lunes, 30 de septiembre de 2024

POEMAS DE SOFÍA CASANOVA -SOFÍA GUADALUPE PÉREZ CASANOVA DE LUTOSŁAWSKI-


Varsovia

 

I

 

Es para mí una gracia inesperada

que tu optimismo no pusiera veto

al pesimismo audaz de mi soneto,

chispa en el aire de mi pluma espada.

 

Es tu optimismo tradición forjada

con libertades y al honor respeto

mas tú y yo conocemos el secreto

de decir: «por aquí no pasó nada».

 

De una guerra infernal las ondas rojas

de una revolución, que huyas o acojas

nos arrastran, nos llevan al abismo.

 

Hay que saber perder, solo quien sabe

mirando al cielo conducir su nave,

la salvará quizás, del cataclismo.

 

II

 

Hay que saber perder y hemos perdido

una generación de tal grandeza

que es un milagro porque en ella empieza

del profeta el milagro prometido.

 

Sin armas, pan ni luz han combatido,

fue hospital cada hogar y fortaleza

y nación en fuego y sangre la proeza

que el pasado jamás ha conocido.

 

La palabra no puede definirla,

hay que sangrar con ella, hay que sentirla

vivir, luchar, morir, vencer en vano

 

y ver que en cada tumba cada aurora

la Madre que con tantas madres llora

pone una cruz, de luz, su triste mano.

 

III

 

Gloria al hecho inmortal de esas legiones

que a Polonia en Varsovia defendieron,

que las cadenas bárbaras rompieron

cantando al pelear sus oraciones.

 

Nuestras son sus divinas ilusiones,

nuestro cuanto ganaron y perdieron,

mártires, que al partir nos ofrecieron

su corazón a nuestros corazones.

 

Hoy el triunfo de al ayer es diferente.

Hay que virilizar y unir el frente

y desarmar la pérfida anarquía,

 

forjar con nuevos hombres nuestra historia

y en paz o por la fuerza, la victoria

la inviolable, ancestral Soberanía.

Tomado de:

https://ciudadseva.com/texto/varsovia/#google_vignette

 

 

El búho

 

Del juvenil ramaje de la huerta

las palomas su vuelo han levantado,

un búho en el pinar se ha recatado

ciego, que ya el crepúsculo despierta.

 

El caballejo con mirada alerta

para la noria, el cuco se ha callado,

una gata se esconde en el tejado

y un can aúlla tras cerrada puerta.

 

Silencio. Pasa un hombre lentamente

baja la testa, el capuchón caído

cual si buscara en torno algo perdido.

 

Y el búho se lanzó del hombre enfrente

el disco de sus ojos encendido…

Y está la luna de la noche ausente.

 

 

Poesía del destierro

 

Cuando dejé mi Patria llevaba la quimera

del amor y del triunfo cual musa compañera

y allá en las soledades de la nieve murió…

Pero de su alba forma vi surgir florecida

La verdad —la experiencia— que es la voz de la vida,

Y ella fue quien a España viva me reveló.

 

 

Anhelo

 

Seguid la carretera que tendida

entre prados está

como inmenso reptil de fina escama

parado a descansar,

y una plaza, antesala de una aldea,

por fin encontraréis

donde la vieja iglesia está orgullosa

de su misma vejez.

Y allí donde agrupadas las acacias

al declinar el sol

parecen los guardianes que se estrechan

para velar mejor;

allí donde las brumas misteriosas

flotan entre la luz;

donde corta el escueto campanario

el horizonte azul;

allí donde las negras cordilleras

parecen a mi afán

negras perlas formando de los valles

el sombrío collar,

está la pobre aldea que idolatro

porque en ella nací,

cuando el otoño descolora impío

de la selva el matiz.

Mi hogar perdido en la olvidada aldea

contemplad con amor

y en su iglesia rezad, que allí he rezado

mi primera oración.

¡Mi aldea! Quiero verla, quiero sola

sus playas recorrer

y aspirar en sus auras nueva vida,

la vida de la fe.

¡Llevadme, por favor! Busco armonías

que sólo encuentro allí,

secreto de sus noches y sus olas

que cantan al gemir.

Quiero, Galicia, en tu adorado seno

mi tristeza cantar,

tú, que vives, cual yo, desventurada,

tú me comprenderás.

Quiero en tus soledades dar al mundo

mi postrimer adiós…

y en tu iglesia rezar entre mis lágrimas

mi postrera oración.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-sofia-casanova/

 

 

Ante Cristo rojo

 

Adonde quiera que la planta pongas

la tierra se abrirá,

y las chispas del antro inextinguible

tus pies abrasarán.

 

En donde poses la nublada frente

de víboras el nido encontrarás,

que a tu cuello, tus manos y tu pecho

se enroscarán.

 

Si en los bosques te ocultas perseguido,

un rayo la arboleda incendiará

y las llamas, buscándote enemigas,

tus ojos cegarán.

 

La hembra que te sigue, abandonándote,

a la traición te herirá.

y los míseros hijos que tuvisteis

tu sangre beberán.

 

El fallo va a cumplirse inexorable,

la maldición perpetua de Jehová…

Polvo del polvo tórnese tu cuerpo;

entre tu alma en la negra eternidad.

 

Cúmplase la sentencia inexorable,

devora el fuego hermano de Satán…

Cúmplese la sentencia cada día;

los malos mueren ¡y persiste el mal!

 

Blanco y Negro, 1921

 

 

Llegaba vencedor pero enojado…

 

I

 

Llegaba vencedor pero enojado

de España por la terca rebeldía

Somosierra a su espalda se veía

y ante él Madrid, en pleno sol, dorado.

 

Su anteojo militar quedó enfocado

sobre Madrid. Miró, se sonreía

y un lejano rodar de artillería

sonaba como un trueno prolongado.

 

Le rodeaban aquellos oficiales

que su capricho hiciera mariscales.

El sol iluminaba el campamento.

 

Montó premioso en su corcel de guerra

y un «hurra» largo resonó en la Sierra

cárdena en el azul del firmamento.

 

II

 

Frío el mirar, la voluntad ardiente

bebía el aire en ráfagas de gloria,

que volvía radiante a su memoria

fundida con el sol de occidente.

 

Cual si tuviera al enemigo enfrente

raudo lanzose en pos de la victoria

que marcando otra época en la historia

rendiría a sus pies el continente.

 

El tricornio en la testa parecía

un ave negra, que a clavar venía

su garra del caudillo en las entrañas.

 

Y el gris capote en la veloz carrera

semejaba un pedazo de bandera

perdido en las ibéricas montañas.

 

III

 

Y dicen, que la noche era venida

cuando el César insomne en su cuidado

quiso ver el Alcázar enclavado

en la corte tomada y no vencida.

 

-Vivís mejor que yo. -No es esto vida-

repuso el rey José. -No soy soldado.

A vuestro honor el trono he confiado

de España, que deseo sometida.

 

Y el palacio real, que a los Borbones

viera huir al tronar de los cañones,

del rey intruso escucha las querellas.

 

Pálido Napoleón no le escuchaba

mirando el horizonte, que negreaba

bajo la eternidad de las estrellas.

 

IV

 

Y Napoleón de cara a la llanura

marcha de prisa, taciturno el ceño,

en dominar España está su empeño.

Y arde España en guerrillas y conjuras.

 

-País de quijotescas aventuras

te rendirás y yo seré tu dueño.

Y a Rusia ahora a realizar el sueño

de conquistas asiáticas futuras.

 

Arde el polvo, es acecho cada rama,

es cada piedra de la hoguera llama

que invade pueblos, mar y tierra.

 

El César adelanta sin cuidado

y el genio de Castilla va a su lado

por arma el bravo grito: «¡Guerra, guerra!»

 

V

 

Del bien y el mal él conoció la ciencia,

que cultivó sagaz, frío, consciente

y fue en la lucha alguna vez clemente,

sin que su alma sintiera la clemencia.

 

Su gloria ennoblecía su presencia.

Y los tronos caídos por sus manos

triunfante se los daba a los hermanos,

olvidada en la gloria la conciencia.

 

Codició más que amó. De Josefina

amó el rango, el amor, la gracia femenina

y a la princesa la compró su espada.

 

No emperador, vencido lo prefiero,

y sus años de mártir prisionero

dan a su muerte excelsitud sagrada.

 

 

Te conozco, aunque llegas recatada

 

Te conozco, aunque llegas recatada

de la ilusión amiga con el manto,

porque, a través de ese fingido encanto,

tu faz miro de sombras coronada.

 

Te ve el hombre al nacer, por ti olvidada

no hay existencia; en horas de quebranto

quién en tu pecho no vertió su llanto!

dónde irás, que no seas esperada!

 

En la infancia te hallé por vez primera,

y ya en la juventud, contigo vino

a brindarme su luz la primavera…

 

Tristeza, pues que a ti me unió el destino,

pon tu mano en la mía, compañera,

y sigamos el resto del camino.

 

Fugaces, 1898

 

 

Cuando dejé mi Patria llevaba la quimera…

 

Cuando dejé mi Patria llevaba la quimera

del amor y del triunfo cual musa compañera

y allá en las soledades de la nieve murió…

Pero de su alba forma vi surgir florecida

La verdad- la experiencia- que es la voz de la vida,

Y ella fue quien a España viva me reveló”.

 

Cancionero de la dicha, 1911

 

 

El caballero de la espada. Cuadro del Greco

Y juraslo, la mano sobre el pecho valiente,

pronta –si a dudar llego– por la cruz de la espada,

que tu historia no es esa que divulga la gente

rufianesca, una historia como pocas menguada.

 

Enfloreciste –afirmas– timbres de tu linaje,

que del Rey confidente fuiste por cortesano,

que al Santo Oficio un tiempo rendiste vasallaje

cual corresponde a un noble piadoso castellano.

 

Que de Dios en defensa tus manos se tiñeron

con sangre de los moros y judíos serviles…

que tus labios prudentes si un secreto vendieron,

fue de Dios en provecho destruyendo a los viles…

 

delación no se nombra la verdad proclamada,

quemar a los herejes es deber, no mancilla,

solo cuando sus huesos blanqueen la llanada,

del Cid y de nosotros será digna Castilla.

 

Así dice en la estancia difusa y silenciosa,

la voz queda, sin tonos, del bello personaje

de la erguida cabeza, y la barba sedosa

en la gola que afina negruras del ropaje.

 

Y la mano que afirma lealtad y proezas,

temblor tiene de ataque, de terror o partida…

la lividez del rostro pérfida sutileza,

y la mirada tiene serenidad fingida.

 

¿Quién eres? Te pregunto con ansiedad, atado

mi espíritu al misterio de tu frente inmutable,

dilo, aunque la certeza no vale lo ignorado,

ni hay atracción más fuerte que la de lo insondable.

 

Y yo vengo movida por extraño conjuro

a saber lo que hiciste, a saber cómo fueres,

a adorar tu hidalguía si no fuiste perjuro,

a execrarte, si hiciste llorar a las mujeres.

 

Nadie sabe tu historia, nadie donde naciste,

si te honraron por justo, si has sufrido destierro:

en Toledo la sacra, ¿cuántos años viviste?

¿Del de Orgaz no recuerdas el histórico entierro?

 

*

 

Tu secreto me has dicho; ya conozco tu historia,

gran señor toledano, mal herido de amores…

cruel has sido y valiente, y a tus días de gloria

no les falta grandeza, pues les sobran dolores.

 

El Greco en una hora de poder sobrehumano

echó a tus nobles plantas la red del maleficio,

y hechizado, me miras mi triste castellano,

y esperas que te salve de tu horrendo suplicio.

 

Más de dos siglos hace que te quejas sin queja,

que el temblor de tu mano es esfuerzo inaudito

por romper tus prisiones, y algente te deja

prisionero en un cuadro prodigioso y maldito.

 

Se retuerce abrasado mi espíritu por darte

libertad, vida, y siento mi impotencia de muerte…

¿Qué frase es la que tiene el poder de salvarte?

¿Qué acto puede a la vida redivivo volverte?

 

Beldades juveniles que adoráis la leyenda

de aquel Príncipe rubio por amor encantado

en la copa de un pino, o en la oscura vivienda

de una bruja muy blanca que lo tiene embrujado,

 

venid al caballero que ha hechizado un artista

y romped el conjuro que lo oprime inclemente,

con la frase enigmática que os inspire su vista.

con un beso que roce la calma de su frente.

 

Que sus ojos perciban la boca que lo nombra,

que sean vuestras frases emoción y fragancia,

que alguien diga: imposible, y aureolando la sombra

un acento se escuche que murmure: constancia.

 

Que el aroma de rosas, cual incienso de ofrenda,

le corone las sienes, le acaricie la mano,

y trazad en el aire, cual dice la leyenda,

dos cruces con la rama de un almendro temprano.

 

Cada cual de nosotros el poder atesora

de romper cautiverios, de salvar corazones,

de despertar el sueño que en otras almas mora,

de dar alas y ritmo de vida a las ficciones.

 

Y todo lo podemos, si solo el bien ansiamos;

la vida ante nosotros ensanchará el camino

si, para conquistarla, conscientes avanzamos

con las únicas armas que vencen el destino.

 

El amor que perdona, la intuición que guía,

la pasión en acecho, mas el pecho encalmado…

la voluntad vibrante y atenta la alegría

en el presente oyendo sentencias del pasado.

 

Beldades juveniles: oíd atentamente

de vuestros corazones el murmullo sagrado,

y la fórmula mágica hallaréis que potente

libre de sus prisiones al príncipe encantado.

 

Pulsad del sentimiento la lira intensa y varia,

y cercad con un canto de amor al caballero

que una vez, en un lance de gloria legendaria

rompió ante su enemigo, por no herirle, el acero…

 

Se retuerce abrasado mi espíritu por darte

caballero sin tacha, la vida de tu muerte…

¿Qué frase es la que tiene el poder de salvarte?

¿Qué acto puede a la vida redivivo, volverte?

 

Cancionero de la dicha, 1911

Tomado de:

https://ciudadseva.com/autor/sofia-casanova/poemas/

 

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