martes, 12 de marzo de 2024

POEMAS DE MARA PASTOR


El metalurgista 

 

1.

 

Conocer a un metalurgista

en una página de citas

no me salva de la crisis energética,

aunque haya aparecido

como rayo de minerales metálicos

por aleaciones sin privatizar.

 

Control de calidad sus besos.

 

 

2.

 

En La Fragua de Vulcano,

Velázquez pinta a Apolo

trayéndole

una noticia inesperada

al dios del fuego.

Venus lo engaña

con ese al que le hace el escudo.

 

Leí que el sudor

en la ingle de los trabajadores

en esa pintura es tema de estudio.

 

El metalurgista no conoce a Velázquez

pero sabe de la materia seca

que arde con facilidad

cuando el fuego atraviesa los cuerpos.

 

 

3.

 

En la generatriz

el metalurgista cuida gatos,

cuenta los aguacates de un árbol

y, en la noche,

se los roban

cuando los obreros sueñan

con lanchas a toda velocidad

por los islotes de Salinas.

 

 

4.

 

El metalurgista se va al norte,

a la central de Palo Seco.

Aguacero inadvertido,

sargazo gigante,

chanchullo que no se ve.

Dice adiós, hasta nunca.

Te quiero comer, dice,

pero el paraíso,

como el mantenimiento de las calderas,

requiere de un tiempo

que no transita por el cableado

debajo del Atlántico.

 

 

5.

 

Le regalé un cactus al metalurgista,

algo que pintara de verde

lo que lograba no ser calor

a la hora que cantaba la salamandra.

Cómo puede ser un anfibio lo que croa.

Cómo puede ser un cactus

lo que quede de dos cuerpos.

 

 

6.

 

Hay una capa ferrosa

de hierros indóciles

que no entiendo del todo

como los apagones,

la perfección de la aorta

fijada en la caja torácica

de un metalurgista

o el amor.

 

 

7.

 

Esta vez fue el primer generador,

dice un coro de unionados.

 

 

8.

 

Cuando se va la luz,

pienso que lo hace a propósito

para que lo recuerde.

 

 

9.

 

La sala de control

está muy lejos

del alero de aceros

donde el metalurgista

se autorretrata.

No fueron las algas

ni la mano del celador.

 

 

10.

 

Los poemas tampoco

saben qué hacer con la luz.

A dónde va algo

que no se despide.

Me acostumbro

un rato a la oscuridad.

Tan solo el brillo lejano

de la menguante

penetra la habitación húmeda

en la que alguna vez el metalurgista

mordía tres veces mi espalda

haciendo una línea de dientes

a la altura del trapecio,

de donde saldrían alas

si no fuéramos

estos animales.

 

 

* Poema perteneciente al libro Para pintar una casa (La Impresora, 2022).

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/el-metalurgista/

 

 

Jeep Cherokee

 

 

 

Desde que regresé,

entre mi padre y yo

hay una Jeep Cherokee.

Es la guagua vieja

que dejó mi hermano

cuando se fue al ejército.

Vuelvo a tener el carro

de cuando iba al colegio.

Como ahora gano lo mismo

que cuando era estudiante,

la Jeep es una limosina.

Hace 20 años también lo era.

A mi padre, que tiene 76 años,

le gusta que yo tenga algo suyo,

algo que sólo él sabe reparar.

 

—Le cambié el aceite—

—No confíes en ningún mecánico—

—No es el radiador-—

—Arreglé el parabrisas—

 

Cada vez que lo veo hablamos de la Jeep

como si fuera una pequeña niña

a la que tiene que cuidar.

 

 

La piedra sobre la que vivo

 

 

 

Este pedazo de tierra

que compré

a precio de rebaja

es roca ígnea,

volcánica.

Tomo sus piedras

y pienso:

 

Esto fue lava.

Estuvo tan caliente

que de tenerla a esta distancia

me hubiera muerto.

 

Fue lumbre. Lugar

en que nunca viviría.

 

Y mira a lo que hemos llegado.

 

En Deuda Natal (Azpress, 2021).

 

 

Mi niña es un bosque

 

 

 

En el tronco de un árbol de ausubo

que cayó hace tres años

-la edad que está por cumplir-

escoge un lugar para sentarse

y me pide que la deje sola

con su naranja agria

recién cosechada.

 

Anoche ardió como el barro

en un horno de cerámica.

Hoy quiere saberse sola

en el follaje. Presentir

qué sería estar lejos de mí

o rodeada de sí misma

ya cuajada su carne con calor.

 

 

Calabaza en cundeamores

 

Vi dos calabazas verdes

cerca de la quebrada.

Unos días después,

las recordé y fui a buscarlas.

Solo encontré una

y comencé a buscar la otra en la maleza

que ahora sé nombrar cundeamores.

¿Se la habrán comido las ratas

o hecho cuna los gongolís,

escondido a sus muertos las auras tiñosas?

Algunos escenarios eran imposibles.

Pero estaba ahí la calabaza.

Los enjambres secos la soltaron

como a una trapecista

y rodó a la quebrada

camuflada en la maleza

que ahora sé nombrar cundeamores.

Nadie me ve salvar a la calabaza.

Nadie se enamora de mí salvando a la calabaza,

excepto la calabaza misma.

 

En Para pintar una casa (La Impresora, 2022).

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2022/02/poesia-de-puerto-rico-mara-pastor/

 

 

EL ROMPEOLAS

 

          for Cindy, who knows about laughter

 

 

 

Esta isla está llena de mujeres

que regresan como vuelven

las osamentas con las marejadas

o las tortugas a la orilla natal.

Contaban con la deuda,

pero no con metales pesados en el agua,

el cadmio en la ceniza que respiran.

Nada preparó para la pobreza de la casa,

el derrumbe de un pedazo de piscina

una muela por la que su madre

tendrá que esperar tres meses

porque la enfermedad también hace fila.

Ahora camino por el rompeolas.

Recuerdo dos personas felices

sobre una alegría del pasado.

Esta vez es de día.

Acabo de llegar en avioneta.

No creo que consiga

escribir el poema con humor sobre cabezas

que me encargó Cindy cuando recaudamos

para el tratamiento de Elizam,

pero serás un poema

sobre volver a un rompeolas,

y sopesar los pedazos de la isla,

sus metales pesados,

los seres queridos que se van;

pensar, desde otra orilla, en la sobrevivencia,

y entre tanto aedes, en el amor.

Regreso para pisar esta tierra

y caminar con las mujeres

que vuelven a este rompeolas

a detener la marejada.

 

 

PARAÍSO PERECEDERO I

 

Detrás de la vieja

refinería Corco

hay un muelle

que nunca habíamos visto.

A pesar de los hierros

las barquitas merecen

una postal,

si tan solo no supiéramos

de los metales pesados

en el aire.

 

 

PARAÍSO PERECEDERO II

 

En el paraíso hay ostiones,

un hombre que vende jueyes,

una playa en donde cae el sol

mientras cuelgas la hamaca.

En el paraíso sólo se arregla pescado

en la pescadería de Caro Valle,

floto en el agua

como flotan las islas sobre un atlas

y tus manos mecen en cámara lenta

un cuerpo a la deriva.

 

 

POETA NACIONAL

 

Si todo sigue así.

Si todos se van ahora

que no hay agua,

dinero ni coquíes,

la isla será tomada

por iguanas

y leones marinos.

Me harán un busto.

Será fácil ser poeta nacional

entre gallinas de palo.

Tomado de:

https://brooklynrail.org/special/River_Rail_Puerto_Rico/river-rail/Seleccins-de-Falsa-heladera-y-Sal-de-magnesio

 

 

Lata de reservas

para perpetuar la clave

de cómo un cuerpo concluye otro,

de cómo el hombre, a fuerza de cicatrices,

se va haciendo bosque perfecto,

ciudad de cáscara,

selva de aire

Vanessa Droz

 

Hoy mientras hablaba con María

noté que una antigua

cicatriz que tengo desde niñampshanghaichina

en mi dedo pulgar izquierdo

se enrojecía nuevamente.

He querido ignorarla

aunque cada vez la herida

retrocede en el tiempo

y parece haber ocurrido hace poco.

Tendría trece, catorce o quince

y me hice una herida con el filo

de una lata de reservas.

Algo tan nimio y mal sanado,

pensé. Hasta ha vuelto el ardor

de la piel regenerada y frágil.

Le dije a María lo que había ocurrido.

Ella abrió los ojos,

se puso la mano en la frente

y buscó en su cuerpo alguna cicatriz

de regreso a su infancia,

o una infancia de regreso en la cicatriz,

por si había sido el momento

de reconocer la herida común

en los caparazones,

por si era que al unísono dijimos

algo que nos regresó en el tiempo

como si la herida hubiera oído

y se hubiera quebrado de callar,

como si las cicatrices hubieran

dado el grito de guerra, despertad,

cicatrices del mundo, doled.

 

(De Arcadian Boutique, 2014)

 

 

Los estudiantes

Los profesores nos volvieron locos; NICANOR PARRA

 

Los estudiantes saben

de arañas en la luna pero aleganstratos03

que es mejor saber si pasan hambre

por culpa de los zares muertos

que cantaban con la boca llena.

Fue Gioconda quien se hizo los bigotes.

No hay gerundios cuando se está en guerra

ni te sangra la nariz en el amazonas.

Un mandala es un apóstol de la forma.

Flaubert pensó en los mayas cuando fue a Egipto.

No hay ilustrador que haya hecho a Cide Hamete.

Lo importante es que Goliat era un gigante,

la filosofía un holograma de la historia

y una churuata yekuana es una bóveda al cielo.

Irnos, irnos, irnos desde entonces.

Todos dirán que las estudiantes

sabían de la historia su lápiz roto

hablándole sin devociones

con la infidelidad frágil al evento.

-Así iban con mezclilla y pancarta

como que estamos a comienzos de siglo-

Tenían todo por lo que molestarse

molestándolos de esa manera

sobre todo por lo inconfesable:

a qué tanta manía policíaca

¡tanta crueldad en el vacío más negro!

 

Nodriza de jaguar.

Cuicuizcatl es golondrina en náhuatl.

En San Juan Chamula el tiempo se derrite en la Coca Cola.

Hay poemas antiácido como hay antipoemas.

La verdad es un número primo,

corazón de los manifestantes,

árbol genealógico de las Venus de Willendorf,

las maestras leñateras de San Cristóbal,

las moradas según Santa Teresa,

la correspondencia entre anónimos,

el heterónimo de los heterónimos.

El Estado nos remata en la ciencia

y una familia alternativa no existe en el censo.

¿Por dónde anda el insecto de tu nombre?

El mínimo común múltiplo es una semilla sin

alteraciones genéticas ni contratos de Monsanto.

Mamada luz que origina discursos vacuos.

El om es todo el origen que se necesita.

Mi pez beta llegó enfermo de un tianguis.

Assenge va en uno de los jets del Apocalipsis.

Los monitores son el colmo de Eco.

El fin del mundo fue antes de los trenes.

Sinapsis del lenguaje para los pizarrones del futuro.

Tacha las palabras en boca de las corporaciones.

 

Nos sentaron en la mentira de las cosas

que resultó un asiento muy incómodo

del que nos paramos con contestaciones

leídas a espaldas de maestros de creación literaria

y con poemas de Parra en la Biblioteca Lázaro

en donde hicieron un huerto los estudiantes en huelga

con insectos que polinizaban otros pupitres,

flores de tubérculos que heredamos de los esclavos.

El gobernador dijo frases ridículas sobre la universidad.

Calle 13 leyó Flor de Ciruelo y el viento y lo anunció en su twitter.

Para mí la poesía nunca deja de comenzar

y me atravesaron versos de José María Lima el corazón las horas

y es que los poetas matemáticos saben bien

“como relacionar el marxismo con el cálculo integral”

¿Será esa una verdad ontológica como murciélagos

que intercambian saluditos pesados,

perturbando la calma del universo?

Ese es nuestro mundo lleno de huelgas,

de rebeliones y multitudes clamando el quiebre

que evitan las nalgas de los empresarios de la ONU

y sus redes de esclavas sexuales en Bosnia.

Como en el poema épico del Bhagavad Gita,

Arjuna comprende que enfrentarse a lo que ama

es un deber ético para llegar a la justicia.

Comí bagels con Lydia Cacho en un pueblo del Midwest.

Su mirada era toda presente:

He ahí algunas esperanzas para las estudiantes

que caminamos a altas horas de la noche por un campus

con temor a que nos secuestre el taxista o nos viole un futbolista

que nos explote el gas lacrimógeno de los abuelos

que nos separa para siempre un vagón de los hombres

el miedo, el miedo, el miedo que encaramos

diciendo la verdad de la mentira.

 

El inconforme comprenderá

que la justicia es un ángel feroz

que cepilla palabras a contrapelo:

¿determinar la bajeza de una fuga radioactiva?

¿desprogramar la extinción de las especies?

¿demostrar que es irracional no hablar de desaparecidos?

¿aprender de memoria los Antipoemas de Nicanor Parra?

Déjense de excusas con nosotros

no hay que dirimir ninguna crisis

para aprender a escribir los nacimientos

y a continuación los poemas de lucha

(con las emisiones de CO2 de Obama)

en una bancarrota digna de un imperio opresor.

 

Y mientras tanto ocupar.

Y mientras tanto ocupar.

La juventud se quitó las alas

con una suavidad insospechada.

 

(De Poemas para fomentar el turismo, 2011)

Tomado de:

https://www.elvarapalo.com/colaboraciones/mara-pastor-lata-de-reservas.html

 

 

APELLIDOS EN EL CUERPO

 

En 1837 William Montgomery

creyó ser el primero en descubrir

las glándulas areolares que pueblan

ahora mis pezones llenos de leche.

Desde entonces, les decimos

tubérculos de Montgomery.

Prefiero decirle peca de azúcar,

oasis de leche, polen de girasol.

En 1872 John Braxton creyó ser el primero

en descubrir las contracciones

que me preparan para la llegada de mi hija.

Ahora le decimos a esa fuerza inesperada

que contrae la materia de mi vientre

contracción de Braxton. Prefiero

decirle ensayo de alumbramiento,

inundación repentina, volcán submarino.

En 1886 James Chadwick identificó,

frente a otro grupo de hombres,

el color violáceo de la labia por concebir.

El signo de Chadwick le dicen.

Para mí nada más parecido

a una berenjena que se hace cosmos.

La nomenclatura de los cuerpos expectantes

es la extraña poesía de una demiurga

que nada tiene que ver con estos señores.

Línea alba, primípara, lunática gravidez.

¿Puedo ponerle a una montaña mi apellido

porque la contemplo? ¿Puedo

nombrar el lunar de mi amado

con mi apellido porque lo descubro?

El día que borremos sus nombres

del cuerpo de las mujeres,

otra lengua escribirá su expansión.

 

de Falsa heladería, Ediciones Aguadulce, 2018

Tomado de:

https://libroemmagunst.blogspot.com/2020/07/mara-pastor-2-poemas-2-1.html

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