sábado, 10 de febrero de 2024

POEMAS DE MACEDONIO FERNÁNDEZ RECORDANDO SU MUERTE


Hay un morir

No me lleves a sombras de la muerte

Adonde se hará sombra mi vida,

Donde sólo se vive el haber sido.

No quiero el vivir del recuerdo.

Dame otros días como éstos de la vida.

Oh no tan pronto hagas

De mí un ausente

Y el ausente de mí.

¡Que no te lleves mi Hoy!

Quisiera estarme todavía en mí.

 

Hay un morir si de unos ojos

Se voltea la mirada de amor

Y queda sólo el mirar del vivir.

Es el mirar de sombras de la Muerte.

No es Muerte la libadora de mejillas,

Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.

 

 

Elena bellamuerte

 

No eres, Muerte, quien

por nombre de misterio

pueda a mi mente hacer pálida

cual a los cuerpos haces. ¡Si he visto

posar en ti sin sombra el mirar de una niña!

 

De aquella que te llamó a su partida

y partiendo sin ti, contigo me dejó

sin temer por mí. Quiso decirme

la que por ahínco de amor se hizo engañosa:

«Mírala bien a la llamada y dejada; la Muerte.

Obra de ella no llevo en mí alguna

ni enójela,

su cetro en mí no ha usado,

su paso no me sigue,

ni llevó su palor ni de sus ropas hilos

sino luz de mi primer día,

y las a1zadas vestes

que madre midió en primavera

y en estío ya son cortas;

ni asido a mí llevo dolor

pues ¡mírame! que antes es gozo de niña

que al seguro y ternura

de mirada de madre juega

y por extremar juego y de amor certeza

—ved que así hago contigo, y lo digo a tus lágrimas

a su ojos se oculta.

Segura

de su susto curar con pronta vuelta».

¡Si he visto cómo echaste

la caída de tu vuelo, tan fío,

a posarse al corazón de la amorosa!

Y cuál lo alzaste al pronto.

de tanta dulzura en cortesía

porque amor la regía,

porque amor defendía

de muerte allí.

¡Oh! Elena, ¡oh! niña

por haber más amor ida,

mi primer conocerte fue tardío

y como sólo de todo amor se aman

quienes jugaron antes de amar

y antes de hora de amor se miraron niños

—Y esto sabías: este grave saber

tu ardiente alma guardaba;

grave pensar de amor todo conoce—

así en ternísimo

invento de pasión quisiste esta partida

porque en tan honda hora

mi mente torpe de varón niña te viera.

Fue tu partir así suave triunfando

como se aquieta ola que vuelve

de la ribera al sena vasto

en tu frente un fin de ola se durmió

por caricia y como en fantasía

de serte compañía

y de mostrar que allí

Ausencia o Sueño pero no muerte había;

que no busca un morir

almohada en otra muerte.

 

Pero sí sueño en sueño;

niño se aduerme en madre.

Y te dormiste en Inocente victoria.

¿Te dormiste? Palabras no lo dicen.

Fue sólo un dulce querer dormir,

fue sólo un dulce querer partir

pero un ardiente querer atarse

pero un ardiente querer atarme.

¿Dónde te busco alma afanosa

alma ganosa, buscadora alma?

Por donde vaya mi seguimiento

alma sin cansancio seguidora

mi palabra te alcance.

La que se fue entendida

cuál ninguna, entendida en su irse

y su retorno.

Y sí así no es, es porque es mucho más.

Y si así no es, ¡no cortes Hombre mi palabra!

Criatura de poría de amor

que al Tiempo destejió.

Que llamó a sí su primer día

se hizo obedecida a su porfía;

y se envolvió la frente

y embebió su cabeza

y prendió a sus cabellos

la luz de su primer sagrado Día

dócil al sagrado capricho

de hora última de mujer

en el terrenal ejercicio.

Y me decía

su sonreír en hora tan oscura:

“Déjame jugar, sonreír. Es un instante

en que tu ser se azore.

Llevóme de partida tu comprender

me. Voyme entendida,

torpeza de amor de hombre ya no será de ti”.

Niña y maestra de muerte

fingida en santo juego de un único, ardiente destino.

Fingimiento enloquecedor

que por Palabra tuvo

el torrente de las lágrimas corriendo.

Cual cae en seriedad y grave pulsa

pecho de doncella turbado

por cercanía de amor

y pénese en valentía y pensamiento

de la prueba fortísima,

quedó aquél para sólo quien

fue entendida, oculta y mostrárase de nuevo,

la amorosa.

Yo sabía muerte pero aquel partir no.

Muerte es beldad y me quedó aprendida

por juego de niña que a sonreída muerte

echó la cabeza inventora

por ingenios de amor mucho luchada.

¡Oh qué juego de niña quisiste!

 

Niña del fingido morir

—con más lágrimas visto que el más cierto.

Tanta lucha sudorosa hizo la abrumadora cabeza

cuando la echaste a dormir tu “muerte”

en la almohada

—del Despertar Mañana—

ojos y almas tan dueños del mañana

que sin amargarse en lágrimas

todo lloro movieron.

Tanta certeza en el ser de una niña florecida

secos tuvo sus ojos: todo en torno lloraba—.

Oh niña del Despertar Mañana

‘que en luz de su primer día se hizo oculta

con sumisión de Luz, Tiempo y Muerte

en enamorada diligencia

de servir al sacro fingimiento

del más Hondo capricho en levísimo juego,

de último humano querer de la ya hoy no humana.

Muerte es Beldad

pero muerte entusiasta,

partir sin muerte en luz de un primer día

es Divinidad

Grave y gracioso artificio

de muerte sonreída.

¡Oh cuál juego de niña

lograste Elena, niña vencedora!

Arriba de Dios fingidora

en hora ultima de mujer.

Mi ser perdido en cortesía

de gallardía tanta,

de alma a todo amor alzada.

¿Cuándo será que a todo amor alzado

servido su vivir,

copa de muerte a su vivir servida,

prueba otra vez, la eterna vez del alma,

el mirar de quien hoy sólo el ser de la Espera tiene

cual sólo el ser de un Esperado tengo?

 

 

Cuando nuestro dolor fíngese ajeno

Voz de un dolor se alzó del camino y visitó la noche,

Trance gimiente por una boca hablaba.

 

Eran las sombras dondequiera. Mis manos

Apartándolas para mis pasos

Heridos de la impaciencia y el tropiezo

Buscando aquel pedido de persona dolida.

 

Grito que ensombreció la sombra

Volvió a enfriar el pulsar de mi vida.

 

Y tropezando con el alma y el paso

No de mi pena, de ajena pena,

Creí afligirme, cuando hallé sangrando

Mi corazón, por mí clamando,

¿Qué desterrado de mi pecho habría?

Porque solo el recuerdo su latido daba

Y solo en el recuerdo mi dolor estaba

Y así desde el camino me llamaba

Y apenas cerca me sintió, acogiose

A mi pecho triunfante como enojado dueño,

Y al instante se dio a clavarme aquel latido;

El latir de su lloro del dolor del recuerdo.

 

Y hoy desterrarlo de nuevo ya no quiero.

Que ese dolor es el dolor que quiero.

 

Es ella,

Y soy tan solo ese dolor, soy ella,

Soy su ausencia, soy lo que está solo de ella;

Mi corazón mejor que yo lo ordena.

Tomado de:

https://www.lacoladerata.co/destacados/macedonio-fernandez-poemas/

 

 

LA MUERTE NO ES LA NADA

 

La Muerte no es la Nada, sino que nada es.

El Nacer no es la Vida, sino que nada es.

Equivócase, por terrenal, el Corazón si te llora

pues en nuestra mente estás, y estuviste antes de sernos visto

En nuestra mente todo lo que eres, está

pues nunca estuviste sino en nuestra mente

y nuestra mente es la única que jamás existió.

Amarte, pues, debemos, pues que vives

y no Dolerte, pues no cabe perderte.

 

 

LA TARDE

 

Ahora ya la tarde del día victorioso

el pensativo paso hacia el ocaso lleva.

Su rubia cabellera roza el celeste velo,

su blanco pie en las aguas del mar penetra apenas.

La forma delicada, allá entre mar y cielo

resbala y, por instantes, detenerse parece.

Alza u dedo a los labios, mira en torno suspensa,

luego el paso recobra, y el confín palidece.

Del cielo y de la tierra despréndese, creciente

la invasión silenciosa de las sombras tras ella...

Cuando de amor transida, la Tierra ante mí tiéndese

dormida en el recuerdo del beso de la Siesta.

Desde mi pié partiendo, desborda el horizonte

el ser inmenso y claro del Mar incontrastable.

Un alentar tranquilo levante y estremece

el cendal de su seno sin límites medable.

¡Abrumadora imagen de una dicha perenne

su inmensidad se mece respirando dormida!

El verde fondo móvil chispea, penetrando

de luz que alegre ríe, en cristalinos pliegues.

Deteneos; miradle. su seno transparente

una mirada clara os devuelve; y responde

dentro de vos, el eco de aquel Dolor, que eterno

persiste en las cenizas del turbio humano seno.

Entre tanto la tarde su fatal paso apura

hacia la hoguera ardiente por donde el sol partiera.

Llega y se postra; inclina la adorable cabeza;

en sus cabellos de oro, breve reflejo tiembla.

Su contorno amoroso, colúmbrase en las lindes

del fantástico incendio de las luces postreras,

arrójase y perece en el Ocaso rojo.

Un sollozo impalpable de un confín a otro vuela.

Las cenizas del día sobre la tibia hoguera

floran aún sobre ellas me mira inmóvil, frío,

un celaje. En la arena asústame mis pasos.

De un pensar que se ahonda llevo mi pecho herido.

 

 

COLABORACIÓN DE LAS COSAS

 

Empieza una discusión cualquiera en una casa cualquiera pues llega un esposo cualquiera y busca la sartén ya que él es quien sabe hacer las comidas de sartén y ésta no aparece. Crece la discusión; llegan parientes.

Se oye un ruido. Sigue la discusión. Se busca una segunda sartén que acaso existió alguna vez. El ruido aumenta. Tac, tac, tac. No se concluye de esclarecer qué ha pasado con la sartén, que además no era vieja; se escuchan imputaciones recíprocas, se intercambian hipótesis; se examinan

rincones de la cocina por donde no suele andar la escoba. Tac, tac, tac. Al fin, se aclara el misterio: lo que venía cayendo escalón por escalón era la sartén. Ahora sólo falta la explicación del misterio: el niño, de cinco años, la había llevado hasta la azotea, sin pensar que correspondiera restituiría a la cocina; al alejarse por ser llamado de pronto por la madre, después de haber estado sentado en el primer escalón de la escalera, la sartén quedó allí. Cuando trascendió el clima agrio de la discusión conyugal, la sartén para hacer quedar bien al niño, culpable de todo el ingrato episodio, se desliza escalones abajo y su insólita presencia a la entrada de la cocina calma la discordia.

 

Nadie supo que no fue la casualidad, sino la sartén. Y si es verdad que puede haberle costado poco por haber sido dejada muy al borde del escalón, no debe menospreciarse su mérito.

 

 

ARTIFICIOS

 

—Mujer, ¿cuánto te ha costado esta espumadera?

—1,90.

—¿Cómo, tanto? ¡Pero es una barbaridad!

—Sí; es que los agujeros están carísimos. Con esto de la guerra se aprovechan de todo.

—¡Pues la hubieras comprado sin ellos!

—Pero entonces sería un cucharón y ya no serviría para espumar.

—No importa; no hay que pagar de más. Son artificios del mercado de agujeros.

 

 

AMOR SE FUE

 

Amor se fue; mientras duró

de todo hizo placer.

 

Cuando se fue

Nada dejó que no doliera.

Tomado de:

https://www.poesi.as/Macedonio_Fernandez.htm

 

 

Era con mucha noche

 

Era con mucha noche

y grande soledad.

Recuerdo de compañía –que hubo y ya no había.

Era la sola compañía del solitario

en un camino que ante mí quisiera presentir.

Alzóse figura que tan tierna me fuera

alguien que me viera nacer, y yo vi morir.

Tomado de:

https://www.antologiapoetica.com.ar/poemas/macedonio-fernandez/

 

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