jueves, 5 de septiembre de 2024

POEMAS DE NIALL BINNS


Estudio oftalmológico

 

 

Este estudio analiza el compuesto insólito

de córnea y coroides, retina e iris

que hierve entre los pliegues de tus párpados

quemándome:

 

 

 

 

 

Tus ojos son dos faros

Desamortajan la noche, entre ráfagas de niebla

Ciego, zarandeado por las olas, me acerco

 

 

Tus ojos son luciérnagas

aprisionadas en la jaula de mis manos

Zumban, y echan chispas

 

 

Tus ojos son canicas

que guardé, de niño, en mi mesa de noche

entre una concha y un caballito de mar

 

 

Tus ojos son dos platillos volantes

aterrizando en el planeta de mi conciencia

       

 

Son chocolates Ferrero Rocher

derritiéndose en la punta de mi lengua

 

 

Tus ojos son dos huevos de colibrí

coronados con una gota de rocío

 

 

Tus ojos son bolas de lotería

que tocan una vez por vida

con el guiño de su complicidad

 

 

Son pozos cavados en medio de la nada

Desde el fondo alguien grita

“No te asomes al brocal: huye”

 

 

Son dos de esas balas mortíferas

que estallan en contacto con la carne

 

 

Tus ojos son la esperanza

que el amante despechado

deja caer en una fuente

 

 

Tus ojos son cuevas

en que entra con paso vacilante el espeleólogo

con su pica, sus ilusiones, su linterna

 

 

Tus ojos son dos bolas de billar

chocando contra los míos

en carambolas de consecuencias imprevisibles

 

 

Tus ojos son dos óbolos

que Caronte no aceptará jamás

 

 

HOMO SAPIENS

 

Es el buitre ave rapacísima, y carnicera: y aún dice Eliano, que desean tanto comer de los cuerpos de los hombres muertos, que adivinan muchos días antes, cuando ha de haber mortandad; y así suelen ir en seguimiento de los ejércitos, y es señal que se han de encontrar, y matarse mucha gente.

 

F. Marcuello, Historia natural y moral de las aves, 1617

 

1

 

 

 

Ruge el horizonte. Se oyen los tambores

de la primera guerra del milenio, o es acaso

la fermentación de la lava subterránea

una primera sacudida sísmica del suelo

o el trueno de unas nubes negras que se apilan

como torres sobre la tierra seca

 

 

 

 

 

2

 

 

 

Ruge el horizonte su larga amenaza

La oigo en la radio, retumba a través

de la prosa seca de los periódicos

Pasa una misión de aviones invisibles

Los veo en primera página, van

y vuelven, repartiendo paz

entre los pueblos

 

 

 

 

 

3

 

 

 

En algo se asemeja este nuevo milenio

al que ayer despedimos entre lágrimas

Este hombre, por ejemplo –que se ve en la foto–

ha perdido su casa, sus hijos, su mujer

ha perdido la mitad de su cara

Perturba su fealdad

 

 

 

 

 

4

 

 

 

Ruge el horizonte y el ruido atrae

grandes bandadas de aves carroñeras

–empezará muy pronto el festín–

Y detrás de los aviones y las aves

los que ganan su pan de cada día con la muerte

Y detrás de la mesa del comedor, nosotros

 

 

 

 

 

5

 

 

 

Observen

       los enjambres de moscas que dan vueltas en torno a ese muerto

Calculen

       la cantidad de cadáveres que caben en la pantalla

¿Cuántos litros de lágrimas se lloran en el transcurso de los telediarios?

 

 

 

 

 

6

 

 

 

Por todas partes charcos de lágrimas

Aguas que no saciarán la sed

del que avanza a gatas sobre el pasto ensangrentado

Debajo de los párpados una pinza se aprieta

Las escamas del ojo se descascaran en el llanto

Es el llanto de un sueño irrisorio

el que llora el triunfador

ante los estertores del vencido

Víctima y verdugo, cielo, monte y árbol astillado:

en el campo de batalla lloran todos

 

 

 

 

 

7

 

 

 

Pero ríense y se alimentan

los cuervos, los chacales, las hienas, las urracas

Ríense, se limpian la saliva de las bocas

los perros asilvestrados, las ratas, los gusanos

Ríense y se alimentan, sobre todo, los buitres

Ríense a carcajadas y a más no poder

Se ríen y nosotros también nos reímos

 

 

 

 

 

8

 

 

 

Es una gran risa planetaria, la nuestra

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2021/09/poesia-en-espanol-niall-binns/

 

 

Todos los ladrones están enamorados de Rosita, y yo también

 

Recuerdo que andaba a tropezones por un callejón oscuro

Zigzagueaba de sombra en sombra, dándome golpes simétricos

contra uno y otro lado del callejón

Avanzaba y retrocedía por el aire esponjoso

Era como si me empujara desde dentro una fuerza diabólica que yo no conocía

o como si resbalara sobre el suelo salpicado de un matadero en desuso

o incluso como si hubiera bebido una botella y media de whisky

(efectivamente, había bebido una botella y media de whisky)

 

Llegué pronto al lugar que buscaba

Aquí, me dije, vive la mujer que yo quiero

y me senté a la sombra de un gato negro

que merodeaba por allí con malas intenciones

Enfocado por la luz de la luna llena

el gato se empeñaba en restregarse contra mi abrigo como si yo fuese su amo

– No soy tu amo, gato negro –, le dije

rogándole por favor que se largara de allí

Me arañó la cara con cariño torpemente expresado

antes de desaparecer detrás del muro de un cementerio cercano

La sangre empezó a deslizarse por mis mejillas

y me provocaba una extraña sensación de bienestar

 

Me senté en el umbral del bloque de apartamentos

donde vivía la mujer que yo quería

beodo como Propercio u Ovidio o cualquier otro poeta romano y enamorado

y entonces me puse a entonar la canción más triste de este mundo

– Todos los ladrones están enamorados de Rosita, canté, y yo también

Todos los cirujanos están enamorados de Rosita, y yo también

Todos los vendedores ambulantes están enamorados de Rosita, y yo también, etc.

 

Entonces oí abrirse centenares de ventanas

y de pronto empezó a caer encima de mi cabeza

una lluvia espesa de gruesas lágrimas saladas

Todas las señoritas, las solteronas, las viudas y las engañadas

que vivían en el bloque de apartamentos

derramaron sobre mí su infelicidad

hechizadas por mi serenata

embelesadas por mi canción rompe-corazones

Clic Clic Clic sonaban sus corazones

y me percaté con cierta compasión, pero sobre todo con una gran indiferencia

de sus roncos estertores

 

– Mi canto no es para ustedes –, les dije

mirando hacia arriba

donde las persianas del apartamento de Rosita

permanecían herméticamente cerradas

– Ay luna luna luna luna –, canté

La luna me alumbraba con su luz enfermiza

redonda como un queso carcomido

– Luna luna luna luna –, canté

 

En ese momento la penúltima de las señoritas moribundas

se puso a ulular como una poseída, o quizá como la propia Sibila

y a declamar profecías disparatadas acerca de mi futuro

Hablaba por ejemplo del fracaso sin fin de mis anhelos

y anunciaba que me moriría en el abandono, mi cadáver “carroña de los buitres”

Yo, desde luego, escuchaba estas cosas con ligereza e incluso con sorna desprecio

Pero he aquí que los escupitajos de su maldición

los insultos que llovían de esa boca, ese oráculo agonizante

se internaron en mis ojos incrédulos y corrieron

–para mi gran sorpresa y desconcierto–

un velo de ceguera sobre mis observaciones

y sobre el bloque de apartamentos ante el cual me encontraba sentado

 

Sin embargo, y a pesar de semejantes desventuras

no desistí de cantar las melodías más trágicas de mi invención

Ay Rosa Rosa Rosita Rosita, cantaba

derritiéndome en el charco de mis lágrimas borrachas

 

 

Cucarachas

 

Es una escena que vuelve con empeño a la memoria

Es una pensión desventilada y sin luz

con paredes reventadas, y un calor rayando en la locura

Es la ciudad de Valladolid, en el Yucatán, en México

Y es el año 85, el mes de agosto

una mañana sofocante y un cuerpo empantanado

en el charco de un colchón prehistórico

 

Recién despierto, chorreando sudor

con la cabeza entumecida de cerveza

con un peso nocturno de cebolla y chile en la boca

este cuerpo (tan mío) se levantó de la cama

hizo sus primeros pasos titubeantes del día

hacia la puerta del baño, y entonces vio

(es una escena que vuelve con asco a la memoria)

frente a frente, pecho a pecho

ceremoniosamente instaladas sobre las cerdas del cepillo de dientes

dos cucarachas

 

Se miraban, embelesadas

Temblaban sus antenas, se tocaban las antenas: estremecidas

Chupaban las huellas de la pasta de dientes

drogadas, supongo, por el sabor a menta

(como nosotros mascamos chicle de menta

para que sepan mejor nuestros besos)

o por un sobrecogedor amor de insectos

que nosotros ni podemos concebir

 

En su tranquilidad, en la ondulación pausada de sus antenas

sentí una extraña armonía

 

Las aplasté en el lavabo con una barra de jabón

Tiré a la basura el cepillo de dientes

Con obtusos dedos me hurgué las muelas

Embadurné con colgate mis rancias encías

Hice gárgaras de agua espumeante de menta

Nada podía con la agria pesadez

 

Y ahora me digo, recordando la escena

que después del apocalipsis, tal vez sea igual:

dos cucarachas instaladas con la misma armonía

frente a frente, pecho a pecho, estremecidas

sobre humeantes cadáveres humanos

 

Y me pregunto también

cuando tiemblan mis antenas y el bárbaro anhelo me enfurece

cuando cuatro piernas y cuatro brazos sacuden su torpe agonía

me pregunto entonces

si no brota ya, subyacente, la semilla

de un pequeño, banal apocalipsis casero

burla de la armonía de esas dos cucarachas

que encontré y destrocé un día en Valladolid

frente a frente, pecho a pecho

sobándose las antenas

 

 

Christmas Story

 

Yo compro el pavo, el oporto y el pudding

Tú el mazapán, el marisco, el turrón

Compro crackers, mince pies, mantequilla de brandy

salsa de pan, y de arándano agrio

Tú compras polvorones, nueces y chocolate

y una ristra de luces navideñas

Paso toda una tarde en Marks & Spencers

Tú vas y vienes por El Corte Inglés

Compro un compact de Carlos Núñez para mis padres

Tú una botella de champán para los tuyos

Compro media docena de botellas de Rioja

La tarjeta visa arde entre tus manos

Compro media docena de paquetes

de media docena de latas de guinness

Tú acumulas boletos de lotería:

                                                     en vano

 

       Y entrando en el salón nos detenemos

       y nos besamos largamente bajo el muérdago

 

Desempaquetamos comida, empaquetamos regalos

Tú pelas las patatas, y limpias el marisco

la lechuga, las coles de Bruselas

Yo sepulto un penique en el pudding

– Si te toca el penique

tendrás suerte en el año (no te rías de mí)

Tú pones el mantel especial, con las velas

rojas, los crackers y las nueces

Por el culo del pavo yo introduzco el relleno

de albaricoque, almendra y tomillo

– La comida inglesa es una mierda, te ríes

– La cocina española no existe, te contesto

casi. Pero no: me controlo: es Navidad

Tú pones un cassette de villancicos

 

       Y al volver al salón nos detenemos

       y nos besamos anchamente bajo el muérdago

 

Dedicas una tarde a poner el Belén

Yo a decorar el árbol: pongo una estrella arriba

Un ángel ha perdido la cabeza, te quejas

Con ternura lo entierras en el heno

Los pastores despiertan: uno apunta

a la estrella de plástico en mi árbol

Cuando vas al servicio, desalojo al bebé

y recuesto en el pesebre a un burro

Extravío a los reyes por el cuarto

En un sillón, Melchor; Baltasar, con el cactus

Gaspar en un estante, con gesto de suicida

De vuelta en el salón, rompes a llorar

Muerto de la risa, me tildas de insensible

Te he faltado el respeto, a tu fe, tu cultura

Estoy hasta el culo de católicos; tú

estás harta, me dices, de mi vacío

– And so, canta John Lennon, this is Christmas

y en efecto – What have we done?, mi amor

te pregunto.

    Tú te encoges de hombros

 

       Y al salir del salón apenas nos detenemos

       nos rozamos los labios bajo el muérdago

 

Yo sirvo el pavo, el oporto y el pudding

el marisco, las coles de Bruselas, la salsa

de pan, el mazapán, el turrón, las patatas

los polvorones, nueces, mantequilla de brandy

el rioja, mince pies y la salsa de agrio arándano

Te tocó a ti el penique en el pudding

Me tocó a mí el fregar los platos, la cocina

Tomamos café en el sofá, tú quieres

que salgamos con tus amigos. Es

Noche Buena: celebremos. Pero yo

sólo pienso, de repente, en mi casa, navidades

de ayer: I was dreaming

of a White Christmas, unas pascuas blancas…

Desapareces de pronto, te disfrazas

de Papá Noel, y bajas, roja, riéndote

me rellenas de tontas baratijas

la media que colgué

al pie de la falsa chimenea, como en broma

Te sientas en mis rodillas, bella, barbuda

– Felices Pascuas, me susurras

 

       Y al salir del salón nos detenemos

       y nos mordemos lentamente bajo el muérdago

 

Tú estás harta del pavo, del oporto y el pudding

Simplemente pensar en el turrón da náuseas

Relleno bolsa tras bolsa de basura con restos

de marisco, pedazos de patatas, coles

paquetes vacíos, latas estrujadas

salsa de pan ya tiesa, papel de chocolate

huesos de pavo, cáscaras de nueces

Me dan risa tus gases; te asquean los míos

En voz baja cantas Noche de Paz

A voz en cuello aúllo We Three Kings, y de pronto

“Navidad Navidad” y todo el retintín

de Dulce Navidad, corean tus sobrinos

encantadores, ¡qué sorpresa!, por su teléfono móvil

– Merry Christmas!, ¡les grito, and a Happy New Year!

Para ti, sin embargo, es como hablarte en chino

Tú te arrancas la barba blanca de Santa Claus

Brilla tanto tu cara como el traje

Hay trozos de algodón pegados a tu piel

Tienes las manos negras. – Con carbón, dices: Coal!

Echado en el sofá, como si no existieras

paso de ti y todo, olímpicamente

Me atiborro de latas de cerveza

me atiborro

de latas de cerveza

 

       Y cuando dan las doce, al irnos a dormir

       no nos detenemos

       nos evitamos para siempre bajo el muérdago

 

 

Despedida

 

 

a Gonzalo Santelices (1961-1997)

 

y con tanta película y tanta noticia

y tanto espanto

el horror de cada hora a flor de lo insensible

 

cómo no verte entonces Gonzalo

en el instante mismo del impacto

y el puteo bien chileno o quién sabe si castizo

y qué pensamiento en la mujer que querías en el hijo

que colmaban –con la poesía– tu conversar

 

y cómo no ver los ojos y las gafas

congelados, o en cámara lenta

no verlos eternizados

bajo la máscara del horror

 

y ya no habrá recitales ni publicaciones ni premios

ni trifulcas poéticas ni lecturas deslumbrantes

ni el suplemento literario de los sábados

 

sólo el momento eterno del horror

y quién sabe qué maniobra impotente

formulándose tras las gafas estrelladas

 

y ya no habrá comidas ni risas ni proyectos

ni homenajes a nadie ni noticias de Chile

ni un maldito trozo de ternera

atrapado entre los dientes

Tomado de:

https://www.revistalecturas.cl/niall-binns-poesia/

 

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