sábado, 15 de enero de 2022

POEMAS DE THIAGO DE MELLO EN SU DESPEDIDA

 



LOS ESTATUTOS DEL HOMBRE

 

 

 

                                                                             A Carlos Heitor Cony

 

 

 

 

 

ARTÍCULO I.      Queda decretado que ahora vale la verdad,

 

                        que ahora vale la vida,

 

                        y que, tomándonos las manos,

 

                        todos trabajaremos por la vida verdadera.

 

 

 

ARTÍCULO II.    Queda decretado que todos los días de la semana,

 

                        incluso los martes más cenicientos,

 

                        tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo.

 

 

 

ARTÍCULO III.   Queda decretado que, a partir de este momento,

 

                        habrá girasoles en todas las ventanas,

 

                        que los girasoles tendrán derecho

 

                        a abrirse dentro de la sombra,

 

                        y que las ventanas deberán permanecer, todo el día,

 

                        abiertas hacia el verde donde crece la esperanza.

 

 

 

ARTÍCULO IV.   Queda decretado que el hombre

 

                        nunca más necesitará dudar del hombre.

 

                        Que el hombre confiará en el hombre

 

                        como la palmera confía en el viento,

 

                        como el viento confía en el aire,

 

                        como el aire confía en el espacio azul del cielo.

 

 

 

PARÁGRAFOEl hombre confiará en el hombre

 

ÚNICO            como un niño confía en otro niño.

 

 

 

ARTÍCULO V.    Queda decretado que los hombres

 

                        están libres del zumo de la mentira.

 

                        Nunca más será necesario usar

 

                        la coraza del silencio ni la armadura de palabras.

 

                        El hombre se sentará a la mesa

 

                        con su mirada limpia

 

                        porque la verdad se servirá

 

                        antes del postre.

 

 

 

ARTÍCULO VI.   Queda establecida, durante los siglos que dure la vida,

 

                        la práctica soñada por el profeta Isaías,

 

                        y el lobo y el cordero pastarán juntos

 

                        y la comida de ambos gustará como la aurora.

 

 

 

ARTÍCULO VII.  Por decreto irrevocable queda establecido

 

                        el reinado permanente de la justicia y de la claridad,

 

                        y la alegría será una bandera generosa

 

                        para siempre desplegada en el alma del pueblo.

 

 

 

ARTÍCULO VIII. Queda decretado que el mayor dolor

 

                        siempre fue y será siempre

 

                        no poder dar amor a quien se ama,

 

                        sabiendo que es el agua

 

                        quien ofrece a la planta el milagro de la flor.

 

 

 

ARTÍCULO IX.   Queda permitido que el pan de cada día

 

                        tenga en el hombre la señal de su sudor.

 

                        Pero que, sobre todo, tenga siempre

 

                        el caliente sabor de la ternura.

 

 

 

ARTÍCULO X.    Queda permitido a cualquier persona,

 

                        a cualquier hora de la vida,

 

                        el uso del traje blanco.

 

 

 

ARTÍCULO XI.   Queda decretado, por definición,

 

                        que el hombre es una animal que ama

 

                        y que por eso es bello,

 

                        mucho más bello que la estrella de la mañana.

 

 

 

ARTÍCULO XII   Se decreta que nada será obligado ni prohibido.

 

                        Todo será permitido,

 

                        incluso jugar con los rinocerontes

 

                        y pasear al atardecer

 

                        con una inmensa begonia en la solapa.

 

 

 

PARÁGRAFOSolo se prohíbe una cosa:

 

ÚNICO            amar sin amor

 

 

 

ARTÍCULO XIIIQueda decretado que el dinero

 

                        nunca más podrá comprar

 

                        el sol de las mañana venideras.

 

                        Expulsado del gran baúl del miedo,

 

                        el dinero se transformará en una espada fraternal

 

                        para defender el derecho de cantar

 

                        en la fiesta del día que llegó.

 

 

 

ARTÍCULO     Queda prohibido usar la palabra libertad,

 

                        la cual será suprimida de los diccionarios

 

                        y de la ciénaga engañosa de las bocas.

 

                        A partir de este instante

 

                        la libertad será algo vivo y transparente,

 

                        como un fuego o un río,

 

                        y su hogar siempre será

 

                        el corazón del hombre.

 

 

 

 

 

Quinta Normal,

 

Santiago de Chile,

 

abril del 64.

Tomado de:

https://www.crearensalamanca.com/los-estatutos-del-hombre-y-otros-poemas-de-thiago-de-mello/

 

el oficio de escribir

 

 

 

                Para Tenorio Telles

 

 

 

Leyendo aprendo:

 

 

 

lo que escribi ya cayo

 

En la vida. no me pertenece

 

Leo y me pregunto: las palabras

 

que dispuse con paciencia,

 

severo de inteligencia,

 

cuidando mucho la cadencia,

 

perseverar, elegir,

 

No me escondo, el más ruidoso

 

y los que mas me gustan,

 

dando a cada uno un lugar

 

merecido en mi verso

 

(que de esta ciencia los secretos

 

me dio tiempo para trabajar,

 

un ejercicio de amor),

 

porque las palabras comienzan

 

decir cosas que nunca

 

me atrevía a pensar o soñar,

 

pájaros desconocidos

 

aterrizando en mi huerto.

 

 

 

Ahí es cuando descubro: la rosa

 

— rosa en carne de palabra,

 

 

 

 

no la rosa del rosal—

 

que llamé por mi poema,

 

hermosa rosa, ven aquí,

 

ven y decora mi rincón,

 

cambia, apenas lo leo,

 

en un sueño que se abrirá,

 

en la espina que herirá.

 

 

 

Solo en ese momento me doy cuenta

 

que la rosa, por ser rosa,

 

en el esplendor de la identidad

 

con cualquier rosa del mundo

 

hay que inventarlo

 

por el milagro del verbo.

 

CANTIGA DE CLARIDAD

 

 

Campesino, plantas el grano

en lo oscuro —y nace un albor.

Quiero llamarte hermano.

 

De noche, comiendo pan,

siento el gusto de esa aurora

que te despunta en la mano.

 

Haces de sombras un haz

de luz para multitudes.

Un compañero tan claro

que vive en la oscuridad.

 

Y mientras no llegue el día

en que la tierra sea un reino

de trabajo y de alegría,

cantando juntos, alcemos

armas de amor activas.

La rosa ya se hace llama

al hilo del corazón.

 

Campesino, plantas el grano

en lo oscuro —y nace el alba.

Quiero llamarte hermano.

 

Traducción de Enrique Lihn.

 

 

 

SONETO DE LA PLAZA DESTERRADA

 

Cierta noche de abril estuve cerca

del pueblo erguido en esperanza y canto.

Antes nunca jamás mi pecho cierto

de la alegría estuvo, pero el llanto

 

fue el que bajó, arando en el desierto

de la plaza burlada. Fue mi espanto

menos el ver el corazón cubierto

por el miedo feroz, de torvo manto,

 

que el descubrir que nadie amar sabía,

como se ama la rosa enamorada,

a la patria pronto degradada.

 

Ver que nadie en la calle una canción

de amor cantó llamando a rebeldía,

a construir con sangre la alegría.

 

Traduccíon de Enrique Lihn.

 

 

 

MEDITACIÓN EN REINO DE LA PANTERA AZUL

 

 

Viene de pronto, nunca viene

cuando se presiente su llegada.

Llega y es tarde ya y en todo es tarde.

Nunca se muestra entera. Pero es hembra.

Es necesario esperar y seguir siendo

hasta que olfatea

lo que guardas al fondo de tu nombre.

Pero no vale su precio, ni la sórdida

moneda que te exige: nada quiere.

Marcha a tu lado, del que no se aparta,

agazapada en pliegues de la ropa,

le encantan la nuca y los cabellos.

Inmóviles sus manos posadas en los hombros

que nada sienten pero saben: sufren

tanto o más que brasas.

Es igual

a lo que fuera antaño, a lo que fue

en tu jardín una semana antigua.

La víspera parece tan remota

que llega a ser penoso recordarla.

La casa se convierte en selva densa,

hay secretos desvanes nunca vistos

que nos llaman con tibios terciopelos

enseñándonos cantos amorosos

que no saben jamás por qué callaron.

Si te llama a la lucha traicionera,

todo se cubre de ceniza y polvo.

No hay nada pegajoso a no ser los contactos

inesperados como mariposas

que bajan devastando soledades.

 

El sol de la más vieja primavera

quema tu sangre, estalla en la garganta

que, desde hace cien noches, no dominas

y hay sequedad en tus encías.

 

deslumbradas surgen las rodillas

 

que van dejando ver colores curvos

casi a los costados de los muslos.

nada más. El cielo es lo que falta.

Toda azul te acecha la pantera

como si no te conociera —y canta.

De súbito las cosas huecas crujen

y en el más trivial acto de la vida

cifras un interés total: el sortilegio

es terrible y fugaz, porque te ofrece

en un brote de luz la certidumbre

de la inutilidad feroz y fría

de la prenda que te iba seduciendo.

 

Es ahí cuando, cada cosa, y todas,

incluso la pared, el calendario,

y hasta el cuchillo junto al velador,

los grandes sentimientos, las palabras

altisonantes y los compromisos

como agua pasan, pasan como un rio

de aguas espesas que no corren nunca,

de una espuma podrida recubiertas.

 

Con todo, luce flores en sus flancos

y distracciones que permiten pájaros,

con ese ardor húmedo de macho,

que ella no deja alzarse de los sótanos

en los cuales contigo se oculta

sabiendo que le cabe la tiniebla.

Y en su reino luminoso clavas

tus huecas raíces de silencio

que se hunden cantando en la tierra.

 

Santiago de Chile, 1963.

Traducción de Enrique Lihn

 

 

COMO UN RIO

 

 

Ser, como un río, capaz

de llevar por su cuenta

a la canoa que se cansa

de servir de camino

para la esperanza.

Y de lavar al límpido

la pena de la mancha,

como el río que lleva

y lava.

Crecer para entregar

en la distancia callada

un poder de canción,

como el río descifra

el secreto de la tierra.

 

Sí el tiempo es de descender,

retener el don de la fuerza

sin dejar de seguir.

Desaparecer incluso

para, subterráneo,

 aprender a volver

y cumplir en el trayecto

el oficio de amar.

 

Como un río aceptar

esas súbitas olas

hechas de impuras aguas

que traen a flote la verdad

oculta en las profundidades.

Como un río, que nace

de otros, saber seguir

siendo junto con otros

y en otros prolongándose

y construir el encuentro

con las grandes aguas

del océano infinito.

 

Barreirinha, Amazonas, 1978.

Traducción de Adán Méndez.

 

 

HACE TIEMPO QUE ESCOGÍ

 

La luz que me abrió los ojos

para los desheredados

y heridos de la injusticia

no me permite cerrarlos

nunca más, en tanto vivo.

 

Sea por asco o fatiga

me dispongo a no ver más

y aun cuando el miedo acosa

mis ojos, me es imposible

dejar de ver. La verdad

me ha tocado con su lámina

de amor el centro del ser.

No se trata de escoger

entre ceguera y traición.

Pero si entre ver y hacer

de cuenta que nada vi

o hablar del dolor que veo

y ayudarlo a tener fin,

ya hace tiempo que escogí.

 

Rio de Janeiro, 1981.

Traducción de Mario Benedetti.

 

 

LA LUZ QUE ALUCINA

 

 

Mi hijo se murió de madrugada.

Él era un girasol, así de rojo,

como un caballo siempre de perfil,

un avestruz con odio hacia la arena,

un tulipán helado en el volcán.

Temía convertirse en compañero,

llena de espinas lilas la garganta

y anochecía con la voluntad

de romper el secreto en los cristales.

Pero era un ruiseñor si la mañana

llegaba en las laderas de la sierra

cubiertas por un musgo imperdonable.

Mi hijo yace muerto aquí a mi lado:

las estrellas que crecen en sus ojos

iluminan mis yerros más antiguos.

Pero de su tobillo se alza un canto

que me apacigua, porque muestra clavos

que le fueron hundidos por las aguas

que navegamos ciegos y abrazados

cual se abrazan los pájaros que huyen.

 

Ayer crucé con tres rinocerontes.

Con florido unicornio me llamaban

por el nombre que tuve cuando niño.

Mordidos por los pájaros nocturnos,

con pupilas de asombro me pedían

que con ellos me fuera antes del alba

hacia el sitio en que nacen las estrellas,

en tanto iban hundiéndose en el lodo

cubierto de amatistas y de garzas.

Quiero perderme, mas antes que se hundan,

que me dejen la piel, la piel les pido

que en carne viva sigan por el fango,

que me la dejen para que proteja

lo que aún queda en mi pecho de la infancia.

 

Rio Andirá Amazonas, 1980.

Traducción de Mario Benedetti.

 

 

FELIZ, INSOPORTABLEMENTE

 

 

De a poco la luz pierde el resplandor.

A sangre sabe el río y no lo sabe nadie.

Esta es la última oportunidad de verme

por primera vez entero: cara a cara.

(Siempre quise morir

antes de verme como soy).

Prefiero simplificar. Entonces ¿por qué dudo

en revelar las oscuras aguas

que me recorren, esas en donde habitan

peces cenicientos, sordos, que me conocen?

El peor pecado del hombre

es no ser feliz. (El juicio es de Borges,

que era ciego pero descubrió la rosa

encendida en el corazón de una mujer).

 

Pude ver el fondo de un lago de esmeraldas.

Fui insoportablemente feliz.

Las peores desgracias (también la de existir)

que me hirieron, nada significaron comparadas

con los milagros que viví,

con los mágicos momentos que inventé.

 

No es preciso ir muy lejos. Cierta noche

de ardiente primavera, viajé

abrazado a los cabellos de una mujer

que me enseñaba a amar como ella amaba,

en el mar de los espacios siderales.

Regresé intacto. Al parecer

transcurrieron eternidades.

Ahora estoy solo. Frente a mí

o entre mi soledad y la noche que me llama,

queda un espacio en el que no hay sitio

para lo que escondí.

Y más de medio siglo de fiesta,

de lágrima, de asombro, de ternura,

se resume inútil en la chispa

de ese tiempo fugaz en que mi ser total,

residuo de memorias, ya se adhiere

imperceptiblemente

al silencio nocturno de la floresta.

 

 

 

En el río Amazonas.

Traducción de Mario Benedetti.

 

 

 

LA CREACIÓN DEL MUNDOo

 

 

No desfloré a nadie.

La primera mujer que vi desnuda

(era adulta de alma y de cabellos)

fue la primera que me mostro los astros,

pero no fui el primero a quien se los mostró.

 

Vi el resplandor de sus nalgas

de espaldas a mí: era morena,

mas al darse vuelta fue dorada.

 

Sonrió porque sus pechos me asombraron,

por mi mirada de adolescente no acostumbrado

a la gloria de la belleza corporal.

Era de mañana en la selva, pero nacían

estrellas de sus brazos y resbalaban

por el cuello, lo recuerdo, era el cuello

Lo que me enseñaba a deletrear secretos

guardados en la clavícula. Pedía,

ya echada de bruces y llamándome,

que posara mis labios por los pétalos

con rocío de la nuca, eran lilas;

que alisara, levemente, con las yemas

las espaldas de espumas y esmeraldas;

quería que mi mano recorriera,

yendo y viniendo, el valle de la columna,

très doucement, porque me cuidaba.

Ella inauguró en mí la alegría

inefable de dar felicidad.

Tanto conocimiento no podía

ser sino innato, pienso ahora.

Pero no.

Era un saber hecho de experiencia,

más que ingenio para transmitirlo.

Ella era de otras aguas, una fuente

de treinta años, que vino desde el Sena

con el destino de darme de beber

— en la aurora de sus ojos, en sus pechos,

     en la boca musical, en el mar del vientre,

     en la risa de azucena, en la voz densa,

     en Las cejas y en el vértice de la piernas—

la miel antigua de la sabiduría,

de saber que el deseo crece cuando entiende

que la chispa se enciende en la ternura,

que las antesalas se prolongan

hasta que uno esté listo para entrar en el cielo.

Traducción de Jorge Enrique Adoum.

 

 

LA TERCERA ALA

 

 

Traigo una esperanza nueva como la primera claridad

que marca la mañana

de cada ser humano.

 

Traigo la sabiduría

de los colores que danzan

y ordenados se juntan en el aire

cuando es preciso alumbrar el arco iris.

 

Traigo el milagro de la vida,

latiendo en el corazón

del recién nacido.

 

Llego tras el rastro del pájaro

que atravesó el tiempo

y con el trino de su tercera ala

rasga el cielo de la atopía.

 

Llegas entregándonos, pájaro,

la poesía de tu canto,

certeza de un amanecer

que se posa ya en mi frente,

en la palma de tu mano.

 

Traducción de Arturo Corcuera.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/51_52/thiago.html

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