jueves, 27 de enero de 2022

POEMAS DE VÍCTOR SEGALEN

 



ESTELAS

 

Estelas de cara al Sur

 

Los tres himnos primitivos

 

Los tres himnos primitivos que los tres Regentes habían nombrado: los Lagos, el Abismo, Nubarrones, se borraron de todas las memorias.

 

Que sean de este modo recompuestos:

 

 

Los Lagos

 

Los lagos, en sus palmas redondas ahogan el rostro del Cielo:

 

He girado la esfera para observar el Cielo.

 

Los lagos, golpeados por ecos fraternales en número de doce:

 

He fundido las doce campanas que fijan los tonos musicales.

 

*

 

Lago movedizo, firmamento líquido al reverso, campana musical,

 

Que el hombre que reciba mis órdenes resuene a su turno bajo el poderoso Soberano-Cielo.

 

Por ello he nombrado al himno de mi reino: los Lagos.

 

 

El abismo

 

Cara a cara con la profundidad, el hombre, frente inclinada, se recoge.

 

¿Qué ve en el fondo del hueco cavernoso? La noche bajo la tierra, el Imperio de sombra.

 

*

 

Yo, inclinado sobre mí mismo y escrutando mi abismo, -oh, yo- me estremezco,

 

Me siento caer, me despierto y no quiero ver más que la noche.

 

 

Nubarrones

 

Estos son los pensamientos visibles del alto y puro Señor-Cielo. Unos compasivos, repletos de lluvia.

 

Los otros transportando sus preocupaciones, sus justicias y sus cóleras sombrías.

 

*

 

Que el hombre que reciba mis dones o encorvado bajo mis golpes conozca a través de mí, el Hijo, los designios del Cielo ancestral.

 

Para ello he nombrado al himno de mi reino: Nubarrones.

 

 

Estelas del Medio

 

Elogio y poder de la ausencia

 

No pretendo de ningún modo estar aquí, ni sobrevenir de improviso, ni aparecer en ropas y carne, ni gobernar por el peso visible de mi persona,

 

Ni responder a los censores con mi voz; a los rebeldes con una mirada implacable; a los ministros culpables con un gesto que dejaría suspendidas de mis uñas las cabezas.

 

Reino por el asombroso poder de la ausencia. Mis doscientos setenta palacios entramados por galerías opacas se llenan solamente de mis huellas alternadas.

 

Y unas músicas suenan en honor a mi sombra; unos oficiales se inclinan ante mi silla vacía; mis mujeres aprecian mejor el honor de las noches en las que no me digno.

 

Igual a los Genios que no se puede rechazar porque son invisibles, – ningún arma ni veneno sabría adónde alcanzarme.

 

Partida

 

Aquí, el Imperio del centro del mundo. La tierra

abierta al trabajo de los vivos. El continente

entre los Cuatro Mares. La vida encerrada,

propicia al justo, a la felicidad, al conformismo.

 

 

 

En donde los hombres se yerguen, se inclinan,

se saludan según su rango. En donde los hermanos

conocen sus categorías:  donde todo

se ordena bajo el influjo clarificador del Cielo.

 

 

Ahí, el Occidente milagroso, cubierto

de montañas por encima de las nubes; con sus

palacios en el aire, sus templos ligeros,

sus torres que el viento pasea.

 

 

 

Todo es prodigio y todo inesperado: lo confuso

se agita: la Reina de deseos mudables tiene ahí

su corte. Ningún ser de razón se atreve a entrar.

 

 

 

Con magia, Mu-wang ha proyectado su alma hacia ese

Ahí. Hacia ahí quiere que lo lleven sus pasos.

 

 

Antes de dejar el Imperio para reunirse

con su alma, ha fijado, desde Aquí, su partida.

 

 

Elogio del jade

Si el Sabio, desdeñando el alabastro,

venera el Jade puro y untuoso, no es porque

el alabastro sea común y el Jade raro:

sepan más bien que el Jade es bueno.

 

 

 

fines, compactes et solides.

 

 

Porque es suave al tacto –aunque

inflexible. Y prudente: sus venas son

finas, compactas y sólidas.

 

 

 

Es justo ya que tiene ángulos y

no hieren. Es tanta su urbanidad que,

colgado de la cintura, se inclina y toca tierra.

 

 

 

Es musical: su voz se eleva,

prolongada hasta la breve caída.

Es sincero, ya que su brillo no se vela

con sus defectos ni éstos con su brillo.

 

 

 

Ya que la virtud, para el Sabio, no requiere

ningún adorno, sólo el Jade puede decentemente

presentarse solo.

 

 

Elogiarlo es pues elogiar a la virtud misma.

 

Elogio y poder de la ausencia

No pretendo estar aquí, ni llegar de

improviso, ni aparecer con ropas y carne, ni

gobernar con el peso visible de mi persona.

 

 

Ni responder a la censura con mi voz; a

los rebeldes con ojo implacable; al error

de los ministros con un gesto que suspendería

sus cabezas a mis uñas.

 

 

 

Yo reino con el insólito poder de la ausencia.

Mis doscientos setenta palacios entramados

por galerías opacas sólo conocen

el paso de mis huellas alternas.

 

 

 

Hay músicas que suenan en honor de mi

sombra; unos oficiales se inclinan ante mi trono

vacío; mis mujeres aprecian más el honor de las

noches en que no me digno.

 

 

 

Igual a los Genios que no se pueden refutar

por invisibles –no hay arma ni veneno

que puedan llegar a dar conmigo.

Tomado de:

http://www.uam.mx/difusion/revista/may2000/falco.html

 

 

Mi amante tiene las virtudes del agua

 

Mi amante tiene las virtudes del agua: una sonrisa clara, gestos

fluidos, una voz pura y cantante gota a gota.

 

Y cuando a veces, a pesar de mí – el fuego pasa en mi mirada,

Ella sabe cómo avivarlo retemblando: agua arrojada sobre

carbones rojos.

 

*

 

¡Mi agua viva, hela aquí esparcida, toda, sobre la tierra! Se resbala,

huye de mí; – y tengo sed, y corro tras ella.

 

Con mis manos hago una copa. Con mis dos manos la contengo

con ebriedad, la estrecho, la llevo a mis labios:

 

Y trago un puñado de lodo.

 

 

Elogio a la joven muchacha

 

¡Magistrados! Dediquen a sus esposas sus arcos triunfales. Atraviesen las rutas con el elogio de las viudas obstinadas. Usen cemento, falso mármol y lodo seco para erigir los méritos de estas damas respetables, —es su trabajo.

 

*

 

Esto está reservado a la única Joven Muchacha. A aquella a quien todos los maridos del mundo están prometidos — pero que no tiene todavía.

 

A aquella cuyos cabellos libres caen hacia atrás, sin empleos, sin fidelidad, y el entrecejo tiene el olor de la espuma.

 

A aquella que tiene senos y no amamanta; un corazón y no ama; un vientre para las fecundidades, pero que decentemente reside estéril.

 

A aquella rica de todo lo que vendrá; que va a escogerlo todo, recibirlo todo, parirlo todo quizá.

 

A aquella que, lista a dar sus labios a la taza de las nupcias, tiembla un poco, no sabe qué decir, consiente en beber, — y  todavía no ha bebido.

 

 

Liberación

 

Uno sufre, se agita, se queja en mi Imperio. Rumores suben

a la cabeza. La sangre, como un pueblo irritado, derrota el

palacio de mis encantamientos.

 

La hambruna está en mi corazón. La hambruna devora mi corazón;

seres nacen a medias, sin almas, sin fuerzas, procedentes de un

trastorno sin nombre.

 

Luego uno se calla. Espera. Que por un buen querer se sacien

de nuevo vida y plenitud.

 

*

 

Como el Hijo del Cielo que visita sus dominios, y hasta el fondo

cárceles de sequía que portan luz y libertad,

 

Libera en mí mismo, oh príncipe que eres yo, todos los bellos

prisioneros-deseos a los carceleros arbitrarios, y que en gracia y

Retorno

 

Caigan sobre mi Imperio las gotas largas de la satisfacción.

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/el-palacio-de-mis-encantamientos/

 

Para complacerla

 

 

 

Para complacerla he vivido. Rozando el límite extremo de mis

 

           fuerzas trato de imaginar aún no sé qué para complacerla.

 

.

 

A ella le gusta desgarrar la seda: le daré cien pies de tejido sonoro.

 

           Pero este chirrido no es ya bastante nuevo.

 

.

 

A ella le gusta ver correr el vino y gentes que se embriaguen: pero el

 

…….vino no es bastante áspero y estos vapores ya no la aturden.

 

.

 

Para complacerla tenderé mi alma usada: desgarrada, gritará bajo

 

           sus dedos.

 

.

 

Y yo vaciaré mi sangre como una bebida en un odre:

 

.

 

Una sonrisa, entonces, sobre mí se inclinará.

Tomado de:

https://trazosdelamemoria.wordpress.com/tag/victor-segalen/

 

 

 

 

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