domingo, 31 de marzo de 2024

POEMAS DE VLADIMIR HOLAN RECORDAMOS SU MUERTE

 


Resurrección.

 

¿Qué después de esta vida tengamos que despertarnos un día aquí

al estruendo terrible de trompetas y clarines?

Perdona, Dios, pero me consuelo

pensando que el principio de nuestra resurrección, la de todos lo difuntos,

lo anunciará el simple canto de un gallo...

 

Entonces nos quedaremos aún tendidos un momento...

La primera en levantarse

será mamá... la oiremos

encender silenciosamente el fuego,

poner silenciosamente el agua sobre el fogón

y coger con sigilo del armario el molinillo de café.

Estaremos de nuevo en casa.

 

 

Al conocer al hombre.

 

No me causó horror el demonio

desde la uña de la noche hasta la zarpa de la mañana

 

y no me asustó el ángel

al pintarse a sí mismo en sí mismo.

 

El Dios antiguo en su montón de estiércol

no despertó mi miedo.

 

Las fieras eran mansas vistas desde muy cerca.

El insecto no alteraba los sentimientos.

 

Desconfiado, yo me volví salvaje

al conocer al hombre.

 

Tomado de:

https://lasplayasdesiberia.blogspot.com/2007/01/dos-poemas-de-holan-resurreccin.html

 

 

Eva

 

A Maria Tomasova

 

Fue cuando el vino nuevo... El otoño

había tejido ya el mimbre en torno a las botellas,

y la serpiente, no encima de la piedra, sino debajo del brezo,

yacía sobre el vientre cubriéndose con su dorso.

 

"La belleza destruye el amor, el amor la belleza ", me dijo

y del mismo modo que antaño se sacrificaba a las diosas de

                        aquí y allá

un número impar de víctimas,

ella pensaba entonces nada más en sí misma,

imaginando con indiferencia

la eternidad sin inmortalidad...

 

Era tan hermosa que si alguien me hubiera preguntado

por dónde había ido con ella, no hubiera, sin duda, hablado

                        de paisajes

( a no ser que sintiera la impotencia de las palabras

y que sólo hiciera posible deletrear el silencio

la lluvia que cae en los presidios).

Era tan hermosa que quise

vivir de nuevo, pero de un modo distinto.

Era tan hermosa que en el fondo de mi delirante amor

me esperaba todavía íntegra toda la locura...

 

Versión de Clara Janés

 

 

Hay

 

Hay destinos

donde lo que carece de temblor no es sólido.

 

Hay amores

en los que el mundo no te basta, falta un pasito.

 

Hay placeres

en los que te castigas por el arte, pues el arte es pecado.

 

Hay momentos de mutismo

en que la boca de la mujer hace pensar que el pudor es sólo

                         cuestión de sexo.

 

Hay cabellos teñidos por un meteoro

donde es el diablo quien hace la raya.

 

Hay soledades

en las que miras sólo con un ojo y miras sólo sal.

 

Hay momentos de frío

en los que estrangulas palomas y te calientas con sus alas.

 

Hay momentos de gravedad

en los que sientes que has caído ya entre los que caen.

 

Hay silencios

que debes expresarlos tú, ¡precisamente tú!

 

Versión de Clara Janés

 

 

Junto a la fuente, junto al estanque

 

Toda mujer hermosa es cruel

y humilla sin parecerlo precisamente a los hombres que,

                    desnudos,

arden por beber de la roca misma.

 

Pero es la muerte quien se les acerca, familiar,

se diría un gorrión de estación de ferrocarril,

en el momento en que ellos, junto al andén, sacan el pan

                     de su envoltorio...

 

Voy a tener un hijo, dijo la muerte.

 

Versión de Clara Janés

 

 

La Belle Dame Sans Merci

 

Estaba sentada en un estéreo de madera y cantaba.

Era como si me hubiera herido en la ternura.

 

Era como si el deseo sin esperanza

hubiera despreciado el llanto acariciando las lágrimas.

 

Era como si el mismo sol entre nubes hubiera escuchado

a ese tordo que pasa con una cereza en el pico.

 

Era como si aquella canción de ella hubiera recorrido por

                         encima

incluso ese río vecino tan lleno de truchas.

 

Era como si... Pero ella dejó de cantar y dijo:

"No vayas allí, hace frío".

Y yo le dije: "¿Dónde? No veo el lugar",

 

Versión de Clara Janés

 

 

La virgen

 

En aquella fiesta había tantas luces

que eran perfectas las tinieblas.

Y él estaba ahora allí.  Y no le molestaba que fuera precisamente él,

y que sus sentimientos le vinieran del vino, aunque sus pensamientos

vinieran de las uvas...

Hacia la mañana él la dejó y ella mira aún,

por el agujero de su vestido de fiesta,

el desnudo clavo del lunes...

 

Versión de Clara Janés

 

 

No es

 

No es indiferente el lugar donde estamos.

Algunas estrellas se acercan entre sí peligrosamente.

También aquí abajo hay separaciones violentas de amantes

sólo para que el tiempo se acelere

con el latido de su corazón.

 

Las gentes sencillas son las únicas que no buscan la felicidad...

 

Versión de Clara Janés

 

 

Noche de insomnio

 

Estaba solo, completamente solo,

incluso el sueño nocturno me había abandonado...

De pronto me pareció oír no unas palabras sino unos sonidos,

unos sonidos siempre en tres suspiros

Como viento y harina...

"¿Qué puede ser eso? ¡No hay tiempo que perder!",

mascullé, y enderezándome el cabello con un trago de vino

me puse en pie y, desnudo, palpé en la oscuridad

y un momento después la negra fiebre de mi mano

abría el armario... En su interior las polillas agitaban los trajes...

Soy más mortal que mi cuerpo...

 

Versión de Clara Janés

 

 

Non cum platone

 

Él: su belleza destruye mi amor,

ya que al destruir la ilusión destruye la realidad.

 

Ella: su amor destruye mi belleza,

pues si tengo máscara quiero también telón.

 

Grávido amanecer... Pueblo

donde se han comido todos los gallos.

 

Versión de Clara Janés

 

 

Otoño III

 

Campo sobre cuatro surcos... Lindero... Prado... Estanque...

Zorzales en las serbas...

Una araña teje de nuevo una malla hilada...

 

Ameno día, expulsado de la razón

al corazón del otoño... El viento se ha empurpurado...

La columna de mosquitos lleva el busto de la danza...

 

Dolor y pena, recuerdos y añoranzas...

¿Quisieras ser de nuevo joven, vivirlo todo de nuevo?

Por las sombras próximas y lejanas se puede oír,

cómo en el pueblo cubren el osario con una chapa ...

 

Versión de Clara Janés

 

 

Partus labyrinthis

 

Mire usted, señora, mis pecados son tantos

que usted no puede darse idea.

Y son tan pocos,

que los conoce bien.

 

Los que conoce son un solo pecado...

Y los que no comprende

son también ese

que, a usted, como a mí

incensantemente nos confunde.

 

Versión de Clara Janés

 

 

Pero el tiempo

 

"¿Qué hay en tu corazón”, me preguntó la vida?

Era una pregunta tan brusca,

buscaba tan poca excusa,

que quise responder: ¡Nada!

 

Pero el tiempo (que en pie junto a una columna de piedra

obligó hace mucho a sentarse a todas las catedrales)

me dijo: "¡Mentiroso, ese lugar que en ti

han ocupado las mujeres

sólo en el infierno permanece vacío!"

 

Versión de Clara Janés

 

 

Pesadumbre

 

Que según dicen la pena es muda...

Y sin embargo, la mayoría, incluso los taciturnos,

anhelan confesarse, quejarse, anhelan rezongar.

Les prestaste oído, sufriste con ellos,

pero con el fin de venerar también siempre el secreto:

buscaste la inspiración súbita

que suele ser precisa, nunca del todo explícita...

 

Fiel, no podías ser personal...

Sin embargo, tampoco revelaste nunca

los sentimientos de aquellos que al respecto callaron...

 

Versión de Clara Janés

 

 

Que los muertos entierren a los muertos

 

Si los vivos pasaran por delante de los muertos

sería el final del presente y el futuro de los remordimientos...

Si los vivos pasaran por encima de los muertos,

nosotros, los vivos, volaríamos...

Pero la cosa es así:

remordimientos sí, alas no.

 

Versión de Clara Janés

 

 

Será

 

Sí, podría decirle

por qué tiene usted miedo cuando caen las hojas

en el bosquecillo o en la alameda.

Y podría decirle,

por qué se rió Hölderlin

cuando le sacudían ciruelas en la cabeza.

Pero antes de que se vuelva usted en pos del sonido

y antes de que se vuelva usted en pos del color,

será otra cosa y vendrá de otra parte...

 

Versión de Clara Janés

 

 

Un día por la mañana

 

Un día por la mañana, al abrir la puerta,

encontraste en el umbral los zapatos de baile.

Era para besarlos y tú lo hiciste enseguida

y volviste a sentir alegría después de tantos años,

todas las lágrimas largo tiempo contenidas

ascendieron a tu risa.

Luego te reíste y desde el alma rompiste a cantar

con la tranquilidad de la juventud...

No preguntaste qué hermosa

dejó los zapatos en el umbral.

Nunca lo averiguaste

y, sin embargo, de aquel feliz momento

aún vives con frecuencia...

 

Versión de Clara Janés

Tomado de:

http://amediavoz.com/holan.htm

 

 

Poema

 

Es una encantadora tarde veraniega… Veraniega por veraniega

 

y absurda por encantadora... Todo es livianito

 

y todo está arriba y por sobre todo la danza de los elefantes.

 

 

 

Pero a mi corazón cae una lágrima, ella sabe bien

 

que el mar es más grande que la tierra.

 

 

 

Pero en mi corazón se deja oír de pronto, profundísimamente,

 

la hace tiempo olvidada, muerta hace media era,

 

sencilla muchacha, una criada…

 

 

 

Tenía entonces veinte años... Huérfana-virgen,

 

ante imagen de la vida, pero tan singular

 

que ni el destino sabía cómo merecer su amor.

 

 

 

Por holgazanería de los contemporáneos no sabemos cómo eran sus ojos,

 

pero en la impaciencia de los contemporáneos adivino

 

que eran confiados y conciliadores.

 

 

 

Ella era, luego, hermosa… De una hermosura sin arte,

 

una hermosura que habría sido entonces muda

 

si no hubiese cantado ya antaño en el paraíso...

 

Pero ella cantaba y su canto estaba tan presente

 

que hasta el menor recuerdo

 

sería violentar una inocencia tal…

 

Ella se alegraba sencillamente y sin esperar entonces nada

 

distribuía alegría a los demás

 

y nunca podría por ello encontrarse a sí misma…

 

 

 

Casi no se le veía. . . Es entonces natural

 

que los hombres tuvieran guardia constante en su faro.

 

Cualquiera podía verla... Es entonces natural

 

que entre los muslos de las mujeres se le calumniaba.

 

Luego, cierto muchacho, cegado por la bula dorada de su virginidad

 

probó que de locura divina,

 

puede cometerse pecado mortal. y se mató.

 

 

 

La vieja rebana-ombligos estaban ofendidas. Todos los demás

 

con sus narices de cristal tan transparentes de mocos y pelos,

 

se enfurecieron. . . Lucía (“esa puta que hasta ahora

 

ni siquiera se enfermó”) tuvo que abandonar el distrito,

 

donde hasta la hiedra tenía las venas hinchadas de indignación.

 

 

 

La veo en G... Cosía en las casas, en esas casas

 

donde el corno no sabe cómo expresar

 

su pena por las columnas de yeso,

 

y los sábados por la tarde hacía el aseo

 

en las oficinas de la fábrica de cerveza local.

 

Lo hacía con gusto, humilde y callada,

 

pues rendía culto a los secretos

 

y yo tampoco sé, realmente,

 

por qué surge la palabra, el verso y el libro

 

o el lenguaje de la víbora o de la garra canina...

 

 

 

Era una encantadora tarde sabatina… Sabatina por sabatina

 

y absurda por encantadora... Todo era livianito

 

y todo estaba arriba y por sobre todo la danza de los elefantes.

 

 

 

Lucía entró a la oficina, abrió las ventanas

 

y, antes de mojar el trapo, advirtió

 

la señal de Tres Reyes en las puertas...

 

¡Qué hermosa (cuando estaba ahí parada) era! Una hermosura sin arte,

 

una hermosura que habría sido entonces muda

 

si no hubiese cantado ya antaño en el. paraíso. . .

 

Pero ella cantaba y su canto estaba tan presente

 

que hasta. el menor recuerdo

 

sería violentar una inocencia tal. . .

 

Ella se alegraba sencillamente y distribuía alegría

 

y nunca podría por ello encontrarse a sí misma…

 

Y anhelando la esencia humana (como suele anhelar un mismo milagro)

 

se acercó de nuevo a la ventana, asomándose.

 

Fue el día de San Wenceslao... Miró el cólquico,

 

tras el cólquico el campo, mordido por la ladrillera,

 

y luego una callejuela, desde la que algunos muchachos

 

le enviaban besos. . . Pero esta vez ella no sonrió

 

y se puso a pensar en las tropas santas

 

que hace siglos atravesaron este lugar, durante toda “una noche,

 

llevando faldas doradas; en cómo luego

 

no hubo batalla gracias a la cordura del conde...

 

Tal vez sólo por eso desde entonces celebramos las Navidades

 

se dijo, y de pronto vio a su madre

 

vaciando pasas de uva sobre la tabla de amasar. . .

 

Se sentía de pronto niña y por eso inmortal,

 

tenía otra vez nueve años, nueve coros angélicos,

 

ya le gustaba entonces cantar al olor del pan navideño

 

y no sabía nada del sexo de la luna

 

que se abría doloroso como boca de pescado. . .

 

¿Sexo? ¡Sí! Algunos muchachos le llamaban ahora,

 

pero ella tenía la mano demasiado pesada

 

para lanzar una corona al árbol

 

v demasiado leve a la vez

 

para coger el rostro amado del agujero hecho en el hielo. . .

 

 

 

Esta costurera, acostumbrada a tener entre los dientes un puñado de alfileres,

 

se tocó sin saberlo los labios,

 

se apartó de la ventana y se puso a trabajar.

 

 

 

El mismo destino, que no sabía cómo merecer su amor,

 

le inclinó la cabeza hacia el piso, y ella, con cubos. de agua limpia

 

venida de las fabulosas montañas de Symplegad,

 

cepillaba, secando con la peluca de un ángel caído. . .

 

Pero de pronto oscureció, oscureció tan inesperadamente,

 

como si la nube debiera ser castigada por un pecado del menor de los rayos.

 

Se incorporó, encendió la lámpara de petróleo

 

y se puso a cepillar, de los rincones hacia el centro.

 

En su cepillar había algo sierra

 

que quisiera cortar tablas para un piso más amable.

 

En su cepillar había algo de la lanzadora del tejedor

 

que fabricara una alfombra para los pies de Jesucristo. . .

 

En su cepillar había algo de las alturas de la astrología caldea,

 

bajadas hasta las dos estrellas de sus rodillas.

 

En su cepillar el verbo y el amor se buscaban

 

v encontrándose, callaban.

 

Pero tal vez porque frente a sus ojos

 

se puso a volar una moscarda

 

o porque un rizo caído le cosquilleaba el rostro,

 

Lucía alzó bruscamente el cepillo sobre su cabeza,

 

golpeando la lámpara.  La rompió 

 

v las gotas de petróleo encendido

 

se abalanzaron sobre su espalda sudorosa, como insectos antes de la tormenta.

 

Y ella ardía y gritaba. . . Y dos días después murió.

Tomado de:

https://www.revistaelgolem.com/2021/06/13/poema-de-vladimir-holan/

 

 

Nieve

 

La nieve empezó a caer a medianoche. Y es verdad

que donde se está mejor es sentado en la cocina

aunque sea la cocina del insomnio.

Allí hace calor, te preparas algo, bebes vino

y miras por la ventana la eternidad familiar.

Por qué ibas a torturarte por saber si nacimiento y muerte

son sólo puntos,

puesto que la vida no es una línea recta.

Por qué ibas a atormentarte al ver el calendario

y a preocuparte por el valor que está en juego.

¿Y por qué ibas a admitir que no tienes

ni para zapatos para Saskia?

¿Y por qué ibas a envanecerte

de que sufres más que los demás?

 

Aunque en la tierra no existiera el silencio

ese nevar lo habría inventado ya en su sueño.

Estás solo. Ningún gesto. Nada de qué hacer gala.

 

 

Cuando llueve en domingo y tú estás solo...

 

Cuando llueve en domingo y tú estás solo,

completamente solo,

abierto a todo, pero no llega ni el ladrón

y no llama a la puerta ni el borracho ni el enemigo;

cuando llueve en domingo mientras tú estás abandonado

y no comprendes cómo vivir sin cuerpo

y cómo no vivir puesto que tienes cuerpo;

cuando llueve en domingo y, solo, no eres más que tú,

¡no esperes ni hablar contigo mismo!

Entonces el ángel es el único que sabe

lo que hay encima de él,

entonces el diablo es el único que sabe

lo que hay debajo de él.

 

El libro sostenido, el poema al caer...

 

 

No es

 

No es indiferente el lugar donde estamos.

Algunas estrellas se acercan entre sí peligrosamente.

También aquí abajo hay separaciones violentas de amantes

sólo para que el tiempo se acelere

con el latido de su corazón.

 

Las gentes sencillas son las únicas que no buscan la felicidad...

 

 

Que los muertos entierren a los muertos

 

Si los vivos pasaran por delante de los muertos

sería el final del presente y el futuro de los remordimientos...

Si los vivos pasaran por encima de los muertos,

nosotros, los vivos, volaríamos...

Pero la cosa es así:

remordimientos sí, alas no.

 

Tomado de:

https://www.tuertorey.com.ar/php/autores.php?idAutor=457