EL INFIERNO
Los hombres ya no viven:
como enterradas serpientes
En el otoño, como lunas
perezosas en invierno,
En el estío son águilas o
tigres, soles sanguinarios
Que arden en el opaco
mundo de las cosas,
Guerreros en vigilia como
los astros
Para que en inmortales los
convierta el cielo mentido.
Nobles o perversos, mas
efímeros porque es su obra
Única arrancar un instante
al infierno
La misma carne que los
delata a los dioses,
Los amantes están solos en
la tierra.
Feroces porque el que
siempre da recibe injusticia,
Quieren ser como uñas o
dientes en el otro,
Como la selva tras la
tormenta de verano, quieren
Que nadie vea su
debilidad, sino sufra violencia,
Ayuntados como hermosas
bestias o en fuga como criminales
La luz los ciega: el
hombre no tiene tiempo para reconocerse.
Se abrazan en su miseria
hasta encontrar un cuerpo
Impenetrable donde sólo la
muerte toca fondo:
Sus bocas están juntas,
mas separadas siguen las almas.
ÉTICA
Nos olvidamos de la
muerte, mas la muerte no nos olvida,
Sino nos cuida, como el
padre y la madre después de haber
gozado
El cuerpo se levanta en la
noche para velar al hijo que odian,
Nos acaricia la planta de
los pies en el lecho donde nos
ayuntamos,
Solícita. En vano propone
una eternidad falaz, Celestina
De las almas, afrenta de
dioses que no existen al hombre.
En vano se desesperan los
amantes por no ser inmortales.
Son ellos su destino, mas
se castran. Cambian su obra
Por dos billetes de banco:
uno, la fe; otro, la justicia.
En vano siempre. Mueren
sin vivir todo lo que humano es
En la tierra o el
infierno. La carne que alzarlos debió, los
abaja.
SE JUNTAN DESNUDOS
Dos cuerpos que se juntan
desnudos
Solos en la ciudad donde
habitan los astros
Inventan sin reposo al
deseo.
No se ven cuando se aman,
bellos
O atroces arden como dos
mundos
Que una vez cada mil años
se cruzan en el cielo.
Solo en la palabra, luna
inútil, miramos
Cómo nuestros cuerpos son
cuando se abrazan,
Se penetran, escupen,
sangran, rocas que se destrozan,
Estrellas enemigas,
imperios que se afrentan.
Se acarician efímeros
entre mil soles
Que se despedazan, se
besan hasta el fondo,
Saltan como dos delfines
blancos en el día,
Pasan como un solo
incendio por la noche.
AMANTES
Somos como son los que se
aman.
Al desnudarnos descubrimos
dos monstruosos
Desconocidos que se
estrechan a tientas,
Cicatrices con que el
rencoroso deseo
Señala a los que sin
descanso se aman:
El tedio, la sospecha que
invencible nos ata
En su red, como en la
falta dos dioses adúlteros.
Enamorados como dos locos,
Dos astros sanguinarios,
dos dinastías
Que hambrientas se
disputan un reino,
Queremos ser justicia, nos
acechamos feroces,
Nos engañamos, nos
inferimos las viles injurias
Con que el cielo afrenta a
los que se aman.
Sólo para que mil veces
nos incendie
El abrazo que en el mundo
son los que se aman
Mil veces morimos cada
día.
AMANTES
Desnudos afrentamos el
cuerpo
Como dos ángeles
equivocados,
Como dos soles rojos en un
bosque oscuro,
Como dos vampiros al
alzarse el día,
Labios que buscan la joya
del instante entre dos muslos,
Boca que busca la boca,
estatuas erguidas
Que en la piedra inventan
el beso
Sólo para que un relámpago
de sangres juntas
Cruce la invencible muerte
que nos llama.
De pie como perezosos
árboles en el estío,
Sentados como dioses
ebrios
Para que me abrasen en el
polvo tus dos astros,
Tendidos como guerreros de
dos patrias que el alba separa,
En tu cuerpo soy el
incendio del ser.
ESTA CIUDAD ES NUESTRA
Tenemos la tierra, porque
al cielo hemos negado
Lo que sólo el hombre
merece en su violencia:
El amor levantado como
roca en la injuria de toda
Patria, para que dioses o
criminales seamos un instante
Cuando la voluptuosidad y
el duelo nos habitan.
Tenemos el cuerpo, pues
desde el cuarto miserable
Donde nos abrazamos sin
reposo erigimos una ciudad que es
sólo nuestra,
Carne cuya obra toca mundo
y que el deseo alza a las
estrellas:
No pertenece a los ciegos
seres que se despedazan o se
ignoran,
Soledades guerreras unidas
por la codicia o el tumulto,
Apegadas a cosas que no
son suyas, sino del tiempo,
Mientras nuestro fasto
único es incendiar nubes que pasan
Por entre los cerros,
ponientes rojos como en otoño el
bosque,
Felicidades extrañas como
un lucero en pleno día,
Ojos con que descubrimos
los mil soles que arden
Al mirarnos, sangres que
al correr juntas atraviesan
El infierno con música que
no es de nadie: el alma.
Tenemos toda la vida por
delante y también toda la muerte.
HECHA POLVO
Tanto te amé ese día que
la muerte
Voló por la ciudad como
mil soles,
Abeja de mi duelo
En el definitivo verano
que te llama.
Fui descubriendo un astro
en tu desnudo
Tras de mis pasos ciegos
por tu sombra,
Presente, ocio feroz,
donde toda sangre
Al hombre exige lo que
para el cielo es imposible.
El mundo, espejo de mi
mano iba
Como una joya opaca por
tus ojos,
Te miraba mirar rostros,
reinos, memoria
Súbita, nube que como una
desdicha
Pasa por la carne de donde
me retiro
Desterrado a la ajena
imagen que te asalta.
Te fui quitando abrazos,
conquistas, el peso
De una dinastía que ahora
habita la noche.
Yo te hice habitar en las
estrellas.
A ti, arrogancia, cuerpo
impenetrable,
La pena de todos vencedora
te ha penetrado.
EL GUERRERO
Lleva la muerte en su
espada quien por amor debe morir
O matar lo que ama,
magnánimo con su pena
Pues no busca olvido sino
infierno.
Si el arma hunde en otro
pecho, en su pecho la aloja,
Mas la carroña no es suya
sino definitivamente ajena.
Vivo queda, es decir,
culpable. No sólo arrastra tormento
Para siempre: mil veces
repite su delito,
Porque sanguinario es el
príncipe con gentes que no odia ni
conoce
Y Dios condena por el
mismo mal que es su obra y los jueces
Castigan al que rechaza la
injusticia, él por ella pidió ser
condenado.
Castrado, no: aprende a
ser hombre quien por serlo sufre,
quien
Entre tierra y cielo sólo
quiere ser hombre. No será su existir
fácil
Como respeto de puta:
guerrero, sí, o loco pero nunca
inocente.
LA TIERRA QUE ERA MÍA
Únicamente por reunirse
con Sofía von Kühn,
Amante de trece años,
Novalis creyó en el otro mundo;
Mas yo creo en soles,
nieves, árboles,
En la mariposa blanca
sobre una rosa roja,
En la hierba que ondula y
en el día que muere,
Porque sólo aquí como un
don fugaz puedo abrazarte,
Al fin como un dios
crearme en tus pupilas,
Porque te pierdo, con la
tierra que era mía.
QUIERO APENAS
Presto cesó la nieve, como
música.
Pájaros y verdes cruzan
por el frío.
Vas a morir, me dicen. Tu
enfermedad
Es incurable. Sólo puede
salvarte
El milagro que niegas.
Mas quiero apenas
Arder como un sol rojo en
tu cuerpo blanco.
EL REGRESO
El regreso para morir es
grande.
(Lo dijo con su aventurar
el rey de Ítaca).
Mas amo el sol de mi
patria,
El venado rojo que corre
por los cerros,
Y las nobles voces de la
tarde que fueron
Mi familia.
Mejor morir sin que nadie
Lamente glorias matinales,
lejos
Del verano querido donde
conocí dioses.
Todo para que mi imagen
pasada
Sea la última fábula de la
casa.
VERANO UVAS RÍO
El tiempo pasa por el río
Tan dulcemente como fluye
El agua. Lleva al nadador
Adolescente, enjuto, rojo,
Que bajo el sol de los
venados
Come uvas. Las más doradas
Avispas del día lo
aturden,
Con zumbidos, destellos,
brisas
Rápidas. Cuando siente un
aire
De luna, aléjase silbando
Por la orilla.
Se reconoce
El extranjero en ese
instante
De demorada luz y fresca
Sombra y vaho entre las
frutas.
Mas ya nada es suyo.
Verano,
Uvas, río, todo concluye
Con la noche que envuelve
y borra
La juvenil cabeza rubia.
Por la ciudad natal en
fiesta
Desconocido cruza el
hombre.
VALLE DE CÚCUTA
Toco con mis labios el
frutero del día,
Pongo con las manos un
halcón en el cielo.
Con los ojos levanto un
incendio en el cerro.
La querencia del sol me
devuelve la vida
La verdad es el valle. El
azul es azul.
El árbol colorado es la
tierra caliente.
Ninguna cosa tiene
simulacro ni duda.
Aquí aprendí a vivir con
el vuelo y el río.
DE REPENTE LA MÚSICA
La pura luz que pasa
Por la calle desierta.
Nada humano
Bajo el cielo abolido.
La blancura absoluta
De la ciudad confunde
La muerte y el sigilo.
De repente la música,
La sombra de los amantes
en el agua.
CANÍCULA
El sol abrasa toda
Vida. No mueve el viento
Un árbol. Fuera del tiempo
Está el fasto del día.
La canícula absorbe
Las horas, los colores,
El silencio.
De repente óyese una gota
De agua, y otra,
Y otra más, en la tarde.
Es la música.
FUENTE EN CÚCUTA
El rumor de la fuente bajo
el cielo
Habla como la infancia.
Alrededor
Todo convida a la tórrida
calma
De la casa: el mismo patio
blanco
Entre los árboles, la
misma siesta
Con la oculta cigarra de
los días.
Nubes que no veía desde
entonces
Como la muerte pasan por
el agua.
HACIA EL CADALSO
Tú no has conseguido nada,
me dice el tiempo,
Todo lo has perdido en tu
lid imbécil
Contra los dioses. Sólo te
quedan palabras,
Tú no has sido nada: ni
padre ni guerrero,
Ni súbdito ni príncipe –ni
Diógenes el perro;
Y ahora la muerte –cáncer
y silencio en tu garganta–
Te hace besar las ruinas
que escupiste.
Mas yo he sido: vilano, un
día; otro, vulnerable
Titán contra su sombra. Yo
he vivido:
Árbol de incendios, semen
de amo
Que por un instante tiene
el mundo con su cuerpo.
El idiota repite estas
palabras hasta el cadalso
Interminablemente: ¡He
vivido!
SI MAÑANA DESPIERTO
De súbito respira uno
mejor y el aire de la primavera
Llega al fondo. Mas sólo
ha sido un plazo
Que el sufrimiento concede
para que digamos la palabra.
He ganado un día; he
tenido el tiempo
En mi boca como un vino.
Suelo buscarme
En la ciudad que pasa como
un barco de locos por la noche.
Sólo encuentro un rostro:
hombre viejo y sin dientes
A quien la dinastía, el
poder, la riqueza, el genio,
Todo le han dado al cabo,
salvo la muerte.
Es un enemigo más temible
que Dios,
El sueño que puedo ser si
mañana despierto
Y sé que vivo.
Mas de súbito el alba
Me cae entre las manos
como una naranja roja.
¡VENGAN CUMPLIDAS MOSCAS!
Cuántas veces de niño te
vi
Cruzar por mi alcoba de
puntillas.
Enhebrabas tu aguja con
manos
Más ligeras que los días.
Luego te olvidé. No es
poca cosa
Vivir. El mundo es bello y
el deseo
Vasto. (Que lo diga
Ulises,
Cuando nada en el mar y
come uvas
Después de la batalla).
Mas cada
Año acortabas el hilo,
zurcidora
Aplicada.
Como una madre
O Penélope siempre lozana
me has
Guardado fidelidad. ¡La
única!
Empollabas la herencia con
tus
Mimos. Solícita, cuidabas
huesos,
Dientes, toda la ruin
materia
Que te ceba.
¿Vale más el alma?
No encontraste nada en la
mía
Que me hiciera rey.
Quedaba poco
Cuando destapaste el
pudridero.
¡Vengan cumplidas moscas!
Hoy te pago
El ansia con que viví cada
momento.
SÉ QUE ESTOY VIVO
Sé que estoy vivo en este
bello día
Acostado contigo. Es el
verano.
Acaloradas frutas en tu
mano
Vierten su espeso olor al
mediodía.
Antes de aquí tendernos no
existía
Este mundo radiante.
¡Nunca en vano
Al deseo arrancamos el
humano
Amor que a las estrellas
desafía!
Hacia el azul del mar
corro desnudo.
Vuelvo a ti como al sol y
en ti me anudo,
Nazco en el esplendor de
conocerte.
Siento el sudor ligero de
la siesta.
Bebemos vino rojo. Esta es
la fiesta
En que más recordamos a la
muerte.
VERÉ ESA CARA
Voy a vivir contigo y
contra ti.
Roma en llamas, la casa de
los dos
Tiene un cuarto vacío.
Nuestro Dios
Ha partido. Todo cuanto le
di
Me comenzó a pesar: mi
baladí
Fervor de adolescente.
Grité: Nos
Reclama cada ser; o: Todos
los
Hombres son nuestros
hermanos. ¡Mentí!
Ahora sé que renegué del
cielo
Por nada. Inane César,
porto el duelo
De un mundo sin amor ni
paz ni fe.
Eres cuanto me queda: la
postrera
Mirada fiel. ¡El terror
persevera,
Cara! Cuando me abraces,
te veré.
Siesta
Voy por tu cuerpo como por
el mundo
Octavio Paz
Es la siesta feliz entre
los árboles,
Traspasa el sol las hojas,
todo arde,
El tiempo corre entre la
luz y el cielo
Como un furtivo dios deja
las cosas.
El mediodía fluye en tu
desnudo
Como el soplo de estío por
el aire.
En tus senos trepidan los
veranos.
Sientes pasar la tierra
por tu cuerpo
Como cruza una estrella el
firmamento.
El mar vuela a lo lejos
como un pájaro.
Sobre el polvo invencible
en que has dormido
Esta sombra ligera marca
el peso
De un abrazo solar contra
el destino.
Somos dos en lo alto de
una vida.
Somos uno en lo alto del
instante.
Tu cuerpo es una luna
impenetrable
Que el esplendor destruye
en esta hora.
Cuando abro tu carne hiero
al tiempo,
Cubro con mi aflicción la
dinastía,
Basta mi voz para borrar
los dioses,
Me hundo en ti para
enfrentar la muerte.
El mediodía es vasto como
el mundo.
Canta el cuerpo en la luz,
la tierra canta,
Danza en el sol de todos
los colores,
Cada sabor es único en mi
lengua.
Soy un súbito amor por
cada cosa.
Miro, palpo sin fin, cada
sentido
Es un espejo breve en la
delicia.
Te miro envuelta en un
sudor espeso.
Bebemos vino rojo. Las
naranjas
Dejan su agudo olor entre
tus labios.
Son los grandes calores
del verano.
El fugitivo sol busca tus
plantas,
El mundo huye por el
firmamento,
Llenamos esta nada con las
nubes,
Hemos hurtado al ser cada
momento,
Te desnudé a la par con
nuestro duelo.
Sé que voy a morir.
Termina el día.
NO PUDO LA MUERTE VENCERME
No pudo la muerte
vencerme.
Batallé y viví. El cuerpo
Infatigable contra el
alma,
Al blanco vuelo del día.
En las ruinas de Troya
escribí:
"Todo es muerte o
amor",
Y desde entonces no tuve
Descanso. Dije en Roma:
"No hay dioses, sólo
tiempo",
Y desde entonces no tuve
Redención. Callé en España
Pues la voz de la ira
desafiaba
Al olvido con mis tuétanos,
Mis humores, mi sangre; y
Desde entonces no ha
cesado
El incendio.
De reposo
Le sirva tierra extranjera
Al héroe. Cante fresca
hierba
Como abeja del polvo por
sus
Párpados. Yo no me rindo:
Quiero vivir cada día en
Guerra, como si fuera el
último.
Mi corazón batalla contra
el mar.
ENVÍO
No he podido olvidarte. He
conseguido
Que este inútil desorden
de mis días
Solitarios, concluya en
las porfías
De un corazón que da cada
latido
A tu memoria. En tu mundo
abolido,
He luchado por ti contra
las pías
Obras de Dios. Cuando ayer
le exigías
Será invención del hombre
que ha nacido.
Tantas razones tuve para
amarte
Que en el rigor oscuro de
perderte
Quise que le sirviera todo
el arte
A tu solo esplendor y así
envolverte
En fábulas y hallarte y
recobrarte
En la larga paciencia de
la muerte
LA ESPERA
Esta atada pasión, este
sigilo
Del alma hacia sus
términos oscuros,
Este ajedrez de cuadros
inseguros,
Piden jugada, huida,
muerte al hilo
Sin cabo de la espera,
cuerpo en vilo
Por torres, por los sempiternos
muros
Blancos, por los escalados
conjuros,
Por el límite mismo en que
vacilo,
Vértigo y posesión en
lucha helada
La ascensión sin reposo y
la caída,
La sombra y el vacío y la
mirada,
Y siempre en madrugada
detenida,
La voz y el corazón contra
la nada
Y la fugaz palabra de la
vida.
Tomado de:
Canto XIII
La dulce tolvanera del
silencioso otoño
va anegando tu imagen en
su vaga humareda,
encendiendo en el tiempo
la hoguera del olvido
para borrar la última
ceniza de la ausencia.
Nadie sabrá que vivo para
ti, que defiendo
contra las llamas trémulas
tu desnudo recuerdo,
que lucho en el otoño de
vientos desolados
y en sus ondas sombrías te
reclaman mis sueños.
Nadie sabrá que fuiste mía
bajo el otoño
de estrellas delirantes y
crepúsculos vagos,
que llenaste mis labios
con tu fuego de siempre,
que cayó mi tristeza sobre
ti como un canto.
Porque nada resiste la
invasión del olvido
cuando llega a mi alma su
humareda de otoño.
Todo se va de mí, se fuga
de mi vida,
tú también te me vas y
permanezco solo.
El instante
Ardió el día como una
rosa.
Y el pájaro de la luna
huyó
cantando. Nos miramos
desnudos.
Y el sol levantó su árbol
rojo
en el valle. Junto al río,
dos cuerpos bellos,
siempre
jóvenes. Nos reconocimos.
Habíamos muerto y
despertábamos
del tiempo. Nos miramos de
nuevo,
con reparo. Y volvió la
noche
a cubrir los memoriosos.
Tomado de:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario