaso rojo.
Un sollozo impalpable de un confín a otro vuela.
Las cenizas del día sobre la tibia hoguera
floran aún sobre ellas me mira inmóvil, frío,
un celaje. En la arena asústame mis pasos.
De un pensar que se ahonda llevo mi pecho herido.
COLABORACIÓN DE LAS COSAS
Empieza una discusión cualquiera en una casa cualquiera pues llega un esposo cualquiera y busca la sartén ya que él es quien sabe hacer las comidas de sartén y ésta no aparece. Crece la discusión; llegan parientes.
Se oye un ruido. Sigue la discusión. Se busca una segunda sartén que acaso existió alguna vez. El ruido aumenta. Tac, tac, tac. No se concluye de esclarecer qué ha pasado con la sartén, que además no era vieja; se escuchan imputaciones recíprocas, se intercambian hipótesis; se examinan
rincones de la cocina por donde no suele andar la escoba. Tac, tac, tac. Al fin, se aclara el misterio: lo que venía cayendo escalón por escalón era la sartén. Ahora sólo falta la explicación del misterio: el niño, de cinco años, la había llevado hasta la azotea, sin pensar que correspondiera restituiría a la cocina; al alejarse por ser llamado de pronto por la madre, después de haber estado sentado en el primer escalón de la escalera, la sartén quedó allí. Cuando trascendió el clima agrio de la discusión conyugal, la sartén para hacer quedar bien al niño, culpable de todo el ingrato episodio, se desliza escalones abajo y su insólita presencia a la entrada de la cocina calma la discordia.
Nadie supo que no fue la casualidad, sino la sartén. Y si es verdad que puede haberle costado poco por haber sido dejada muy al borde del escalón, no debe menospreciarse su mérito.
ARTIFICIOS
—Mujer, ¿cuánto te ha costado
esta espumadera?
—1,90.
—¿Cómo, tanto? ¡Pero es una
barbaridad!
—Sí; es que los agujeros están
carísimos. Con esto de la guerra se aprovechan de todo.
—¡Pues la hubieras comprado sin
ellos!
—Pero entonces sería un cucharón
y ya no serviría para espumar.
—No importa; no hay que pagar de
más. Son artificios del mercado de agujeros.
AMOR SE FUE
Amor se fue; mientras duró
de todo hizo placer.
Cuando se fue
Nada dejó que no doliera.
Tomado de:
https://www.poesi.as/Macedonio_Fernandez.htm
Era con mucha noche
Era con mucha noche
y grande soledad.
Recuerdo de compañía –que hubo y
ya no había.
Era la sola compañía del
solitario
en un camino que ante mí
quisiera presentir.
Alzóse figura que tan tierna me
fuera
alguien que me viera nacer, y yo
vi morir.
Tomado de:
https://www.antologiapoetica.com.ar/poemas/macedonio-fernandez/
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