miércoles, 19 de enero de 2022

POEMAS DE STELLA DÍAZ VARÍN


DOS DE NOVIEMBRE

No quiero

Que mis muertos descansen en paz

Tienen la obligación

De estar presentes

Vivientes en cada flor que me robo

A escondidas

Al filo de la medianoche

Cuando los vivos al borde del insomnio

Juegan a los dados

Y enhebran su amargura.

 

Los conmino a estar presentes

En cada pensamiento que desvelo

 

No quiero que los míos

Se me olviden bajo tierra

Los que allí los acostaron

No resolvieron la eternidad

 

No quiero

Que mis muertos me los hundan

Me los ignoren

Me los hagan olvidar

Aquí o allá

En cualquier hemisferio

 

Los obligo a mis muertos

En su día

Los descubro, los trasplanto

Los desnudo

Los llevo a la superficie

A flor de tierra

Donde está esperándolos

El nido de la acústica.

 

VEN DE LA LUZ, HIJO

Que te ciegue la luz, hijo.

Ven de la luz;

Desde donde la pupila sueña

y vuelve atormentada,

como un escombro vivo,

como especie de flor, como pájaro.

Carbón de víscera terrestre,

así como víscera de árbol.

 

Deja que se ensañe la luz, hijo,

Desciende como los antiguos ángeles,

como los malos discípulos,

ardiendo en su pasión, desheredados.

Así como las fieras, hijo.

 

Incomprendidas del río, intocadas

absolutas, tristes.

Ese será el día

-presentimiento que no quise,

tú sabes, los conoces-

que tomaré la forma deseada.

 

Ojo de estiércol, húmedo;

aprisionaré tu llama,

tu superficie extraceleste

tu mirada de centro obscuro,

tu trigal;

la tibia voluntad de tu piel

me ayudará y seremos.

 

Nunca antes pudimos.

Yo era como esas pequeñas fuentes secas.

Desciende, hijo, de la luz;

avizora el espacio,

avizora el horizonte.

La curva que deja el corazón de un muerto,

la mano que se esconde,

la mano que nadie quiso acariciar.

 

Seremos.

Tú y yo venidos

irremisiblemente;

unidos como dos tallos jóvenes aún;

Queriendo apenas lo que no se nos dio.

Amando

lo que la luz aconseja:

el vértigo, la hondonada, el silencio.

el color de las piedras;

tantas cosas simples y distintas.

Llegaremos a amar la contextura de Dios

tan difusa;

tan perfecta como tus pequeños ídolos.

La madera de Dios

tan bella y roja

como el corazón de los árboles.

Tan bella y roja

como el corazón del veneno.

Que te ciegue la luz, hijo.

Que te atormente.

Ven de la luz, inúndate;

Ten la luz y desmiente la tiniebla.

Ven, hijo, arrodíllate.

Cree en los amaneceres.

En la luz son más bellos los ojos de Dios.

 

LA PALABRA

Una sola será mi lucha

Y mi triunfo;

Encontrar la palabra escondida

aquella vez de nuestro pacto secreto

a pocos días de terminar la infancia.

Debes recordar

dónde la guardaste

Debiste pronunciarla siquiera una vez…

Ya la habría encontrado

Pero tienes razón ese era el pacto.

Mira cómo está mi casa, desarmada.

Hoja por hoja mi casa, de pies a cabeza.

Y mi huerto, forado permanente

Y mis libros cómo mi huerto,

Hojeado hasta el deshilache

Sin dar con la palabra.

Se termina la búsqueda y el tiempo.

Vencida y condenada

Por no hallar la palabra que escondiste.

 

TRASLUZ

Que se me permita mirar por la ventana

Sólo el espinazo de la muerte

A tranco largo

Mirando fijamente

A mis ojos deslucidos

 

Veo la ausencia

Doblando por la esquina

La miserable luz

De los días empañados.

Muy de tarde en tarde

 

Algún aprendiz de hombre

Vestido de domingo.

 

En estas agonías neblinosas

Estoy mirando desde una ventana ajena

Tras la luz de este rincón desconocido

Desde esta ventana hacia ningún paisaje

Hueco sin distancias

Seca pupila donde no resplandece

ni el más leve trino.

 

BREVE HISTORIA DE MI VIDA

Comando soldados.

Y les he dicho acerca del peligro

de esconder las armas

bajo las ojeras.

Ellos no están de acuerdo.

Y como están todo el tiempo discutiendo

siempre traen perdida la batalla.

 

Uno ya no puede valerse de nadie.

Yo no puedo estar en todo;

para eso pago cada gota de sangre

que se derrama en el infierno.

 

En el invierno, debo dedicarme

a oxidar uno que otro sepulcro.

Y en primavera, construyo diques

destinados a los naufragios.

 

      Así es, en fin…

Las cuatro estaciones del año

no me contemplan, sino trabajando.

 

      Enhebro agujas

para que las viudas jóvenes

cierren los ojos de sus maridos,

y desperdicio minutos, atisbando

a la entrada de una flor de espliego

de una simple abeja,

para separarla en dos,

y verla desplazarse:

la cabeza hacia el sur

y el abdomen hacia la cordillera.

 

      Así es

como el día de Pascua de Resurrección

me encuentra fatigada,

y sin la sombra habitual

que nos hace tan humanos

al decir de la gente.

 

PROMESA

No te preocupes

Querido niño ávido

Tendrás tu perro azul

Te lo prometo

Siempre que lo fabriquen.

Además

Te prometo un puro tiempo

para lanzar anillos de por vida

En la cercana sombra de los parques.

 

LA CASA

Dejaban mi cabellera colgando desde el tronco de la puerta como trofeo.

Sin precedente en la historia de los indios manantiales,

y una cuenca abierta, para la mirada de los ojos indiscretos

colocada a la acera del abismo…

Y esta era mi morada.

 

Una víbora, encerrada en la jaula,

destinada a cualquier pájaro,

y una piedra caída temporalmente desde la cima,

una piedra nómade en busca de aventuras

servía de puerta, de mesa de comedor. ..

 

Qué queréis que se haga con estos materiales.

Nada. Sino escribir poesía melancólica.

 

Acaso, cuando la noche

se despierte debajo de los murciélagos,

no haya otra cosa sino una sensación,

y a estas vertientes que a uno le aparecen desde el fondo de los ojos.

 

No haya

sino un alud de hijos de piedra,

de hijas de agua

de hijos de árboles.

 

Entonces escribiré mi biografía

al uso de los poetas indecisos.

Miraré a través de una llama de cobalto

y distinguiré objetos olvidados;

como cuando dormía adosada a la pared

y todo parecía bello sin serlo.

Tomaré una de mis pequeñas flautas colgantes

y entonaré la canción del amor.

Tomado de:

https://reversacultural.com/poemas-de-stella-diaz-varin/

 

CUANDO LA RECIÉN DESPOSADA

 

Cuando la recién desposada

desprovista de sinsabor

es sometida a la sombra.

Sí.  A su sombra…

Enciende la bujía y lee.

 

¡Ah!  Entonces no es nada

la venida del apocalipsis,

los hijos anteriores enterrados

y un hilo de sangre desprendido del techo.

No es nada ya el océano y su barco

ni la muerte que intuye la libélula

ni la desesperanza del leproso.

 

Cuando la recién desposada:

Ya no estaré tan sola desde hoy día.

He abierto una ventana a la calle.

 

Miraré el cortejo de los vivos

asomados a la muerte desde su infancia.

Y escogeré el momento oportuno

para enterrarla.

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/stela-diaz-varin/

 

«Razón de ser»

 

De la mujer que desparramó las larvas milenarias

 

de sus pechos en el dintel del tiempo;

 

de la mujer que se envolvió a sí misma

 

dentro de una madrépora en su mundo de algas

 

y desanduvo su agonía decisiva junto con las estrellas…

 

de la mujer que amaba las palomas en éxtasis de virgen,

 

y amamantaba lirios por la noche con su pezón dormido;

 

de la mujer que supo antes que dios del clavo y del silicio.

 

De ella, la tentadora de la muerte durante ocho siglos,

 

la que en sus manos tiene dos trigales y en sus sienes de niña

 

una rama florecida de lágrimas,

 

de ella la novia que tendió sus velos por sobre los abismos

 

de ella vencedora, la cercana,

 

de esa mujer soy hija.

Tomado de:

https://escaramuza.com.uy/nota/stella-diaz-varin-la-colorina-poeta-punk-chilena/497

 

 

 

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