El capricho del olvido
sólo en el olvido los recuerdos guardan su fuerza
y el color vive, aunque congelado en las hierbas
prisioneras del hielo a orillas del río
y si el torrente los recoge en la superficie y el
deshielo los libera
ellos comienzan de nuevo el capricho del olvido
impacientes por reencontrar su extinción
hacia su propia extinción la poesía intenta tasar en su
alma
las nueces caídas sobre la hierba hace algunos años
imitando los gestos de posesión
¿pero quién sabrá detenerla si los dedos del poeta
están aún manchados con aquella lejana sangre verde?
Techo
¿qué hago aquí entonces acurrucado bajo el techo
de esta pieza donde las ramas dibujadas de un manzano
florido
que cuelgan del cielorraso intentan disfrazar
el fondo de la caldera del Infierno?
¿a quién hablo yo con el arte del ventrílocuo de mi
silencio
embriagado por su propio mutismo
en las pausas entre palabra y palabra?
¿cómo subir bajando una pendiente donde los ojos
podrían ver más allá del horizonte el relieve
del inevitable demasiado tarde?
Amor fati
nosotros sabemos que el placer no es la verdad
pero quién se atreve a pedir que lo sea
cuando recién logramos no humillar a la esperanza
la verdad es que envejezco
pero la esperanza se defiende se ilumina
demasiado insistente inextricable construcción
donde el acorralado no salta el muro
ni enfrenta
con la cabeza en alto
a sus perseguidores
amor fati o la elección de Adán puesta frente
a la única Eva
por supuesto
sólo porque luego viene la expedición infinita
del uno en el otro
y este duelo por la doble realidad del desconocimiento
termina con algo de preludio y de felicidad
verdaderanoverdadera
y ahora llegas tú a mi vida
y eres la nube que borra un instante el dedo de la
sombra
en el cuadrante solar
no olvido que el tiempo continúa su trabajo
a escondidas
amor mío
carissima
Aubade
la soledad me ayuda a amarte
como yo no sé amar la soledad
y dos soledades reunidas
son una sola sobre dos
ya que las sumas nos separan
y las multiplicaciones conducen a la muerte
unámonos separándonos sólo de nosotros
como juntas llegan a la hierba las ciruelas que
abandonan la rama
podríamos ser la riqueza de este otoño
así como la respuesta es una buena pregunta
con nuestros alejamientos llevados al inicio
donde se tocan lo improbable y lo imposible
si tú no me amas entonces nadie jamás amará
lo que no existe en mí sin ser amado ni siquiera por mi
amor
porque si yo no te amo incluso sin amarte
no amada serás por la más sedienta ausencia del amor
Introito
con asombro
mi amor
con toda la furia y con todo
mi asombro
enmarañados en tu regazo
con furia y con toda la furia y mi asombro
y con más que todas las morrenas que arrastra
el bloque de hielo de mi vida
detrás del bloque del hielo de mi vida
con un silencio que no encuentra su mutismo
y con el cabeceo de las manos vibrátiles
y con toda la urgencia de mi balbuceo babeando
la verdadera falsedad de mis palabras
falsas-verdaderas
que salen sonámbulas de la camisa de dormir de la
muerte
y con todo el fuego ahogado en mi pavor
de cuerpo de madera de cerezo húmedo bajo una lluvia
vieja
y con todo lo que no sé sobre todo lo que creo saber
y con toda la energía que me brinda la ausencia de mí
mismo
entrando clandestino a la serenidad que la sorpresa
de tu existencia
trae a mi vida
en ti
me demoro en ti indefinidamente
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2020/07/dinu-flamand-el-frio-intermedario/
LA PUERTA ENTRECERRADA
Una puerta entrecerrada se abre de pronto sin que la
empujes
y una pregunta que no hiciste te llama con el dedo
índice
y el corazón que dormía en tu pecho como una piedra
muda
lucha como un cubo vacío que oscila
sobre una fuente en la que el sediento
empieza de repente a sacar agua verde
y entonces
tiene agua mas nada para beber.
Y entonces
ya no hay viento que balancee el cubo
ni está la fuente de tu infancia
ni tu cama o tus brazos
al costado, sintiendo
el sudor frío de tu cuerpo que no es ya
tu cuerpo, aunque siga sirviéndote de cuerpo.
Y de este río viscoso
que te envuelve, pero no te acoge,
que te congela y da calor,
fluye el miedo hacia ti
sin lograr alcanzarte.
Y ni siquiera te da respuesta a la pregunta
situada allí
durante años, todavía allí,
en tu silencio locuaz
y en su propia ceniza sonora.
Y ahora hurgas detrás como un león
viejo y hambriento
buscando escondido entre las matas
el cadáver que hallaron antes las hienas:
¿Cuánto tiempo?
¿Cuántos años todavía?
SE SUPONÍA QUE DEBÍA LLEVARLOS
Se suponía que debía llevarlos a no sé dónde,
se suponía que debía llevar a mis padres a no sé dónde,
trasladarlos en taxi a no sé dónde,
aunque no recuerdo haber ido con ellos en taxi a ninguna
parte
nunca,
y era un barrio en no sé qué lugar de la tierra
que yo no conocía, un día que parecía una noche,
y ni siquiera reconocí a mis padres,
y la verdad es que los veía
con la mirada bastante confusa.
Ellos estaban y no estaban conmigo,
ausentes-presentes allí, aunque los sentía en todas
partes
rodeándome por completo, con fuegos que ardían
en su aliento, como una hoguera de revelaciones
en una montaña mística;
y me enseñaron a cuidarlos
porque me seguían cuidando ellos
con ese polen del amor que te hace brillar;
me enseñaron a ayudarlos a vestir
sus atuendos de viento,
a sostenerlos cuando se resbalaban con sus pies de sal
y traerlos a la bruma de mis brazos con sus brazos
crepitantes,
y me enseñaron a esperarlos, y como sabían que yo no
esperaba,
ni reconocía,
ni imaginaba,
ni percibía,
ni distinguía,
me enseñaron a inventar un taxi que se dejaba esperar
y una nube que se dejaba respirar
y una vida que se dejaba habitar
por nosotros y por nadie más
y eso fue todo.
Autor: Dinu Flamand. Traductora:
Catalina Iliescu Gheroghiu. Título: Primavera en Praga. Editorial: Visor.
Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/4-poemas-de-dinu-flamand/
La explicación de Esteves
Al poeta mexicano
Marco Antonio
Campos
Ah, conheço-o: é o Esteves sem metafísica
Fernando Pessoa (Alvaro de Campos) – Tabacaria
Dicen que yo no tengo metafísica
sino una flácida constitución física
que ni detesto ni me encanta
¿y qué?
Me dicen que a menudo paso al lado
de lo que a otros les parece esencial
o grandioso o digno de ser vivido sin tener
curiosidades, envidias grandes o miedo a perder algo.
Yo no me rompo la cabeza
para saber qué es la metafísica
ya que es algo que no me falta.
Sólo sé que aún no he muerto.
Para mí es importante, aunque no entiendo
cómo me las apaño porque a veces no es fácil
comprender esta vida que no comprendo.
Si hay algo que comprender, yo delego
en cualquier otro para que hable en mi lugar
sobre la vida que habito sin preguntarme
qué le pasa o quién soy yo en ella.
No recuerdo haber tenido grandes ambiciones,
solamente tal vez mi viejo auto que a veces me lleva
hacia Sintra,
si fuera más nuevo no estaría mal, pero aun así yo
dejaría
que los vistosos Buicks o Chevrolets se me adelanten
porque a mí no me gusta rivalizar con nadie,
y de ganar ¿qué ganas?, y mañana,
¿quién se acordará de lo que has ganado hoy?
Yo me contento con mi puesto fijo en Correos
donde asciendo desde hace mucho día a día
con la esperanza de llegar a la primera categoría antes
de jubilarme.
Es todo lo que me hace falta si lo pienso bien
María se habrá dicho lo mismo
cuando regresó
después de haberme dejado, como
lo había hecho también una tal Ofelia
que leía poemas y presumía.
Y ahora estoy mucho mejor, diría incluso que todo está
ok
y me ha dado por fumar porque es mucho más interesante
pero al opio ni me acerco… dicen que pierde uno la
brújula…
A veces paro en la taberna de la esquina,
me gusta tomar un par de copas
con el albañil que vive en el número cinco
eso cuando no aparece también el vendedor de lotería
o ese chupatintas miope que no
se quita el sombrero y sólo lee y fuma.
Él dice que se llama Pessoa, sé que entre libros y
revistas
en su cartera tiene una botella vacía
y no se olvida al irse de llenarla con un aguardiente
que tanta falta le hace, al parecer, de noche.
¡Pobre, una vez vi que hasta una máscara de carnaval
llevaba en su cartera!
Parece sumamente instruido, desprotegido
o sea, algo embarullado en la cabeza (la hija de la
lavandera
me contó que en sus listas de ropa interior para lavar
hallaba versos y otras escrituras; un día se arrodilló
delante de ella
y declamó algo en inglés
el muy payaso.
La hija de la lavandera piensa que le pedía ser su
esposa
pero fingió no comprender pues uno nunca puede saber
cómo va a reventar alguien que se pasa el día entero
en casa mudo, fumando y mirando por la ventana);
…yo también lo vi un día en la ventana allí arriba
desde el otro lado de la calle, saliendo del estanco al
que
había ido para comprar tabaco, como siempre.
El dueño del estanco se acercó al umbral conmigo
y en aquel instante miré hacia arriba. Yo no sabía
que mi hombre vivía allá.
Me saludó con un movimiento de los labios
detrás de la ventana cerrada, me di cuenta porque
el vidrio se estaba empañando y me pareció que de algún
modo estaba
no sólo inclinado sino incluso de sí mismo alejado aun
cuando
allí seguía.
Y no sé cómo contaros todo
para que no penséis que estoy loco porque jamás
me ha ocurrido eso de ver algo tan límpido
y sencillamente con mis ojos
y no creerlo porque no comprendo lo que veo…
En ese instante sentí que el miope
que a veces se sentaba en la misma mesa
con la mirada fija en sus libros
había empezado como a flotar
después de haber salido por su propia ventana
cerrada
luego se lo tragaron las nubes…
Lisboa, abril 2017
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2018/08/un-poema-de-dinu-flamand-dedicado-a-marco-antonio-campos/
Primavera en Praga
En agosto del 68 conocí a una mujer con sentido de la
historia
daba de beber gratis a todo el mundo
en el bufé de la estación Sărățel,
nudo de vías
de ferrocarril en mi Transilvania.
El Ejército Rojo había entrado a liberar Praga de sus
propias ilusiones
yo no tenía la más mínima idea de nada, era un
estudiante de vacaciones
volvía
a casa con los amores enredados entre qué tal si
hiciera
y qué tal si me atreviera a hacer.
Praga quedaba por ahí, en la Patagonia, mi alma
habitaba en la nube
de mi propia confusión
ella lloraba.
Lloraba sin dar explicaciones e invitaba a copas
recordando tal vez el sabor de la leche quemada
que ya se había derramado antes
con la subida de la historia,
presintiendo que la guerra podría estallar
en cualquier momento porque la urticaria del poder
había irritado de nuevo
al Kremlin
y desde la torreta de los tanques los soldados rojos
vislumbraban de nuevo
Malá Strana.
Mientras tanto ese, el nuestro, gritaba en el altavoz
de la estación
decía que algo inadmisible había ocurrido
y yo lo escuchaba por primera vez con un atisbo de
atención
y me preguntaba qué dios de la comedia
soplaba patéticamente en su trompeta ceceante.
Aún circulaban por aquí locomotoras viejas
maniobraban la vaca de hierro hacia la bomba de agua
para que después de calmar su sed nosotros cambiáramos
la vía.
Pero han transcurrido años antes de que pasemos a otra
vía.
Transcurrió más tiempo todavía hasta que yo llegara a
Praga
y palpara en una piedra
aquí en la Plaza de Wenceslao
la huella de Palach en autocombustión,
aquí, donde me encuentro ahora, aún más confundido al
lado
de un Jan Hus moldeado en el bronce de su rebelión
y, sin embargo, sorprendido al constatar que el aire
del comunismo
no había erosionado la insolente melancolía barroca
de la ciudad y que sus puentes siguen saltando
como canguros de una orilla a otra.
Voy contigo de la mano y en la imaginación,
hacia la casa de Holan de Campa, para acariciar los
ojos de su efigie
en el muro, tal como él nos decía que debíamos frotar
los ojos del dinero
cuando su mutismo inconsolable
atacaba a los transeúntes debajo del puente.
Te llamarás Gordana o Maria Maria
Oana Mihaela o Luniana,
es decir, mujer-mujer, así como la oropéndola es
oriolus oriolus,
hamletizando en torno a lo imposible, mientras yo
seguiré caminando cerca de ti
alejándome de toda oportunidad de estar cerca de ti.
Tengo que presentarte a Holan porque la primavera
se ha convertido de repente en milagro aquí en Praga
en mi recapitulación y mi andar titubeante hacia mi
pasado
cuando me doy contra mis propios fantasmas
como sucede con los transeúntes del Puente Carlos
hacia donde el atardecer mira con insistencia desde las
estatuas negras.
Mientras que las perlas de las cascadas del Valtava
prolongan la sonrisa luminosa de tu ojo derecho,
porque en el izquierdo habito yo sintiendo el temblor
cálido
de tu hombro que se mueve, dócil, bajo la palma de mi
mano.
Con una vara mágica convocas a Smetana
junto al mecer sonoro del río en las llanuras de
Bohemia,
y una niebla invisible pasa por las esclusas de la
tarde
de alma a alma y la misma levitación
nos sostiene en el aire sobre el Castillo
mientras yo sigo envejeciendo oscuro.
Y sigo poniendo en palabras
la indecisión de aquel que negocia sus emociones aun
sabiendo
que sólo puede gastarlas,
sabiendo que tu belleza intangible tolera
como al indefinido y bastante ridículo exilio
mi andar que busca llevar el paso de tu andar
quedaremos sin una pizca de sabiduría
en esta subida repentina de pasión,
y sólo significará que debo estrecharle la mano
a la timidez nacida del pavor de mi concupiscencia.
No trataré de comprender lo que sucede en la mente del
misterio
cuando está confiscado por el misticismo horoscópico
de las peluqueras
que sostienen que el destino traza semejantes
encuentros
pero admiten —he aquí— que lo irracional
es mi amigo en esta súbita exaltación
y al que dentro de mí mismo se me opone no le queda más
que beber mi vino de mi copa
y pedir otra
aun cuando nada es gratis ya.
En tu nuca mis narices se estremecen, respiran ávidas
como las narices de un caballo en la avena
fotografiado por turistas
aquí en las calles del ocio crepuscular
y de repente me veo sumergirme en el vértigo de la
cascada
ahogado por esta música irisada
y toda clase de preguntas me salen a borbotones por los
ojos
por las orejas por las fisuras de los recuerdos: ¿cómo,
cuándo y de dónde
se ha juntado todo y se ha ido todo en todo este
tiempo?
y ¿por qué brillan aureolados por el efecto de la
resignación
todos mis ímpetus de antes?
o ¿dónde estará el inicio del presente, para
fijar ahí de nuevo mi partida?
Y ubi sunt qui ante nos con los poros de su piel
visitados por los poros
de mi piel cuando el sudor de mi palma navegaba
caliente en el sudor de otras palmas en aquellos
veranos
cuando el ardor de mis emociones se mezclaba con el
espejismo
de otras emociones de otras tardes infinitas
y ¿por qué algunas promesas increíbles
nos tiran del cuello para sacarnos de las cascadas
donde
nos ahogamos
mientras del primer aliento una vez al aire
queda apenas la extraña alegría del semi-ahogo?
Sé que no puedo vender a nadie esta furia
ni puedo andar a galope río arriba
hacia los umbrales sonoros de las turbias emociones
desde el inicio de la emoción
si no existiera el misterio de la fotosíntesis que me
convierte
en hoja absorbiendo la irradiación de tu luz
que inunda la primavera en Praga.
Por lo demás hacía mucho que por la diagonal de mi ojo
cruzaba
una de aquellas puella defututa, sin que odi et amo
consintiera
con todo el orgullo (fieri sentio) mostrándome altivo
presente y vivo
en la plenitud de mis fuerzas ¡Valiente Catullus!
Y he visto que los apóstoles del reloj solar vacilaban
en dar la hora,
o a mí me parecía que esperaban que pasáramos por allí
para llevarnos
en el remolino del tiempo. Sin duda hay algo que me
tira
ahora sobre estas aguas y Kafka me transporta
silbando en los hombros de su horrible estatua y parece
que el Golem
me quiere hasta el dueño del Castillo me promete una
audiencia para
explicarme que la postergación es un engañoso regalo
del tiempo
y al final me empujará con sarcasmo
hacia la resignación puesto que de ninguna manera
mentula conatum Pipleum scandere montem…
Tal vez incluso mi amor áspero a tantas Lesbias gritó
frente a la puerta
de las frustraciones indecentes
pero humilde y hasta manso me torna el aire de esta
taberna
donde en mi mesa Holan y Catullus están contigo.
Por lo demás aun cerrados tus ojos brillan
jugando con los reflejos del río que corre en tu boca
y yo presiento que ocurre algo más que mi
involuntario intento de buscar en mi caja de metáforas
y prestidigitaciones de palabras aquellas que están al
alcance
de un poeta hambriento mi caja de limpiabotas
que ya me ha ayudado antes a mendigar el amor
sólo hasta tener la sartén por el mango. No…
Pero ¿qué será esto? Y ¿de dónde esta invasión o la
pérfida
espada del sudor frío en mi columna vertebral ardiente
y ¿por qué tiembla mi pierna en mi pie inmóvil?
y ¿por qué hago aspavientos con mis manos aun cuando
mis hombros se han anquilosado?
¿por qué me veo intentando aprehender el sonido de este
poema
como si quisiera atrapar moscas, pero desmenuzándolo
apenas
ausente entre mis dedos como un pedazo de pan
olvidado en la mesa por los que me precedieron?
¿Hay algo acaso que comprender? Cuando tu primavera
está en Praga
tú también debes estar en Praga no dejes la ocasión
con la mano extendida y Kafka no escribirá las cartas
para tu Milena aun cuando frente a las instancias
proletarias
él mismo te hubiese regalado en otro instante el
absurdo
cuando tu afirmación había parecido también definitiva
en la colonia penitenciaria de una patria que fue…
Y si no puedes ver en los caprichos del destino el gran
regalo
de una vida desesperada bebes el vino en vano
y en vano tomas la vía ferrocarril,
con o sin billete
y ahora en vano esperas pues pagarás lo justo para
tranquilizarte
para saber que no quedas en deuda con la ilusión
incluso de que en tu escroto
la estática electricidad hace que el músculo del
batracio siga latiendo.
La primavera en Praga es una estación en sí
él te ayuda a comprender que se ha ido la primavera,
cuando las estaciones empiezan a ser sólo la repetición
de la rica inercia de vivir.
¿Pero después qué sigue?
¿Será la revelación de lo demasiado tarde? Aun si
estallara
la guerra ahora (lo cual se vuelve posible otra vez si
observamos
cuánto les pica el orgullo a los imbéciles que hemos
elegido
para destruirlo todo electrocutados por sensaciones
plácidas en
los huevos con su ego galvanizado) no me importaría…
Tomaría de nuevo el tren
sacaré la cabeza por la ventana miraré hacia donde nos
dirigimos
más precavido esta vez iría con los ojos
casi cerrados sabiendo
que sólo escoria y humo expulsan las locomotoras del
futuro
y mirando hacia adelante después de algún tiempo empiezas
a ver sólo aquello que se aleja de ti.
Y en la última estación los mismos ferroviarios torpes
colándose por las vías y balanceando sus faroles de
luces oscuras,
siempre descontentos por nuestra presencia
rezongando como de costumbre
inspeccionando el mismo sistema de inexplicables
cambios
sobre rieles rectos y curvos, con señales amarillas
solo por ellos descifradas
ellos tan hábiles en catástrofes y desastres
ellos
ajetreando por nuestros carriles
por mi carril
mientras tú sigues diciéndome adiós con la mano…
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2023/02/dinu-flamand-premio-nuevo-siglo-de-oro-2023/
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