viernes, 15 de marzo de 2024

POEMAS DE CHARLOTTE VAN​​ DEN BROECK

 



VIII

 

no escorar, ahora que la tarde ahoga la luz y a nosotros el aliento

moretones azules en la piel, tambor de guerra golpeado por nuestro fracaso

la casa se reparte en cajones de bananas y pronombres posesivos

la biblioteca, en derecha e izquierda

tuyos los mapas, los rusos y la obra completa de García Márquez

a mí me tocan los diccionarios en todas las lenguas, las biografías de dictadores

y claro, la poesía, que justo ahora calla testaruda, y me preguntás:

¿cuál era el pájaro ese que se clavaba el pico en el pecho?

no logro recordar el pelícano

sé ahora que el duelo comienza con el golpe en el codo

y se extiende hasta las yemas de los dedos

para anticiparse a anestesiar los nuevos roces

 

 

VII

 

algo en la carne, horas después del disparo, todavía tendrá pulso,

hasta que incluso eso acabe, el recuerdo de un latido

¿qué animal decíamos querer capturar?

desde siempre ya perseguimos al otro en nosotros

¿de verdad nos convertimos en eso? una porción de nuestros ideales

salada y puesta a secar, fotografía aérea del lugar de antaño

donde por fin nos perdonaríamos, ¿cuándo?

hasta la escritura está muriendo, mi letra se arrastra

hacia la izquierda, me arrastra hacia atrás, al pasado

en tu axila, un resquicio para pedirte un tiempo, allí donde encontré el hueco

en que cupo toda mi incapacidad, entonces lo hice,

adrede, nos convertí a vos y a mí en piezas de un modelo para armar

 

 

VI

 

un mago me corta en dos y me separa

delante del público, mi tronco vacío, al descubierto tras la noche, tras la batalla

en que me convertí en comandante y mortal al mismo tiempo, perdí órganos y el suelo

y te olvidé por las trompetas que anunciaban en mí la partida

ya al mirar atrás vi cómo podrías tomar el abrigo del perchero

un gesto breve, definitivo, el desengaño entre las escápulas

pero igual marchando hacia la profundidad, más allá del bajío

luego un deshacerse arrepentido ¿en qué más si no

en un sonido quejumbroso? me traiciona en el escenario

todos miran, y todavía digo “querido” y “negación”

y “perdoname”, pero el aplauso es infinito

al finalizar no me sutura nadie

 

 

V

 

Europa, un paisaje intercambiable tras la ventanilla del auto, subordinado

al tema que suena en la radio, a lo que nos atraviesa

mientras miramos fijo la autopista, la cadencia de iglesias, los checos, y a lo lejos

se repite, como nosotros año tras año ahora, sin quererlo, pero testarudos, nos repetimos

Viena se convierte en el living, el Danubio, en un nervio pinzado, incluso es tedioso

hacer el amor en este calor seco, trago mosquitos, siempre, y luego

dos instantes apretando el cuello, ahora se iniciaron y son evidentes

nosotros más que nunca el molde de nuestra felicidad y no la felicidad misma, esa pasa de largo delante

de letreros de lugares, el hormigueo y la incertidumbre, después

en el estacionamiento, el leve reposo de la sonrisa del otro

detrás, un grito implora que siempre sabremos

de nuestra alianza secreta, lo que nos atiza y el lazo

 

 

IV

 

afuera el temporal doblega las palmeras, una cabaña en Lanzarote

se convierte durante siete días en el caparazón contra el frío de febrero en casa

de día recuperamos el sueño para las noches en que nuestro cuerpo agitado,

imprudente y veinte, imita los volcanes de la isla

nos proponemos una vida con los colores de Mondrian

rojo fuego el amor, la extensión de agua, el exceso de flores amarillas

en la mesa de la cocina, nada más, un negativo de lo que será la realidad:

todo es construcción, pérdida y tedio, pero escapamos

a los modos de detenerse, si es debido, elegimos nosotros el reposo

pero nadie destrozará la ventana desde afuera y sí,

la lluvia nos enjaula, pero es menos real que la jaula de la que leemos

en los libros en que gente –en todo más grandiosa que nosotros– no alcanzan al otro

 

 

III

 

tu nombre entretanto de todo la anacrusa, de levantarse, de hablar

y de moverse, soy la marioneta encendida de tu aliento, y vos no estás

y el día se convierte en algo que tengo que tolerar, extrañar

una palabra con una correa, aguardo una piel más gruesa y un dueño

¿qué biología le prescribe al individuo la simbiosis?

es insoportable, la mitad fría, el ojo de halcón que se hunde en mí

buscando un opuesto, hasta que volvés a casa y seguís siendo en todo

francotirador en un reino indefenso donde soportamos

que se arrastren los días de la semana sin coraza ni calambre

en la ventana abierta de la cocina un petirrojo yace

inmóvil en la corriente, me sentás en tu falda

todavía no pensamos la muerte

 

 

II

 

haber escrito todas esas cartas, mesas de luz repletas, y comprobamos qué cosa

un suspiro en busca de sentido, una súplica en una lengua atascada

seamos siempre así: dieciséis y diecisiete, y perdidos el uno por el otro

conservemos las anteojeras y, en forma de cartas, la realidad

que en tantos modos se asemeja al calor de dormir

que alcanzamos durante el sueño, entretanto ya somos mayores

y despiertos e impedidos, y quién es de quién el desterrado

ahora que la distancia ya no es desencuentro, pero en el desencuentro

tiene lo estrecho de algo que no va a cambiar

visto después es cruel querer medir la soledad y a nosotros

con la Vía Láctea, dije hasta la luna ida y vuelta

aún creo en cada kilómetro, pero igual

 

 

I

 

Un muchacho y una chica recostados en el campo me recuerdan el pasado

intuyo que somos nosotros, hace ocho años, pero se parecen tanto a extraños

que no me acerco a decirles que lo recordaron mal

ese día no hubo pájaros, ni hielo ni nieve en el campo, todavía octubre,

junto al estanque aquel, el junco estaba crecido y seco, en el fondo

a intervalos, el sonido de un auto lento sobre el asfalto, nada más

no les digo que aquí entre los últimos mosquitos y los primeros besos

ella pensará en nombres para los hijos, ni que el terreno entretanto

se convirtió en una fábrica de silicona, o que él ya debería soltarle la mano para habituarse

a más adelante, cuando sólo se rozarán sin querer e incómodos

no digo nada, porque exactamente así, como están recostados, también fue:

la entrega, la luz ciega en la tarde y luego, los poemas

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2020/10/poesia-de-belgica-charlotte-van-den-broeck/

 

 

Bucarest

 

Algunos lugares son tan pequeños

 

que caben en la punta de un dedo.

 

Trato de señalar dónde fue todo

 

pero apenas yo misma me acuerdo.

 

 

 

Entre los cascotes del olvido se erige la estantería

 

de mi abuelo y la tarde del domingo

 

cuando juntos leíamos el atlas, su dedo

 

sobre la capital de Rumanía.

 

 

 

Allí tenían, dijo, «una espléndida colección de putillas»

 

y pensé que una puta sería algo así como la Torre Eiffel

 

y le eché en cara que nunca me trajera

 

una versión en miniatura de alguna de ellas.

 

 

 

Luego se vio que fronteras y abuelos son relativos

 

tan solo aquella tarde figura con letras en relieve

 

en las páginas del atlas, como la tarde del día

 

en que aún me pareció un excelente guía.

 

 

 

Tarta Charlota

 

Cuando te diste la vuelta y en vano intentamos

 

todavía hacer un postre con nuestras piernas de flan

 

supe que hacía tiempo que allí no me soportabas.

 

 

 

Y eso que me presento en multitud de sabores:

 

―Charlota con helado espumoso de frambuesa.

 

―Charlota con naranja y jalea de menta.

 

―Charlota navideña.

 

―Charlota de licor de huevo.

 

―Charlota de jamón a la borgoñesa.

 

¿Que no?

 

 

 

Entonces intenté bobamente romántica

 

contar las pecas en tu paletilla izquierda,

 

eran muchas y me perdí, cuando ya ni siquiera

 

 

 

nos dábamos los buenos días, luego dejaste

 

de decirme «hola», me llamaste comida basta

 

para consumir entre potaje y patatas, criada

 

y sacrificada en una granja McDonald’s que hace

 

de hermosas terneras hamburguesas baratas.

 

 

 

Soy tu big-and-tasty-quarter-pounder-bbq-bacon-

 

southern-style-crispy-chicken-

 

premium-grilled-double-cheeseburger.

 

 

 

¿Te gusto?, ¿quieres repetir?

 

 

 

Cuando me río,

 

cambia el contorno de mi cara,

 

míralo.

 

 

 

No sé qué encuentras más estético,

 

pero la felicidad es realizable

 

según determinadas secciones de las librerías

 

así que ponte a amasar mi cara

 

y dale la forma que sea

 

hasta que se parezca a la máscara de tu comedia.

 

 

 

Soy menos trágica de lo que piensas.

 

 

 

Vivienda social

 

Mi abuela se pone en la despensa

 

a escondidas la alianza de su primer matrimonio.

 

 

 

Si dejas algo sin verbalizar,

 

no tiene por qué haber sucedido.

 

 

 

A lo largo de los años aprendió a ajustarse

 

a la semántica del silencio, se calló

 

 

 

al ritmo de su incesante máquina de coser

 

acortar, alargar, entallar, anhelar

 

 

 

de vez en cuando meterse en la despensa

 

para ver si el pasado todavía aprieta el dedo.

 

 

 

«Nuestro» es únicamente un pronombre posesivo, una casa

 

construida con un lenguaje de un sinfín de nombres alternativos.

 

 

 

Es difícil habitar en siete letras.

 

Te deja poco espacio.

 

 

 

Genealogía

 

Una lengua lame un dedo, el viento

 

solo lo roza por un lado

 

 

 

el dedo remueve la resina del regazo

 

punza las membranas

 

 

 

y yo me impongo al mundo.

 

Más tarde en los vestuarios señalo

 

 

 

acusaciones a los niños con ombligo hacia fuera

 

por llevar todavía un trocito de madre

 

 

 

y la madre es una piedra. Se hundirán

 

en la piscina, pero eso no lo voy a decir.

 

 

 

Así nos ensartamos unos con otros

 

con los residuos de ámbar gris de un cuerpo anterior.

 

 

 

Yo no estoy adherida a nada.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/poemas-de-charlotte-van-den-broeck/

 

 

La diosa mayor y la diosa menor de las serpientes

tercas y meciendo las caderas la noche entera

la Diosa Mayor y la Diosa Menor de las Serpientes rastrillaron el desierto

noche tras noche, durante siglos

 

nosotros dormimos y ellas extraen con el peine las sombras de la tierra

 

perseguidas por el rastrillo

sobre el lomo de la arena se apuran las oscuras arrugas

como si en el suelo preparado para la siembra

 

y desolado

algo se persiguiera siempre a sí mismo tiembla

bajo el alto sol le pide protección

a un amuleto

 

civilizaciones más tarde

cuando esas diosas, incrédulas y exhaustas

estén expuestas en un museo

 

les dejarás descubiertos los pechos

reducirás su oficio a la conjura de serpientes

 

y a la fecundidad

 

 

En un pliegue

en el nacimiento del cuello de la colina el recodo

en la cintura de la giganta de arena dormida

 

descansa en el paisaje, y el paisaje se oculta

en ella, las cosquillas

 

del viento juegan con su barba de acebo y plata

huele a esmeralda glauco verde

… de a poco más fresco un lugar de reposo y te ofrece

 

su vientre te ofrece su sueño y su vista

libre de pisadas

 

vetusta y mullida

extiende la cama el alba su cuerpo

el terreno de la ingle que te acoge, en el doblez

 

de las rocas te recostás fluyendo

en el pliegue

 

 

Calcita

empapada

 

la tierra expulsa sus piedras el suelo cae

en mil pedazos de calcita

paupérrimo esplendor, como devolver

 

el fulgor caído a las exhaustas estrellas

el cuerpo y la herida

 

por fin en concordancia, imposible, la luz

estalla en la estructura del cristal, y se partirá en dos

 

y en más

la creíste entera, clara, hacia dónde

 

conducen las arterias de color en las rocas circundantes

hay testigos

 

los minerales precipitados y restos fósiles, los tallos

calcificados del lirio de mar

 

 

Esbozo

caracol lirio nenúfar amarillo

libélula totora junco lacustre

rana bermeja focha peces chicos

elodea escarabajo platanaria

soromujo pato fligrana esfagno

lenguado spongilia peces grandes

glomerata nitellopsis llantén

 

 

Ilsebill sueña*

el pescador está ausente

 

Ilsebill aprendió

a rogarle a un caracol vacío el eco del agua

—y ha alcanzado gran destreza—

 

logró ahogar la mirada

en el recuerdo de un sonido, blando

sin cuerpo cavernoso

 

junto a la puerta cuelga el par de botas altas

como la carcasa de un pez gancho

que hoy tampoco

 

le trae a casa, hambrienta, a la espera

Ilsebill se pintó de azul el pecho

 

* La serie Ilsebill es una reelaboración del cuento «El pescador y su mujer» de los hermanos Grimm, de gran popularidad en la tierra de la autora.

 

 

Ilsebill sueña

existe una posibilidad: el pescador regresa

y no de andar deambulado, le trae argumentos

incluso escupe una perla

 

en lo más profundo de su mano, en lo hondo

ella huele a sábanas revueltas a pan viejo y rancio

 

desordenada está la cama

en la que Ilsebill soñó con un hombre de ocho brazos

y tres corazones, por la mañana lo esconde

 

debajo de las arrugas del mar y se lava

las manchas de tinta de los muslos

no se olvidará en toda la jornada

 

porque luego, con la perla, con la fragancia familiar,

cuando el pescador regrese, se lamerá así el nombre

tentáculo, lengua, labios

 

Ilsebill, Ilsebill

Tomado de:

https://opcitpoesia.com/charlotte-van-den-broeck-poemas-versiones-de-micaela-van-muylem/

 

 

GRAND JETÉ

Un firme puntapié en la corva, a veces persiste esa sensación

cuando me inclino por encima de ti hacia atrás sin tener que detener

 

ningún hueso de este blando cuerpo. Mi espina dorsal no se quiebra,

vigoroso tallo de bambú que me induce a inclinarme tanto

 

que puedo continuar así hasta que vuelves a besar una curvatura

de mis extremidades. Flanco con flanco viramos el uno en el otro,

 

viramos más allá de nuestros mutuos confines y al final confundo

dónde el cuerpo pasa a ser paisaje. Hasta donde alcanza la vista

 

hay llanura y detrás de la vista cada uno se abisma en el otro

en la linde de esta elástica vivienda que se llama piel.

 

Extenso instante en una cajita a través de una mirilla.

Cuando le damos cuerda se reproduce de nuevo:

 

bailarina con un brazo en alto hace con el otro un cuenco

donde te vuelves líquido. Aquello que creías pasajero

 

lo mantendremos durante años hasta el punto en que tanto

nos inclinemos tanto nos inclinemos que el bambú se quiebre.

Tomado de:

https://aullidolit.com/poema-grand-jete-charlotte-van-den-broeck/

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