lunes, 18 de marzo de 2024

POEMAS DE NUNO JUDICE IN MEMORIAM


LISTA

 

 

Me paro en la calle para ver la vitrina del almacén

 

como si analizara a un poema. Chorizos y salchichas

 

se extienden como versos, costales de bacalao

 

arreglados como estrofas, botellas de aceite

 

que dan sabor a la sequedad de las rimas, el pan

 

que aún guarda la levadura de un ritmo

 

que se masca en boca – todo

 

está en su lugar, como si el tendero

 

supiera que existe una poética

 

propia para regular las compras. Luego,

 

entro en la tienda; y cuando me preguntan

 

lo que quiero se me queda la duda: ¿granadas

 

o el verso blanco de un paquete

 

de harina? ¿Un trozo de queso, o

 

la metáfora envuelta para un consumo

 

rápido? ¿Castañas al quilo, como si fueran

 

sílabas, que asar en el horno de la frase? Y acabo

 

saliendo sin tomar nada, pero con

 

un poema en la bolsa de las compras.

 

 

EVA

 

 

Cuando Eva iba desnuda por el paraíso,

 

disfrazaba el tedio a la sombra de los árboles, cogiendo

 

las flores, oliendo su aroma,

 

y pensando en cómo sería bonito tener un cielo

 

que mirar.

 

 

 

Un día, una de esas flores se transformó en

 

fruto; y Eva se lo llevó a la boca, lo mordió, probó

 

su pulpa. Por un extraño efecto

 

de causa y consecuencia, el sabor de la manzana

 

obligó Eva a cubrir su desnudez

 

con hojas y flores, que volvieron

 

a ser una metáfora del cuerpo

 

que escondemos.

 

 

 

Sucesivamente, el pecado se volvió una simple

 

figura retórica, y el sexo un ejercicio

 

de interpretación.

 

 

BIG BANG

 

 

Escribo en esta luz fluida lo que

 

el tiempo me deja ver: un eco de astros

 

en las bóvedas del infinito, con su

 

dibujo de sonido refinando los bordes

 

del silencio.

 

 

 

Y alguien me decía

 

que no era así: el espacio se arrastra

 

entre dioses sin servicio y

 

las inmensidades

 

vacías de una laguna

 

de galaxias.

 

 

 

Pero el astrónomo no gasta

 

su tiempo con la metafísica; y lo que sabe

 

sobre religión se limita a un registro de

 

nombres, entre

 

estrellas y planetas.

 

 

 

Entretanto, oye la música que viene

 

del estallido primordial, y atraviesa el universo

 

de una a otra punta. ¿Cuáles palabras se

 

perdieron en medio de los fragmentos de la eternidad,

 

tragada por el agujero negro del centro?

 

 

 

Es de noche, cuando no hay luna

 

ni nubes, que escribo en el cuaderno del cielo

 

la frase que me dictan las galaxias, como

 

si fuera un astrónomo, y oyera

 

el ruido de un motor que no se detiene.

 

 

DEMOCRACIA

 

 

Fui a ver la democracia embalsamada como

 

el cadáver de Lenin, oliendo a formol y aguarrás,

 

en un sótano de Europa. Le derramaban encima

 

ungüentos y colonias, la quemaban incienso

 

y hashish, le recitaban la obra completa de

 

Rousseau, de Saint-Just, de Víctor Hugo y

 

su cuerpo no se movía. Le gritaban libertad,

 

igualdad, hermandad y la pobre fallecida

 

olía a camposanto, como si esperara a

 

autopsias que no vinieron, partes, adeenes

 

que le dieran familia y descendencia. Esperé

 

que todos se quitaran de sus pies, escudriñé

 

uno de sus ojos y vi que se movía. Le tomé

 

una mano, le pedí que se despertara y vi temblar

 

sus labios para decir algo. ¿Un testamento?

 

¿La última verdad del mundo? “¿Qué quieres?”,

 

le pregunté. Y ella, casi viva: “¡Un cigarrillo!”.

 

 

EN LISBOA

 

 

Entra en el Café y siéntate a la mesa que

 

aún no fue limpiada, como si no tuvieras

 

elección alguna. Aleja de ti el cenicero, la taza aún

 

tibia, el vaso de aguardiente bebido hasta la última

 

gota, y sacude tu pelo para que las sombras

 

que allí estaban se dispersen. Tus ojos

 

quedan presos del techo, donde una tira mata-

 

moscas se queda allí desde un verano pasado

 

hace tiempo. Manchas de humedad y humo,

 

yeso a la vista, componen el cuadro

 

abstracto en donde buscas un sentido para

 

lo que te falta. Tus manos titubean, sobre

 

las piernas, como si no hubieras decidido

 

qué hacer. ¿Pero si volvieras a salir, por

 

donde irías, ahora que ha bajado la tarde y ya no

 

se ve quién pasa detrás del escaparate? ¿Y

 

si te quedaras, quién podría llegar a esta hora

 

para no dejarte sólo contigo, a la mesa que

 

el camarero tarda en venir a limpiar? Sin saber

 

por qué, he tenido tu imagen, y hablo con ella

 

en este poema que conoce tu nombre, sin nunca

 

decirlo, como si le hubieras intimado el secreto.

 

 

INFORME

 

 

Hago el inventario de los muebles en esta casa vacía,

 

con un cuaderno de escuela, lleno las rayas

 

con un dibujo minucioso de palabras:

 

un armario de almas, una mecedora,

 

una creencia de ecos, una mesa sin piernas,

 

un espejo de sombra, un rincón interrumpido

 

en la cesura del verso, un estante de imágenes.

 

 

 

Llevo esta lista al notario; y le pido que

 

borre los objetos inútiles para que el cuaderno

 

sirva de algo. Pero él me pide que

 

remplace las palabras con los objetos. Pues,

 

repongo el alma en el armario, balanceo el cuerpo sobre

 

la silla, grito en el abismo de la creencia, hago

 

caminar la mesa, me miro en el espejo del verso,

 

y saco del estante todas las imágenes.

 

 

 

“¿Pero qué casa es esta?”, me pregunta el

 

empleado. Le digo que los cuartos son

 

las estrofas, que los muros son hechos con

 

los ladrillos de los versos, que un yeso de rimas

 

llena los intersticios. Sólo no sé indicar

 

la calle, el número, el color de las paredes. Es una casa

 

que no existe, aunque sea mi casa.

 

 

 

Y la vació  de muebles, objetos, palabras,

 

hasta que sólo se queda la poesía que la construyó.

 

 

LA MATERIA DE LA POESÍA

 

 

                                      Para Salah Stétié

 

 

 

Hay una sustancia de las cosas que no

 

se pierde cuando las alas de la belleza

 

la tocan. La perdemos de vista, a veces,

 

entre los rincones de la vida; pero

 

ella nos sigue con su deseo

 

de permanencia, y viene a contaminarnos

 

con la infección divina de una fiebre de

 

eternidad. Los poetas trabajan

 

esta materia. Sus dedos extraen

 

el caso del interior de quien va

 

a su encuentro, y saben que lo improbable

 

se encuentra en el corazón del instante,

 

en el cruce de miradas que

 

la palabra de la poesía traduce. Leo

 

lo que escriben; y desde la llama

 

que sus versos alimentan se levanta

 

un humo que el cielo dispersa, entre

 

el azul, dejando apenas un

 

eco de lo que es esencial, y queda.

Tomado de:

https://www.vallejoandcompany.com/9-poemas-de-la-materia-de-la-poesia-de-nuno-judice-y-critica-por-chiara-de-luca/

 

 

ENCANTAMIENTO

 

 

 

Vi a las mujeres

 

azules del equinoccio

 

volar como pájaros ciegos; y sus cuerpos

 

sin alas sumergirse, lentamente, en los lagos

 

volcánicos. Sus labios vomitaban el fuego

 

que traían de una infancia de magma

 

calcinado. El agua quedaba negra, a su retorno;

 

y las ramas de las plantas sumergidas por las lluvias

 

primaverales las abrazaban, empujándolas en un

 

estertor de imágenes. Las tapé con un cobertor

 

de versos; las extendí en la gruesa arena

 

de la orilla, viendo a las cobras de agua huyendo

 

entre los cañaverales. Les observé

 

el sexo por donde escurría el líquido blanco

 

de un inicio. Les pude decir que las amaba,

 

abrazándolas, como si estuviesen vivas; y

 

oí un susurrar de niños por entre

 

los arbustos, repitiéndome las frases con una

 

entonación de risa. ¿Dónde están esas mujeres?

 

¿En qué lecho del río duermen sus cuerpos,

 

que mis dedos buscan con un gesto

 

vago de inquietud? Navego contra la corriente;

 

busco la fuente, el silencio frío de una génesis.

 

 

ME GUSTAN LAS MUJERES QUE ENVEJECEN

 

 

 

Me gustan las

 

mujeres que envejecen,

 

con la rapidez de sus arrugas, los cabellos

 

caídos por los hombros negros del vestido,

 

la mirada que se pierde en la tristeza

 

de los reposteros. Esas mujeres se sientan

 

en las esquinas de las salas, miran hacia fuera,

 

hacia el atrio que no veo, de donde estoy,

 

felizmente adiviné ahí la presencia de

 

otras mujeres, sentadas en los bancos

 

de madera, hojeando revistas

 

baratas. Las mujeres que envejecen

 

sienten que las miro, que admiro sus gestos

 

lentos, que amo el trabajo subterráneo

 

del tiempo en sus senos. Por eso esperan

 

que el día corra en esta sala sin luz,

 

evitan salir a la calle, y dicen bajo,

 

a veces, esa elegía que sólo sus labios

 

pueden cantar.

 

 

EL AMOR, UN DEBER DE PASO

 

 

 

Fui envenado por el dolor oscuro del Futuro.

 

Ya sabía yo que algo se preparaba contra mi cuerpo.

 

Ahora me retuerzo de agonía

 

en los versos de este poema.

 

Esta es la tierra antaño fértil que mis dedos desgarran.

 

Mis labios están hechos de esta tierra,

 

son lama caliente.

 

Voy a irme por tu rostro hacia lo lejano.

 

Mi hambre es haberte mirado

 

y estar ciego. Ahora sé que te abres para el fuego

 

del relámpago.

 

Tengo la convicción de los temporales.

 

Ya no sé ni lo que digo ni lo que eso importa. Guía

 

de mis cabellos rasos, de la melancolía,

 

de la efímera vida de los gestos.

 

en ese día fui mejor actos que mi sinceridad.

 

 

 

La cicatriz me enerva el estómago.

 

Corte de mañana las puntas de los dedos pero ya sé que

 

Ellas crecerán de nuevo para proteger las uñas.

 

Tal vez la vida sea extraña,

 

tal vez la vida sea sencilla,

 

tal vez la vida sea otra vida.

 

 

 

La línea blanca de la Belleza es mi actitud que se transforma.

 

La violencia del sueño sube

 

sobre mi conocimiento.

 

 

 

Dondequiera fui un horizonte en la separación de los párpados.

 

 

EMIGRACIÓN

 

 

 

Como una nieve antigua en las avenidas de la imagen, desciendo

 

hasta el lago. Arrastro las memorias que ningún cielo me dejó; y

 

las echo hacia el paseo, donde tal vez esperen que un deshielo

 

primaveral las restituya a la vida presente.

 

 

 

A la orilla del lago, en un bar, frente a la explanada

 

de sillas apiladas, veo la otra orilla: montañas

 

de cumbres escondidas por las nubes, laderas blancas, de

 

donde a veces despuntan bosques y peñascos.

 

 

 

Batiendo el café con la cucharilla de plástico, oigo

 

la música en la sinfonola y pregunto a la empleada de dónde viene:

 

una aldea del norte, - un lugar por donde pasé, en coche, sin siquiera

 

preocuparme en visitar la iglesia.

 

 

 

Fue donde me casé, me dice, sin aclarar

 

donde se divorciara (de hecho, no vi que usase alianza

 

ni tenía el aire de quien mantiene hábitos conyugales). Una iglesia

 

es siempre una buena referencia, le respondí.

 

 

 

Le dejé algún poco de propina, al salir

 

hasta la orilla del lago. Después, pisé la nieve que resistía en las aceras: para

 

que las memorias que allí dejara desapareciesen. Tal vez la empleada

 

me haya enseñado que el pasado es inútil o,

 

 

 

al menos, que a la música de una sinfonola puede,

 

perfectamente, sobrevivir un canto de iglesia, en una aldea del centro,

 

cuando se descubre un punto común entre dos personas, más

 

allá de ese encuentro solitario con vistas al lago.

 

 

EL POETA

 

 

 

Trabaja ahora en la importación

 

y exportación. Importa

 

metáforas, exporta alegorías.

 

Podría ser un trabajador

 

por cuenta propia,

 

uno de esos que rellena

 

cuadernos de hoja azul con

 

números

 

de debe y haber. De hecho, lo que

 

debe son palabras; y lo que tiene

 

es ese vacío de frases que le

 

sucede cuando se apoya

 

a los cristales, en invierno, y la lluvia cae

 

del otro lado. Entonces, piensa

 

que podría importar el sol

 

y exportar las nubes.

 

Podría ser

 

un trabajador del tiempo. Pero,

 

en cierto modo, su

 

práctica se confunde con la de un

 

escultor del movimiento. Hiere,

 

con la piedra del instante, lo que

 

pasa camino

 

de la eternidad;

 

suspende el gesto que sueña el cielo;

 

y fija, en la dureza de la noche,

 

el batir de las alas, lo azul, la sabia

 

interrupción de la muerte.

 

 

ARTE POÉTICA

 

 

 

Con cita de Holderlin

 

 

 

El poema lírico

 

nació de un rosal. No

 

digo que fuese la rosa de arriba, aquella que todos

 

miran, primero que todo, pensando

 

en cortarla para llevársela consigo. Es

 

esa rosa ni blanca ni roja, la rosa pálida,

 

vestida con la sustancia de la tierra:

 

la que toma el color de los ojos de quien la sujeta, por

 

casualidad, y la agarra como si tuviese

 

manos abstraídas por dentro de sus hojas.

 

 

 

Cogí ese poema. Lo metí dentro del agua,

 

como la rosa, para que flotase a lo largo de un río

 

de versos. Y su cuerpo, desnudo como el de esa mujer

 

que amé en un sueño oscuro, bebió la savia

 

de los lagos, las venas subterráneas de las humedades

 

ancestrales, y se abrió como el vientre de la

 

propia flor. Llevó tras de sí mis ojos,

 

en un barco tan profundo como su propia

 

muerte.

 

 

 

Abracé ese poema. Lo extendí en la arena

 

de las orillas, cubriendo su desnudez con las ramas

 

de arbustos fluviales. Arranqué los capullos

 

que nacían de sus senos, bebiendo su color

 

verde como los charcos tupidos del otoño. Le pedí

 

que me hablase, como si sólo él supiese todavía

 

las últimas palabras del amor.

 

 

 

(Metáfora continua de un único sentimiento).

Tomado de:

https://tallerigitur.com/poesia/nuno-judice-portugal-oracion-cosmica-y-otros-poemas-traduccion-de-alfredo-perez-alencart-peru/8923/

 

 

LUCHA DE CLASES

 

 

 

No todos los que construyeron las catedrales vieron lo mismo.

 

Unos irguieron torres y pináculos a la luz del sol

 

y llegaron al cielo; otros, hundidos en las criptas,

 

pintaron infiernos a la luz de las velas, dejando en el suelo

 

el lugar para los más anónimos de los muertos. Los

 

que llegaron a la cima, recibieron la mirada divina y

 

vieron el júbilo de las madrugadas primaverales; los

 

que quedaron en el fondo, arrancando a la humedad de las paredes

 

el gesto alucinado de los demonios, intercambiaron

 

obscenidades y enfermedades. No obstante, la catedral

 

es única, y quien la visita, apreciando la totalidad que, dicen,

 

nació de una visión del absoluto, no piensa

 

en pormenores. ¿Qué importancia tienen para nosotros

 

los que trabajaron en la sombra, perdiendo la luz de los ojos con el

 

minucioso dibujo, arrancando a lo oscuro, si lo que hoy se ve

 

es ese contorno en que la piedra trabaja el cielo? Así,

 

se concluye, que es de la desigualdad que nace

 

la armonía, y es el desorden humano que hace brotar,

 

de la nada, todo lo que admiramos.

 

 

CANTO DE ORFEO

 

 

 

La poesía, que incendia el agua, no nace

 

de la inspiración. Voy a buscarla al infierno, atravesando

 

esa puerta, más allá de la cual, los astros

 

se apagan. Sin embargo, sé que el camino del regreso

 

me está abierto: unos rastros de versos me indican la

 

salida, y te traigo conmigo, oh viva Eurídice, de cabellos

 

desaliñados por el viento de la amnesia, y ropa

 

presa en el cuerpo por el sudor de los vendavales. “Espérame”,

 

dices, con un cansancio de sombra. Y

 

te quedas atrás, esperando no sé qué,

 

para que te pierda de vista. Oh

 

amada: ¡presa en los túneles de una vaga

 

antigüedad! ¿Por qué demonios preguntas

 

dónde estoy? ¿Qué pan das de comer al guardia Cerbero,

 

para que cierre los ojos a tu paso? Pero

 

esa puerta no se abre dos veces. Me diste los versos

 

que me guiaron hasta vislumbrar de las estrellas, y te quedaste –

 

para que otro vuelva a seguir ese camino, y

 

también regrese con manos vacías,

 

sin el amor que se secó en tu sexo.

 

 

CIENCIA

 

 

 

El agrónomo conoce el estado de los campos,

 

el mes cuando la helada amenaza las vides,

 

la inteligencia en los ojos del rebaño de cabras

 

que pastan la hierba abundante de primavera.

 

 

 

A veces se vuelve arqueólogo: debajo

 

de esta tierra sabemos el camino de las aguas,

 

y a cinco centímetros de la superficie, donde

 

hay arena y polvo de huesos, hubo un jardín.

 

 

 

Los muros de caliza y de basalto no le

 

son extraños, ni la dirección de los vientos,

 

que soplan del norte, y traen el hielo de las

 

montañas hacia dentro de los corrales.

 

 

 

Lo que él no sabe es para dónde corren

 

estas nubes, ni el peso de agua que ellas

 

llevan, ni lo que les pido que digan

 

a quien las mira, sin saber de dónde vienen.

 

 

EL INVENTOR DE HISTORIAS

 

 

 

En esta ciudad existía un bosque; en esta casa un

 

claro del bosque; y en ese claro un hombre murió, mirando

 

el fuego. En esa noche no se veía el cielo

 

entre las ramas, pero todos los ruidos de la noche interrumpían

 

el pensamiento del hombre, y el crepitar de la leña

 

le iluminaba el rostro, mientras moría.

 

 

 

En ese tiempo, en que no había ni ciudad ni casa, y

 

apenas el bosque se extendía más allá de ríos y montes,

 

de valles y montañas, de rebaños y manadas, un hombre

 

miraba el fuego y moría. En su cabeza, sin embargo, se habían

 

formado historias que atravesaron los tiempos

 

hasta que llegaron al cuarto que fue un claro del bosque,

 

en una ciudad sin árboles ni pájaros.

 

 

 

Lo que el hombre recuerda, frente al fuego, tiene el brillo

 

de la llama que se va a volver ceniza al final de la noche, y el mismo

 

viento, que barre las hojas del otoño y las cenizas

 

de la hoguera, ya no llevará las palabras del hombre a quien la madrugada

 

no despertó. Pero las historias que inventó se desprendieron

 

de él; y corrieron por el mundo y los tiempos, mientras

 

otros hombres arrasaron bosques, construyeron ciudades,

 

inventaron nuevas historias.

 

 

 

El hombre no supo lo que sucedió con esta historia. Pero

 

la inventó para que, un día, alguien la pudiera contar.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2014/08/poesia-portuguesa-nuno-judice/

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